martes, 9 de mayo de 2017

JORGE BOCCANERA VI



DEL LIBRO “PALMA REAL”


I



La selva está hecha a lápiz, punta fina
sobre papeles rotos, garabatos que se alzan en el
aire y cajitas de música y el oso perezoso.
Una lágrima verde rueda sobre la lengua del jaguar.
Tierra tatuada, selva
con la palma en el centro que en un aire de reina
despliega su penacho, su cabellera de hilos,
su serena ebriedad.
Abajo, el viento junta restos del universo.


II

Junco con el turbante desmañado y fruta
en el penacho.
La Palmera,
faro del bamboleo,
bengala de cabeza reflejada en el río.
Su cabeza de pólvora ¿en qué piensa?
Arde viajando en su quietud.
Cuenta un naufragio en catedrales de hojas.
Calla una historia entre un temblor y un sueño.

Hay un niño que piensa construirla,
amarrando una estrella al extremo de un palo.


III


Desde las grietas/ se arrastra/ el verde


EDWARD KAMAU BRATHWAITE



No habrá trago más fuerte que el corazón disuelto
de la selva. Hecho polvo lo guardo en los pulmones.
Va dormido, molido y en cenizas,
Hay un ángel expulsado del cielo: es el bosque,
Rueda con sus antorchas de silencio, sus pastizales altos,
sus martillos que trozan las verdes telarañas.
No hay más lugar que sus lugares.
Es un dios que no es nadie. Y es un dios.


IV


La rosa es una máscara,
oculta el rostro de la selva,
barro verde.
Furia que no envejece.
Como la respiración contenida de un dios.
Lo que no es selva es ruina.


V


Yo respiro la selva, no lo ves pero yo la respiro
y voy sujeto al humo de su cuerpo.
El vapor de sus nombres sube por las cañerías de
esta ciudad vieja.
Y respiro su sangre.
Aspiro la arboleda y es de un trago, con borbotones,
pelos de animal y cáscaras de fruta descompuesta.
Cosas que fueron otras se deshacen en el plateado de la
noche.
Son estrellas podridas que acunan con aullidos, con un
filo vidrioso y una piedra que duele a cualquier tacto.
Vivo en esa caverna sin paredes.
Entre sus inscripciones lo enmarañado tiene rostro
y los perfumes gozan su fugacidad eterna.
También en la noche de cemento te respiro.
Agua insolente cruza debajo de mi almohada.


VI

El pájaro trogón, capucha negra, cola de
presidiario, deja en el aire este mensaje:
“Y tú no me conoces,
nos amamos,
y yo no te conozco”.


VII


Encopetada la palmera, envanecida sobre un
fango de espuma.
Balbuceo en el agua de estrellas moribundas,
sargazo desteñido,
jactancia pura en cielo amotinado es esta selva,
un Narciso temblando,
duplicado en el río lustrado por la luz.
Ecos de un sueño líquido.


VIII


En la corteza de los árboles, grabo estos
pensamientos:
Cuando sonríes
se suavizan las piedras
que me aprisionan.


IX

(COPÉRNICO)

…una nebulosa que comprende millones de mundos
y la concha segregada por cualquier molusco marino,
desafían la más mínima tentativa de comparación.
A mis ojos, sin embargo, las dos están sometidas
a la misma ley de desarrollo en espiral.

ROGER CAILLOIS


“La selva va bordada en la imaginación” dice el
sacerdote polaco que observa una caligrafía de
palmeras en el firmamento.
Sabe que en cada sueño hay hebras de coraje.
1543. Anota: “Revolución de las esferas”.
Todo gira alrededor del corazón de la selva,
en su respiración, en la corteza de los árboles.

Nicolás palpa las estelas donde los mayas dejaron
saltos de animales y pelambre de escamas.
Tiene cuarenta y siete años el que ve tallas en
guijarros que viajan por el cielo y esqueletos de
fósforo y picos de garceta.
1543. Escribe: “Cada víscera abierta es un interrogante”.

Hay quienes escupen esas manos que describen volutas.
Hay antorchas que observan de reojo las espiras celestes
 y el tiempo allí, pudriéndose a sus anchas.

Teorías sospechadas, inquina contra el que sabe que la
imaginación come deseo.
Todo gira en las hojas que mastica la bestia
del anhelo sin fin.


X


La selva es lo inminente, eso que está por
desencadenarse.
Es lluvia detenida. Espuma a punto de plumaje.
Urgencia.
Estar y devenir en una misma boca.
Lo que se viene. Pronta. Y se va a desatar.
Telegramas que ruedan por el aire.
Mi oficio es recibir eso que vive de anunciarse.
Ser la rama de aquello que no se posa nunca.


XVII

Alguien ha entrado al mar como a una casa,
humaredas de espuma le entorpecen el habla,
lo ciegan,
llenan su corazón de harina negra.
Si el pescador era propiedad de la tierra
el ahogado pertenece al mar,
y es inútil disputarle a las aguas esas verdad
pesada.
Como el rostro del que entró para siempre
al espejo del agua,
en un país que desconoce.
La memoria es a veces como una piedra enorme
en los brazos de un niño.


X


¿Será posible el sur?
¿Será posible
tanta bala perdida al corazón del pueblo,
tanta madre metida en la palabra loca y toda
la memoria en una cárcel?

¿Será posible el sur?
¿Será posible
tanto invierno caído sobre el último rostro de mi
hermano, tanto salario escaso riendo con descaro
en el plato vacío y el verdugo esperando?

Mi territorio de una vez
Gira en la oscuridad de esa pregunta.
¿Será posible el sur?
Si se viese al espejo
¿se reconocería?



EL NIÑO DE LA FOTOGRAFÍA


No hay mucho que hacer en la memoria,
caminar una casa derribada a balazos,
atravesar arañas con palabras,
buscar viejos olores quemados por el viento.
Poco que hacer allí.
Mear en los rincones para espantar las sombras
correr donde no hay nadie.

¿Qué hacer en la memoria?
¿Descansar en un ruido?
¿Ponerse de rodillas ante un gran agujero?


V


¿Y las palabras?
funeral, silencio.
El cielo es una esponja que devora los pájaros.
¿Y las palabras?
Como arrumbadas ellas,
como escombros,
como montón o nada que decir,
como basura humeando.
¿Y las palabras?
Unas: como un altar de clavos.
Otras: como luto en las mangas.
Como rotas de amor y para siempre.
Una bestia emplumada mete su hocico, escarba,
pero ellas arrumbadas como huesos pelados o
nada que decir.
¿Quién arriesgará un ala?
¿Quién meterá su lengua sin temor a una herida?


CORRÍA EL AÑO 1917


Magro, cetrino, casi hierático, me pareció
un árbol deshojado. Su traje era oscuro
como su piel oscura.
Ciro Alegría

Un Santiago de Chuco de labios apretados lo ve
pasar y dice: como si la victoria y la derrota
comieran de su plato y dice: como un hueso
escarbando en el habla de nadie, ¿y tanto así?

Pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán
un globo sin su niño un ala que saluda las tardes
son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el polvo
de las demoliciones.

Como si la victoria (se lo dije) como si la
derrota (¿no le digo?) comieran de su plato y
él escupiera el plato porque un dedo de sangre
va abriéndole los ojos porque hay un aguacero
que se lo lleva todo.

Pasa el maestro de escuela por las calles vacías.
Una mano cortada lo lleva de la mano.


PENA DE MUERTE


Rostros que yo extravié, ¡nunca reposen!
Ámense en la ceniza, enrólense en la ira,
ofrezcan recompensa, exijan mi cabeza,
maldigan a mis hijos a y a los hijos de ellos.
Subrepticiamente dejen una bala en mi plato,
debajo de mi almohada, entre fotografías.
Navaja y gran coraje en su oración de sangre,
pero nunca reposen.
Yo los rocé en un sueño sin querer
y les prometí asuntos, no hay perdón.
Hay que tener paciencia, yo sé que
alguna vez seré sombra de sus sombras,
seré miedo en sus miedos
y habrá látigos duros: la palabra Yasmín.


EL SON


Es tener una playa en los ojos,
es tener una selva en las manos,
es tener un brillo entre los poros
y una sonrisa igual a una tristeza
y músculos como negras raíces,
y dientes como soles heridos,
y Carmichael gritando venceremos,
y asombros como dioses de viento,
y pómulos como tambores,
porque la negra piel es toda aurora
bajo el cálido son que da su sangre,
a la vista del día,
con las manos subidas a las calles
con Ángela y Patrice a la cabeza.


NACIMIENTO
a mi hijo, Roberto Nicolás


En la intimidad de otro cuerpo ha levantado su pequeña tienda.
Kilómetros de arena en su ceguera, pero ninguna estrella.
Aletas que se arrastran en un cielo sin dios,
osamentas de peces lo rodean,
algas que condecoran su cintura.
Y aquellos limosneros que llaman Reyes Magos
intentan confundirlo.
Ofrecen una almohada de piedra para él,
una mordaza,
leche de los mil diablos para él,
pesan su corazón anfibio.

En las redes del vientre posó sus manos inseguras.
Vio pudrirse la carne de su ángel anterior.
No tiene nombre aún y ha soñado su rostro
sumergido en el llanto.

Ha levantado su pequeña tienda en un cielo que ruge
con sus olas de polvo.
Y aquellos limosneros: cada escama una perla,
corales de oro ofrecen.
Pero él avanza, quita
los algodones de las bocas del miedo,
pregunta el paredero de Yazmín,
brinda por mí.
—Hoy no sé nada y viene mi pariente—
¿Cómo he de recibirte Señor de las Tormentas
si no es desnudo, armado hasta los dientes, loco
de vergüenza?

