La página contiene las frases y los poemas de mis autores más admirados, que hasta hoy me acompañan en el camino de la creación poética
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sábado, 16 de mayo de 2020
ENRIQUE MOLINA - FRASES
Un puerto envuelto en una enorme gasa negra saca del agua
su torno ornado con imágenes obscenas
Tus miradas son una vasta sala donde suben y bajan las
mareas alimentando la llama de los candelabros
Los más bellos amores tienen sus alas sin paz en la
lujuria de lo pasajero, sobre esos terrenos vagos donde hay siempre una
niña acosada por los lobos
La heroína incomparable bajo la telaraña del tiempo
perdido
Esa gran flor de nombres melancólicos
Bebe de un largo trago ese vino imantado hecho con el
brebaje de los lugares ardientes
El sonido marino de un cuerpo enamorado flotando en la
corriente
Las sábanas plegadas como un guante aferrado un perfume
Un hombre cuenta el oro de sus lágrimas
Las promesas abandonadas en ciertas habitaciones donde
brota la lluvia
Reclama tu lecho de fuego, la perfección de tu caída, la
rebelión sin esperanza
Bien sé cómo es ella: secreta y perversa como un ángel del
bosque se hunde en mi sangre, canta en la noche como un río que corre
debajo de las piedras
Un vuelo hacia cuerpos solares en un cielo mortal
Como la muerte en cuyo espejo se ven las rosas
De esos países sumergidos que tan sólo reviven cuando ven
tus lágrimas
Corre la lenta sangre de la melancolía
La casa vagabunda sostenida en el viento
Nunca llegará donde la esperas. Nunca llegará
La invencible miel humana que sólo se adora al resplandor
del bien perdido
La brea va a cubrirla, forma con sus cabellos una masa
sombría como los de una mujer extraída de un volcán
Y en esas callejuelas de miseria, el amor es un personaje
sombrío desmantelado por los pájaros
Esos conjuros mortales donde se deshace la espuma de los
grandes escrúpulos
La raíz de tu lengua que descifra el agua y el fuego
Dormías cubierta de perlas
La tierra vuelve a sus secretos, a sus raíces misteriosas
La ciudad que en la sombra se levanta y se pierde
La ciudad se duerme mecida por las olas
Los que preguntan por sus propios huesos asistiendo a
secretas ceremonias como un oscuro lujo del olvido
Óyeme, perdida hechicera del perfume del viento
Yo hubiera querido seguir balbuceando ante los restos de
un amor devorador
De adiós en adiós de sombra en sombra la ruta se prolonga
hasta las islas somnolientas de tu cuerpo
Camino a lo largo de los médanos con el pecho constelado
por un oro demoníaco
Como una lámpara que se desborda como el diálogo de un
dios con el huésped de un burdel del olvido, sobrepasaba instante por
instante mi ser oscuro el terror
Tu corazón lleno de pájaros
Tu corazón resonaba como el océano batía sus alas salvajes
su insaciable tambor de fuego
Miras el sol pero es el agua. Miras el mar y no es el mar
Entonces surgían los hechizos entre las grietas del olvido
El vino que beben los muertos
Quién habitó en mi corazón
Guarida mía siempre en llamas donde vive un licor eterno
Un solo beso resucita a todos los lobos del instinto todo
el pasado de los bosques
Decimos adiós a los muertos hoy somos los únicos dueños de
un universo abandonado
Los pájaros cruzan indemnes su salvaje museo de cera
El aceite de los eclipses se dilata en el recuerdo hacen
un perro con la lluvia
Son los que esparcen la espuma negra que rezuma en las
iglesias
La cabellera de la noche cubierta de rosas ciclónicas
Conozco esas tablas golpeadas donde el viento se abre las
venas con las vocales de las furias entre los dientes de la tierra
Ese sol que nace de una mujer que se desnuda
Sótanos vivos que se cierran como enormes flores
carnívoras
Abro la puerta y pasa el viento
A veces el camino llega convertido en soles de mentes
Me cubría su leve máscara de prisionero del silencio
Una mujer de humo desnuda devorado por las medusas
Lugar y sirvientes entre los muros de un ataúd de fuego
Un mundo donde se está solo se implora en la infinita
oscuridad de las cosas
Una canción de tercas casuarinas enlazando el insomnio al
hechizo nocturno
Hay algo en mi ser que me reclama sonando tiernamente
tristemente a través de los muros
Porque así son las venas en el hombre ligadas para siempre
algún lugar de curso polvo nacen
Estuve en los límites infranqueables de la mujer y en
todas las discordias del corazón no sé dónde he estado
¿Por qué canta la lluvia?¿por su ardiente deseo de palpar
cuerpos? ¿por su vieja amistad con los pájaros?
Canta porque despierta la soledad humana
Canta para errar por las calles
Es que tal vez bajo los pisos hay alguien de insondable
cabeza que nuestros pies despiertan resonando
Otra vez se aleja sonríe con tristeza perdiéndose en el
silencio del mundo
Las cosas dirigidas a su tranquilo parecer
Suenan los cuchillos cada vez más opacos hasta que se
confunden con un golpe de tierra sobre la eternidad
No huyas, es la lluvia
El canto de las aguas vierte su largo vino en el oído de
los muertos
A veces el océano pasa rozando las habitaciones como un
mendigo de terrible voz
El mar también le duelen las piedras que los ciñen
Las joyas externas de la melancolía
Los grandes pájaros del adiós lentos como el Océano Pacífico
cuando se envuelve la garganta a la luz de la luna con una cinta blanca
para disimular la herida de su degollación
Los amantes convertidos en una llamarada inhumana en la
más espléndida de las ceremonias de fuego
En la caverna de cristal donde se abre las venas el
relámpago
El hilo que cose la herida de los sueños
Ríe con risa sorda en las tinieblas
Vierte su roja sangre de hojas secas en otras tumbas
Eternas criaturas de la tierra seguiremos andando debajo de
las flores con ligeras estrellas azules en el hombro
Entonces el fantasma de hiedra cautivo en tu corazón se
levanta en silencio el vestido de seda
Tantos erróneos pájaros desorientados guiando mis pasos
En marcha hacia la reina arrojada del edén con su joroba
escarlata
La reina de la frustración y el éxtasis, la que flota en
la corriente de sus blasfemias, la que canta sobre la piedra de la tumba
cubierta de mordeduras con el honor de su desgracia
Belleza de lámpara inmóvil que siempre espera
Belleza defendida por el cristal de otro mundo
Nunca tuvimos casa, ni paciencia, ni olvido
En un rincón de su pasado hay un arpa de negro plumaje de
golondrina para despertar los antiguos besos
Pero un poco más lejos hacia la nada están las lámparas de
viaje temblando suavemente
Te desnudabas girando dulcemente en la oscuridad con la
rotación de la tierra
Si pierdes puede saborear el orgullo de contemplar tu
porvenir en un puñado de arena
Con el silbo de un tren que arranca lentamente sus raíces
de hierro
¿Quién responde a una lágrima a un pecho que se inclina
sobre la vida oscura?
Bella como el deseo en las venas terrestres
Pero los amantes exigen frustraciones, tormentos, peligros
más útiles
Su pasado es incomprensible y se pierde como el mendigo
El tren desliza un espejo frenético por los rieles de la
tormenta
Entonces tú estabas al final esperando en el muelle
mientras el viento me devuelve a tus brazos como un pájaro
El nudo de los cuerpos constelados por un fulgor de
lentejuelas insaciables
Alguien me condujo hasta aquí y se oculta
Es tan extraño perdurar, oír aún la grave letanía de los huesos
y el hechizo del mundo
La dulzura de recordar el sol en la espiral del sueño y el
vano poder de haber ido tan lejos
Déjame una vez más mirar las flores y la lluvia. Es este
el trágico instante en que uno descubre el delirio misterioso de las cosas,
sus raíces secretas, el instante supremo de decir adiós a cuanto se adoró
en esta vida
La dulzura de recordar el sol en el espiral del sueño y el
vano poder de haber ido tan lejos
Todo vuelve a su crimen como un alma encadenada a su dicha
y a sus muertos
Todo fulgura como un guijarro de dios sobre la playa
Su relámpago de mujeres dormidas exhalando el perfume
penetrante de la tristeza de plumas de sexo barridas por el viento
Como una blasfemia deslumbrante, como un lazo demente
tendido a los más puros vampiros de la tierra
Un punto en el horizonte una migaja única del fósforo de
los mendigos
Y cada amanecer desaparecen las mujeres errantes, las
negras peinadoras de la noche
Mi país es falso y sin techos cavando la tierra como un
perro, cavando en el cielo, cavando en el alma
Aquellas caricias que hacían blasfemar a los cocheros
fúnebres
El verde aire de los amores errantes
Y uno puede gustar en sus brebajes un éxtasis de saurio el
prodigio de haber nacido al pie de tales dioses de mirada de tierra que
cambia y de muslos que se entreabren
Porque desearé tanto un cuerpo que abandonó
Te veo todavía alta en medio del mar
Regresa de la espuma inmortal
Como la temperatura fatal de un salvaje jardín en el que
amaba extraviarme
Aún te veo en el hueco del mar, abandonada al viento,
lejos, donde he sido feliz
La vieja dama acaba siempre de nacer y se aferra a la vida
Y una campana azul infinita aún retumba como la voz de un
dios en las arenas muertas
En el museo de cera, entre las pelucas, el amor la flagela
con ortigas
Que semejante señora se retuerza en su sueño en el
desierto vals de los murciélagos con el aullido del drama pasional
Muda y solitaria yace bajo las fuentes, con una dolorosa
sonrisa
Es mía, aunque nada pueda adorar regiones secretas
engendradas por el viento
Por la ventana a veces con un anillo de oro, un señor
blanco y obsceno que no existe en el mundo, le hace señas tan lejos y la
invita a bailar bajo la lluvia
Porque la vida es famélica y se ignora a qué muerte
alimenta, a qué insaciable hambre de payaso con su tortilla que se
desvanece a la luz de un relámpago
Es sabido que tu demonio abre mis ojos y no duerme nunca
Ciertos gestos con que cansadas niñas se licúan
Tanta música ahogada tanto gris silencioso en la desnuda
profunda cavidad del cielo
Pero ¿a quién amas tu corazón de extravíos cubierto de
espejismos?
