martes, 20 de junio de 2017

JESUS AGUADO - ALGUNOS POEMAS

Poema para llegar un poco antes a lo que te sucede

Sobre esto los poetas no se ponen de acuerdo. Hay algunos que dicen que uno siempre llega tarde a todo lo que le sucede. Otros aseguran que, en parte ya te ha sucedido, en parte quizás acabará sucediéndote, y en parte no te sucederá nunca. Hay quienes se empeñan en que nada sucede, y en que el tiempo es una metáfora para hablar del vacío que sentimos cuando deja de llover. Pero para llegar un poco antes a lo que te sucede tienes que olvidarte de lo que dicen los poetas: los poetas no son más que el lugar donde las cosas suceden, y se asoman al tiempo desde fuera del tiempo, y cuando se ponen a relacionar el vacío con la lluvia lo ponen todo perdido, desde los parques a las caricias y desde las leyes de la física al suelo de los bares. En cualquier caso, si quieres llegar un poco antes a lo que te sucede es que, lo sepas o no, eres un poeta, y entonces para qué: escribe y déjate de tonterías.

POEMA PARA VIAJAR A MÁLAGA EN LAS MANOS DE CHANTAL
Si no quieres perder el tren de sus manos, tienes que saber que Chantal se va siempre antes de irse. Los puntuales y a los que se les pegan las sábanas, por eso, acaban quedándose en tierra. Los que llegan demasiado pronto, también: por impacientes, pero sobre todo porque nadie puede pararse mucho tiempo en una estación sin arrojarse a las vías y vivir atropellado o sin tomar el tren siempre distinto del olvido. Una vez instalado en las manos de Chantal -procura elegir la raya del corazón o de la vida- cierra los ojos y sueña: será, para el revisor, la prueba de que tienes el billete; para ella será la señal de empezarte a modelar a imagen y semejanza de la luz. Cuando hayas llegado a Málaga, Chantal aun no lo habrá hecho -ella viaja a la velocidad de un álamo que se refleja en un río- : devuélvele, entonces, sus manos, haz que le lleguen con la aurora y en una cesta de manzanas recién recogidas del árbol del bien y del mal. Si la esperas paseando por la playa, pronto vendrá alguien por detrás, te tapará los ojos y te preguntará que quién és.

De lo que Chantal se llevaría a una isla desierta

Chantal se llevaría un detector de mentiras. Lo primero que haría con él nada más llegar sería aplicarlo a la propia isla desierta; con ello comprobaría si realmente era una isla y si realmente estaba desierta (o, lo que es lo mismo, si yo no estaba emboscado, para reírme de ella, detrás de algún arbusto). En seguida, porque el viaje habría sido agotador, le haría pasar la prueba a las ganas de  dormir, y luego, por ese orden, a la noche y a las estrellas, al aire cálido, a la arena seca del claro del bosque; entonces, por fin, se acostaría. Cuando estuviera bien segura, transcurridos unos meses, de que ninguno de los seres de la isla le mentían sobre su naturaleza, buscaría otros a los que someter con el detector. Así, tendría que dejarse interrogar el ser y la nada, la sensación de furia irracional, la aurora boreal y la noción de infinito. Por último, sentaría ante los claves y el bloc de notas  a la verdad en persona. Pero ésta, astuta como el propio diablo (si es que no es uno de sus disfraces), ante la primera pregunta soltaría tal carcajada que el detector de mentiras saltaría por los aires en mil pedazos. Mas la verdad, algo que no había previsto al reírse de aquella manera, sería expulsada a patadas de la isla por una pareja de tigres copulando, por la brisa del amanecer, por la belleza imposible de los ojos de Chantal.

1. Lo que dices de mí...

Lo que dices de mí:
un extraño camino que nunca he recorrido,
un camino que enlosan tus palabras
y que si miras bien se corresponde
con una de las líneas de tu mano.

Lo que dices de mí
                                 eres tú misma,
eres tú de repente bifurcada,
una parte de ti que se queda a tu lado,
otra parte de ti que se viene conmigo.

Lo que dices de mí va borrando mis huellas

Lo que dices de mí me prepara emboscadas.

Lo que dices de mí
es saliva y es tierra que amasas para darme
figura de caballo, figura de montículo,
figura de lunar, figura de tu espalda,
figura de cualquiera de mis dedos
cerrando uno por uno todos tus orificios
(más saliva y más tierra que coges para darme
figura de cabaña, figura de murciélago.

Lo que dices de mí
es mentira que acierta a decir la verdad.

Lo que dices de mí
se acuesta junto a mí donde estaré,
se acuesta junto a un hueco que llama por mi nombre
y al que besa y aplasta hasta que nazco.

Lo que dices de mí
es telaraña, es red, pero tú no las tensas,
pero nadie las tensa pues nadie está al acecho,
es red, es telaraña frenando una caída
que no se ha producido.

Lo que dices de mí me desconoce
del modo más perfecto imaginable,
me desconoce más que el desconocimiento
que me tienen las vetas de una mina,
que me tienen los kraken,
que me tienen las aguas cenagosas,
que me tienen los cientos de tejados
que guarda el huracán en su gruta secreta.

Lo que dices de mí se va probando mundos.

Lo que dices de mí me multiplica.

Lo que dices de mí estira mis pulmones,
catapulta mis ojos,
despierta a los caimanes de mi sangre.

Lo que dices de mí me acelera y me vuelve
más lento.

Lo que dices de mí no lo dices de mí,
no lo dices siquiera, no soy yo,
es raíces de un árbol cuya fruta
se deshace en tu boca y la refresca,
es un malentendido que tu voz
provoca en nuestro sexo

(el fosfeno y la noche es lo que dices
cuando dices de mí no importa lo que digas.)

Lo que dices de mí no son tus opiniones,
es el dulce apagón de la conciencia,
es la locuacidad de lo que existe,
es un puente colgante entre nosotros,
son ardillas que roen las cuerdas de ese puente,
son cáscaras de nueces, un arca abandonada,
maderos embreados que alimentan el fuego
de un náufrago asustado.