Ahora no pido nada,
cualquier dulce palabra puede ser un insulto,
una canción de cuna puede ser un harapo
porque él ha levantado ya su pequeña tienda.


NOTICIAS DE UNA MUJER

IV

No había un gran saludo
ni un abrazo de quién a no sé dónde
ni siquiera un racimo de palabras había
tan sólo su sonrisa
comitiva de sus labios
pidiendo credenciales a mis ojos
diciendo:
bienvenido señor
en representación de esta mi piel.


X

Los pájaros que construyen la noche,
sueñan con ella,
prolongan sus silencios hasta inventar países
y cuidan de ella como si fuese un ala o una rama.
Los pájaros que construyen la noche,
la brisa de la noche,
la lluvia de la noche,
sueñan con ella.
Porque los gestos de ella,
como pájaros, senos, muslos, bocas, se ponen a volar.
Ella se echa a volar.
En fin,
los pájaros que construyen la noche,
aúllan por ella.


XIV


¿Qué haré con este corazón?
¿Derribarlo a mentiras?
¿Ahogarlo con palabras?
¿Tirárselo a los perros?
¿Serrucharle un peldaño?
¿Olvidarlo en un taxi?
¿Reducirlo a ceniza?
¿Arrojarle las piedras más negras de la noche?
¿Qué haré con este corazón desordenado y triste,
que no responde a nada ni recuerda su nombre
desde aquella emboscada entre tus pechos?


ATTILA JÓZSEF


Attila József espera al tren carguero,
su barba de tres días lo delata,
lo delata un bracero entre sus manos
y un zapato callado lo delata.
Attila József espera al tren carguero
mientras guarda su sombra en la valija
y recuerda a su madre:
"frágil era mi madre. Murió pronto
porque las lavanderas mueren pronto."
Attila, el tren carguero y cuánta hambre
metida entre tus huesos, atada a tu cintura
y Flora lejos, casi inalcanzable
como el perfume a hierba de diciembre.
"En donde yo me acueste está tu cama."
En tu espalda, la tarde deshizo sus colores,
en tanto que el silencio le dibujaba un nudo
a tu sonrisa.
Un obrero, tu hermano, mira un repollo fresco
y tú esperas al simple tren carguero.
El día presiente que vas a construirle
un grito,
un salto,
un ¡Basta para mí!



EL ALTILLO


Casi a nueve peldaños de la muerte
bajo una luz difusa
te desvistes.
Esto no es la cubierta del Kavanos,
esto no se parece al paraíso,
es tan sólo un altillo.

Aquí tus pechos vuelan.
Tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas.

Esto no es
la suite especial del Plaza Hotel
ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto.
Es tan sólo un altillo.
Aquí una vieja cama
pide a gritos ¡socorro!
Aquí no hay vencedores ni vencidos.

Afuera
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo.

Aquí
casi a nueve peldaños de la muerte
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera a despertar.



CASI OTRA BALADA


Vuelvo tarde a la casa
y no te traigo flores,
solamente estas manos después de la rutina
astillas de mis ojos
y una voz oxidada por gritos y tabaco.

Vuelvo tarde a la casa
y no te traigo flores,
solamente este aliento y una mala memoria
que ha olvidado los nombres de las calles
la edad de tu cintura
pagar el alquiler.

Vuelvo tarde a la casa
y no te traigo flores,
sólo un gato nocturno con pasos de borracho,
lo que queda de un hombre
que hasta tu cuerpo llega por un poco de amor,
por una cucharada de silencio.


CANTATA BREVE


Yo no quiero una lágrima como un alud de olvido,
ni un abrazo que diga me voy pero me quedo,
ni una carta extendida para leer en la noche
cuando esté terminada la bufanda celeste.
Pero sí, que regreses a la casa, me esperes en los ojos,
porque sé que están frescas las señales,
huellas de mi cansancio en la camisa,
pedacitos de mi hambre pegados a tus ollas,
y esa costumbre: el sur.
Yo subiré a los hilos del teléfono,
con mi fagot iré bajo el verano,
y en el cabello desordenado de algún niño

y en mi ración de música, estarás.
Me habrán de sorprender:
el viejo puente colgante de Chosica,
el Cerro de la Muerte y San José,
ese pequeño puerto de Tuxpan-Veracruz
y la plaza que llaman Melibea.
Mi cuerpo estará solo en la esterilla

cuando el amanecer en Aguadulce.
Y esta bocina de latón anunciando la cólera, de ese
dios justiciero montado en sus incendios, que en
ráfagas de trigo partió en dos nuestra casa, y que
regresa siempre con su caballo verde, su gorro de
papel, su venda sucia, su tos a cataratas.
Habrá que estar atento,
andar por los andamios de la palabra juntos.
Por eso es que no quiero que la lluvia se mezcle con tus
brazos, doblegue tu cintura en lucha desigual,
invada tu garganta sin el menor respeto,
cuando escribo esta carta donde digo te extraño,
si digo que amanece junto a esas referencias,
donde digo te extraño.
Y un último mensaje en la boca entreabierta del papel.
Esperame en los ojos, pero siempre en las uñas.



ORACIÓN

XIV


El vino es un ángel rojo
caído para siempre en nuestra copa.
Saúl Ibargoyen


En la ciudad del vino,
los arrabales que levantó el odio.
Por lugares así deambula el extranjero.
A ratos mira su pedazo de hembra en una foto
y una memoria roja
se le deshace a gritos en la boca.

Es el vino que hierve sobre los mostradores del olvido,
son callecitas breves de mordaza y navaja,
cicatrices del día que es mejor no tocar.

Todo conduce a un patio donde la luz —disculpen— es escasa.
Bandoneones pintados por Gaeta (1930)

sangran desentonadas palabras de alquitrán.
Y aquella vez el extranjero desconoció al escriba —un servidor—.
Sobre los basurales de la noche, bailó su tango con la muerte.


XIX


En el bar hay quien duela y hasta un vino esperando,
como un hombre rodeado de mesas sin respuestas,
hay un gato que nadie olvidó en una silla,
acaso un empleado que barre, que no canta, que limpia los espejos
donde quizá hubo rostros exagerando historias.
Y las manos que arrojan sus dados de neblina saben
que esto es doler, ¡perderse lejos!
Donde los pescadores buscan una cerveza
entre un rumor que nombra marea roja

y contaminación y trabajo perdido.
Donde siempre es verano
y los turistas piensan en qué gastar dinero y con quién retratarse,
mejor se es un trofeo de este subdesarrollo.
La mujer duerme en la pequeña casa.
Algunos parroquianos cuentan que el mar la está buscando.
El guante del cansancio les tapará la boca.
Las palmeras trabajan para el viento.


UNIVERSO


El poeta, como el cazador pobre, a lo que salga.
Baldomero Fernández Moreno


El domador que mete su cabeza dentro de la boca del león,
¿qué busca?
¿La lástima del público?
¿Qué tenga lástima el león?
¿Busca su propia lástima?
El poeta que arroja su anzuelo en la garganta de la Sordomuda, ¿qué busca?
¿La lástima del público?
¿Qué tenga lástima la Sordomuda?
¿Busca su propia lástima?
Y el público, ¿está loco? ¿por qué aplaude?


DESAPARECIDO I


Hablan y hablan
de aquellos
todo el tiempo.
Sigue de boca en boca la palabra
deshecha.
Hablan y hablan
de aquellos
porque saben
si callan
que ese silencio
sangra.


DESAPARECIDO II


Yo no soy y soy ninguna parte.
Yo no puedo y lo que puedo es nada.
Yo no estoy.
Apenas una sílaba pero en verdad más nada,
un tiempo ayer, ceniza,
viento por todas partes, no entro ni salgo, yo
no digo buenasnoches, no beso, no utilizo sombrero.
Porque jamás y soy ninguna parte.

Se terminó —dijo la vida de un portazo— y yo
no vuelvo y cuando vuelvo quedo a mitad de camino.
No puedo y si pudiera, es casi o menos que eso.
Apenas una fecha en el papel ajado de tus labios.

Allá van las barajas de mano en mano y estos
dados de sangre rodando a la deriva.
Yo sueño, si me sueñan.
Pero a veces, escucho. Hay una voz,
me sabe de memoria.


MECANISMOS


Para entreabrir el árbol
hay que cerrar el viento.
Para entreabrir al sueño
hay que cerrar el día.
Para entreabrir al mundo
hay que cerrar la bomba.
Para entreabrir las manos
hay que cerrar pañuelos.
Para entreabrir el niño
hay que cerrar al hombre.
Para entreabrir al mar
hay que cerrar ciudades.
Para entreabrir la boca
hay que cerrar los ojos.



ELLA


Viene despacio,
entra
tropieza con mi tos,
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parte.
Viene despacio,
ordena mis silencios,
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos.
Viene despacio,
a tender sus manteles de ternura.
Viene despacio,
apenas echa humo para no despertarme.
Se abre paso entre vasos arrojados al día,
retratos de mujeres,
noches de bronca y noches de ginebra.
Viene despacio,
entra,
se arrodilla al borde de mi alma
a juntar los fragmentos de mi risa.
Después se vuela azul como la tarde


CATRINA


Las escobas que barren el reloj son dos locas.
En la esfera que trina suena el temblor tembleque
del tic tac.
Sobre ese camposanto interminable van a sembrar
azúcar y a recoger veneno

Tan vestidas de gala las escobas,
tan flores de trapito aquellas capelinas,
plumas de zopilote, soga de cascabel le enfiesta
el cuello
y por la madriguera de sus ojos escapa el humo
de pájaros quemados .

La pista circular es ese disco
que dura lo que dura una canción.
De catrina en catrina el minutero
me va diciendo:
hola y adiós.