Todo un país se aleja con sus más vagabundo fantasmas
carnales
Ella ha abierto su vestido para revelarte con el centelleo
de su piel en un vaso de invernáculo los mandamientos de la insolencia
total del amor
Y el cáncer de fuego, abajo, entre las piernas, hasta el
chasquido diabólicamente hechicero del mar
La mujer del azar se contempla en su espejo con sensuales
bucles en el oscuro bosque de su amor
Reminiscentes caricias flotantes entre adioses hacen
temblar las cosas con un ardor irónico
¡Ay! ella sueña con voz tan dulce bajo las palmeras
Relámpagos perdidos en el confín de un beso
El aire libre hecho de adiós como el olvido tejiendo
espumas en el corazón
No hay un puñado de arena que reclame la herencia sin
destino del sueño y el olvido
Al despertar apareció el fantasma sonriente con senos de
una melosa consistencia, con dientes brillantes insistente y perfumado en
la cálida atmósfera se tendía en la playa con languidez, hablaba de las
pequeñas cosas del día volando en torno a mi alma con la luz de los mares
Allá lejos donde las esfinges del mar alzan sus rostros
abriendo sus abanicos feroces entre las arenas
Cada noche las cuerdas de cristal y las poleas furiosas
suspendidas del techo balanceaban su péndulo sobre mi cabeza
En una selva transparente de puertas tornasoladas girando
hasta la locura
Pequeños trozos de tempestad para no olvidar nunca
Esta ráfaga abrasadora y esta temporada en el infierno
Los monumentos de piedra viva palpitan como una música en
la oscuridad
Ya sólo quedan los diferentes disfraces escogidos para
morir
Un poco de ropa misteriosa caída desde lo alto de una
mujer de paso
Allá lejos se desliza la barca al lado de la noche
Hace 1000 años abandonamos el último beso en una noche
devorada por las montañas indefensa entre los colmillos del páramo, entre
las serpientes petrificadas que silban en el viento
En la mansión de las lluvias
Pero ahora en su pecho hay fisuras relampagueantes como
las ruinas del amor, como estas incisiones profundas que dejan irse el
gusto de los días
Desierto magnético, desierto descabellado, como una rosa
de nieve eterna resplandeciendo hasta las lágrimas
Como la dádiva del demonio de la lejanía, puro y ardiente
de ojos dorados que atraviesan el mundo
Y sus pechos tan suaves para hablar de la muerte
Su cuerpo con lentitud relata una larga historia
El que fui es cada vez más misterioso, disperso en su
dicha profana hasta el polvo sin consuelo
Su plegaria en un país desorientado
El que fui surge a veces como un gran espacio barrido por
un viento inmemorial
Sólo ligeros remolinos son las casas donde su piedad se
instaló. De ellas parten senderos inexplicables y sus muertos se sientan a
la mesa presentes como dioses
Arrasaron al corazón con las más altas llamas hasta
dejarnos en un ciego abandono a orillas de su huella de brazos invisibles
Como un ascua, en el alma una joya del tiempo se abre tan
sólo al paso de ciertos hechos tormentosos
Oh corazón, corazón orgulloso entrégate al fantasma
apostado en tu puerta
Criatura melancólica que tocas mi alma de tan lejos,
invoca en las alcobas el éxtasis y el terror, el lento idioma indomable de
la pasión por el infierno
Y el coro de pájaros lascivos girando con furia en las
habitaciones cerradas por el hierro
Como la nave anclada sobre el abismo agitando con lentitud
sus espejos para adormecer a la mujer desnuda entre los verdugos que
incineran el corazón de la noche
Vestida de mendiga con coronas salvajes de un antiguo
romance
En la lejanía de las rosas te precipitas al escenario
iluminado por la locura cantando su vieja canción de lluvias
Mientras la ola te arrastra entre los enormes telones de
la muerte escoges esa almendra sombría que no se abre jamás en este lado
del mundo
Mientras resplandecen el nuevo tus antiguas cabezas
La cabeza sonriente en una jaula de raíces, la cabeza
cubierta de lentejuelas nocturnas sobre una piedra de carnaval pintada de
escarlata, la cabeza del cielo del abismo
Toda la escena está llena de escombros y flores rotas, sollozos
y bebidas bajo esta cúpula de vientre de barco suspendida en ruinas sobre
un salón saqueado donde se cruzan los caminos con viejas sangre de comedia
de fango, de plumas erizadas por la sal del olvido
Es tan bella el agua dorada sobre el corazón
Canallas inocentes, despojos que el demonio enamora
Cruzaba todas tus puertas como el viento ciego entre los
árboles
Con la lluvia sobre las luces detiene a esa criatura
envuelta en llamas como una bala en la boca y los cabellos casi agrios
atravesando uno a uno tus edificios miserables
Como una sombra brillante hundiéndose en los espejos con
anillos dorados
Algo responde siempre al ala que interroga, alguien se
inclina ante el graznido de un ataúd
Todas las cosas se entreabren un instante, te desgarran
con dientes armados en un continente de amnesia, de promesas, en los paraísos
de la catástrofe
Haz la señal al amante tras la ventana en la casa desierta
con un candelabro de lobo entreabriendo sus fauces en el viento
La corriente, el astro, la astucia de la lluvia hace girar
sus hélices descubre sus altares y alza sus máscaras de nubes y helechos
en el centro blanco del olvido
En la guarida donde lloran los trenes donde las grandes
serpientes que cruzan el cielo se enlazan en mi corazón formando un
monograma misterioso deslumbrador como el infierno
Con el rostro vacío parecida a una llamarada corría la
amante alzando la mirada precipitándose a solas bajo las losas oscuras
Criatura casi divina entre la tierra y el rayo como una
niña extraviada en el esplendor de su espanto
Como aprisionada por una boda espuma rojiza
Y su rostro de lava gris sonríe con majestad fúnebre
Coronada con luciérnagas muertas volaba despacio la lluvia
alrededor de los amantes, fríamente sagrada y distante como un dios al que
apenas conmueve la oración o el alarido
Unidos para siempre por el odio y por el amor, como por
dos relámpagos en el sopor eterno de la tierra
Y su pesado cuerpo macizo que no era el ensueño, en el
aire, sino algo carnal y terrestre insaciablemente nítido y enigmático
vibrátil como un bosque cálido donde la muerte bajo la piel voluptuosa
latía con delicadeza
La anciana con sus rugosas manos de corteza tanteaba los
muebles y el fango de la noche ritualmente buscando el cadáver de su hija,
pero sólo conseguía derramar las floreros sobre el espacio indescifrable
entre las grandes burbujas de su corazón
Raptada y devuelta al mar
Creciendo hacia mi pecho, el fondo de la tierra
El nudo furioso de la pasión en las negras argollas del
tiempo
Y algo solemne y denso hacia ti desciende como el vuelo de
un ángel cuya cosecha fue espléndida
Algo lleno de sufrimiento y de inocencia como una oración
repetida desde el infierno
Y las cálidas bestias doradas por el trópico y el jadeo
abrasador de la ola que vuelca en tu corazón su grito de espasmo y su
caída
Y las bellas seducen por una gran tristeza
Las magias del tacto con lentos reverberos misteriosos
Niño que en silencio fosforece
El pequeño testigo de la tormenta nocturna
Juntos y confundido son de dormir nuestros corazones antes
de dormir, tierra perdida
Guarda la seca sangre del olvido
Ella escribió en la niebla de los vidrios la profecía de
la tempestad
Canciones que la ausencia resucita entre las cosas que
pobló la hierba
Más allá de tu imperio, tierra mía, donde nada se pierde,
esas cosas esperan mi retorno en la eterna memoria de la muerte
Amor mío, tornasolada de eternidad en tu prisión de
naufragio
Caballo que pasa por un puente lluvioso desde el fuego
hasta el mar, caballo de berlina condenada, caballo de galope de adiós
En un camino más suave que la gran cabellera, aún brilla
la lámpara velada por la flora del salón entre las enormes mariposas posadas
para siempre sobre un sonriente maniquí de muerta, exhalando la calma de
la profundidad
Oh, la extranjera, la huérfana de exilio en la luz calcinada
refrescando sus labios con el antiguo veneno extraído del amor o de plumas
barridas por el viento
En la almohada de la tormenta donde laten de nube en nube
las venas de un país desconocido
El tren de roncas venas de ceniza arrastrando entre sueños
su voz que deletrea viejas cartas de amor con la misma locura
En el país construido como una enorme rosa de cristal y
tinieblas
El tren de collares errantes que se deshace en una lluvia
negra invisible en la tierra manando a borbotones la sangre de las
canciones olvidadas
Una mujer de mirada polvorienta asomada al cristal
No toques ese cuerpo conectado a las fibras de un pueblo
de dientes fulgurantes conectado a la savia y a la luna, que recoge esos
muertos de una negra cosecha al grito del amor
Viaje de perfume, viajera de suspiro, viajera de lamento,
viajera de sollozo de luna entre las piedras deslizándose entre dos
inmensos mascarones solitarios en medio del páramo separados entre sí por
el rayo. Figuras de proa de abismo
Ese silbato de tren con ruedas de rosal calcinado
Las ruedas de las cosas en la luz y en la noche
Objetos que han perdido la razón golpean en el pecho, en
el flanco del viento y el relámpago
demente presencia de objetos a la
orilla del hombre
Todas esas magias devoran fuego, roban los huesos del que las
invoca, te expulsan de su corazón, los desamparan
¿Quién toca para su fiesta el arpa de los placeres
perdidos?
La rueda de hormiga y vino que mueve la noche
Despojos de la sístole y la diástole del salvaje corazón
marino
Arráncame frente al océano mi última confesión
Vienes de muy lejos como la sangre
Una bestia se aferra mi garganta como un lazo de lluvias
Sedienta del agua que te castiga, brilla como un incendio
oro de tus caderas de odalisca
Esos ventanales inmensos y empañados donde apoyan la
frente criaturas de muralla y lluvia
Esas mujeres fanáticas insomnes en sus pobres hospitales
de besos entre los juegos nocturnos
Mareas secretas del azar
Busca con tu lengua de amazona, con tu crueldad, con tu
olor a mujer que pasa
Los besos entretejidos en un nácar tristísimo repiten una
vez más entre la sombra, la leyenda del amor que nunca muere
Y el coro de pájaros lascivos girando con furia en las
habitaciones cerradas por el hierro
Sobre lechos de un metal misterioso que brilla en las
tinieblas bajo la zarpa de los candelabros
Con mármoles que se pudren se balancea en como la nave
anclada sobre el abismo
Los besos entretejidos en un nácar tristísimo
Simultaneidad milagrosa de dos cuerpos sobre las dunas más
tibias de la tierra
Y unos cuerpos que caen como un ángel que desciende
De los dioses desechos de la arena por los demonios que
sacan la lengua entre las nubes de la lejanía
Sus ojos de iguana hacen resplandecer las rosas ahumadas
de su piel con todos los aceites de la pereza
Y yo no hablo de nostalgias, no vuelvo una cabeza de
llanto hacia un tesoro que es mi propia sangre toda esa plenitud de deseo
fue mía de una vez y por siempre
Bestia tierna del extravío, termina tu brebaje
El hechizo se ha roto como un cometa deshojado en la
sombra
El dardo de la extraña dama destinada a la evaporación y
al insomnio con sus venas hundidas en el arcoíris
Ha surgido lentamente de sus negros espejos como la herida
de un sol ajado a lo largo de un país vagabundo
En su cálido pozo nocturno tú borrarás su rostro y el anillo
mimoso de su voz
De todo amor se alza siempre un gran pájaro que huye
La abandonada, dormida bajo el vértigo de su plumaje,
ahora despierta en una noche extranjera en la jaula absorta de la ausencia.