Lo que dices de mí
                                  es estaca que busca
con avidez al ávido corazón de ese muerto
que ronda mis castillos y se duerme en sus sótanos,
ese muerto no muerto que llamamos amor.

Lo que dices de mí no necesita
de mí para encontrarme.

Lo que dices de mí no se viene conmigo
a menos que yo firme una página en blanco.

Lo que dices de mí lo dices simplemente
con estar en el mundo, lo dice tu deseo,
esa energía pura que hace pasar las nubes.

Lo que dices de mí
                                  obliga al horizonte
a tenderse a tus pies y lamerte sumiso.

Lo que dices de mí se escribe en las paredes
con tizones calientes de tus muslos.

Lo que dices de mí
es la jaula y el mapa
en el acto preciso de aprender
a vendarse los ojos y saltar al vacío.

Lo que dices de mí me pone en marcha,
un loco mecanismo
de huesos astillados como sables
que va retando a duelo a todos los que dicen
que nunca has dicho nada de mí, que estás callada,
que un mutismo feroz te ha comido la lengua.

Lo que dices de mí
                                  es manada de lobos
hambrientos y atrapados en páramos nevados,
lobos que se devoran entre aullidos
mientras hila la luna bufandas para el No.

Lo que dices de mí me traduce a un idioma
que aún no conocemos.

Lo que dices de mí me resucita.

Lo que dices de mí:
una orquesta sonámbula
de músicos que tocan concentrados
y miran sin rencor sus partituras
mientras todo el pasaje
ya abarrota los botes salvavidas.

Lo que dices de mí me deja solo.


2 – TUS PALABRAS

Tus palabras: me envuelven en una placenta y me colocan delicadamente en tu interior para gestarme.
Me trasladan, las traslado, vamos abriendo surcos desde dentro hacia afuera.
Una flecha que viaja por el interior de una diana: para ella acertar consiste en encontrar la salida (y sólo tiene una oportunidad, un tiro): para ella la diana es un laberinto. Así que finge dormirse hasta que la salida, que coincide con el centro, pasa distraída por su lado.
Entonces sí: se alza, se tensa y le dispara por la espalda.
Todo recién nacido lleva tatuado un laberinto y una diana que la vida se encargará de ir haciendo visibles trazo a trazo.
Vivir es reparar los efectos de esa emboscada original que supuso la muerte del centro, es hacerle el boca a boca al centro hasta que vuelva a respirar. Pero el centro no es Dios (el centro no es el Centro) sino tú, yo, cualquiera de nosotros.
Cuando te tanteo en la oscuridad mis manos recorren las paredes del laberinto. Y el modo en el que tus gemidos rebotan, se amplifican o se duermen por sus corredores me enseña las dimensiones y el dibujo del laberinto.
Cuando me lames en la oscuridad una diana se pone a rodar cadera abajo, un blanco en movimiento al que sólo puede acertar una flecha perfectamente inmóvil.
Tus palabras son un líquido cálido: al bucearlas me duermo.
Al hablar desenrollas los caminos del mundo para que yo los explore.
Cuando callas los vuelves a enrollar, pero queda una tenue huella de cada uno de ellos gracias a la cual siempre puedo reconstruir algunos.
Me has enseñado a ser peligroso para mí mismo y a ser inofensivo para los demás.
Después de muchos abrazos no somos una pareja sino un atlas. Si alguien quiere saber dónde se encuentra o hacia dónde queda el lugar al que planea viajar, sólo tiene que abrirnos y poner un dedo sobre el punto de destino.
Si no fuera por lo que dices de mí, y porque me llevas en tu interior como una madre al feto, mi laberinto estaría en ruinas: cascotes en vez de muros, montones de piedras en vez de elegantes revueltas, ratas comedoras de ojos en vez de minotauros, polvo en suspensión en vez de corrientes de aire fresco filtrándose por las grietas.
El cordón umbilical: el hilo de la madeja.
Dejarse nacer en otro es un acto de fe, una locura. Y también: un pacto con el silencio que fuimos para que no irrumpa en el silencio que seremos.
Sólo soy una sombra proyectada en la pared: existo porque tú eres cuerpo y bombilla. Existo porque nada se interpone entre nosotros.
Tus fluidos me escriben, me dibujan el modo de salir. Dibujo que he de beber para que tenga sentido.

 3. Algo dice de mí...

Algo dice de mí
la labor del orfebre,
el arcoiris doble, los anzuelos,
las diecisiete formas que tiene el esquimal de nombrar
                 a la nieve y el tibetano a la conciencia,
los pechos comparados con cúpulas o cántaros,
la barra de los bares, las películas,
los cables de la luz parcelando el paisaje,
las etimologías inventadas,
la tala de las selvas, las bombas nucleares,
la estupidez, el odio, la mentira,
el mal gusto, el dolor, las equivocaciones,
las hambrunas, las guerras,
el asombro, el camino, la retama,
la piedad, la emoción, la fiebre de un bebé,
el aguardiente, el sol, la desmemoria,
los delfines, el saxo.

(Algo dice de mí cada ser, cada cosa
que ocurre, todo dice
un aspecto de mí
                                   y lo señala,
y quiere despertarlo y que yo aprenda
a llegar hasta el nido donde incuba sus ojos,
y me invita a probarme
                                                        esos ojos,
a mirar de otro modo lo que soy.)
Algo dice de mí
el ruido, el brutal ruido
que hace casi imposible escuchar lo que dicen
de mí las cataratas o el silencio.


4. Lo que dices de mí...

Lo que dices de mí
me posee a horcajadas detrás de unos arbustos.

Lo que dices de mí
me aprieta la cintura en medio del océano.

Lo que dices de mí
me araña de los muslos a la nuca
mientras un elefante nos transporta en la selva.

Lo que dices de mí
me tira de los pelos en un piso catorce.

Lo que dices de mí
me saliva la oreja en un vagón.

Lo que dices de mí
me embadurna de aceites aromáticos
dentro de un telescopio enfocado a Saturno.