Locas del camposanto las escobas,
no dejan de barrerla testa del ahorcado.
Pulen la luna helada cada noche
y luego se columpian en un árbol de huesos,
graznan, chillan, se embriagan, sus labios de ceniza.

Con aliento a difunto y a cantina
van aquellas escobas, arrastran pies marchitos
al ritmo de un danzón
¡Ay la fregada y su perfume rancio!
¡Ay la esfera pulida y platinada
colgando en el extremo de un rosario de cruces!
Sobre ese camposanto llueve baba de perro.

La pista circular es ese disco
que dura lo que dura una canción.
De catrina en catrina el minutero
me va diciendo:
hola y adiós.


MORIBUNDAJE


“El dolor no se puede matar”
CRISTIAN ALIAGA

La bestia del dolor al centro del lago artificial,
la montaña nevada tras los barrotes blancos de la cama,
sábanas y almidón.
Bajo la piel los dados de marfil se juegan un estar,

moribundeando vamos, tanteos en la oscuridad de un cuerpo propio,

el extranjero de uno mismo.
Se escucha trabajar cerca del lago al pulidor de huesos.
Una radio lejana da noticias

de una guerra que termina y empieza cada día.

Al que agoniza le dan de comer en la frente,
le dan de vivir en la boca,
le dan de soñar en el pecho,
le dan de pensar en la sombra.

El lago artificial va sin arrugas,
ignorante de los colores, sin el latido de una sola hoja,
sin el chasquido de una garza.
Sólo el afligido va de aquí para aquí
con su pregunta incrustada
en los ojos.
Pero el dolor no hace tratos con nadie.
Y aunque no duela siempre, siempre duele.
Las palabras, las ganas están hechas de aire,
ese polvo de oro
fugado de los bolsillos rotos del cuerpo,

Y le dan de comer en la frente,
de vivir en la boca,
de soñar en el pecho,
de pensar en la sombra.

Hacer de tripa, corazón; de hueso corazón;
de almita, corazón.

Pero ¿y de corazón?, ¿una coraza?, ¿un pájaro de
sangre?
Alguien se vuelve anónimo envuelto en su sí mismo.
La bestia del dolor al centro del lago artificial,

la montaña nevada tras los barrotes blancos de la cama,
el almidón, las sábanas, los dados de marfil, moribundaje.
Aspirar, exhalar, armar con pedacitos de nada una enorme
paciencia de dientes apretados.
Y el deseo con mordaza en el paisaje de los frascos,
el lago artificial, el náufrago aferrado a una astilla de luz,
de puntillas de pie sobre las fauces del vacío.

Y le vuelven a dar de comer en la frente,
y de nuevo le dan de vivir la boca,
y otra vez de soñar en el pecho,
y de nuevo le dan de pensar en la sombra.
No hay quien le ponga el cascabel al gato.



REGRESO


No en balde la mariposa se posa
ociosa en tu mano,
no en vano tu mano, ahora sí,
vuelta rosa,
se torna instante,
se torna eternidad,
y el tiempo que inventamos
engañando al viento
se deshace en las alas,
se deshace en las líneas
y en los montes.
No en vano, no en balde,
no en las ancas del aire,
el poema se esfuma
para la otra orilla, atávica,
de nuestra unión con el Cosmos.



LA NIÑA DE LA MALLA ROJA


El cuerpo de la niña de la malla roja gira en la rueda de madera.
Va maniatado en ese disco, como si formase parte de su ser
y el movimiento se hiciese uno con su respiración.
Ningunos de los espectadores boquiabiertos
y con el corazón detenido por el riesgo del acto, sospecha que la niña,
en lugar de girar al ritmo que le impone la rueda, está volando.
Tampoco les ha dado a pensar
si detrás del antifaz de lentejuelas sus ojos lagrimean,
sonríen o van envueltos en un sueño.
Menos se les ocurriría que en este mismo instante
está abriendo los ojos
para ver lo que da vueltas a su alrededor:
un elefante de cabeza,
la carpa multicolor borracha, los globos que desciende
y el payaso a los tumbos. El mundo tal cual es,
patas arriba.
La niña de la malla roja gira en la rueda de madera
a gran velocidad; el cuerpo atado, las manos
y los pies sujetos con correas de cuero. El cuello igual.
El hombre de la capa negra elige sus cuchillos
ordenadamente dispuestos sobre un paño azul,
en la pequeña mesa de madera.
Acaricia el filo para cerciorarse de su poder devastador,
toca la punta con su índice enguantado.
Su ayudante le acerca un abanico de puñales,
él cierra un ojo y toma puntería; los arroja sin pausa,
vertiginosamente, pero ninguno da en el blanco.
La gente aúlla, aplaude,
ovaciona de pie al hombre que ha errado cada tiro.
Tras saludar mintiendo una sonrisa,
el hombre de la capa negra
que mastica una rabia profunda y macerada,
abandona la pista.
El elefante deja la alfombra de aserrín.
El payaso borra su gran boca pintada.
El público deja lentamente la carpa.
Nadie aplaude a la niña de la malla roja
que en su volar en círculos eludió una vez más
los lances de la muerte.



ENGARCE


a Silvio Rodríguez


La mano que lleva a un niño de la mano,
lleva una llave
enciende el fuego al tacto, un sueño
y una noche que niega la hondonada,
una en la otra se aprende a caminar,
a respirar.
Y va enlazada a un ramo.
La mano que ha plantado una mano
en la suya siente hundirse
un aliento en el agua del día,
da confianza de
manos abrazadas,
como el lugar donde se abre lo por decir,
lo por llegar.
Y el que conduce es conducido.
La mano que lleva a un niño de la mano
da un cuenco un viento en ese cuenco
y un viaje en ese viento
Donde estallan banderas de colores y
bestias fabulosas comparten un camino
que comienza en un sitio de manos abrazadas.
La mano que lleva un niño de la mano
fue a la cita en un lugar
de robustas memorias
donde la mano que traga saliva era
recuperada de la soledad.
Una en la otra.
La mano que lleva a un niño de la mano
no retrocede nunca.


CANCIÓN PARA EL SOMBRERO DE SAM

El sombrero de Sam, muchacho de carbón,
el sombrero de paja de Sam vuela al sur
con catorce agujeros,
para que alguien lo llene de algodón,
y lo laman dos perros y el verano.
El sombrero de Sam
vuela al barrio de Harlem,
para caer en medio del asfalto
donde los niños bailan
al compás de sus palmas.
El sombrero de Sam
caerá en los hilos del teléfono,
rodará entre los árboles.
Vuela al sur el sombrero
con catorce agujeros.



MUJER


De no sólo tu piel vive el hombre, mujer,
de no sólo rus manos vive el hombre.
De no sólo rus piernas vive el hombre, mujer.
Pero de codo eso más el hijo
salgo a vivir
armado hasta los dientes con tu luz
De no sólo tu sombra vive el hombre, mujer,
de no sólo tu aliento vive el hombre.
Pero de codo eso más la noche
mi corazón transpira sueños
y hablo en voz alca de las cosas simples.
De no sólo tus ojos vive el hombre, mujer,
de no sólo tu boca o de tu cuello.
Pero con codo eso más tu risa,
salgo con mi guitarra a hacer señales
para avivar el fuego de tus nombres.
De no sólo tu llanto vive el hombre, mujer,
de siquiera de la moneda tibia de tu abrazo.
Pero por codo eso más el viento
sueño que vas descalza por mi sangre.
De no sólo tus brazos, de no sólo rus hombros.
Pero con todo eso más el vino
construyo la canción que llevo bajo el brazo
de sur a vos, de otoño a cada día.
De no sólo su vientre vive el hombre, mujer,
de no sólo su cintura desnuda.
Pero eso más el sol a veces basta.
Pero eso sin el sol me sobra a veces



SUCESO IV

No había un gran saludo
Ni un abrazo de quién a no sé dónde
Ni siquiera un racimo de palabras había
Tan sólo una sonrisa
La comitiva de sus labios
Pidiendo credenciales a mis ojos
Diciendo:
Bienvenido señor,
En representación de ésta, mi piel



SUCESO VII

Los grandes titulares de los diarios
no hablan de ella.
J.B. Mc Millan, en sus discursos tan extensos
no se refiere a ella.
Mi río, el mago, el zapatero, el que conoce
a fondo las estrellas,
nunca la mencionó.
Sin embargo, ella sale a la calle
y desordena el mundo con sus pechos



CANCION

Ese corazón cabía en un zapato
y era abierto como un cuaderno abierto,
con garabatos restas y sustantivos propios.
Por ese corazón es que yo canto.
Ese corazón subía los techos a besar goteras,
después creció y aunque pasó de grado
no tuvo bicicleta ni entradas para el circo.
Por ese corazón es que yo canto.

Ese corazón golpeaba fiero en las camisas
tendidas en las sogas de los patios
y apuntó con canciones de esperanza.
Por ese corazón es que yo canto.

Ese corazón subía los techos.
Ese corazón cabía en un zapato.
Ese corazón estaba abierto, incluso,
sábados y domingos y feriados.



COMENTARIO XI


Si te contara de mis ruidos
descubrirías el mundo o un pañuelo.
Pero fuese uno u otro,
sería una canción para doler
como un olvido.
Si te contara de mis ojos,
alertarías sobre mis intenciones
a pájaros extraños.
les dirías que busco
una mancha de paz para este día.
Si te contara de mis manos,
te asombrarías con el pan y entonces
los dos aprenderíamos
escuchando la lluvia.
Y si te hablara de tu pena
quizá me ayudarías.


PREGUNTA



Dentro de una lágrima suya

¿puede caber mi nombre, todavía?


ESPEJITO DE MANO

Mírate bien, hoy eres
una cara de trapo al fondo del aljibe,
un perfil oxidado que ondea bajo el agua.
Te advertí, te lo dije,
el espejo, ese imbécil, compra muebles usados
y trabaja en el rostro con cuchillos sin filo.