En su cálido pozo nocturno tú borrarás su rostro y el anillo mimoso de su
voz
De todo cuerpo se revela una extensión desierta y sin
memoria un plano lunar donde los besos se pierden, donde el mundo termina
casi con un susurro
Esa intemperie nacida de dos seres que se aman
Mi sexo me salva sin plegarias, como el hacha del verdugo
salva de todo límite a una águila de sangre
Cabelleras desplegadas para el lujo de un loco
Y mi sangre se filtra por esas grietas de abismo que
reconocen la especie; se irisa cuando ese indolente demonio despliega sus
alas
Se abre una jaula de demencia
Los bellos gatos del espanto que aúllan enterrados vivos
El rostro de algún ser cuya imagen velará bajo la tumba
como una sombra paralela a su sombra
La luna qué tan dulcemente se dora en el campo, es mi
madre cuando tocaba el violín entre las lagunas y el pasto dormido
Levantaba la lámpara en la noche cuando llegaban los
ladrones y el diablo que afilaba sus pezuñas en el techo ya no podía pasar
por las rendijas de las oraciones entre los hierros del rosario
La veía de pie con un vestido blanco como el desierto,
envuelta en una música del origen del mundo
La mujer de los pechos oscilantes deja posar sobre ellos a
las mariposas al temblor de las hojas en la brisa al aullido del gato
nocturno
Los seres extraños que pasan por mis sueños para cerrar la
luz de las flores perdidas
El lecho se mece en la corriente hasta tornarse niebla
La íntima lámpara donde el atardecer se condensa
Mi corazón lleno de idolatría se despierta temblando como
el que sueña que la sombra entra en él y su adorable carne se licua a un
son lento y dulzón
Piedras llevadas por el viento con la misteriosa canción
de los muertos retumban contra mi corazón
Los vestidos caen como un seco follaje a los pies de la
mujer desnudándose, abriéndose en quietos círculos en torno a sus tobillos,
como un espejo estanque sobre el que la noche flamea y se ahonda
recogiendo ese cuerpo melodioso arrastrando las sombras tras los cristales
y los sueños, tras los semblantes dormidos
En una posada junto a una mesa con una olla de hierro
surgió una mujer desde el fondo de un pozo de fuego
Me he hospedado contigo en un farol, en un grito, en una
humareda en una laguna y en cementerios entrevistos entre la maraña de un
viaje
Arde en las cosas un terror antiguo, un profundo y secreto
soplo, un ácido orgulloso y sombrío que llena las piedras de grandes agujeros
y torna crueles las húmedas manzanas, los árboles que el sol consagró, las
lluvias entretejidas a los largos cabellos con salvaje perfumes y su
blanda y ondeante música
Sobre un altar manchado de cera con sus adoradores ebrios
agasajando a un santo ebrio cuya festividad giraba en la atmósfera como
una pobre brasa desprendida desde el más alto desamparo del cielo
¿Qué país cae como una inmensa fruta mientras continuó
adorando a los demonios de la luz?
Más allá de la espuma de los besos y las viejas sentencias
de la tierra aquí estoy desgarradoramente rico y sin embargo en el errante
hospicio de la lluvia
El tornasol de la atmósfera inalcanzable
Como la mendiga que riega los geranios con un líquido
fosforescente
Como los pies de la aventura sobre el nácar de lo
imprevisto
En una ampolla de cristal sobre el estrépito de los
muelles, a cada partida licuaban su sangre las reliquias de la noche
veneradas por los amantes
Las lluvias y el desenfreno de la noche y las águilas que
caen de pronto sobre los cuerpos queridos para tributarles su cólera
La ventana se abría a una neblina misteriosa de azul
pálido que pegaba a los vidrios su rostro de niña embellecida por el frío
Una ciudad de mica de panal eterno donde dormían en cada
alvéolo, larvas de oro de la desdicha
El agua vital de los muslos en cuyos fondos nada un dios
insomne
Mientras se desnuda aparecen los rostros clandestinos del
olvido en los que apenas se reconoce
Su abrazo es un vasto patio circular que se pierde de
vista en todas direcciones hacia lo irreconocible
La corriente de su boca deslizándose siempre hacia atrás,
de piedra en piedra interminable
Encuentros desesperados de otro tiempo ciego irreversible
Y brilla la gente remota sentada alrededor de la mesa con
pálidos colores presidida por una mujer sin rostro, oscura, inmóvil
Rostros de espuma contra el filo de dios
Pero me importas ahora mientras giras en el infinito
caracol de la escalera con una máscara sobrenatural
Y los grandes senos desnudos rojos como la demencia, pero
tú,, aún envuelto por la mujer bajo el sello carnal de labios, con una
llama del templo de salomón en los labios cuando las últimas aves de la
noche levantan su vuelo para siempre
La mano cortada con su chorro de fuego sobre la sabana
hirviente de las estrellas
Todo lo que he amado y perdido sin extinguirse jamás
Los difuntos se alejan a escarbar en el ronco depósito de
lunas al extremo del mar envueltos en esa misma lona de payaso fúnebre que
se escurre pidiendo a gritos una cerveza y una hostia
Ahora que la menta de la lluvia ilumina nuestras bocas
Bajo sus besos suelen dormir bellos cuerpos inciertos,
tantas llamas exhalando el destello de la demencia
Siempre entre ella y yo crece una jungla
La música de dos cuerpos escogidos por el amor para hacer
estatuas de fuego levantadas en una llanura infinita o en la sombra de un
puerto perseguida por una garra de plata
Con las uñas iluminadas como ventanas de hogares distantes,
en las que se ve a una pobre muchacha preparando el alimento para las
bestias del sueño
Limitada lágrima a lágrima por todo aquello que no vuelve
jamás
Acecha la fiera de aire gris de las mujeres olvidadas
Como la serpiente de las añoranzas eternas cuyo estuche sombrío
exhala un olor a mariposas descompuestas dentro de una caja de terciopelo
misteriosos vuelto en llamas
Faroles que brillan con un hechizo venenoso
El solitario acaricia la cabellera de la distancia
cubierta de plumas centelleantes y estremecida por el horror al vacío
Un reverbero de canciones y faroles en el amanecer de una
estación desconocida
Un hombre avanzando con su fantasma contra la bocanada del
sueño
Esos torbellinos de plumas gastadas en ciertos anillos de
pájaro muerto oh, son los antiguos días los alcoholes terrestres,
diosecillos tenebrosos crujiendo bajo tus plantas
El instante de sorprender esos antros de insomnio donde se
guardan las apariciones
Noches en cuyo fondo se ven niños en llamas
Con personaje de pulso externo que laten en la oscuridad
La memoria de los muertos gusta acariciar largamente
Otros amantes aquí partieron el pan de su gracias con la
noche
Bestias que esparcen el rumor de un sordo remate de
objetos antiguos
Tus aguas me reclaman mi nombre cuando duermo
Tú recoges un perfume inmortal
Las mariposas del ocaso beben en sus cabellos un aceite
lascivo y melancólico
Un instante, suspensa entre la eternidad y la belleza
fugitiva del mundo
El ardor de unas almas que sin saber se nombran en la
desolación de los besos
Era una voz sin nombre, una presencia sorda invencible
Unas lámparas de sótano iluminando el pueblecito disecado
Una mujer diminuta al fondo de una calle larguísima
Son las rotas sonrisas, los miserables sueños por fin
innecesarios, los cabellos ya desiertos, el rumor de las hojas caídas en
vano bajo los grandes bosques conduciendo hasta el fondo de la noche estos
pobres cadáveres mojados por la lluvia
Buscadoras de muertos y de tesoros vagos propalando el
paisaje como un vicio del alma una droga cuyo perfume enerva a las sirvientas
insomnes de la estación, que lavan cada hoja del instinto, cada rostro,
con la herida del cielo donde fluye su aceite misterioso
El aire libre hecho de adiós como el olvido, tejiendo,
esperando en el corazón
En un lugar desierto entre las negras ramas que
cristalizan en el corazón, deja ver, sin embargo, a través de sus grietas,
un caballero en ruinas comido por las ratas y dos piernas de mujer enmalladas
en seda sombría, que se alejan sobre las cornisas hasta perderse en el
viento con la fosforescencia del deseo infinito
La macilenta dama de ojos de lagarta, jamás comprenderá
que está llena de espectros desesperado. Su historia ha sido muy larga y
muy loca y ahora se instala blanca y majestuosa en su trono y una hilera
de pájaros calvos pasa volando sobre su cabeza, de modo que se sienta
inclinada a cantar, poniendo los ojos en blanco, una partitura de burdel
Recuerdo el olor de la hierba por donde las estatuas
majestuosas descendían sin prisa a lo oscuro
Esa red que recoge ahogados de cal negra y sepulcros de
pájaros ¿son tus largos cabellos o la brisa nocturna?
Peldaños que la niebla ha recorrido
No es lluvia ni la fluyente música, es una sala de antes
con velados espejos y una lámpara muerta
Pero te recobro oscuro corazón de prisionero y te desafío
ciego corazón humano con el hechizo de la corriente vacilaciones éxtasis y
terrores y el musgo de abismo que brilla entre dos bocas que se besan,
para hacer nuevamente sólo un hombre sin más amparo que tu furia, sin otro
cielo que tu aliento, como una blasfemia deslumbrante como un lazo demente
tendido a los más puros vampiros de la tierra
Y la colgante niebla tiembla apenas movida por viejos abanicos
y huesos casi suaves que la tierra fermenta
Lejos al final del sendero un profundo niño circula por mi
sangre
Lo solitario del mundo se aproxima a mí como a un muerto
La espuma de unos cuerpos que perduran en susurros de
óxido y salitre
Como el oscuro ruego de la madre de las olas que te
implora y gime entre las algas sin destino tras el solemne carro de la
luna
Escucha un vagabundo corazón: resuenan con su polvo
desdichas, ternuras, en medio de las cosas, en medio de este valle de
lágrimas, entre ciertas palabras
El querido y triste hechizo de la soledad se levanta pero
donde perdura todavía invencible la avidez de la tierra
Unas lascivas lámparas del viento rodeadas de guitarras
Yaces inmóvil como el cielo, mientras sostienes una flor
sin nombre
En una miel sombría de mulatas, en un país de grillos, en
medio de cortina, voluptuosas donde los días yacen como una sal dormida
El que eligió la playa para lavar sus muertos cantando
roncamente
Arrabal del océano donde vaga la luna con los labios
brillantes, con una reina loca errando entre los médanos, con su pobre
campana de ladrillos
El desnudo salmo de mi alma
Y un ciego poderío allí en el viento con la lepra y el
sueño, con el tiempo y su dulce caricia tenebrosa
El olor de la piel, el jadear de su pecho se disuelven
entonces en la estela bajo el eterno sello de las aguas
El sortilegio lúgubre del mar
Ellos vagan lejos en las corrientes que la luna convoca en
torno de su cuerpo solitario
La momia que farfulla entre lagartijas sus plegarias
solares
¿Quién soy ante vosotros, siervo de un dios más alto en
cuya palma herida sólo se posa la paloma ardiente de la expiación?
Dioses de mágicas sustancias fermentos de la niebla
¿Quién no adora su imperio de pecado?
Un cazador eterno hecho del son del agua
¡Qué extraño es que retenga la hermosura de un país que se
aleja con el tiempo!
¡Qué inmortal es un día!