Lo que dices de mí
mordisquea mi sexo en la estela de un barco.

Lo que dices de mí
jadea en una mesa de un albergue.

Lo que dices de mí
se bebe mi sudor en la calle más céntrica
(en el escaparate de una agencia de viajes).

Lo que dices de mí
tapona con su lengua mi ombligo en una tundra.

Lo que dices de mí
se toca los pezones más allá del espejo.

Lo que dices de mí
dilata su vagina en el arcén
de una autopista en obras.

Lo que dices de mí
grita en un diccionario abierto por la «p».

Lo que dices de mí
se arquea hasta romperse en una alcantarilla.

Lo que dices de mí
me eriza en una lámpara.

Lo que dices de mí
me da masajes rápidos y suaves
en la fuente de un río.

Lo que dices de mí
te besa las axilas en el filo de un hacha.

Lo que dices de mí
acaricia tu pubis en una enredadera.

Lo que dices de mí
desoculta tu clítoris en un alto trapecio.

Lo que dices de mí
me gira y me retuerce en un vaso de vino.

Lo que dices de mí
me amorata en un puerto
asolado después de un maremoto.

Lo que dices de mí
olfatea mi semen dentro de un espejismo.

Lo que dices de mí
se pellizca la piel en un frutero.

Lo que dices de mí
pone un índice mío detrás y otro delante
en un viejo astrolabio.

Lo que dices de mí
pierde el conocimiento en un poema.


5. Todo lo que decimos...
Todo lo que decimos inaugura distancias,
estructura de modo distinto lo que somos
y nuestra relación con lo que existe,
cambia de decorado y cambia de guión,
modifica el sentido de las leyes
y nos hace asumir actitudes y fines
que antes ni siquiera imaginábamos.
Por eso las palabras nos escriben,
es decir, nos tornean, nos labran, nos dibujan.
Para ser más exactos: las palabras,
lejos de ser pasivos instrumentos
en nuestras manos, son gigantas poderosas
(desde aquí puedo ver el grosor de sus músculos,
sus ojos inyectados, la determinación
que demuestran sus gestos) que nos usan
como materia prima para hacerse sus casas.
Las palabras nos hablan, las palabras
nos habitan. Por eso decir lo que nos dice
(o hablar lo que nos habla, callar lo que nos calla,
escribir lo que escribe nuestra vida)
es mucho más que un acto
de aceptación de la existencia; es
poner una semilla en la palabra
para que diga lo que somos; es
seducir la palabra y penetrarla
para que nos alumbre y nos lleve a su casa:
y nos lleve a una casa que es la nuestra.
Frente a todos aquellos
que están donde no están y no están donde están,
frente a todos aquellos que al vivir
en una casa ajena en realidad
habitan una cárcel,
la poesía y el amor nos hacen
libres para elegir una casa y un mundo
y nos dejan abiertos para ser elegidos
por la casa y el mundo que elegimos.
Y cuando afirmo «todo lo que decimos» quiero
decir lo que decimos con sentido:
aquello que se dice por medio de nosotros
(la poesía y el amor, la luz
y los bosques y el mar, la nada y el olvido…),
aquello que bautiza las medidas del mundo
(rediseña la planta de la casa),
aquello que le da al mundo otra apariencia
sin por ello impedir que siga intacto,
aquello, en fin, que afirma lo que es
en vez de destrozarlo, de ignorarlo,
de pasar a su lado con los ojos borrándose.

6. Lo que dices de mí me obliga a contestarte...

Lo que dices de mí me obliga a contestarte,
lo que digo de ti te obliga a contestarme:
de tanto tú venir hasta mi casa,
de tanto yo acudir hasta la tuya
se va abriendo un camino.
* * *
Se va abriendo un camino
que recoge tus huellas y las mías
y las cura y las mima y les da de comer
y cuando ya están fuertes y seguras de sí
las lleva a la espesura
Se va abriendo un camino que nos anda
y dice lo que dices y dice lo que digo.
* * *
Y cada vez son más: un millón de caminos
(un millón de palabras, un millón de silencios),
el mapa de una historia que al vivirla nos vive.
* * *
Un mapa que exploramos para que nos explore:
dos territorios anchos como el cielo y la tierra
que se buscan, se abrazan, se respiran,
se logran vehementes, se confunden,
se duermen enlazados.
* * *
Un mapa que estudiamos para que nos estudie
(piratas codiciosos interpretando signos)
porque ambos escondemos un tesoro
que el otro ansía tanto descubrir.
* * *
Lo que dices de mí
                                 es un collar de huellas,
y un vestido de huellas, y un cinturón de huellas,
y pendientes de huellas, y sandalias de huellas.
* * *
Lo que dices de mí
                                  es un reloj de huellas
que al consultarlo anuncia
la hora en punto de la eternidad.
* * *
Lo que dices de mí me lleva a la espesura
y me abandona; luego
me canta una canción para orientarme
y canta otra canción para ahuyentar las fieras.
Yo me embarco en su voz hasta que fluye
bajo mis pies un río que me deja a su lado.
* * *
Cuando una huella vuelve como río al camino
que la había llevado a la espesura
ya no es ella la alumna que temblaba.
Ahora ya es más sabia que el camino
y le ayuda a aprender esta lección:
cómo ir por el mundo
sin pagar el peaje de unas huellas.
* * *
Lo que dices de mí
son monedas de huellas que debo devolverte
como mar, como río, como lluvia,
como dardo de agua estallando en tu boca,
como dardo de lágrimas acertando en tu boca,
como dardo de nieve acallando tu boca.
* * *
De tu casa a la mía hay un camino:
si lo miras atento es el de siempre,
si lo miras atento y además
permites que el camino te observe atentamente
cada día es distinto.
* * *
Quien le venda los ojos al camino
que va desde su casa a otra casa cualquiera
queda a merced del zombi,
a merced de las zanjas de la muerte
(Que convierten entonces el camino
en trincheras, en tumbas, en túneles, en trampas).
* * *
Lo que dices de mí
le abre los ojos al camino
que va desde tu casa hasta mi casa.
* * *
Lo que dices de mí me lleva a donde estás
(una parte de mí que se queda conmigo,
otra parte de mí que se marcha a tu lado)
y me aloja en su casa y me llena de huellas
que un río fugitivo borrará turbulento.
* * *
Lo que dices de mí
pone un mapa en mis manos,
me empuja con dulzura
y me pone en camino en un camino.