Mírate bien, hoy somos
el ladrido del viento, te advertí, te lo dije,
es un sepulturero que cobra como artista.
Seguro ya te olió.
Su corazón helado
vende casas de polvo en los despeñaderos.
Mírate bien, hoy eres
un hospicio, un extraño,
reverso de una imagen que se repite y dice :
uno de los dos está muerto.





JORGE BOCCANERA V


AGUA ESPESA


Tus poros navegaron en mi sed
y no hubo rincón donde la piel y la lengua
juntas no visitaran el delirio.
Fuiste liviana,
compás de ausencia,
desnudez que apretó toda amargura.
¿Y dónde esta lágrima de semen
te inunda y te reclama?
¿Y qué hacías, qué destrenzabas
cuando el vaho?

¿Qué soledad
trizaba el canto en media lluvia?
¿Y por qué hoy comienza en el grito mi caricia,
si desde el agua espesa del amor
tan solo mi dolor en ti dejé?


ESPERA


A Natalia,
desde cuando te esperábamos,
porque ya venías.
Es pasajero el desayuno
cuando tu vientre
va llenando todos los rincones.
Sin queja,
hemos dispuesto los manteles, el vaso,
el tenedor interrogante y la tibieza.
(Me diste las manos
detrás de cacerolas insondables
y bajo las sábanas
bebimos de nuevo el chorro feliz de nuestros besos).
Hablando incongruencias que la piel no desdeña.
Ya cercanos.

Montañas en oleaje
vienen a la ventana sobre el aire.
Y la espera se agrieta de mantillas,
de dulces buenos días para crecer
y ser amigos
y niños
casi dioses,
asustados,
alegres,
casi un pan necesario
mientras ha empezado a llover en las afueras.
Es cercana la dicha de la espera.
La cuna sin color no aguarda más;
la calle y su octubre de charquitos,
la vieja pulpería que se empobrece
más y más.
Y te has vuelto cercana,
tejedora del tiempo,
expectante sutil de la mañana.
Y ya conmigo
habremos de saltar los sitios solos,
habremos de crecer como los niños,
más abajo quizás.


FÁBULA VI


Cuando llegues a la última hoja
del húmedo bosque,
y estés sola cotigo
y el temblor del rocío,
y ante la tensa pulsación de estrellas
que el colibrí bate al libar
con su aguijón de sed;
y cuando extasíes los claroscuros
y mezcles tu palabra con pinceles y ensueños,
cuando tus pies mojados
hollen los verdes que ya sueñan,
los charcos del olvido, la garúa indolente;
cuando dejes tu boca por el aire,
tu pálpito en el viento,
tus ojos de cervatillo en el vuelo
de guacamayas,
o en el brinco de las ranas azules,
naranjas que perdimos.
Cuando los congos hoscos
hagan su desfile en las ramas
y pongas los oídos en su sangre que aúlla,
y las mariposas intenten regresar
a sus capullos
de tanto embelesar al mundo.
Cuando los pájaros paraguas
convoquen a sus hembras.
Cuando de tanto zaherir el alma
de verdores aún ciertos
te contraigas y ovilles,
semidesnuda,
azorada,
recuerda que en esta ciudad te espera
abatido por prisas,
poeta de cabecera, camarada,
quien quiere beber de tus pocitos hondos
todo el bosque que traigas del camino.


HISTORIA


Soltada golondrina,
¿dónde pretendes sujetarte?

No hay puñal más agudo
que la pura mirada,
deshecha en un cajón inoportuno
Veníamos así: con los más largos años
donde el viento era ajeno, ajena
la palabra,
enfrentándonos en formas incorrectas
a la niebla.
Cada árbol fingía en su lugar,
y solo a renacer nos oponíamos.
Ventanales de pronto abrimos en la herida.
No pudo caber sino, en primera instancia,
ese miedo terrible de encontrarnos,
de ovillarnos de nuevo en las raíces,
replegados y absurdos en los muros
pues tu pañuelo rojo ya no era guerrillero.
¡Allí donde corrimos bajo la lluvia
traspasando fronteras y gritando de júbilo,
con los besos más besos de tu boca!

–TÚ eras la tempestad, dijo un amigo,
huracanada sangre conmoviendo,
y ese lecho eras tú
y tus manos cavando entre mi piel.
Éramos la furia, espantada de sí,
desbocada entre calles,
(los apenas caminos de Santa Ana),
hundida para siempre en agua turbulenta.
Fuiste la herida y la mejor estrella
para untar con tus luces nuestras llagas,
y yo sané a costa de tu herida
y ensanchó mi dolor tu regocijo.
¿Dónde pasión nos arrastró
y fuimos posesivos, absolutos
y después omitidos y lejanos?

Hemos venido ahora
con los años más largos,
el dolor estirado tornándose cansancio:
Lo primero aprendido fue a mirarnos,
con los ojos posibles del encuentro.
¡Ah, la amistad,
esta especie de estigma incontrolado!
Fue de nuevo aquel aire
leve, impreciso, con mi voz en tu sangre.
Y el Poema de Roque, de la facultad,
en donde en una sola habitación del tedio
quedaba despoblado el denso miedo
para que entraras con todos los espacios
en mis poros.
El poder del recuerdo–¿lo recuerdas?–
cuanto más niños, es mayor.

Ese miedo terrible
de mirarnos, proponernos,
temblar lanzando al aire tempestades,
pequeñas golondrinas

¿Dónde saltar sino a la libertad
del vuelo y del abrazo,
al fondo donde amamos, amistamos,
donde siempre tuvimos los meses más intensos ,
más locos e insalvables?
¿Dónde sino el transcurso de mi boca en tu cuerpo,
la posibilidad de enraizarnos
sin herirnos
con la simpleza de la noche al desplazar el día,
de la flor que al nacer tensó los pétalos?
Ahora,
en medio del lecho que alquilamos
está la lluvia
y entre la lluvia vaga una hilacha de niebla
que no muere.


HISTORIAS FEBRILES POSDATA AZUL DE LAS MENTIRAS


Ay! barco, no te tiemblen los costados,
que llevas una herida. G.Mistral


HISTORIAS FEBRILES


Febril aventura es mi palabra, lo sé,
trastocada en las lunas
ahora moribundas,
porque me niegas
el afán de soñar y soñar con tus milagros.
Febril aventura este beso,
quizá imaginado, nunca proscrito
desde la pantalla que nos hermanaba.
No sé quien se atreve a manchar mi corazón.
hecho de las altísimas espumas
para que tú también cantaras
bajo las lluvias
que apenas entrevés entre la niebla.
Yo me sobrepuse a tu lento desamor.
Yo ya no olvido;
no puedes arrebatarme esta terca
memoria de señales.
Los que saben de besos a escondidas
no pueden condenar mi poesía
que sólo sabe mentir con tu permiso.
Estas febriles historias yo las inventé
y por eso duelen como bandadas ciertas:
no he dicho más que estas orillas
tribales del poema;
tú cambiaste la almohada
por una piedra negra
que alguien te invitó a cargar en el camino.
Yo no la puse allí.
Yo para ti estaba cantando:
era ese otro amor a tus costados
no rendido, sí prudente, incapaz de manchar
tu rebozo de bermejos cristales
entre la noche.
Fui tu mal amigo, pero todas mis palabras
las encendí en el secreto de esta luz
mortecina de distancias.
Ahora vete, ya me hundiste tu tacón terrible.
Ya puedes vanagloriarte de haberme pisoteado.


INVOCACIÓN


Agregar un poema aquí,
cuando la llama azul se suspende
sobre la roja sensación cardial
que nos hermana.
Agregarlo aquí,
cuando el corazón puede ser la invocación
apasionada
de la forma,
cuando las caderas pueden resucitar
la nueva luz del abismo que nos hace,
cuando un día no es solo la jornada
para el amor
sino la esencia de todos los almanaques
que convocamos.
Aprender que es necesario el silabario
que puso beso en mitad de la flor,
el calendario que puso abrazo en la palabra,
la bitácora que inundó de caricia
esta parte del mundo que a sí misma
se llama POESÍA. 



REFLEXIÓN SOBRE MI PADRE


Mi padre a tono con las circunstancias, circunspecto,
defiende su recuerdo a capa y espada: quizá le quede
deambular sin Ella ante la noche lentísima,
y nosotros solo seamos el anuncio de neón
o la llave solidaria que la sangre asume.


QUIZÁS ESTE ES EL NÚMERO REDONDO


Quizás este es el número redondo
que esperábamos,
tu nombre diciéndose a solas,
a mordiscos en la alcoba de la soledad.
Pero quizá se confirma una vea más
esta tristeza que exhibo entre la gente
y que entre todos logra risas,
parajes de elocuencia,
aplausos o reproches,
bofetadas de la niebla.
Tanta cercanía
y no hay una caricia siquiera
que borre tus ríos de mi piel.
Sólo queda esta ventana
donde después los sueños todavía atónitos
se rindieran profiriendo un adiós en la noche.
Anatema de sed y sal
es sentir que te abandono
y me abandonas,
luna aterida de mi amor.
¿Es este signo tu nombre o el número
para ser esta ciudad y su tristeza
y su luvia y las líneas amarillas
que se desbandan de las carreteras
y los lazos, los linces de tu piel,
los lagos de tus ojos de gacela,
la lujuria, luciérnaga distante,
la lenta lámpara
gastada de llamarte,
o ese número par,
o tu nombre que vuelve
en nombre de tu piel
o que se aleja?


POSTULADOS DEL SUEÑO


Aquí estoy, del etereo
bostezo.
Aquí donde puedes arraigarte a una silla,
a un cuaderno, a un estornudo.