Sumida por el polvo con su triste amuleto como un huésped
humilde en el corredor de la distancia
Juntos y confundidos han de dormir nuestros corazones
alguna vez tierra perdida
Más allá de tu imperio donde nada se pierde esas cosas
espera mi retorno de la eterna memoria de la suerte
Vestida de mendiga con corona salvajes en antiguo romance
haz la señal al amante tras la ventana en la calle desierta con un
candelabro de lobo entreabriendo sus fauces en el viento
No necesito silencio ya no tengo en quién pensar
La negra desnuda que asciende entre tambores con el puño
crispado sobre un vivo puñal de mariposa perdiéndose en la calle invisible
de la tormenta
El personaje de inmensas alas que clausura la noche
Porque el perfume del mundo es furia bajo el ala lenta de
un pájaro
Como la gran mujer del oleaje que sólo borda en el olvido
Como la negra mujer que abre esa puerta de hierro entre
los arrecifes de la mansión de abismo donde llaman rugiendo los mendigos
del mar
Tú te inclinas al sol en un portal en ruinas
Recuérdame en el barranco y el basural donde anidan los cuervos
Abre la puerta y que el sueño te arrastre hasta el borde
del mundo
Miedo al viento marino, miedo al viento del alma
Cuando hierven nuestras almas sólo perseguimos el viejo
roce melancólico de la carne y el cielo
Purificar nuestro esqueleto con una brasa de manicomio
El contramaestre se desprende de la noche y se hunde en el
mar
El jardín es la risa de los muertos
Rostros hacia la tierra como un muerto hacia la noche, como
una linterna hacia el alma como una galaxia
No hay salida para mí entre los muros alados de la tierra
Ladrón de olas envuelto en la lluvia de tu instinto en
busca de esta llave prodigiosa que abre el jardín de los barcos y los arrabales
del puerto con bellas herejías
Todas las llaves abren la puerta del puro incendio de la
tierra
La llamarada que disuelve mi corazón y habito extrañamente
Mi alma introduciéndose lentamente en el centro de la
tierra
Cabelleras desplegadas para el lujo de un loco
Mientras fosforece la diabólica rata que trota a lo largo
de toda mi vida
El camino donde estamos desaparece
La criada fosforescente cantando por los pasillos de una
pensión de madrid
Se propagan y aullan los fantasmas en su sangre aterrada
Ella hace girar la rueda de sus senos de hembra inmemorial
La mujer de los pájaros te mira tristemente la obedecen
tus ropas y la noche. Te otorga la absolución salvaje de su cuerpo
Dormida bajo el vértigo de su plumaje ahora despierta en
una noche extranjera, en una jaula absoluta de la ausencia
¿Acaso no ha surgido lentamente de sus negros espejos como
la herida de un sol ajado a lo largo de un país vagabundo?
De todo amor se alza siempre un gran pájaro que huye
Un plano lunar donde los besos se pierden, donde el mundo
termina casi con un susurro
El río de los perfumes mueve sus ligeras llamas bajo la
luna
Un antro dormido al esplendor de oscuras dinastías
Un vértigo de mariposa entre el templo, la fortaleza y la
noche
Fantasma hecho de sombras de cadáveres
Cada vez más hundida en su siniestra ciénaga de plomo
Vigilia y súplica de mujer sola que se desvanece en su patíbulo
nocturno
Tanta garganta roja entre los restos imperiosos
El río de los perfumes gira lentamente alrededor de la
luna
Esas aguas testimoniales erigieron un palacio de humo y
hueso
Con tanta lentitud en el aire ácido el cadáver se yergue y
lanza su estridente grito de gallo decapitado
La inmovilidad del fin del mundo que deposita sobre la
mesa el humeante pastel de trapos sangrientos
El sacerdote de las religiones levanta una rata hinchada
sobre el altar y comulga con sus fieles entre los relámpagos
Se ama tanto vivir, aunque estas aguas susurren una gloria
frenética, un muerto descomunal sobre la muralla
Oh, el hermoso país del caos de mujeres errantes envueltas
en un sollozo o un gemido
Apenas una delicadísima aguja del infierno
Con las cabañas en llamas con el bramido de las vacas del
pantano con la blasfemia de un país sangriento
El país invadido por pájaros quemados
La mariposa negra que vuela en la boca de los muertos
Y aún antes de que tu madre sonriera, antes de que besara
el vientre dulce de tu padre, estos campos cruzaban con su lento horizonte
el corazón espeso de las cosas
Ese lugar de pájaros tatuados por el fuego
Todo el horror desnudo de unos muertos que encienden en la
sombra una brasa humillada y vengadora
Pon el oído sobre el pecho de ese país del diluvio
Mira encenderse bajo la sombra de la nieve el filamento
eléctrico de la muerte
El susurro de plegarias en la iglesia llena de cuernos de
búfalo y el blues del jabón nupcial de la amante desnuda en un líquido
perfumado que fosforece en el país que ya no verás nunca
La reina arrojada del edén con su joroba escarlata, la que
flota en la corriente de sus blasfemias, la que canta sobre la piedra de
la tumba cubierta de mordeduras, con el honor de su desgracia
Bajo la lluvia torrencial retumbó el ataúd y la tierra a
la cual el alma del difunto se aferra con insondable amor
Y ahora escucha hasta que tu memoria se apague y duermas
en el viento
Adorador de una mujer que no existió nunca
Ah, el cálido jardín animal de la bestia
Se vuelve de muy lejos y sonríe las flores secretas de su muerte
Un mundo donde se está solo se implora en la infinita
oscuridad de las cosas
Sus colores se pierden en la tiniebla del mundo
La hermosa ira del amor sin perdón
Que el sol vuelva a su sol tenebroso
La incierta casa que desaparece y continúa siempre
Una gracia eternamente misteriosa y estéril, casi dolorosa
Les reza con dulzura como a una maldad
¿Quién toca para su fiesta el arpa de los placeres
perdidos?
Y el piano que sugiere los torbellinos del corazón
Con un demente contoneo bailan los dioses
Esas voces sonando en la niebla vacía
Entrecortados pétalos de la flor secreta
La hija del delirio se retuerce
¿Qué alma puede olvidar este planeta de faz sombría y
fascinante?
Este canto de la noche en el revés de la noche
El temblor de tus pechos en este constelado arrabal del
insomnio, es de la tierra
Un grito nacido del infinito del mundo
Aquella canción de marzo sopla aquí entre calaveras de
azúcar y de pronto tanta algarabía en mi corazón
Mi lujo era ese balbuceo del universo en la ansiedad de mi
sangre
Y así se asume el desamparo infinito de la noche
Se oyen pasos de alguien que no llega nunca
¿Y quién puede contar lo que ha visto entre arenales en
una costa de burdeles adorando tristemente el mar?
Su cuerpo sostenía las tormentas en el silencio nocturno
El campo infantil suspiró y tembló a la luz de la luna
cubierto con una sábana inmensa
Se desprendía del suelo y la evitaba para ofrecerme el
terror mientras lloraba
Y el hombre se instala en una tierra de incendio
Una difunta inmóvil que sonríe en la niebla
El golpe del tiempo en la sangre hechizada
Una mujer se levanta con la verdad ceremonial de sus ojos
que recorre en la vida
Los lugares, los dioses, los demonios que uno amará para
siempre, le están ya destinados desde el vientre materno
Protegió mi alma con una medalla embrujada
Que el loco lo siga con su perro hasta su castillo
transparente
¿Quién sabe en el viento cuál es su casa y cual su
verdadero amor?
Se oye latir el inmenso árbol de la sombra y el pálido
ahogado de los campos con un reclamo de amor
Vuelve del sueño la lluvia pegajosa que sostiene su peso
sobre las almas
He aquí la voluptuosa caverna que provoca cierta angustia
en un jardín de niebla
Más profunda es la sangre y más bello es el mundo
Y ella amo demasiado sin saber que moría
Entre un cuerpo y otros se interpone la tierra
La súplica de un encuentro en el ciego remolino del mundo
Secreta y perversa como un ángel del bosque se hunde en mi
sangre, canta en la noche
Las estatuas de sal que tanto hemos amado
Y oigo cantar a los espíritus en el umbral del día
Piedras llevadas por el viento con la misteriosa canción
de los muertos
El coro de mujeres sonámbulas
Y tu voz resucita como el viento inocente más allá de tu
perfil funeral
Pasó de pronto a mi lado un vacilante profeta apoyado en
un bastón hecho con una rama del árbol prohibido
Palabras y ceremonias del Gran Sacerdote de la invocación
de la nada
Las viejas canciones donde brilla la sangre
Guardianes del multicolor paraíso de la locura
Y la lluvia antigua escurriéndose a través de tu tumba va
a repetir tu alabanza
Las casas de niebla son tan desiertas, errabundas, alberga
mujeres de viento…todo nuestro destino estará allí profundo y sin auxilio
Las enfermeras entran y salen del infierno completamente
blancas
La mujer se quitó los aros y se arrancó los vestidos
magnífica alzando el cáliz de su gloria carnal
La rueda de las cosas en la voz y en la noche
He aquí los muertos sentado inmóviles alrededor del tiempo,
adorando a su pálida eterna hoguera extrañamente sombríos en su reunión
solitaria
El derroche nocturno de tu cabellera sobre los últimos
vestigios del mundo sobre la intensidad del instante, espuma infinitamente
dulce se ramifica, se enreda, se desata en largas hebras de sueño. Cayó
sobre mi rostro como un suspiro desplegando su material de perfume y
silencio
Algo quizás para olvidar o quizás recordar toda la vida
Una mujer de mirada polvorienta asomada al cristal vierte
un aceite nocturno en un farol de luz verde como la esmeralda
Viajera de perfume, viajera de suspiro, viajera de la
muerte, parte el tren que se deshace, el tren de plumas rodando
tristemente por el humo del alma
Siempre ese silbato de tren con ruido de rosa calcinada
El tren de primavera se deshace en una lluvia negra
En el país construido como una enorme choza de cristal y
tinieblas purificado por los ácidos de la tormenta
El amor gira en su ceniza
El universo está en mi sangre
Llega de improviso una dama fantasma que a todos hechiza
Una ola cayendo desde el horizonte hacia la eternidad y la
memoria
Se repetía la atmósfera donde reinaba la gracia de tu
cuerpo desnudo, el reverbero de tu boca tan ansiosa ante el vértigo de lo
desconocido
Y las dichas del mundo se desplegaban tantálicamente con
pasiones y despedidas entre los torbellinos fantasmas del corazón
Tendida entre lo blanco la vi. Se aproximaba las pupilas
baldías, el cuerpo inhabitado, sin cabellos, sin labios, inasible, vacía,
junto a mí, a mi lado, toda hecha de nada
¿Era yo la voz muerta los dientes de ceniza bajo tierra
roído por la calma entre turbias corrientes de silencio?