7. Lo que veo pasar me ve pasar...

Lo que veo pasar me ve pasar
y por eso estoy vivo.
Lo que veo
detenido me ve quedarme quieto
y por eso no muero.
En mis ojos,
los ojos de los árboles y el río
se miran para ser y darme el ser.
No espejos sino luz.
No parentesco
o relación sino lo mismo.
No
el tiempo desplegándose despacio
para extender su red
sino la araña
devorando a la araña para hacerse
tan grande como el tiempo y devorarle.

Lo que veo pasar me deja ciego
y por eso estoy vivo.
Lo que veo
detenido me aparta de mis ojos
y por eso no muero.
!Sigo aquí!

Como aquel alfarero que rompía las jarras...

Como aquel alfarero que rompía las jarras
nada más terminarlas.
Sin perder la sonrisa
destrozaba los platos y los vasos

y luego se ponía a decorar
los fragmentos dispersos por el suelo
con sangre que sacaba gota a gota
de sus dedos y brazos, de sus muslos,
de las callosas plantas de sus pies.

Extraía de sí los pigmentos del alma
hasta quedar exhausto
y venir los insectos
a chupar sus heridas.
Los vecinos,
por compasión, ponían monedas en el torno
y se llevaban trozos de loza hasta sus casas.

Al despertar seguía sonriendo
y de nuevo amasaba en el barro mojado
las formas de lo informe,
los diminutos cuencos donde cabe lo eterno.

Vikram Babu pregunta:
¿dónde bebes?


Como un águila...
Como un águila,
Dios
también de vez en cuando necesita
descansar de Sí Mismo
y replegar Sus alas
y dejar de volar por un instante.
Nosotros somos árboles plantados por Sus manos,
apenas una mancha en el paisaje
de lo Eterno:
lugares
para que Dios repose.

Vikram Babu pregunta:
¿qué crueles leñadores os talaron?
De  "Los poemas de Vikram Babu"


El saltador
El saltador se encoge, se agarra las rodillas,
esconde la cabeza entre las piernas.
A punto de llegar da un latigazo
y se estira de golpe contra el agua:
al sumergirse nace, y el mundo, sacudido,
vuelve a iniciar de nuevo sus circunvoluciones,
su salto de gestante que atraviesa el espacio
como una caracola o bosta o piedra
lanzado hacia la luz: le enseña el saltador
al mundo su trabajo, y a convertirlo en juego,
y cómo al zambullirse quedar recién nacido:
le enseña el mecanismo de la vida.

El mundo se detiene y mira concentrado,
quizás reconociéndose en los gestos del hombre
que rota y se traslada dibujando una elíptica
con su cuerpo visible sobre un eje invisible.

Es el mundo el que salta, no es el hombre:
esa bola que rasga la seda de la tarde
desnudándolo todo, no es un hombre:
es el cauce de un río, las raíces de un árbol,
la tierra de aluvión, pero no un hombre:
es el molde de un hombre, un recipiente
vaciado de un hombre y luego vuelto
a llenar con el cauce, las raíces, la tierra:
es el hueco dejado por un hombre
para darle un cobijo a las cosas del mundo.

El hombre, cuando salta, ya no piensa,
pues su interior es agua, filamentos o polvo.

Cuando salta es el puro movimiento
y es la inmovilidad perfecta y pura:
es el mundo que gira y el mundo detenido.

El mundo, ese aprendiz de saltador,
y el saltador, ese aprendiz de mundo,
se duermen en el aire
y nos suenan.

Estábamos ahí detrás del seto...

estábamos ahí detrás del seto
hendidos a buril en la espesura

estábamos ahí abrazados e inmóviles
a salvo de los perros de la casa

estábamos ahí
como piedras talladas por el canto del búho
como agua detenida por el canto del liquen
como raíz medicinal que aguardase a una enferma

estábamos ahí tras los arbustos
a salvo del bullicio feliz de las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
las palabras que dicen
pon la cena el columpio chirría que se laven las manos
he encontrado ese vino que te gusta

estábamos ahí
sin las palabras
hundidos en la noche como huella en el barro
abrazados e inmóviles como el rayo en el tronco
a salvo del Estar y del Ahí
perros que muerden al extraño que salta el muro de la casa

estábamos ahí detrás del seto
como un poco de lluvia secándose en la cuerda de la ropa
besándonos despacio para parar el río
buscándonos despacio viviéndonos despacio
para parar el hielo y el deshielo
para parar las nubes y las águilas
para entrar muy despacio al cuarto donde duermen las preguntas
para salir del tiempo sin salir de nosotros

estábamos ahí
sin arcos de palabras sin flechas de palabras
desarmados y solos como el óxido que baja por la verja
sin cepos de palabras sin lazos de palabras
sin tirachinas de palabras
abrazados e inmóviles como briznas de un nido
como una mariposa en el cuerno de un toro
como un cadete muerto en su trinchera
a salvo del Decir y del Nosotros
emboscados y tristes
lamiéndonos despacio desde nunca hacia nunca
pulsándonos despacio como a un violín los cambios de humedad
cerrándonos despacio las madrigueras del deseo
mientras ladran los canes y olfatean
mientras ladra el Decir ladra el Nosotros
mientras ladran a coro las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti

ayúdame a peinarme la leche no está fresca
gracias por el jersey gracias por tu sonrisa
hoy te toca fregar ya mí las camas
ayer no te acordaste de recoger las fotos
se han mustiado las rosas pero no los geranios

estábamos ahí
sembrándonos semillas de dedos y de bocas
la pepita el carozo las costillas los tarsos
sembrándonos el árbol de los huesos
arrojando caricias como grano en el surco
arándonos a espalda de los bueyes pesados del espíritu