Aquí estoy, deletreo,
soy la mirada, la aspiración del mar,
la coyunda atándome a un invierno,
al averno, a la pereza.

Lo que tú lees o dormitas
tiene un sentido solo con la soledad.
Cubres la entrepierna: queda tu enagua de jean,
el ying y el yang o la única esperanza,
el doblez de la noche que se aviene
esperando, el libro, el móvil,
la naranja solícita sobre la mesa extraña.

Aquí.

Mírenme latir de tan despacio,
desconectado de todo:
no sé si al dormir vuelvo a ser
este que se escribe,
el que se inscribe,
el que te lee leyéndome,
leyéndose a sí mismo en estas notas.
Aquí. click. 



II


Solo tengo el espacio de tu beso soñándome.
No me despiertes con las manos frías.

Pero sí,
hazme el amor
con tu cabalgancia de piel
sobre mi insomnio,
sobre este árbol erguido
hazme el amor y no la guerra,
o ambas quizá cuando te alcance, noche.
(Te pintaste los labios,
guardaste el bolso pleno
en tu hombro izquierdo
y te fuiste nadando en una bruma).

Ahora, ¿quién atará los cordones de mi soledad?
¿Quién?

¿Quién?
¿Vendrás tú o vos o ella o la que ya se fue?
¿Quién pondrá los botones
en el ojal
desmadejado del olvido?
¿Quién ha de venir sino tu gracia caminando?
Tan inefable,
tan insalvable de tu propia poesía,
como mi carne a destiempo deseándote,
preguntándote:
¿por qué no vienes y me vuelves pájaro,
herida, saltimbanqui, nocturnidad,
tránsfuga para tu sed de asombro o caminante?


EL SON


Es tener una playa en los ojos,
es tener una selva en las manos,
es tener un brillo entre los poros
y una sonrisa igual a una tristeza,
y músculos como negras raíces,
y dientes como soles heridos,
y manos como palmas golpeando,
y carmichael gritando venceremos,
y asombros como dioses de viento,
y pómulos como tambores,
porque la negra piel es toda aurora
bajo el cálido son que da su sangre,
a la vista del día,
con las manos subidas a las calles
con ángela y patrice a la cabeza.


EL MALECÓN


Claro que desde aquí
todo se ve más claro. Y
el panorama es amplio como mujer abierta.
Donde apuntan, los ojos un desierto de espuma, y
un malecón golpeado por temblores antiguos.
Ningún otro rastro sino el tuyo,
ninguna canción fuera del viento,
luego estamos en paz.

El mar comienza verde
pero termina rojo.
Esto suele ocurrir siempre a esta hora
en este mes de julio en Miraflores,
este es el mar donde arrojo tu nombre
con un terrón de azúcar al café,
una sola palabra contra tanta marea,
contra todo naufragio
sólo eso.

A mi espalda
el mar desata un ruido de cuchillos.
Pequeños dedos de agua
se arrastran fatigosos hasta alcanzar la orilla,
una que otra pareja,
huellas de perro y botellas vacías de cerveza.

Esto es el mar a esta hora
en este mes de julio en Miraflores,
donde todo es más claro
el mar termina rojo y
una sola gaviota defiende al horizonte,
luego
estamos en paz.


EL HERMOSO CAZADOR FRENTE AL BEBEDERO CELESTE
PARA LOS PÁJAROS SIN CORAZÓN HUIDOBRO


Ha oscurecido en el poema,
se hace difícil avanzar,
llueve torrencialmente
sobre mi sombrero de paja,
la vieja máquina de escribir
rechina en cada curva,
amenaza volcar,
hay sirenas y gritos y ruidos de motores
que avanzan, retroceden,
acelero un lenguaje difícil de entender,
juro que no he tomado ni una gota.
Una mano apura los gestos de la muerte.
Una esfera de llanto rueda por la avenida principal
o directrices del poema,
la hoja es de cemento liso,
los faros que vienen en dirección contraria la atraviesan.
Son teorías opuestas,
discusiones antiguas,
¿Acaso la palabra piedra puede más que al apalabra
vidrio?
Unos infortunados intentan autostop
¡la lluvia quebrará esos rostros!
(Si uno pudiera subir al texto sus animales preferidos
otro cantar sería).

Ha oscurecido en este mes y acelero,
acelero,
es una pesadilla,
tengo miedo,
es de noche.
Donde espera tu nombre siempre habrá
una mancha de aceite en medio del poema.


EL EXTRANJERO DOS


Ojos de aullar,
mirada de mugido
y lengua errante en boca del ahogado.
¿A eso vine?
Mi reclamo es humilde:
encontrar sed de tigre en boca de la niña y hambre
de halcón en esa sed.
Pero calzo estos días que nunca dejan huella
y me visto de oscuros animales que se muerden la cola
y hablo con preguntas que hacen nido en la asfixia.
Me acercó este deseo:
que ella me regalara jardines para el dónde,
me entregara paciencia para el cuándo,
pero su simple cifra no se puede decir,
apenas atisbo de nombrarla me deja entre las manos
sombra de dos lugares.
Los espejos vomitan siempre un bocado más de lo que fui.
Regresé del exilio, volví a ninguna parte.
De: Bestias en un hotel de paso




EL CALLADO


A Juan Gelman

Le advirtieron que hablara. Lo intimaron. Dijo:
Lo que callo es de arena.
Lo que yo nunca digo es un aroma que ha podido tatuarme.
Sin mucho esfuerzo puedo callar una estación entera, un
modo de nevar.
Mi boca guarda el humo de un disparo en una noche de 1976.
Soy un hombre que vive de callar.
Espesuras de ciego que lamen los recuerdos
Me visita mi padre (una foto movida le cubre el esqueleto).
Callo un tren enredado en las líneas de una mano que estuvo
entre las mías. Bandadas callo.
La procesión de San Silverio reflejada en el agua, sus botes
de colores.

Afilaron cisaña, chamuscaron su sombra en las paredes.
Y él les dijo:
Callo algún bar, algún cielo de espuma, ojos de marineros en
bandejas plateadas para los muslos de la vitrolera, única tierra firme.
Lo que yo nunca digo es una noche, ese terrón despedazado a
besos, y un tigre de bengala alrededor d eun cofre y en el confre:
comparsa en Bahía Blanca, una carroza hundida en salitrales.
Es un aceite hirviendo que callo.
Es un hijo que recorre saltando las piedras de mi voz.
Muchas horas del día paso en eso.


Dale que dale.
Es un color que si lo miro es otro.
Lo amenazaron fiero, lo maltrataron, dijo:
Yo no cierro la boca, yo callo cada brazo, cierro
el pelo, las uñas, disuelto estoy en la respiración de
alguna madre.
Al silencio hay que hacerlo, acunarlo, vestirlo.
En una soga gruesa cuelgo la ropa limpia, voces de una
una mujer nacida en Drinicí.
Para sobrevivirla callo una selva entera.
Busco aullidos de mono en caracoles, una perla enterrada
en un ají.
A ratos logro que me pierda el tiempo.
Cuando alguien calla, el mundo se divide: es éste y otro,
se hace dos para siempre.

En la radio hay un himno de orines y una noche de trapo.
Le dieron otra chance, la última. Él les dijo:
Fabrico lo que callo: huesos de algún perfume, una
almohada de polvo.
Con metales secretos elaboro una tela, fina, suave
(la voz de Brillie Hollliday en "Tenderly")
No es memoria. Tampoco es omisión. Yo no sabría explicarlo.
No es mutismo, no es eso. Es un cuento que empieza en el final.

Lo que yo nunca digo son cuatrocientos indios mirando
la cabeza del jefe Lloriqueo clavada en una estaca.
Lo que callo y olvido me habita de otro modo.
Escucho la caldera: la nostalgia trabaja, las mandíbulas,
las lágrimas trabajan, el turbión, los zapatos crepitan
y cada espejo dinamita un rostro.

Ahora lo que se dice, no vale una palabra de
todas la que él calla.
El suelo está en el suelo, el hombre está en el hombre.
Agujeros que se comen el aire recuerdan una cara que se tragó la cara.
Le advirtieron y dijo: "lo que callo es de sangre".




EL ALTILLO


Casi a nueva peldaños de la muerte
bajo una luz difusa
te desvestís
esta no es la cubierta del Kabanos
esto no se parece al paraíso
es tan solo un altillo.
aquí tus pechos vuelan
tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas
esto no es
la suitte especial del plaza hotel
ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto
es tan solo un altillo
aquí tu pelo emerge de la noche
y es bandera de mimbre
aquí una vieja cama pide a gritos
¡socorro!
aquí no hay vencedores ni vencidos
afuera
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo aquí
casi a nueve peldaños de la muerte
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera de despertar.


EJERCICIO


Dar en el blanco: bien.
Acertar, atinar, justo en el centro: bien.
Entre una ceja y otra.
Hacer centro: bien, bien.
Dar en el clavo, restallar,
pero con un muñón.



CUADERNO DEL SUICIDA


Mis pies parecen palas.
Y mi lengua y mis manos tienen forma de palas.
Si me viese al espejo vería solo
una pala.
Todo lo que yo haga
tendrá forma de fosa.
Polvo para morder
Amargord, Madrid, 2008



CON MI COSTUMBRE DE DEJAR LA NUCA EN CUALQUIER PARTE


Viene despacio
entra
tropieza con mi tos
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parteviene despacio
ordena mis silencios
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos
viene despacio
a tender sus manteles de ternura
viene despacio
apenas hecha humo para no despertarme
se abre paso entre vasos arrojados al día
retratos de mujeres
noches de bronca y noches de ginebra
viene despacio
con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles
viene despacio
entra
se arrodilla al borde de mi alma
y junta los fragmentos de mi risa
después se vuela azul como la tarde.