Las mujeres suelen engañarse con el amor y el viento
Con su rostro de novia entre las furias y las lágrimas o
inmóvil en la alta ventana desde donde contempla la estatua de sal de su
amante vuelta hacia ella con una herida inalcanzable hasta el infierno
Ella con helados ojos de nácar ve escurrirse los hilos de
su sangre hasta el fin de la tierra
Son los que nunca dan la mano, pero abren la boca del lobo
Tantas cabezas sin colores para el frío, para el silencio
Del aceite de los eclipses
Se dilatan en el recuerdo, hacen un perro con la lluvia
Aúllan guardando silencio en sus fríos miedos ocultos
Absurdo como la esperanza insensata de recobrar la antigua
llave
He aquí la tierra con su peso, he aquí la luz con su
amenaza
Oh, belleza de lengua cálida hechizada por sus demonios
Ellos hacen chirriar las flores, son sólo sábanas
desiertas, atraen las piedras a su nombre
Hoy somos los únicos dueños de un universo abandonado
Cada amanecer, desaparecen las mujeres errantes que sólo
se persignan con la señal del deseo y del viento, las negras peinadoras de
la noche
Y la gran mariposa de mi médula sostiene con sus alas
volcánicas toda la profundidad de las lluvias inmensas que resbalaron por
mi piel
El corazón repite con delicia ese eco que lo trastorna
El golpear de grandes cuerpos fosforescentes que retumban
contra las rocas del paraíso, cálidos y mesiánicos cuerpos inalcanzables
Un puerto envuelto en una enorme gasa
negra saca del agua su torno ornado con imágenes obscenas
Tus miradas son una vasta sala donde
suben y bajan las mareas alimentando la llama de los candelabros
Los más bellos amores tienen sus alas sin
paz en la lujuria de lo pasajero, sobre esos terrenos vagos donde hay
siempre una niña acosada por los lobos
La heroína incomparable bajo la telaraña
del tiempo perdido
Esa gran flor de nombres melancólicos
Bebe de un largo trago ese vino imantado
hecho con el brebaje de los lugares ardientes
El sonido marino de un cuerpo enamorado
flotando en la corriente
Las sábanas plegadas como un guante
aferrado un perfume
Un hombre cuenta el oro de sus lágrimas
Las promesas abandonadas en ciertas
habitaciones donde brota la lluvia
Reclama tu lecho de fuego, la perfección
de tu caída, la rebelión sin esperanza
Bien sé cómo es ella: secreta y perversa
como un ángel del bosque se hunde en mi sangre, canta en la noche como un
río que corre debajo de las piedras
Un vuelo hacia cuerpos solares en un
cielo mortal
Como la muerte en cuyo espejo se ven las
rosas
De esos países sumergidos que tan sólo
reviven cuando ven tus lágrimas
Corre la lenta sangre de la melancolía
La casa vagabunda sostenida en el viento
Nunca llegará donde la esperas. Nunca
llegará
La invencible miel humana que sólo se
adora al resplandor del bien perdido
La brea va a cubrirla, forma con sus
cabellos una masa sombría como los de una mujer extraída de un volcán
Y en esas callejuelas de miseria, el amor
es un personaje sombrío desmantelado por los pájaros
Esos conjuros mortales donde se deshace
la espuma de los grandes escrúpulos
La raíz de tu lengua que descifra el agua
y el fuego
Dormías cubierta de perlas
La tierra vuelve a sus secretos, a sus
raíces misteriosas
La ciudad que en la sombra se levanta y
se pierde
La ciudad se duerme mecida por las olas
Los que preguntan por sus propios huesos
asistiendo a secretas ceremonias como un oscuro lujo del olvido
Óyeme, perdida hechicera del perfume del
viento
Yo hubiera querido seguir balbuceando
ante los restos de un amor devorador
De adiós en adiós de sombra en sombra la
ruta se prolonga hasta las islas somnolientas de tu cuerpo
Camino a lo largo de los médanos con el
pecho constelado por un oro demoníaco
Como una lámpara que se desborda como el
diálogo de un dios con el huésped de un burdel del olvido, sobrepasaba
instante por instante mi ser oscuro el terror
Tu corazón lleno de pájaros
Tu corazón resonaba como el océano batía
sus alas salvajes su insaciable tambor de fuego
Miras el sol, pero es el agua. Miras el
mar y no es el mar
Entonces surgían los hechizos entre las
grietas del olvido
El vino que beben los muertos
Quién habitó en mi corazón
Guarida mía siempre en llamas donde vive
un licor eterno
Un solo beso resucita a todos los lobos
del instinto todo el pasado de los bosques
Decimos adiós a los muertos hoy somos los
únicos dueños de un universo abandonado
Los pájaros cruzan indemnes su salvaje
museo de cera
El aceite de los eclipses se dilata en el
recuerdo hacen un perro con la lluvia
Son los que esparcen la espuma negra que
rezuma en las iglesias
La cabellera de la noche cubierta de
rosas ciclónicas
Conozco esas tablas golpeadas donde el
viento se abre las venas con las vocales de las furias entre los dientes
de la tierra
Ese sol que nace de una mujer que se
desnuda
Sótanos vivos que se cierran como enormes
flores carnívoras
Abro la puerta y pasa el viento
A veces el camino llega convertido en
soles de mentes
Me cubría su leve máscara de prisionero
del silencio
Una mujer de humo desnuda devorado por
las medusas
Lugar y sirvientes entre los muros de un
ataúd de fuego
Un mundo donde se está solo se implora en
la infinita oscuridad de las cosas
Una canción de tercas casuarinas
enlazando el insomnio al hechizo nocturno
Hay algo en mi ser que me reclama sonando
tiernamente tristemente a través de los muros
Porque así son las venas en el hombre
ligadas para siempre algún lugar de curso polvo nacen
Estuve en los límites infranqueables de
la mujer y en todas las discordias del corazón no sé dónde he estado
¿Por qué canta la lluvia? ¿por su
ardiente deseo de palpar cuerpos? ¿por su vieja amistad con los pájaros?
Canta porque despierta la soledad humana
Canta para errar por las calles
Es que tal vez bajo los pisos hay alguien
de insondable cabeza que nuestros pies despiertan resonando
Otra vez se aleja sonríe con tristeza
perdiéndose en el silencio del mundo
Las cosas dirigidas a su tranquilo
parecer
Suenan los cuchillos cada vez más opacos
hasta que se confunden con un golpe de tierra sobre la eternidad
No huyas, es la lluvia
El canto de las aguas vierte su largo
vino en el oído de los muertos
A veces el océano pasa rozando las
habitaciones como un mendigo de terrible voz
El mar también le duelen las piedras que
los ciñen
Las joyas externas de la melancolía
Los grandes pájaros del adiós lentos como
el Océano Pacífico cuando se envuelve la garganta a la luz de la luna con
una cinta blanca para disimular la herida de su degollación
Los amantes convertidos en una llamarada
inhumana en la más espléndida de las ceremonias de fuego
En la caverna de cristal donde se abre
las venas el relámpago
El hilo que cose la herida de los sueños
Ríe con risa sorda en las tinieblas
Vierte su roja sangre de hojas secas en
otras tumbas
Eternas criaturas de la tierra seguiremos
andando debajo de las flores con ligeras estrellas azules en el hombro
Entonces el fantasma de hiedra cautivo en
tu corazón se levanta en silencio el vestido de seda
Tantos erróneos pájaros desorientados
guiando mis pasos
En marcha hacia la reina arrojada del
edén con su joroba escarlata
La reina de la frustración y el éxtasis,
la que flota en la corriente de sus blasfemias, la que canta sobre la
piedra de la tumba cubierta de mordeduras con el honor de su desgracia
Belleza de lámpara inmóvil que siempre
espera
Belleza defendida por el cristal de otro
mundo
Nunca tuvimos casa, ni paciencia, ni
olvido
En un rincón de su pasado hay un arpa de
negro plumaje de golondrina para despertar los antiguos besos
Pero un poco más lejos hacia la nada
están las lámparas de viaje temblando suavemente
Te desnudabas girando dulcemente en la
oscuridad con la rotación de la tierra
Si pierdes puede saborear el orgullo de
contemplar tu porvenir en un puñado de arena
Con el silbo de un tren que arranca
lentamente sus raíces de hierro
¿Quién responde a una lágrima a un pecho
que se inclina sobre la vida oscura?
Bella como el deseo en las venas
terrestres
Pero los amantes exigen frustraciones,
tormentos, peligros más útiles
Su pasado es incomprensible y se pierde
como el mendigo
El tren desliza un espejo frenético por
los rieles de la tormenta
Entonces tú estabas al final esperando en
el muelle mientras el viento me devuelve a tus brazos como un pájaro
El nudo de los cuerpos constelados por un
fulgor de lentejuelas insaciables
Alguien me condujo hasta aquí y se oculta
Es tan extraño perdurar, oír aún la grave
letanía de los huesos y el hechizo del mundo
La dulzura de recordar el sol en la
espiral del sueño y el vano poder de haber ido tan lejos
Déjame una vez más mirar las flores y la
lluvia. Es este el trágico instante en que uno descubre el delirio
misterioso de las cosas, sus raíces secretas, el instante supremo de decir
adiós a cuanto se adoró en esta vida
La dulzura de recordar el sol en el
espiral del sueño y el vano poder de haber ido tan lejos
Todo vuelve a su crimen como un alma encadenada
a su dicha y a sus muertos
Todo fulgura como un guijarro de dios
sobre la playa
Su relámpago de mujeres dormidas
exhalando el perfume penetrante de la tristeza de plumas de sexo barridas
por el viento
Como una blasfemia deslumbrante, como un
lazo demente tendido a los más puros vampiros de la tierra
Un punto en el horizonte una migaja única
del fósforo de los mendigos
Y cada amanecer desaparecen las mujeres
errantes, las negras peinadoras de la noche
Mi país es falso y sin techos cavando la tierra
como un perro, cavando en el cielo, cavando en el alma
Aquellas caricias que hacían blasfemar a
los cocheros fúnebres
El verde aire de los amores errantes
Y uno puede gustar en sus brebajes un
éxtasis de saurio el prodigio de haber nacido al pie de tales dioses de
mirada de tierra que cambia y de muslos que se entreabren
Porque desearé tanto un cuerpo que
abandonó
Te veo todavía alta en medio del mar
Regresa de la espuma inmortal
Como la temperatura fatal de un salvaje
jardín en el que amaba extraviarme
Aún te veo en el hueco del mar,
abandonada al viento, lejos, donde he sido feliz
La vieja dama acaba siempre de nacer y se
aferra a la vida
Y una campana azul infinita aún retumba
como la voz de un dios en las arenas muertas
En el museo de cera, entre las pelucas,
el amor la flagela con ortigas
Que semejante señora se retuerza en su
sueño en el desierto vals de los murciélagos con el aullido del drama
pasional
Muda y solitaria yace bajo las fuentes,
con una dolorosa sonrisa
Es mía, aunque nada pueda adorar regiones
secretas engendradas por el viento
Por la ventana a veces con un anillo de
oro, un señor blanco y obsceno que no existe en el mundo, le hace señas
tan lejos y la invita a bailar bajo la lluvia
Porque la vida es famélica y se ignora a
qué muerte alimenta, a qué insaciable hambre de payaso con su tortilla que
se desvanece a la luz de un relámpago
Es sabido que tu demonio abre mis ojos y
no duerme nunca
Ciertos gestos con que cansadas niñas se
licúan
Tanta música ahogada tanto gris silencioso
en la desnuda profunda cavidad del cielo
Pero ¿a quién amas tu corazón de
extravíos cubierto de espejismos?