estábamos ahí detrás del seto
no en silencio pues éste mana de las palabras
cercados por hurones por babosas
por pistilos y abejas por el viento y un trozo de papel
no en silencio pues éste se calla en las palabras
el silencio se calla dentro de las palabras
a salvo del Estar y del Ahí
que se llenan la panza con todas tus palabras y las mías
palabras como pienso que trituran sus dientes
montones de palabras que les mantienen vivos y excitados
palabras recogidas en platos de silencio
que les hacen saltar mancharte con sus patas aullar a los de afuera
palabras que alimentan la exclusión

estábamos ahí tras los arbustos
como tréboles setas coccinelas
como asteroides recién precipitados del olvido
como el tallo espinoso de la nada
como torpes alumnos del sauce y la colina
como luz rebotando de tu cuerpo a mi cuerpo de pared a pared
quitándonos despacio los ladrillos
quitándonos ladrillos uno al otro para poner un claro del
bosque entre los dos
atesorando fórmulas para el tiempo del caos

estábamos ahí
esculpiendo la luz en la espesura

estábamos ahí detrás del seto
como ladrones sin pasado
ladrones sin más plan que no ser atrapados por la Historia
ladrones con las manos vacías de vacío
ladrones sin ganzúas sin linternas sin guantes sin cronómetros
sin pólvora futura ni el cortafrío del presente
ladrones sin sintaxis ni pistolas
plantados en un robo como en una maceta
plantados en el plano de una casa como alfileres en un corcho
plantados en el antes y el después como una jabalina
                     lanzada contra un ñu

estábamos ahí
soldados a la noche como planchas de un barco a la deriva
sorbiéndonos y siendo sorbidos por los líquidos
fantasma naufragando en un fantasma

estábamos ahí
entre el bosque y la casa
tras un seto
a salvo del Decir que rompe el espinazo de los gatos
a salvo del Estar que acorrala a los topos
a salvo del Nosotros que acecha a los gorriones
a salvo del Ahí que gruñe al visitante
a salvo del desfile de palabras que aplastan tulipanes y magnolias
lo que dices de mí lo que digo de ti
barnizar las persianas me llevará una tarde por lo menos
el paquete de harina me recuerda a tu amigo
me esconderé en el gel cuando te duches
te vi en mi pesadilla con treinta y dos cabezas de lechuga
haz copia de esta llave haz copia de tu lengua

estábamos ahí
abrazados e inmóviles como raíles a la tierra
como una copa al agua que derrama
desmigajados como para un cuervo
desorientados como la brújula prendida de un imán
abrazados e inmóviles como el humo y los troncos
como el mirlo y sus trinos
como el tren y el temblor y el pasajero

estábamos ahí detrás de los arbustos
no escuchando las risas ni los discos ni los coches
frenando al llegar a la curva
no mirando los globos de colores
no oliendo las galletas horneándose
a salvo del Nosotros anfitrión de una fiesta
a salvo del Decir malabarista
a salvo del Estar que sirve canapés
a salvo del Ahí que guarda los abrigos
abrazados e inmóviles como nutrias de agua
como milanos de aire
como arcilla en la piel del alfarero
no sintiendo el relente que empapa las hamacas y los
toldos y riza los cabellos de los que bailan en el porche
no atendiendo al silencio de todas las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
nos vamos a tu casa. lo siento eres mi tipo. pues más a
mi favor. es que jamás me acuesto con hombres
que me gustan estropea las cosas cuando todo
termina, estoy a tiempo aún de no gustarte si me
das media hora, es tarde para el tiempo y es tarde
para ti ya me gustas muchísimo. soy horrible lo juro.
para mí una ginebra yo seguiré con blanco
me han hablado de ti me han dicho que eres dulce y
               optimista
el dinero ya sabes sólo sirve a la nada mientras más menos
               eres
he dejado a las niñas con mi primo

estábamos ahí
abrazados e inmóviles
inocupados como los bancos de una plaza un día de tormenta
desiertos como el iris de un cervatillo muerto
desposeídos como una cantera de reptiles
inobservados como las tejas de una torre
a salvo del Abrazo y de lo Inmóvil
esos perros rabiosos que atacan a sus dueños
a salvo del Abrazo que le ofrece tus ojos a los pulpos
cuando intentas salvar al que se ahoga
a salvo de lo Inmóvil que transforma este punto en una cárcel

estábamos ahí
entre el bosque y la casa
dilucidados por el canto de un bosque y una casa
dilucidados por el humus las brácteas las mantis religiosas
dilucidados por el canto de ventanas y puertas
abiertos al sentido abiertos los sentidos
penetrando en lo otro que no es otro
cayendo hacia lo otro desde un puente pintado sobre el agua
cruzando a la otra orilla sobre balsa de espejos
dilucidados por el canto que salva de lo Otro
dilucidados por el canto que nos salva del Entre

estábamos ahí tras los arbustos
ausentes de la punta de una lanza que viaja por nosotros
como un escarabajo por el hueco de un árbol
la punta de una lanza que no gobierna ya ni el asa ni la
elíptica de un tiro
la punta de una lanza que abreva en el hilillo de una
sangre inmóvil y abrazada a nuestras bocas
ausentes del galápago que desova en la playa del silencio
ausentes de las fresas y del muérdago
más allá del Decir y del Nosotros
esas ratas que rompen los huevos del galápago
más allá del Estar y del Ahí
ese tifón que arrasa las playas y la ausencia
más allá de las fresas comparadas con labios y más allá
                     del muérdago que desvela los símbolos
ausentes y presentes como el cielo reflejado en un lago
lo que dices de mí lo que digo de ti
le pondría una pizca de salvia y de tomillo
el dolor no me sirve para entender los nardos
esa novela es buena pero mejor que la olvidemos
no descuides tu tierna hipocresía cuando te lo presente