COMENTARIOS


Dos niños que se miran,
interrumpen el mundo.



COMENTARIO XII


por amor a mi fe y a la vida que viene
canto la poesía de mis compañeros.
Martín Micharvegas

Dejo constancia aquí sobre la mesa
de café generales y blasfemias
que he sido útil inútil justo injusto
valiente con mis miedos y he tenido
como cualquier mortal hambre y bacterias
deseos de una mujer de buenos muslos
que quede claro que yo he sido amigo
y hombre de furia-sobre todo eso-
y que gustaba de los días de marzo
de sus tardes de sol y viceversa
y que he bebido y festejado el canto
por la esperanza con mis compañeros.



COMENTARIO III


de: La comida pobre (Aguafuerte, 1904)
Sentados en un mismo lado de la mesa
Pedro tomaba a Nora por el hombro
escuchaban la lluvia lamiendo los rincones
pero no se miraban
mirarse era pensar tenemos hambre.


COMENTARIO II


Y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego
Juan Gelman
El mecánico está en los planes del ingeniero
que figura en los planes del mago
quien a su vez está en los planes del sacerdote
que está en los planes del fabricante de caramelos ácidos
que figura en los planes del mago
que está en los planes del martillero público 

pero los poetas no figuran en los planes de nadie. 


BESTIAS


Como un aullido el corazón,
como un grito que piensa y que se aturde de su propia
ignorancia.
Todas las palabras caben en ese gesto.
(El aullido de un mono, por ejemplo).
Cada día, cada hora, se descuelga del sueño
y se arroja al vacío.
Se muere y resucita,
en un juego que nunca me tocó decidir.
Condenado a ser apenas una sombra en medio de su afán,
escucho su respiración bajo mi ropa.
Ronca como la selva a medianoche.

Un extraño, un aullido enterrado en mi cuerpo.
Lo he visto dibujado en las hojas de un libro.
Se llama corazón.
Nos vamos pareciendo poco a poco:
yo no tengo diez dedos en las manos,
él a veces camina como yo.


AVENTURAS


Sordomuda,
vivimos maniatados espalda con espalda
y alguien rasga la tienda donde estás prisionera:
lengüita azul no vayas a llorar,
afuera los caballos resoplan intranquilos
y hay varios centinelas para una sola piedra.

Remo de mi canoa, mensajera, tu lengua brilla
junto al fuego cuando estamos espalda con espalda.
No vayas a hacer ruido,
hay jirones de tedio en los arbustos,
cantimploras vacías.

Loca de amordazada, emperrada, cautiva,
hay clavos oxidados en tu lengua, hay soldados de plomo.
Los he visto acampar y procurarse leña,
he visto sus cabezas rapadas, sus uniformes sucios.

Cada noche soñamos que un caballo de vidrio muerde las ataduras,
pero amanece y vamos espalda con espalda.


ARTE POÉTICA


He tratado de dibujar un niño en la corteza de los árboles,
y de ocultar las ramas entre las páginas de un sueño.
Y he mezclado los cielos a la sombra de un hijo, 

a la sombra de un árbol, a la sombra de un libro.

He tratado de barajar los pocos cielos míos.
De plantar una lengua en la tierra del sueño
y escribir con la mano del deseo ese libro
que mañana hablará como un hijo.

Sin dejar de girar con un vino en el aire.
Por el hijo de oro, por el libro de espadas,
por el árbol de sangre.


ABAJO EL VIENTO JUNTA RESTOS DEL UNIVERSO


XXIV
Ni crece, ni se expande la selva.
Nunca se multiplica.
Nunca asciende la selva,
vive de imaginar al tiempo.
Todo el tiempo.

XLIV



El colibrí garganta brillante, dice:
«El color blanco es una selva que nadie sueña».
La ranita dorada dice: «Siempre estamos despiertos».
Las aves del pantano dicen:
«Los opuestos se envían cartas rotas,
se dedican linternas herrumbradas,
se buscan para decirse adiós».
El pájaro sombra dice: «Para juntarse los amantes,
uno de los dos muere».
Los cuervos de voz áspera, dicen:
«El árbol del aullido da corazones rojos».
El zopilote rey –blanco y mudo-
piensa mientras planea sobre los hormigueros gigantes:
«Lo que no es selva es pobre mundo».
Luego, todos se callan.
Nieva.


XXVI SAN JOSÉ


Pero si quieres ven a mi ciudad,
repitamos el camino de la tarde
que nos vio usufructuando los minutos,
devolvamos febrero a los febreros,
fundemos tu apartamentito
bajo lluvias de mayo y cafetal;
ríete conmigo en el andén soleado
donde ya no hay trenes,
en los mercados pobres
de sandías abiertas,
o en los parcos espacios del CENAC.
En las calles sinuosas del concreto sumido,
subamos a la periférica,
vamos a correr en La Sabana
dejando olvidados los tobillos viejos,
vamos a besarnos bajo el tolde de un árbol
guanacaste.
En mi aldea de Teatro Nacional
huyamos de las gentes
buscando en los contornos montañeros
refugios de riachuelo,
poemas del adiós vencido,
frondas para que el beso sea en presente,
cielos para el abrazo azul
que nos debemos.
Y si después de probar las lunas en menguante,
la desnudez de la llena sobre los tejados,
y el orgasmo de Selene soñando
en su quimera siempre,
resulta que te vas
por callejones sin salida
y no regresas,
ni requieres ya más
a este poeta a domicilio,
entonces condéname a ser
solamente estas cartas;
también la distancia tiene goznes
y delirios que se abren
como las azucenas
que te llevaste fecunda de mis besos.


XXIII NO SE VAN AL MAR


No se van al mar,
anochecen con uno.
No se zurcen como calcetines,
son como gatos enquistados
en el rincón del enfermo,
son heridas a medio cicatrizar
que de pronto se reabren,
y nos hablan purulentas.
Nunca terminan de restañar
el espacio para el beso,
se quedan y no cesan su perdón de olvido.
Quisiera decirte de nuevo que lo intentes.
Decirte lo feliz
que intentes tanto cielo
aún sin mí.
Soy este mal amigo,
avivo tu dolor con mi osadía:
envío estos poemas
para que surquen tu mirada,
repito las palabras, pequeñas que me diste.
Te digo que el dolor no se desecha.
Pero compréndeme:
sólo tuve quince días para que me amases,
y más lejanía,
y más inconcluso el ayer,
y el beso que te envío
está al otro costado de la arena,
y no te llega.
Más allá de la sal
que el mar empuja,
mis navíos se queman,
mi soledad te aclama.
Mas ya lo advierto:
estoy hecho de un sueño
que no fue el mismo entre tu piel.
No se van al mar
nuestros dolores,
sólo anochecen con la almohada,
lúbricos.


XXI NO ES CIERTO LA TARDE MURIÓ


No es cierto.
La tarde murió,
yo la vi latir bajo el olvido,
llevarse tus aromas
y dejarlos prendidos a los sauces.
Escucho nuestra estación,
bajo el farol de mi calle;
la tarde ya murió
y mi soledad aún sigue vigente.
No es cierto que la vieron
jugando a la rayuela en las esquinas.
La tarde es un camino
que gastamos
de tanto pisar con sus distancias,
con el pie izquierdo.
Y el corazón arrinconado.
Sólo es cierta su muerte irrepetible;
la noche no es su secuencial demencia;
es sólo otra puerta para la memoria,
otra carretera para transigir
en pos de la tristeza.
No es cierto.

Esta ya no es la tarde
ni la noche
ni la primera luz de la aurora.
Es solo un hilo de soledad
que sangra en la ventana.


XX ASPIRO TU OLOR DE MUJER


Soy el junco azorado que llega a tus orillas
Carlos Fco.

Monge
Aspiro tu olor de mujer
recién bañada;
traes todas las flores invisibles
saltando de los poros,
rosa, sándalo,
violetas maceradas, azucenas,
tulipanes, y reinas en la noche.
Todo está en equilibrio
bajo tu bata encendida.
Sacudes el agua de tus cabellos rojizos,
friccionas tu cuello
con la mano que sueña;
yo estoy hurgando
tus rincones suavísimos,
después de estos versos a ciegas
hacemos el amor una vez más,
luego tomamos este café chorreado;
y partirás después,
dos días después serás sólo el perfume,
bienaventurada de lágrimas
y espumas y caricias invisibles,
que aún nos han de servir
para proteger nuestra fe
contra el olvido.


REVERSO


El reflector barre el agua con una luna falsa
Deja su baba entre los peces quietos
Hay lanchas asesinas, hay luces de aturdir
Hay sirenas que rugen
Reflectores que arrastran su boca enharinada
El poeta es apenas una sombra que corre por el fondo
Raspa el hueso del habla,
busca una orilla en otro cuerpo,
Un pasadizo
Nadie puede dormir, la vigilia es de piedra
La vigilia de piedra
La vigilia que piedra, piedra, piedra

JORGE BOCCANERA IV



MÚSICA DE FAGOT Y PIERNAS DE VICTORIA


Música de fagot en mi menor
y piernas de Victoria por la casa
afuera una ciudad que desconozco
adentro una ventana que da a un pario
donde el sol se entretiene
en repartí r sus trapos amarillos.

Música de fagot luz de Victoria
labio con era los labios del invierno
reducido equipaje de los días
que te nombra me nombra nos reúne
alrededor de frutas
después esa canilla mal cerrada.

Música de fugar y olor a un cuerpo
que busca en otro cuerpo el buen arpegio
para encontrar los ruidos cotidianos
dulces trampas ocultas en la piel
aceitadas por ángeles
desertores de un tiempo inquisidor.