Todo un país se aleja con sus más
vagabundo fantasmas carnales
Ella ha abierto su vestido para revelarte
con el centelleo de su piel en un vaso de invernáculo los mandamientos de
la insolencia total del amor
Y el cáncer de fuego, abajo, entre las
piernas, hasta el chasquido diabólicamente hechicero del mar
La mujer del azar se contempla en su
espejo con sensuales bucles en el oscuro bosque de su amor
Reminiscentes caricias flotantes entre
adioses hacen temblar las cosas con un ardor irónico
¡Ay! ella sueña con voz tan dulce bajo
las palmeras
Relámpagos perdidos en el confín de un
beso
El aire libre hecho de adiós como el
olvido tejiendo espumas en el corazón
No hay un puñado de arena que reclame la
herencia sin destino del sueño y el olvido
Al despertar apareció el fantasma
sonriente con senos de una melosa consistencia, con dientes brillantes
insistente y perfumado en la cálida atmósfera se tendía en la playa con
languidez, hablaba de las pequeñas cosas del día volando en torno a mi
alma con la luz de los mares
Allá lejos donde las esfinges del mar
alzan sus rostros abriendo sus abanicos feroces entre las arenas
Cada noche las cuerdas de cristal y las
poleas furiosas suspendidas del techo balanceaban su péndulo sobre mi
cabeza
En una selva transparente de puertas
tornasoladas girando hasta la locura
Pequeños trozos de tempestad para no
olvidar nunca
Esta ráfaga abrasadora y esta temporada
en el infierno
Los monumentos de piedra viva palpitan
como una música en la oscuridad
Ya sólo quedan los diferentes disfraces
escogidos para morir
Un poco de ropa misteriosa caída desde lo
alto de una mujer de paso
Allá lejos se desliza la barca al lado de
la noche
Hace 1000 años abandonamos el último beso
en una noche devorada por las montañas indefensa entre los colmillos del
páramo, entre las serpientes petrificadas que silban en el viento
En la mansión de las lluvias
Pero ahora en su pecho hay fisuras
relampagueantes como las ruinas del amor, como estas incisiones profundas
que dejan irse el gusto de los días
Desierto magnético, desierto
descabellado, como una rosa de nieve eterna resplandeciendo hasta las
lágrimas
Como la dádiva del demonio de la lejanía,
puro y ardiente de ojos dorados que atraviesan el mundo
Y sus pechos tan suaves para hablar de la
muerte
Su cuerpo con lentitud relata una larga
historia
El que fui es cada vez más misterioso,
disperso en su dicha profana hasta el polvo sin consuelo
Su plegaria en un país desorientado
El que fui surge a veces como un gran
espacio barrido por un viento inmemorial
Sólo ligeros remolinos son las casas
donde su piedad se instaló. De ellas parten senderos inexplicables y sus
muertos se sientan a la mesa presentes como dioses
Arrasaron al corazón con las más altas
llamas hasta dejarnos en un ciego abandono a orillas de su huella de
brazos invisibles
Como un ascua, en el alma una joya del
tiempo se abre tan sólo al paso de ciertos hechos tormentosos
Oh corazón, corazón orgulloso entrégate
al fantasma apostado en tu puerta
Criatura melancólica que tocas mi alma de
tan lejos, invoca en las alcobas el éxtasis y el terror, el lento idioma
indomable de la pasión por el infierno
Y el coro de pájaros lascivos girando con
furia en las habitaciones cerradas por el hierro
Como la nave anclada sobre el abismo
agitando con lentitud sus espejos para adormecer a la mujer desnuda entre
los verdugos que incineran el corazón de la noche
Vestida de mendiga con coronas salvajes
de un antiguo romance
En la lejanía de las rosas te precipitas
al escenario iluminado por la locura cantando su vieja canción de lluvias
Mientras la ola te arrastra entre los
enormes telones de la muerte escoges esa almendra sombría que no se abre
jamás en este lado del mundo
Mientras resplandecen el nuevo tus
antiguas cabezas
La cabeza sonriente en una jaula de
raíces, la cabeza cubierta de lentejuelas nocturnas sobre una piedra de
carnaval pintada de escarlata, la cabeza del cielo del abismo
Toda la escena está llena de escombros y
flores rotas, sollozos y bebidas bajo esta cúpula de vientre de barco
suspendida en ruinas sobre un salón saqueado donde se cruzan los caminos
con viejas sangre de comedia de fango, de plumas erizadas por la sal del
olvido
Es tan bella el agua dorada sobre el
corazón
Canallas inocentes, despojos que el
demonio enamora
Cruzaba todas tus puertas como el viento
ciego entre los árboles
Con la lluvia sobre las luces detiene a
esa criatura envuelta en llamas como una bala en la boca y los cabellos
casi agrios atravesando uno a uno tus edificios miserables
Como una sombra brillante hundiéndose en
los espejos con anillos dorados
Algo responde siempre al ala que
interroga, alguien se inclina ante el graznido de un ataúd
Todas las cosas se entreabren un
instante, te desgarran con dientes armados en un continente de amnesia, de
promesas, en los paraísos de la catástrofe
Haz la señal al amante tras la ventana en
la casa desierta con un candelabro de lobo entreabriendo sus fauces en el
viento
La corriente, el astro, la astucia de la
lluvia hace girar sus hélices descubre sus altares y alza sus máscaras de
nubes y helechos en el centro blanco del olvido
En la guarida donde lloran los trenes
donde las grandes serpientes que cruzan el cielo se enlazan en mi corazón
formando un monograma misterioso deslumbrador como el infierno
Con el rostro vacío parecida a una
llamarada corría la amante alzando la mirada precipitándose a solas bajo
las losas oscuras
Criatura casi divina entre la tierra y el
rayo como una niña extraviada en el esplendor de su espanto
Como aprisionada por una boda espuma
rojiza
Y su rostro de lava gris sonríe con
majestad fúnebre
Coronada con luciérnagas muertas volaba
despacio la lluvia alrededor de los amantes, fríamente sagrada y distante
como un dios al que apenas conmueve la oración o el alarido
Unidos para siempre por el odio y por el
amor, como por dos relámpagos en el sopor eterno de la tierra
Y su pesado cuerpo macizo que no era el ensueño,
en el aire, sino algo carnal y terrestre insaciablemente nítido y
enigmático vibrátil como un bosque cálido donde la muerte bajo la piel
voluptuosa latía con delicadeza
La anciana con sus rugosas manos de
corteza tanteaba los muebles y el fango de la noche ritualmente buscando
el cadáver de su hija, pero sólo conseguía derramar los floreros sobre el
espacio indescifrable entre las grandes burbujas de su corazón
Raptada y devuelta al mar
Creciendo hacia mi pecho, el fondo de la
tierra
El nudo furioso de la pasión en las
negras argollas del tiempo
Y algo solemne y denso hacia ti desciende
como el vuelo de un ángel cuya cosecha fue espléndida
Algo lleno de sufrimiento y de inocencia
como una oración repetida desde el infierno
Y las cálidas bestias doradas por el
trópico y el jadeo abrasador de la ola que vuelca en tu corazón su grito
de espasmo y su caída
Y las bellas seducen por una gran
tristeza
Las magias del tacto con lentos
reverberos misteriosos
Niño que en silencio fosforece
El pequeño testigo de la tormenta
nocturna
Juntos y confundido son de dormir
nuestros corazones antes de dormir, tierra perdida
Guarda la seca sangre del olvido
Ella escribió en la niebla de los vidrios
la profecía de la tempestad
Canciones que la ausencia resucita entre
las cosas que pobló la hierba
Más allá de tu imperio, tierra mía, donde
nada se pierde, esas cosas esperan mi retorno en la eterna memoria de la
muerte
Amor mío, tornasolada de eternidad en tu
prisión de naufragio
Caballo que pasa por un puente lluvioso
desde el fuego hasta el mar, caballo de berlina condenada, caballo de
galope de adiós
En un camino más suave que la gran
cabellera, aún brilla la lámpara velada por la flora del salón entre las
enormes mariposas posadas para siempre sobre un sonriente maniquí de
muerta, exhalando la calma de la profundidad
Oh, la extranjera, la huérfana de exilio
en la luz calcinada refrescando sus labios con el antiguo veneno extraído
del amor o de plumas barridas por el viento
En la almohada de la tormenta donde laten
de nube en nube las venas de un país desconocido
El tren de roncas venas de ceniza
arrastrando entre sueños su voz que deletrea viejas cartas de amor con la
misma locura
En el país construido como una enorme
rosa de cristal y tinieblas
El tren de collares errantes que se
deshace en una lluvia negra invisible en la tierra manando a borbotones la
sangre de las canciones olvidadas
Una mujer de mirada polvorienta asomada
al cristal
No toques ese cuerpo conectado a las
fibras de un pueblo de dientes fulgurantes conectado a la savia y a la
luna, que recoge esos muertos de una negra cosecha al grito del amor
Viaje de perfume, viajera de suspiro,
viajera de lamento, viajera de sollozo de luna entre las piedras
deslizándose entre dos inmensos mascarones solitarios en medio del páramo
separados entre sí por el rayo. Figuras de proa de abismo
Ese silbato de tren con ruedas de rosal
calcinado
Las ruedas de las cosas en la luz y en la
noche
Objetos que han perdido la razón golpean
en el pecho, en el flanco del viento y el relámpago
demente presencia de objetos a la
orilla del hombre
Todas esas magias devoran fuego, roban
los huesos del que las invoca, te expulsan de su corazón, los desamparan
¿Quién toca para su fiesta el arpa de los
placeres perdidos?
La rueda de hormiga y vino que mueve la
noche
Despojos de la sístole y la diástole del
salvaje corazón marino
Arráncame frente al océano mi última
confesión
Vienes de muy lejos como la sangre
Una bestia se aferra mi garganta como un
lazo de lluvias
Sedienta del agua que te castiga, brilla
como un incendio oro de tus caderas de odalisca
Esos ventanales inmensos y empañados
donde apoyan la frente criaturas de muralla y lluvia
Esas mujeres fanáticas insomnes en sus
pobres hospitales de besos entre los juegos nocturnos
Mareas secretas del azar
Busca con tu lengua de amazona, con tu
crueldad, con tu olor a mujer que pasa
Los besos entretejidos en un nácar
tristísimo repiten una vez más entre la sombra, la leyenda del amor que
nunca muere
Y el coro de pájaros lascivos girando con
furia en las habitaciones cerradas por el hierro
Sobre lechos de un metal misterioso que
brilla en las tinieblas bajo la zarpa de los candelabros
Con mármoles que se pudren se balancea en
como la nave anclada sobre el abismo
Los besos entretejidos en un nácar
tristísimo
Simultaneidad milagrosa de dos cuerpos
sobre las dunas más tibias de la tierra
Y unos cuerpos que caen como un ángel que
desciende
De los dioses desechos de la arena por
los demonios que sacan la lengua entre las nubes de la lejanía
Sus ojos de iguana hacen resplandecer las
rosas ahumadas de su piel con todos los aceites de la pereza
Y yo no hablo de nostalgias, no vuelvo
una cabeza de llanto hacia un tesoro que es mi propia sangre toda esa
plenitud de deseo fue mía de una vez y por siempre
Bestia tierna del extravío, termina tu
brebaje
El hechizo se ha roto como un cometa
deshojado en la sombra
El dardo de la extraña dama destinada a
la evaporación y al insomnio con sus venas hundidas en el arcoíris
Ha surgido lentamente de sus negros
espejos como la herida de un sol ajado a lo largo de un país vagabundo
En su cálido pozo nocturno tú borrarás su
rostro y el anillo mimoso de su voz
De todo amor se alza siempre un gran
pájaro que huye
La abandonada, dormida bajo el vértigo de
su plumaje, ahora despierta en una noche extranjera en la jaula absorta de
la ausencia. En su cálido pozo nocturno tú borrarás su rostro y el anillo
mimoso de su voz
De todo cuerpo se revela una extensión
desierta y sin memoria un plano lunar donde los besos se pierden, donde el
mundo termina casi con un susurro
Esa intemperie nacida de dos seres que se
aman
Mi sexo me salva sin plegarias, como el
hacha del verdugo salva de todo límite a un águila de sangre
Cabelleras desplegadas para el lujo de un
loco
Y mi sangre se filtra por esas grietas de
abismo que reconocen la especie; se irisa cuando ese indolente demonio
despliega sus alas
Se abre una jaula de demencia
Los bellos gatos del espanto que aúllan
enterrados vivos
El rostro de algún ser cuya imagen velará
bajo la tumba como una sombra paralela a su sombra
La luna qué tan dulcemente se dora en el
campo, es mi madre cuando tocaba el violín entre las lagunas y el pasto
dormido
Levantaba la lámpara en la noche cuando
llegaban los ladrones y el diablo que afilaba sus pezuñas en el techo ya
no podía pasar por las rendijas de las oraciones entre los hierros del
rosario
La veía de pie con un vestido blanco como
el desierto, envuelta en una música del origen del mundo
La mujer de los pechos oscilantes deja
posar sobre ellos a las mariposas al temblor de las hojas en la brisa al
aullido del gato nocturno
Los seres extraños que pasan por mis
sueños para cerrar la luz de las flores perdidas
El lecho se mece en la corriente hasta tornarse
niebla
La íntima lámpara donde el atardecer se
condensa
Mi corazón lleno de idolatría se
despierta temblando como el que sueña que la sombra entra en él y su
adorable carne se licua a un son lento y dulzón
Piedras llevadas por el viento con la misteriosa
canción de los muertos retumban contra mi corazón
Los vestidos caen como un seco follaje a
los pies de la mujer desnudándose, abriéndose en quietos círculos en torno
a sus tobillos, como un espejo estanque sobre el que la noche flamea y se
ahonda recogiendo ese cuerpo melodioso arrastrando las sombras tras los
cristales y los sueños, tras los semblantes dormidos
En una posada junto a una mesa con una
olla de hierro surgió una mujer desde el fondo de un pozo de fuego
Me he hospedado contigo en un farol, en
un grito, en una humareda en una laguna y en cementerios entrevistos entre
la maraña de un viaje
Arde en las cosas un terror antiguo, un
profundo y secreto soplo, un ácido orgulloso y sombrío que llena las
piedras de grandes agujeros y torna crueles las húmedas manzanas, los
árboles que el sol consagró, las lluvias entretejidas a los largos
cabellos con salvaje perfumes y su blanda y ondeante música
Sobre un altar manchado de cera con sus
adoradores ebrios agasajando a un santo ebrio cuya festividad giraba en la
atmósfera como una pobre brasa desprendida desde el más alto desamparo del
cielo
¿Qué país cae como una inmensa fruta
mientras continuó adorando a los demonios de la luz?