estábamos ahí
hendidos a buril en la espesura
hendidos a buril por el vacío
una fragua encendida en la espesura
un taller de escultor con lascas de vacío
dos cuerpos que se cruzan en la fronda como huenas de
zorro con huenas de gineta
cuerpos que en vez de manos tienen cambios de agujas
cuerpos que en vez de cuerpos son minas de antracita
hendidos muy despacio con golpes de vacío
borrados por el canto del murete por el canto de la
cancela por el canto del chumbo
cuerpos o vagonetas herrados al vacío
cuerpos para una estatua del vacío

estábamos ahí
barriendo la hojarasca de nuestro Corazón con la escoba del cuerpo
barriendo la hojarasca de los músculos con movimientos
limpios de cadera
barriendo la hojarasca del antes y el después para
quemarla ahora en nuestro sexo
desocultados como un salto de jaguar hacia una iguana pero
ocultados como iguana en una poza
desocultados y ocultados como la palabra en el canto

estábamos ahí tras los arbustos
velando nuestro estar dormidos como espigas dormidos como
calabazas dormidos como peras en un árbol
velando la respiración de la cosa en la cosa y del cuerpo
en el cuerpo
velando el transcurrir del tiempo deteniéndose en el tiempo
atentos al hidrógeno que avanza por la savia como una
bicicleta que colgada de un gancho escala su pared
sin miedo al precipicio
atentos al arroz que avanza por el humedal como el cielo
recorre una cometa enredada en los cables de la luz
cuidando las raíces de la noche las raíces que sanan a la enferma

estábamos ahí detrás del seto
anadeando en el estanque de los muslos
a salvo del Decir y del Nosotros
lo que dices de mí lo que digo de ti
me sentiré culpable de nuestro apocalipsis
atrácala a la carta. sitar gratis. sé de crema mercedes. reconocer. radar
la tenía en mis menos y la echaba de manos
las alarmas no sirven si es un profesional el que te besa
tanto pan de centeno y luego los bombones
y bájame la cremallera sin exiliar tu boca de mi nuca sin
que levante el vuelo tu mano del pezón sin que
abandone el monte de mis nalgas tu cintura rebelde
alzada en armas
si la amnesia es un don sé entonces mi accidente
crocanti y leche condensada una hora a fuego lento y está listo

estábamos ahí tras los arbustos
orinados por hadas y unicornios
orinados por la velocidad por la imaginación por las metáforas
empapados de olor pero inmutables como el musgo o la
esquina como el tocón o el grifo que surte a la manguera
manchados con la orina del lenguaje
orinados por todas las palabras que después de aliviarse
se olvidan de nosotros
manchados de silencio
manchados por las heces de la nada
orinados por gnomos y por sílfides por hidras y por monstruos
orinados por máscaras y voces
orinados por Ti y por Mí por el Entre y el Ser por Ahora y por Nunca

estábamos ahí
desmigajados como para un pez

estábamos ahí detrás del seto
viéndonos despacio para burlar la Vida
urmiendo a las preguntas para salir del tiempo sin salir de nosotros
estábamos ahí tras los arbustos
desgajados de todas las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
mejor llévate un chal si te vas a la guerra
otro avión se ha estrellado
tantos mueren de sed y nosotros piscinas y piscinas
minas antipersona en la contienda
un solo mandamiento es necesario no usarás ya más
pronombres posesivos

estábamos ahí
detrás de los arbustos
o tras el seto
abrazados e inmóviles
como raíz medicinal en manos de una enferma
a salvo de los perros de la casa
esperando
esperando
esperando el poema

Lección de matafísica
Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has tocado ser adentro,
porque tú lo has tocado beso adentro
con la nerviosa lengua de la nada.

Me palpas con tus manos infinitas
(no son manos, lo sé, sino estallidos:
el tiempo que no llega nunca a tiempo,
un tiempo adelantado o retrasado
que acaba siendo mar o nebulosa)
y se borra mi cuerpo, y al borrarse
por fin se hace visible: un signo cero
suspendido en el aire entre nosotros.

Me piensas con tu boca y con tu sexo,
esos dos silogismos refutables,
esos dioses borrachos que han perdido
la pizarra o azar donde escribirme.

Y al pensarme me restas, me haces menos,
me deshaces, me viertes al vacío,
me entregas al no ser
y maniatado.

Parece que no existo por tu amor
porque tu amor me funda, es el origen,
ese punto o lugar donde está todo
(también lo que no está: tu ausencia: nada).

Tu cuerpo me hace náufrago, un islote
de repente ignorado por el cosmos,
meteorito tachado de los mapas,
nave sin un planeta al que volver
que fuera giro a giro di-sol-viéndose
en la luz cegadora del olvido.

Tu cuerpo hace que exista lo que existe:
tu cuerpo hace imposible lo que existe.

Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has dejado sin besar.

Parece que no existes porque tienes
unos labios carnosos y unos dedos
que dibujan el mundo.

Nada y todo
se abrazan en tus piernas cuando salen
a respirar del fondo de tu mente.

Me piensas con tu nuca y con tu ombligo,
me piensas con tus huesos y tus músculos,
me piensas con las sillas de tu casa,
me piensas con el agua y el jabón,
me piensas con los árboles del bosque,
me piensas con tus heces y tus gritos,
me piensas no pensándome y, pensándome.

Me piensas, no me piensas: es lo mismo.

Por ti me piensa el tiempo y el espacio.

Me piensan las paredes de este cuarto,
me piensan con la cal y con las manchas,
me piensan con la sombra de mi cuerpo.
Y al pensarme me borran, ya no estoy
y ya no queda nadie en este cuarto.

El amor es un cuarto que no existe
donde duerme a resguardo lo que existe.

Y el amor es un cuarto que sí existe
donde duerme a resguardo lo que no.

(Un poema es un plano que refleja
el justo itinerario hasta ese cuarto.)