Fagot de la comparsa y el amor
en tan poco tan grande suena a mucho
quiero decir que siempre
nunca complicidades nunca incendios
ningún insomnio nunca sin el búho
nunca con esta música a otra parte.

Viva el fagot oscuro de mi barba
sobre el palo mayor de este naufragio
en la madera hambrienta de mis manos
la nacionalidad de tu cintura
y música de sangre y barriles deshechos
-aguafuerte del siglo XVIII-

Viva el fagot y su oxidado rostro
Viva el fagot y su bandera rora
palabras de Victoria
inaugurando codas las batallas
y ese cartel que entre sus piernas grita
bufadero de playa punta negra!

Viva el cuerno de caza y su llamado
Cierto instrumento en viento con su música
De donde emerge el do-mi bemol-sol
quiero decir felino de ceniza
la invitación azul de cuatro saltos
hacia el tibio desorden de los techos.

Saludable camino a muchedumbre
Rock and roll de los puerros ignorados
sombrero imaginario de dos picos
sobre la estatua de la decadencia
Y luego ese disparo
Y el delicado andar de los marchistas.

Hombre fagot con hembra violonchelo
Vestido marroquí (no es surrealismo)
Pueblo desordenado por la lluvia
Por la parola cursi y el abrazo
Y un sagapó je t'aime re quiero y sea
Este fagot comparsa inolvidable.

Mi escudo de combate de latón
Y tu nombre de guerra (ajonjolí)
Y todas las señales si una foto
si un periódico viejo si una taza
chilla la cafetera en el suelo
Un teléfono gris y desnucado.

Así se vuelve siempre se regresa
De la ferocidad de la dulzura
son una bala, un beso y un adiós


CAJITA DE MÚSICA

Con un hijo debajo de las uñas
y el calabozo puesto, la muchacha,
se pasea en el sol, es continente,
dice llamarse américa su ombligo.
Un alambre de luz, un simple río,
un caballo de riza, cordillera,
le cuelgan de los brazos y en el pecho,
va el armador de pan y un pueblo en marcha.
Sobre el vientre maduro del sombrero,
el sol está tejiendo una vidala,
y unos ojos de piedra hasta los labios
canean su corazón a todas partes.


CARTA ABIERTA A LA DOMADORA DE LEONES


(Esto carta estaba guardada en el corazón de una
mujer, por lo que se ha conservado en óptimas
condiciones y resistido a la intemperie y otros odios).
Me duermo,
y en la oscuridad
se encienden las luces de la pisca.
La música (estruendosa) quiere romper los vidrios
mientras el viejo león
salta sobre los techos de la casa.
(Esto es horrible).
Los aplausos penetran debajo de la puerta
Y aparecés erguida sobre tu corcel rojo.
De luz tu cabellera,
es disputada por un enano y un payaso. .
(aquella noche lloré en tu carromato poco antes de incendiarlo),
¡Viva la domadora de leones!
Viva la bella mujercita
que danza sin temor por el alambre
dispuesto entre el recuerdo y el olvido.
(Sólo quedó tu traje azul brillante
Y alguna zapatilla chamuscada).
Una vez más das vuelta por esta habitación
erguida sobre ese corcel rojo.
(¿han golpeado la puerta o
son los ruidos de la soledad
afuera
como turba
que enceguecida va sobre mi rostro
y otros pobres mortales?).
¡Hoy gran tristeza hoy!
( ... y te dije te quiero como quien
dice siempre y se va caminando bajo
la noche ajena pensando en el final
de una película muy cursi)
¡Silencio!
Ahora el saleo morral,
el cara o cruz.
(Pero me niego a verte allí en el aire
esperando que caigas en mis brazos o
en otros)
Entonces me despierto.
(¿Del sueño o de la realidad? ¿Alguno sabe?)
De todos modos, no pronuncio tu nombre
porque existe el peligro,
la salvación,
el riesgo,
de que un reloj
me vuele la tapa de los sesos



ORACION PARA UN EXTRANJERO


I


Vieja fotografía
Mazatlán malecón
Paola/ Paola
De un hombre sentado en una mesa del bar
El Boulevard.
Vieja fotografía en blanco y negro donde te estoy
pensando:
Viejo papel
penetrado por el roce de unas manos ingenuas,
por músicas diversas,
por los gallos ciegos del olvido
que sin anuncio alguno
han saltado el alambre de todos los abrazos
y caminan sin rumbo por mi voz.
Hacen más raro el aire,
imposible la luz.
Los gallos ciegos del olvido
me dejan en la boca sus plumas chamuscadas
por el odio de mayo,
y a ratos picotean
en los cristales rotos de la ausencia.
Contra la puerta escupen su lágrima pesada.
Me gritan: ¡no va más!
Yo digo tu nombre,
Y no soy nadie porque soy el otro.
Acaso el extranjero que descubrió tu rostro
Y se animó a escribirlo


III


Cuando sucede tu recuerdo
los gallos que yo nombre me clavan en los ojos
sus preguntas
o retroceden, lloran, resbalan
en el barro del insomnio, grotescos son
y más.
Se endeudan con mi sangre,
tiznan al corazón con tanto insulto.
Y ya no hay quién los mueva.
No hay escobas, baldazos de odio hirviendo,
ni paradas al aire o navajazos.
Y me queda en la boca un gusto a incendio,
una mujer que siempre dice adiós
con sus labios de pólvora mojada
Ahora,
tu nombre se deshace
contra la memoria de las piedras.

V

Viene la Tramontana,
castigará las playas que dieron buen descanso al turista,
soplará como siempre.
Las palmeras-que han olido primero al temporal-
son una presa fácil.
Clavos en las ventanas, tranca contra las puertas,
rezos porque los techos se queden donde están.
Una mano con miedo
enciende la campana de la pequeña iglesia.
El mar
pide la rendición de los primeros botes.
La lámpara de aceite
es un gato que el viento reventó contra el muro
Mi corazón aúlla, lee diarios atrasados, pide
otra vuelta y sueña vendavales de odio,
restos de algún naufragio, inundaciones puras
que llegan a saquear.

Viene La Tramontana
y en esta oscuridad busco tu boca.
soplará como siempre.
soplará como nunca.

X


¿será posible el sur?
¿Será posible
tanta bala perdida al corazón del pueblo
tanta madre metida en la palabra loca y roda
la memoria en una cárcel?
¿será posible el sur?
¿será posible
tanto invierno caído sobre el último rostro
de mi hermano,
tanto salario escaso riendo con descaro
en el plato vacío y el verdugo esperando?

Mi territorio de una vez gira en la oscuridad
de esa pregunta:
¿será posible el sur?
Si se viese al espejo ¿se reconocería?


XIII

Interrogado por una botella, la taberna vacía,
navegando en almohadas que arriman al insomnio,
perseguido por perros que conocen mi olor,
recé:
paladar del otoño
quita de mis espaldas
tus collares de miedo
necesito un respiro
una fiesta en los ojos
de la mujer que amo
una carta en respuesta
de mi carta al amigo
fogoneros del cuore
¡a descansar!
Y mis manos se hicieron en las tuyas.


XVII


Alguien ha entrado al mar como a una casa,
humaredas de espuma le entorpecen el habla
lo ciegan,
llenan su corazón de harina negra.
Si el pescador era propiedad de la cierra
el ahogado pertenece al mar,
y es inútil disputarle a las aguas esas verdad pesada.

Como el rostro del que entró para siempre
al espejo del agua,
en un país que desconoce.
En el muelle,
la muchacha de la bufanda azul espera.
La memoria es a veces corno una piedra enorme
en los brazos de un niño


XIX

En el bar hay quien duela y hasta un vino esperando
Como un hombre rodeado de mesas sin respuestas,
Hay un gato que nadie olvidó en una silla,
Acaso un empleado que barre, que no canta,

Que limpia los espejos
Donde quizá hubo rostros exagerando historias.
Y las manos que arrojan sus dados de neblina
Saben que esto es doler, perderse lejos,
Donde los pescadores buscan una cerveza ,
Entre un rumor que nombra marea roja
y contaminación, y trabajo perdido.
Donde siempre es verano J
Y los muchos turistas piensan
En qué gastar dinero
retratarse
con quién retratarse y cuándo y cómo
mejor si es un trofeo de este subdesarrollo=
La mujer duerme en la pequeña casa.
Algunos parroquianos cuentan que el mar la está buscando.
El guante del cansancio les tapará la boca.
Las palmeras trabajan para el viento.


RONDA INFANTIL


Niño que enamorado
bajás al aire de noviembre y
el suelo quema por doquier.
Lágrima que transita
del ojo al labio
y quen1a.
Polizonte que viaja
en un bosque
de besos.
Niño que en rebeldía
bajas del aire y quema
por doquier.
Una bandera de ceniza el suelo.
Una cuchara ardiendo el porvenir.
Soles de pan y abajo
el suelo hierve,
leches de bronca que te aclaman.
Niño que el suelo quema.
Niño que dondequiera.
Pluma que flora en un cielo de san zre
y enamorado
bajás al aire de noviembre.



FUEYE


En el centro de la pista aleteando sus valses:
música que me das,
aire que necesito,
pan sobre mis oídos.
Y una luz amarilla que le quema el teclado
donde las bestias buscan alimento.
Después
espuma negra, resoplido, tufo del bajo fondo,
estira un esqueleto que suena en todas partes.
Mudo que canta hasta doler el aire,
pero mal encarado, pero fueye.
Preso entre las mandíbulas de dos manos huesudas
Se acurruca a soñar,
lleva nácar y aceite,
suena humareda y llanto.
¿Qué baba, qué nostalgia escarba en sus metales, qué
ciego trastabilla en la luz de sus pliegues, qué
pulmón lo sostiene, qué gruñidos imita, qué
látigos, qué coros le caminan la sangre, qué
barajas marcadas quema con su confianza?
El lagarto aleteando tangos de rompe y raja,
eI cabrero rumiando una leyenda,
y el ojo de la noche que amontona lágrimas de ceniza.