Más allá de la espuma de los besos y las
viejas sentencias de la tierra aquí estoy desgarradoramente rico y sin
embargo en el errante hospicio de la lluvia
El tornasol de la atmósfera inalcanzable
Como la mendiga que riega los geranios
con un líquido fosforescente
Como los pies de la aventura sobre el
nácar de lo imprevisto
En una ampolla de cristal sobre el
estrépito de los muelles, a cada partida licuaban su sangre las reliquias
de la noche veneradas por los amantes
Las lluvias y el desenfreno de la noche y
las águilas que caen de pronto sobre los cuerpos queridos para tributarles
su cólera
La ventana se abría a una neblina
misteriosa de azul pálido que pegaba a los vidrios su rostro de niña
embellecida por el frío
Una ciudad de mica de panal eterno donde
dormían en cada alvéolo, larvas de oro de la desdicha
El agua vital de los muslos en cuyos
fondos nada un dios insomne
Mientras se desnuda aparecen los rostros
clandestinos del olvido en los que apenas se reconoce
Su abrazo es un vasto patio circular que
se pierde de vista en todas direcciones hacia lo irreconocible
La corriente de su boca deslizándose
siempre hacia atrás, de piedra en piedra interminable
Encuentros desesperados de otro tiempo
ciego irreversible
Y brilla la gente remota sentada
alrededor de la mesa con pálidos colores presidida por una mujer sin
rostro, oscura, inmóvil
Rostros de espuma contra el filo de dios
Pero me importas ahora mientras giras en
el infinito caracol de la escalera con una máscara sobrenatural
Y los grandes senos desnudos rojos como
la demencia, pero tú, aún envuelto por la mujer bajo el sello carnal de
labios, con una llama del templo de salomón en los labios cuando las
últimas aves de la noche levantan su vuelo para siempre
La mano cortada con su chorro de fuego
sobre la sabana hirviente de las estrellas
Todo lo que he amado y perdido sin
extinguirse jamás
Los difuntos se alejan a escarbar en el
ronco depósito de lunas al extremo del mar envueltos en esa misma lona de
payaso fúnebre que se escurre pidiendo a gritos una cerveza y una hostia
Ahora que la menta de la lluvia ilumina
nuestras bocas
Bajo sus besos suelen dormir bellos
cuerpos inciertos, tantas llamas exhalando el destello de la demencia
Siempre entre ella y yo crece una jungla
La música de dos cuerpos escogidos por el
amor para hacer estatuas de fuego levantadas en una llanura infinita o en
la sombra de un puerto perseguida por una garra de plata
Con las uñas iluminadas como ventanas de
hogares distantes, en las que se ve a una pobre muchacha preparando el
alimento para las bestias del sueño
Limitada lágrima a lágrima por todo
aquello que no vuelve jamás
Acecha la fiera de aire gris de las
mujeres olvidadas
Como la serpiente de las añoranzas
eternas cuyo estuche sombrío exhala un olor a mariposas descompuestas
dentro de una caja de terciopelo misteriosos vuelto en llamas
Faroles que brillan con un hechizo
venenoso
El solitario acaricia la cabellera de la
distancia cubierta de plumas centelleantes y estremecida por el horror al
vacío
Un reverbero de canciones y faroles en el
amanecer de una estación desconocida
Un hombre avanzando con su fantasma
contra la bocanada del sueño
Esos torbellinos de plumas gastadas en
ciertos anillos de pájaro muerto oh, son los antiguos días los alcoholes
terrestres, diosecillos tenebrosos crujiendo bajo tus plantas
El instante de sorprender esos antros de
insomnio donde se guardan las apariciones
Noches en cuyo fondo se ven niños en
llamas
Con personaje de pulso externo que laten
en la oscuridad
La memoria de los muertos gusta acariciar
largamente
Otros amantes aquí partieron el pan de su
gracias con la noche
Bestias que esparcen el rumor de un sordo
remate de objetos antiguos
Tus aguas me reclaman mi nombre cuando
duermo
Tú recoges un perfume inmortal
Las mariposas del ocaso beben en sus
cabellos un aceite lascivo y melancólico
Un instante, suspensa entre la eternidad
y la belleza fugitiva del mundo
El ardor de unas almas que sin saber se
nombran en la desolación de los besos
Era una voz sin nombre, una presencia
sorda invencible
Unas lámparas de sótano iluminando el
pueblecito disecado
Una mujer diminuta al fondo de una calle
larguísima
Son las rotas sonrisas, los miserables
sueños por fin innecesarios, los cabellos ya desiertos, el rumor de las
hojas caídas en vano bajo los grandes bosques conduciendo hasta el fondo
de la noche estos pobres cadáveres mojados por la lluvia
Buscadoras de muertos y de tesoros vagos
propalando el paisaje como un vicio del alma una droga cuyo perfume enerva
a las sirvientas insomnes de la estación, que lavan cada hoja del
instinto, cada rostro, con la herida del cielo donde fluye su aceite
misterioso
El aire libre hecho de adiós como el
olvido, tejiendo, esperando en el corazón
En un lugar desierto entre las negras
ramas que cristalizan en el corazón, deja ver, sin embargo, a través de
sus grietas, un caballero en ruinas comido por las ratas y dos piernas de
mujer enmalladas en seda sombría, que se alejan sobre las cornisas hasta
perderse en el viento con la fosforescencia del deseo infinito
La macilenta dama de ojos de lagarta, jamás
comprenderá que está llena de espectros desesperado. Su historia ha sido
muy larga y muy loca y ahora se instala blanca y majestuosa en su trono y
una hilera de pájaros calvos pasa volando sobre su cabeza, de modo que se
sienta inclinada a cantar, poniendo los ojos en blanco, una partitura de
burdel
Recuerdo el olor de la hierba por donde
las estatuas majestuosas descendían sin prisa a lo oscuro
Esa red que recoge ahogados de cal negra
y sepulcros de pájaros ¿son tus largos cabellos o la brisa nocturna?
Peldaños que la niebla ha recorrido
No es lluvia ni la fluyente música, es
una sala de antes con velados espejos y una lámpara muerta
Pero te recobro oscuro corazón de
prisionero y te desafío ciego corazón humano con el hechizo de la
corriente vacilaciones éxtasis y terrores y el musgo de abismo que brilla
entre dos bocas que se besan, para hacer nuevamente sólo un hombre sin más
amparo que tu furia, sin otro cielo que tu aliento, como una blasfemia
deslumbrante como un lazo demente tendido a los más puros vampiros de la
tierra
Y la colgante niebla tiembla apenas
movida por viejos abanicos y huesos casi suaves que la tierra fermenta
Lejos al final del sendero un profundo
niño circula por mi sangre
Lo solitario del mundo se aproxima a mí
como a un muerto
La espuma de unos cuerpos que perduran en
susurros de óxido y salitre
Como el oscuro ruego de la madre de las
olas que te implora y gime entre las algas sin destino tras el solemne
carro de la luna
Escucha un vagabundo corazón: resuenan
con su polvo desdichas, ternuras, en medio de las cosas, en medio de este
valle de lágrimas, entre ciertas palabras
El querido y triste hechizo de la soledad
se levanta, pero donde perdura todavía invencible la avidez de la tierra
Unas lascivas lámparas del viento rodeadas
de guitarras
Yaces inmóviles como el cielo, mientras
sostienes una flor sin nombre
En una miel sombría de mulatas, en un
país de grillos, en medio de cortina, voluptuosas donde los días yacen
como una sal dormida
El que eligió la playa para lavar sus
muertos cantando roncamente
Arrabal del océano donde vaga la luna con
los labios brillantes, con una reina loca errando entre los médanos, con
su pobre campana de ladrillos
El desnudo salmo de mi alma
Y un ciego poderío allí en el viento con
la lepra y el sueño, con el tiempo y su dulce caricia tenebrosa
El olor de la piel, el jadear de su pecho
se disuelven entonces en la estela bajo el eterno sello de las aguas
El sortilegio lúgubre del mar
Ellos vagan lejos en las corrientes que
la luna convoca en torno de su cuerpo solitario
La momia que farfulla entre lagartijas
sus plegarias solares
¿Quién soy ante vosotros, siervo de un
dios más alto en cuya palma herida sólo se posa la paloma ardiente de la
expiación?
Dioses de mágicas sustancias fermentos de
la niebla
¿Quién no adora su imperio de pecado?
Un cazador eterno hecho del son del agua
¡Qué extraño es que retenga la hermosura
de un país que se aleja con el tiempo!
¡Qué inmortal es un día!
Sumida por el polvo con su triste amuleto
como un huésped humilde en el corredor de la distancia
Juntos y confundidos han de dormir
nuestros corazones alguna vez tierra perdida
Más allá de tu imperio donde nada se
pierde esas cosas espera mi retorno de la eterna memoria de la suerte
Vestida de mendiga con corona salvajes en
antiguo romance haz la señal al amante tras la ventana en la calle
desierta con un candelabro de lobo entreabriendo sus fauces en el viento
No necesito silencio ya no tengo en quién
pensar
La negra desnuda que asciende entre
tambores con el puño crispado sobre un vivo puñal de mariposa perdiéndose
en la calle invisible de la tormenta
El personaje de inmensas alas que
clausura la noche
Porque el perfume del mundo es furia bajo
el ala lenta de un pájaro
Como la gran mujer del oleaje que sólo
borda en el olvido
Como la negra mujer que abre esa puerta
de hierro entre los arrecifes de la mansión de abismo donde llaman
rugiendo los mendigos del mar
Tú te inclinas al sol en un portal en
ruinas
Recuérdame en el barranco y el basural
donde anidan los cuervos
Abre la puerta y que el sueño te arrastre
hasta el borde del mundo
Miedo al viento marino, miedo al viento
del alma
Cuando hierven nuestras almas sólo perseguimos
el viejo roce melancólico de la carne y el cielo
Purificar nuestro esqueleto con una brasa
de manicomio
El contramaestre se desprende de la noche
y se hunde en el mar
El jardín es la risa de los muertos
Rostros hacia la tierra como un muerto
hacia la noche, como una linterna hacia el alma como una galaxia
No hay salida para mí entre los muros
alados de la tierra
Ladrón de olas envuelto en la lluvia de
tu instinto en busca de esta llave prodigiosa que abre el jardín de los
barcos y los arrabales del puerto con bellas herejías
Todas las llaves abren la puerta del puro
incendio de la tierra
La llamarada que disuelve mi corazón y
habito extrañamente
Mi alma introduciéndose lentamente en el
centro de la tierra
Cabelleras desplegadas para el lujo de un
loco
Mientras fosforece la diabólica rata que
trota a lo largo de toda mi vida
El camino donde estamos desaparece
La criada fosforescente cantando por los
pasillos de una pensión de Madrid
Se propagan y aúllan los fantasmas en su
sangre aterrada
Ella hace girar la rueda de sus senos de
hembra inmemorial
La mujer de los pájaros te mira
tristemente la obedecen tus ropas y la noche. Te otorga la absolución
salvaje de su cuerpo
Dormida bajo el vértigo de su plumaje
ahora despierta en una noche extranjera, en una jaula absoluta de la
ausencia
¿Acaso no ha surgido lentamente de sus
negros espejos como la herida de un sol ajado a lo largo de un país
vagabundo?