Me piensas con el ser, con el no ser,
me piensas con los números caídos
del portal de la casa donde vives,
me piensan tus jadeos, tus dos gatos,
el barro de las ruedas de tu coche,

me piensan tus palabras cuando callan
y ya no son palabras sino cuerpo,

me piensas cuando pienso en ti y el aire
se adensa entre nosotros y parece
un huracán inmóvil y desnudo.
más allá de ti nos piensa lo impensable
(y viene hacia nosotros a la velocidad
de las arañas muertas para hilarnos al no).

Busquemos el silencio para amarnos.

Poema del círculo
Todo lo que decimos
da vueltas y más vueltas
rueda desde nosotros a nosotros
baja por la pendiente
que llamamos espalda mundo ser
da vueltas y más vueltas
para encerrarnos juntos
en la bola de nieve en el alud
de círculos que van por la ladera
creciendo y retumbando
aplastando lo frágil
la huella de los lobos
y al Viejo Excursionista expulsado del cielo.

II
Y lo que no decimos
da vueltas y más vueltas
gira sobre sí mismo
en loca rotación que provoca una llama
invisible un incendio
que se extiende imparable por un bosque
ocupado por seres que no existen
por seres imposibles o vacíos
habitantes M cero o de la nada
que escuchan temerosos
el no-chisporroteo de las llamas
y ponen sus no-piernas a correr
estampida de huecos
que buscan una forma donde estar
a salvo del no-bosque que se quema
una forma o palabra o barro o nota
el estruendo de un círculo bajando una montaña
que aplaste lo más frágil la huella del Silencio.

III
Todo lo que decimos o callamos
da vueltas y más vueltas
abrazo de espirales
que giran enredándose
las curvas enlazadas a las curvas
remolino de curvas
que forman la palabra y su silencio
agujero que busca sus paredes de vidrio
para llamarse vaso
tierra que busca el aire para llamarse halcón
remolino de círculos que escapan de sí mismos
de círculos abiertos enganchados forzándose
a decir lo que callan y a callar lo que dicen
no-palabra que busca que alguien la pronuncie
para llamarse tiempo
y palabra que busca la mano que la borre
para llamarse amor
no-palabra y palabra que se enredan
mientras van por el aire
y se olvidan de qué estaban buscando
y se rozan se frenan se detienen de pronto
un círculo o tifón dormido en el vacío
un círculo al que un ojo sueña desde el vacío.

IV
Un círculo y un ojo que se miran despacio
mientras ruedan inmóviles
la ladera hacia arriba
y aplastan lo más frágil
algo que estaba en ellos y dejaron caer
un punto una pupila
el centro de sí mismos
algo que estaba en ellos y ya no necesitan
pues ya no son palabra
o no-palabra sino tiempo y amor
un círculo incansablemente quieto
que se evadió del punto o centro o Dios
y que ahora lo aplasta en el ahora.

No estés triste‚ mi amor...
No estés triste‚ mi amor‚
y si lo estás‚
que tu tristeza sea un modo de vengarte
de Dios y de las flores‚ de la alegría inútil
que debe ser la vida según ellos‚
y no estés triste nunca
por las cosas que pasan o no pasan‚
sino solo por esto: porque contempla la tristeza
desde lejos a Dios y a las flores y al tiempo
y nos lleva al lugar donde amar es posible.
De "Semillas para un cuerpo" 1988

 No lamento tu ausencia‚ no me alegro tampoco...

No lamento tu ausencia‚ no me alegro tampoco:
esta paz de tenerte como siempre en las manos
es parte de mi amor‚
de este nuevo sentido que has puesto en mis sentidos‚

y no es que estés muy lejos‚
es que madura lento lo que más nos importa
y el tiempo y el espacio son frutas delicadas·

De "Semillas para un cuerpo" 1988

Juan se llevaría la palabra isla...

Juan se llevaría la palabra isla. Así,
ante las preguntas sibilinas que siempre
son el crepitar del fuego, el graznido del
cormorán o el repiqueteo de la lluvia,
y de cuya contestación dependen que se
nos entreguen o que nos rechacen,
podría decirles: "me llamo Juan y estoy
en una isla". Y luego ya en voz baja
y para darse ánimos, seguiría: "sé mi
nombre y el nombre del lugar donde habito.
Con estas certezas construiré de nuevo el
mundo. Haré que dialoguen sin pausa
hasta que estalle el orden felino del
lenguaje". De los abrazos tiernos y de
los sanguinarios duelos de la palabra
isla y de la palabra Juan, de los chispazos
del amor y del odio, surgirán las
palabras otro, armazón, desasosiego, velamen...
e infinitas más que, al irse despertando clamarían por un lugar propio,
y cuando ya no cupieran allí hallarían entre todas
la palabra ballena y esta pugnando como si fuera una pelota,
empujaría la isla hasta el límite del mundo.
Entonces Juan, instintivamente,
tomaría una por una todas las palabras
y las arrojaría al abismo.
Cuando sólo le volvieran a quedar la palabra Juan y
la palabra isla se diría:
"¿no sería más divertido, por más difícil,
reinventar una vez más el mundo ahora
únicamente con una de estas dos palabras?"
Y con un júbilo sereno
se desharía de la palabra Juan.

Variaciones sobre la tristeza

No sirve lo que fui: lo que no he sido
es lo importante. Mi pasado no existe
de tanto no quererlo. Es de los otros, mas no mío.
No reluce ni sabe
cegar como los seres de la nada.
Mas no es fácil volver sobre mis pasos para encontrar
los labios no besados, los cuerpos (no elegidos no para poseerlos:
para darlos también y volverme tan pobre que ni la muerte
sepa qué hacer para matarme).
Lo que he sido y se me escapa
es lo que soy,
el fugitivo, el triste, el imposible,
el traicionado por el tiempo, el tachado, el inútil,
pero dónde buscarlo para hablarle de mí
y meterme en sus sueños.

INTEMPERIE DEL DESEO

Qué hacer con el deseo que no somos,
ya no, y se deshilacha
como cuerda dejada a la intemperie.

Qué hacer con esa luz que no ilumina
y, apagada en su sombra, pura sombra
impura, se detiene
al borde d eun abismo que ya no reconoce

y no lo acepta y va, se va, no cae

por él, por nadie, un grito que no grita
un vuelo sin volar que niega el aire.

Qué hacer cuando te sientes
deseado por nadie y siendo nadie,

vacío de vacío,
en un tiempo sin tiempo
donde la soledad ya no es promesa,
espera, territorio, invitación,

lo fértil, lo regado,

sino cerca de espino, can salvaje,

esa tierra baldía,

la sed, toda la sed
derramándose seca por las manos.

Qué hacer cuando te miran sin mirarte,
escorpión sin veneno ni cobijo
que aplastan sin querer mientras caminan.

Qué hacer o dónde estar o cuándo toca
que te digan ya no
y que te aparten
como se apartan ramas en el bosque
o las piedras del suelo que podrían
dañar a los amantes.

Qué hacer cuando las huellas del deseo
ya no guardan memoria de los pasos
ni dibujan el dulce laberinto
del amor y se ocultan
bajo capas crujientes de hojas muertas.

Qué hacer o qué no hacer
cuando el ser te rechaza de su nada

y recoge la mesa
antes de haber comido

y se lleva los grifos y las mantas
y corre la cortina
y baja la escalera dando saltos

como hiciera contigo alguna vez.

Los búfalos

Saber lo que es la vida no es distinto
que contemplar a un búfalo zambullirse en el agua.
Esa tensa fruición con que husmean en el aire
cuando se sienten cerca del río se parece
a la furia grosera de los dioses cuando crean un cuerpo,
otro mundo finito al que entregarse.
(Los dioses sueñas con búfalos, con tener sus fronteras
de piel firme y lustrosa, sus ojos delatores de una muerte
serena, su pasión por la lluvia y los lagos. Ellos quieren saber
lo que es el tiempo que se acaba desde uno de sus seres
perfectos).
He mirado
Muchas tardes la larga procesión de búfalos
dirigirse a mis ojos para bañarse en ellos:
les llamaban mis lágrimas, lo más vivo de mí.


Las tijeras

Hacía trampas siempre jugando al póker o al amor:
le gustaba perder.
Recuerdo haberla sorprendido escondiéndose un as
-que le hubiera otorgado una escalera máxima-
Y sacándose un cinco una vez que ya había
puesto en la mesa el resto.
No quería deberle nada a Dios.
Vencer o ser feliz, me aseguraba,
era hacer teología; vivir era otra cosa:
se parecía más a unas tijeras que a un collar de zafiros.
Intenté hacerle trampas yo también:
para que no rompiera con mis besos
le oculté que su cuerpo me hacía muy dichoso,
puse cara de azufre (de diablo), cerré las puertas con violencia
y procuré mostrarme incoherente.
Se percató de mi farol, me hizo apostarlo todo
y, tan parsimoniosa como la misma muerte,
me enseñó su jugada: estaba despedido.
COMO el que se emborracha con su yo
y, perdido el sentido
después de muchos tragos,
a todo llama yo,
a una serpiente, al polvo, a sus sandalias,
al vendedor de dhal y al Soberano,
a la estatua de Durga
y hasta a la misma Durga,
a todo llama yo tambaleándose,
sordomudo funámbulo
que acabará aplastando
su yo contra el yo- suelo.
Vikram Babu pregunta:
¿cuánto bebes?

COMO el que pierde el juego sin parar
y apuesta a su mujer
y luego a un hijo
y luego sus tesoros
y luego varias vidas venideras
y, cuando no le queda nada, apuesta
también lo que no es suyo:
el Universo, el Nombre,
el Hilo de la Araña y las Tijeras.
Vikram Babu pregunta:
¿por qué juegas?

COMO  aquel que repite
la palabra elefante sin descanso
millones y millones de veces,
muchos días
sin apenas comer,
la palabra elefante,
la palabra elefante.
Al final ya no sabe lo que dice
y, aunque le llama Dios a esta ignorancia
y le visita el éxtasis
y talla toscamente exvotos de elefante
y viajan desde lejos a postrarse a sus pies,
un día paseando por el bosque
se cruzan un elefante verdadero
y se queda parado buscando en su memoria
y antes de que recuerde
qué es aquello que ve
le tumba el elefante de un trompazo
y le cubre de estiércol
y muere el maestro
de vergüenza allí mismo.
Vikram Babu pregunta:
¿no es gracioso?

COMO el que mata a un niño y lo desuella
y machaca sus huesos
y quema sus tendones
y da a comer sus vísceras a un perro

y, orgulloso, convoca
a padres, familiares y vecinos,
les explica con lujo de detalles
su cruel comportamiento
y luego les invita a que entre todos
armen de nuevo el puzle de ese niño.
Vikram Babu pregunta:
¿eres así?

COMO  el que acecha a un tigre
disfrazado de tigre:
aterrado, al toparse con él pierde sus armas,
pero el tigre se alegra de encontrar compañero
y le obliga a seguirle
y a integrarse en el grupo.
Al poco experimenta grandes cambios:
se endurecen sus músculos, se vuelve más flexible,
saborea con gusto la sangre de las víctimas.
Ninguno en la manada sospecha la impostura.
Pero al cabo de un tiempo
la piel de su disfraz
le parece gastada
y sucia y vieja,
y para obtener otra vuelve a acechar un tigre,
le muerde la garganta hasta matarle
y le arranca su piel
y se viste con ella.
Luego vuelve a la cueva satisfecho
Y a sus crías reparte lengüetazos.

Vikram Babu pregunta
¿no da miedo?

COMO un año de fuerte sequía que provoca
una hambruna.
Los muertos
se hacinan en las calles y en las piras.
Por un grano de arroz se matan los hermanos.
Los búfalos se dejan morir en las cunetas
y los monos se beben su sangre a dentelladas.

Y los dioses ajenos a tamaño desastre
(en sus altares nunca falta leche o guirnaldas),
se juegan los monzones a los dados.

La hambruna pasará,
Y seguirán los dioses
ociosos y lejanos como globos
que una niña soltará descuidada.

Vikram Babu pregunta:

¿y si nos los comemos?