De todo amor se alza siempre un gran
pájaro que huye
Un plano lunar donde los besos se
pierden, donde el mundo termina casi con un susurro
El río de los perfumes mueve sus ligeras
llamas bajo la luna
Un antro dormido al esplendor de oscuras
dinastías
Un vértigo de mariposa entre el templo,
la fortaleza y la noche
Fantasma hecho de sombras de cadáveres
Cada vez más hundida en su siniestra
ciénaga de plomo
Vigilia y súplica de mujer sola que se
desvanece en su patíbulo nocturno
Tanta garganta roja entre los restos
imperiosos
El río de los perfumes gira lentamente
alrededor de la luna
Esas aguas testimoniales erigieron un
palacio de humo y hueso
Con tanta lentitud en el aire ácido el
cadáver se yergue y lanza su estridente grito de gallo decapitado
La inmovilidad del fin del mundo que
deposita sobre la mesa el humeante pastel de trapos sangrientos
El sacerdote de las religiones levanta
una rata hinchada sobre el altar y comulga con sus fieles entre los
relámpagos
Se ama tanto vivir, aunque estas aguas
susurren una gloria frenética, un muerto descomunal sobre la muralla
Oh, el hermoso país del caos de mujeres
errantes envueltas en un sollozo o un gemido
Apenas una delicadísima aguja del
infierno
Con las cabañas en llamas con el bramido
de las vacas del pantano con la blasfemia de un país sangriento
El país invadido por pájaros quemados
La mariposa negra que vuela en la boca de
los muertos
Y aún antes de que tu madre sonriera,
antes de que besara el vientre dulce de tu padre, estos campos cruzaban
con su lento horizonte el corazón espeso de las cosas
Ese lugar de pájaros tatuados por el
fuego
Todo el horror desnudo de unos muertos
que encienden en la sombra una brasa humillada y vengadora
Pon el oído sobre el pecho de ese país
del diluvio
Mira encenderse bajo la sombra de la
nieve el filamento eléctrico de la muerte
El susurro de plegarias en la iglesia
llena de cuernos de búfalo y el blues del jabón nupcial de la amante
desnuda en un líquido perfumado que fosforece en el país que ya no verás
nunca
La reina arrojada del edén con su joroba
escarlata, la que flota en la corriente de sus blasfemias, la que canta
sobre la piedra de la tumba cubierta de mordeduras, con el honor de su
desgracia
Bajo la lluvia torrencial retumbó el
ataúd y la tierra a la cual el alma del difunto se aferra con insondable
amor
Y ahora escucha hasta que tu memoria se
apague y duermas en el viento
Adorador de una mujer que no existió nunca
Ah, el cálido jardín animal de la bestia
Se vuelve de muy lejos y sonríe las
flores secretas de su muerte
Un mundo donde se está solo se implora en
la infinita oscuridad de las cosas
Sus colores se pierden en la tiniebla del
mundo
La hermosa ira del amor sin perdón
Que el sol vuelva a su sol tenebroso
La incierta casa que desaparece y
continúa siempre
Una gracia eternamente misteriosa y
estéril, casi dolorosa
Les reza con dulzura como a una maldad
¿Quién toca para su fiesta el arpa de los
placeres perdidos?
Y el piano que sugiere los torbellinos
del corazón
Con un demente contoneo bailan los dioses
Esas voces sonando en la niebla vacía
Entrecortados pétalos de la flor secreta
La hija del delirio se retuerce
¿Qué alma puede olvidar este planeta de
faz sombría y fascinante?
Este canto de la noche en el revés de la
noche
El temblor de tus pechos en este
constelado arrabal del insomnio, es de la tierra
Un grito nacido del infinito del mundo
Aquella canción de marzo sopla aquí entre
calaveras de azúcar y de pronto tanta algarabía en mi corazón
Mi lujo era ese balbuceo del universo en
la ansiedad de mi sangre
Y así se asume el desamparo infinito de
la noche
Se oyen pasos de alguien que no llega
nunca
¿Y quién puede contar lo que ha visto entre
arenales en una costa de burdeles adorando tristemente el mar?
Su cuerpo sostenía las tormentas en el
silencio nocturno
El campo infantil suspiró y tembló a la
luz de la luna cubierto con una sábana inmensa
Se desprendía del suelo y la evitaba para
ofrecerme el terror mientras lloraba
Y el hombre se instala en una tierra de
incendio
Una difunta inmóvil que sonríe en la
niebla
El golpe del tiempo en la sangre
hechizada
Una mujer se levanta con la verdad
ceremonial de sus ojos que recorre en la vida
Los lugares, los dioses, los demonios que
uno amará para siempre, le están ya destinados desde el vientre materno
Protegió mi alma con una medalla
embrujada
Que el loco lo siga con su perro hasta su
castillo transparente
¿Quién sabe en el viento cuál es su casa
y cual su verdadero amor?
Se oye latir el inmenso árbol de la
sombra y el pálido ahogado de los campos con un reclamo de amor
Vuelve del sueño la lluvia pegajosa que
sostiene su peso sobre las almas
He aquí la voluptuosa caverna que provoca
cierta angustia en un jardín de niebla
Más profunda es la sangre y más bello es
el mundo
Y ella amo demasiado sin saber que moría
Entre un cuerpo y otros se interpone la
tierra
La súplica de un encuentro en el ciego
remolino del mundo
Secreta y perversa como un ángel del
bosque se hunde en mi sangre, canta en la noche
Las estatuas de sal que tanto hemos amado
Y oigo cantar a los espíritus en el
umbral del día
Piedras llevadas por el viento con la
misteriosa canción de los muertos
El coro de mujeres sonámbulas
Y tu voz resucita como el viento inocente
más allá de tu perfil funeral
Pasó de pronto a mi lado un vacilante
profeta apoyado en un bastón hecho con una rama del árbol prohibido
Palabras y ceremonias del Gran Sacerdote
de la invocación de la nada
Las viejas canciones donde brilla la
sangre
Guardianes del multicolor paraíso de la
locura
Y la lluvia antigua escurriéndose a
través de tu tumba va a repetir tu alabanza
Las casas de niebla son tan desiertas,
errabundas, alberga mujeres de viento…todo nuestro destino estará allí
profundo y sin auxilio
Las enfermeras entran y salen del
infierno completamente blancas
La mujer se quitó los aros y se arrancó
los vestidos magnífica alzando el cáliz de su gloria carnal
La rueda de las cosas en la voz y en la
noche
He aquí los muertos sentado inmóviles
alrededor del tiempo, adorando a su pálida eterna hoguera extrañamente
sombríos en su reunión solitaria
El derroche nocturno de tu cabellera
sobre los últimos vestigios del mundo sobre la intensidad del instante, espuma
infinitamente dulce se ramifica, se enreda, se desata en largas hebras de
sueño. Cayó sobre mi rostro como un suspiro desplegando su material de
perfume y silencio
Algo quizás para olvidar o quizás
recordar toda la vida
Una mujer de mirada polvorienta asomada
al cristal vierte un aceite nocturno en un farol de luz verde como la
esmeralda
Viajera de perfume, viajera de suspiro,
viajera de la muerte, parte el tren que se deshace, el tren de plumas
rodando tristemente por el humo del alma
Siempre ese silbato de tren con ruido de
rosa calcinada
El tren de primavera se deshace en una
lluvia negra
En el país construido como una enorme
choza de cristal y tinieblas purificado por los ácidos de la tormenta
El amor gira en su ceniza
El universo está en mi sangre
Llega de improviso una dama fantasma que
a todos hechiza
Una ola cayendo desde el horizonte hacia
la eternidad y la memoria
Se repetía la atmósfera donde reinaba la
gracia de tu cuerpo desnudo, el reverbero de tu boca tan ansiosa ante el
vértigo de lo desconocido
Y las dichas del mundo se desplegaban
tantálicamente con pasiones y despedidas entre los torbellinos fantasmas
del corazón
Tendida entre lo blanco la vi. Se
aproximaba las pupilas baldías, el cuerpo inhabitado, sin cabellos, sin
labios, inasible, vacía, junto a mí, a mi lado, toda hecha de nada
¿Era yo la voz muerta los dientes de
ceniza bajo tierra roído por la calma entre turbias corrientes de
silencio?
Las mujeres suelen engañarse con el amor
y el viento
Con su rostro de novia entre las furias y
las lágrimas o inmóvil en la alta ventana desde donde contempla la estatua
de sal de su amante vuelta hacia ella con una herida inalcanzable hasta el
infierno
Ella con helados ojos de nácar ve
escurrirse los hilos de su sangre hasta el fin de la tierra
Son los que nunca dan la mano, pero abren
la boca del lobo
Tantas cabezas sin colores para el frío,
para el silencio
Del aceite de los eclipses
Se dilatan en el recuerdo, hacen un perro
con la lluvia
Aúllan guardando silencio en sus fríos
miedos ocultos
Absurdo como la esperanza insensata de
recobrar la antigua llave
He aquí la tierra con su peso, he aquí la
luz con su amenaza
Oh, belleza de lengua cálida hechizada
por sus demonios
Ellos hacen chirriar las flores, son sólo
sábanas desiertas, atraen las piedras a su nombre
Hoy somos los únicos dueños de un
universo abandonado
Cada amanecer, desaparecen las mujeres
errantes que sólo se persignan con la señal del deseo y del viento, las
negras peinadoras de la noche
Y la gran mariposa de mi médula sostiene
con sus alas volcánicas toda la profundidad de las lluvias inmensas que
resbalaron por mi piel
El corazón repite con delicia ese eco que
lo trastorna
El golpear de grandes cuerpos
fosforescentes que retumban contra las rocas del paraíso, cálidos y
mesiánicos cuerpos inalcanzables
·La raíz de tu lengua en el fuego de mi saliva
·El torrente de tu cabellera se derrama como Ríos de
agua espesa en la infinita ansiedad de un viaje indescifrable
·Dormirás cubierta de perlas
·Paso el pájaro con su antorcha
·La tierra vuelve a sus secretos a sus raíces
misteriosas
·Fosforesces en la leyenda de tu cuerpo
·Un país de raza frenética
Y
estoy aquí con toda mi alma mientras la tierra me circunda con su cajón lleno
de sal para guardar las rosas
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