DURANGO 108, DEPARTAMENTO 303, COLONIA ROMA

De nuevo son las cuatro de la mañana. (Roque Dalton)
Es hora, Jorge, de abandonar la testa sobre un
puño de arena sobre los equipajes extraviada
sobre el mantel manchado porque el vino dej6
su malasangre en la cocina de una vez déjala
en la caja de plumas en vuelca con los trapos
mojados de la angustia perdida en un cardumen
de borrachos no vayas a cerner entrega Jorge
esa cabeza a los zumbidos dulces de la fiebre
o ponla sobre un texto de Ritsos sumergida en
el vidrio molido del dolor es hora es nada es
hora esta cabeza siempre un blanco seguro en
el campo de tiro de la noche donde los comensales
son apenas un granizo de lágrimas golpeando
puerta o apoyada en la pierna descompuesta de un
niño que combatió en Malvinas esta pobre cabeza
con su canción de sangre que trabaja a des rajo
es hora, Jorge, es hora. Duerme, que es necesario


LUMBRE


Las riendas del caballo en un árbol de espuma,
un respiro, un día largo
para el fraile, el poeta frente a los grandes cráteres,
el buscador de oro frente a la piedra muda.
Así el poeta,
como fray Blas junto al volcán Masaya entre pacas de
mula y cacerolas, entre orines de lobo y una cuerda,
herramientas para los muchos usos, agua bendita
y palos de rezar.

¿Así el poeta?

¿Corno ese fraile y su bitácora y pluma de anotar, apenas

un temblor en la niebla de azufre por un gramo de oro,

porque creyó ver oro y desiertos de oro y una ballena de

oro revolcándose al fondo del volcán?



Así el poeta,

como Blas, como fray, como aquel que en el fuego vio

metales, palabras preciosas, y en el oro creyó encontrar

lumbre, escarbó en el cráter, raspó el hueso del habla.



¿Así el poeta?

¿Como el que creyó ver una inmensa luciérnaga en los

carbones apagados del cielo y cavó en la gran noche,

en su cenero de piedra, y perdió sus alforjas, sus palos de

rezar?



Así el poeta,

como el que aró el caballo en la paciencia y descendió

al silencio en busca de oro, fuego de palabras.

,Así el poeta?

como fray Blas del siglo tantitantos en el volcán Masaya?

Sí, así, como ése,

envuelto en esa luz del extravío, alucinado, a nado,

alunizando.





EL NIÑO DE LA FOTOGRAFÍA



No hay mucho que hacer en mi memoria.

Caminar una casa derribada a balazos,

atravesar arañas con palabras,

buscar viejos olores quemados por el viento.

Poco quehacer allí,

mear en los rincones para espantar las sombras,

correr donde no hay nadie.

¿Qué hacer en la memoria?

¿Descansar en un ruido?

¿Ponerse de rodillas ante un gran agujero?





AQUELLA



Tiene que ser

¿será?

Tiene que estar.

¿Será ella la Aquella de una vez?

Veo luz en la cocina,

escucho pasos,

Sueño que oigo pasos.

Tiene que ser.

¿Será?

Se levantó a deshoras .

Tendrá sed la desnuda?

Abro las manos,

prendo mi corazón.

mi lámpara de aullar.

mi poca cosa.





PESADILLA



Sueño:

hilachas de mi cuerpo sobre el dibujo de tu cuerpo.

No significa nada si no apunto otro sueño de

redes inservibles, cuchillos de cocina debajo

de una almohada, besos en ese cuarto de la calle

Durango, que poco o nada dicen si no escribo

humedades que me entibian un habla que ruge ferozmente.

Porque la realidad es:

mariposas se estrellan contra el vidrio

y al final del camino queda un bosque dañado por

el fuego de tu adolescencia,

esa geografía arrasada

donde mi sombra grita un nombre espléndido





INFANCIA



Llegó agitada Sordomuda,

en su respiración alguno bebía una cerveza,

alguno se arrojaba de la Torre Latina.

¿La traviesa flotaba en sus cabales?

Llegó agitada Sordomuda.

Una brizna de paseo en ere los dientes,

papel picado y serpentinas sobre su corazón.

¿Flotaba en borracheras?

Alguien la llevó del brazo a la cocina.

Alguien la miró feo.

Alguien se fue quitando el cinturón.

Alguien cerró la puerta.

Nosotros espiábamos por la ventanita, temerosos

y arracimados.

Todos queríamos que ella nos nombrara.





EL SUEÑO QUE SUEÑO



Habrase visto lo que he visto

con los ojos cosidos a la almohada

nada más que una sombra

con un anillo de oro.





¿LA IMAGEN ES UNA CREACIÓN PURA DEL ESPÍRITU?



El sol es una taza y su lava no acaba de volcarse.

Eso pasó hace mucho.

El sol existe así porque así lo soñaron los huicholes,

y después lo encerraron en sus cuadros de estambre,

en sus mantas, en sus cucharas sabias.

Uno pintó una cara azul envuelta en rayos rojos.

Otro le hizo la nariz.

Otro pintó una piedra con un bosque de sangre alrededor.

Otro más, imaginó un erizo con sus estalactitas amarillas.

Pero hubo quien soñó un pez plateado en una telaraña.



Ese no pintó nada

y se arrancó la lengua.







FRANCE-PRESSE



El cable dice: tras el apagón del jueves en la

ciudad de los rascacielos o sea nueva york la

policía detuvo a más de tres mil saqueadores que

amontonados en las cárceles sufren desmayos

crisis pesadillas bajo una temperatura de 39 grados



y recuerdo cuando cerró los ojos la mujer

aquella y rompí los cristales de su boca entré

a hurgar en sus pechos acaricié sus hombros

fue mi botín su lengua guardé sus manos en las

mías besé sus largas piernas

carreteras mojadas apenas por el sol



y después me alejé me hice camino ojos de

vagabundo por ciudades extrañas sin luz hasta

que un día me dio caza el olvido me tiene preso

y hoy soy exactamente los tres mil saqueadores

que lloran en el patio gigante de una ciudad

violada bajo el calor de julio.











PANES Y PECES



a Juan Gelman



hermano juan

la solución sería mandarte

este cuchillo para que muerdas sin cesar la hoja

o taparte la boca

amordazarte

sacrificar los estribillo de quien va dando

cuenta de la vida

y golpear un tambor con el puño cerrado



¿acaso emanuel carnevalli no murió atragantado

con un trozo de pan?

¿acaso dios -nacido en florencia en 1897- no

no murió envenenado con un pan?

¿habrá que andar entonces con la boca cerrada

para evitar la cárcel y/o la muerte?



leo a baldwin decir que: “cuando una civilización

trata a sus poetas con el desprecio con que

tratamos a los nuestros, no puede estar lejos

el desastre”



¿qué menos que desastres ha intentado este fuego

sobre los techo de la memoria popular y por

si fuese poco un perro muerto en las palabras

del bufón?



hospital de chicago:

carnevalli viaja sobre caballos de ceniza que llevan

a los puertos

allí aguarda un rostro de muchacha morena

en tanto las gaviotas atraviesan las heladas arenas
del cielo
hospital de bolonia:
el viento dispersó a los caballos
los muelles han sido abandonados
esqueletos de cangrejos y aves señalan el lugar
donde solía esperarte una mujer
y después el final
el ejercito llenando la plaza y
la poesía corriendo sobre los vidrios rotos de
la palabra compañero
los disparos al aire y emanuel carnevalli
retorciéndose ahogado por el humo
¡alerta juan!
hermano
le han puesto precio a tu cabeza
han envenenado las aguas.


EL ALMA QUE CANTA


Un niño parado en un caballo blanco
canta el ruido del mar,
las ruinas de una gran ciudad
que se perdió tras un bostezo.
Canea el murmullo de las procesiones,
los pasos que se arrastran en rodas las prisiones.
Un niño parado en un caballo canta
la lotería nacional,
las tablas de multiplicar,
canta el pronóstico del tiempo.
Busca las huellas de la maravilla,
dice que es oro todo lo que brilla.
Un niño parado en un caballo canea
una historieta con rufián
en una bola de cristal.
Canea pedazos rocos de "La Cumparsita"
Y la canción de los remeros felices
que viajan maquillados corno viejas actrices.
Canta estribillos:
el de la buena barra quilombera.
Y los versitos:
de no te mueras nunca, no te mueras.
Apenas es un niño,
por un beso en los labios, canta el ruido del mar.


RUTINAS

Una hoguera sin fuego es este cuarto, sus paredes
dentadas, la noche traquetea "yo no quiero que nadie
a mí me diga, que de tu dulce vida". La noche es el
furgón de cola de un carguero que transporta palabras
sin sentido
Tus pasos ¿cerca? a veces me parece que ellos detienen
su andar, sin atreverse" sobre el aire mojado de este cuarto
Un mundo se marchita al fondo del espejo.
Mi corazón ¿una mentira pide?
Me da terror no tener miedo
Lo descarnado en ansias crece en el cenicero
“Se va con ella tu boca que era mía". .
Camino por el puente quebrado del encierro
y lo que toco es espesor de tu fantasma.
"Pero no hay nadie y ella no viene"
Tengo un solo clavo y apunta hacia el vacío
El cigarrillo, un lápiz, la cuchara, apuntan al vacío
En la plateada esfera del reloj" las aves
carroñeras señalan ese punto.
¿Sabés cómo es de amarga y honda?
¿Te imaginas cada día? Vivo en este cuaderno sin hojas
¿Cenizas en mi corazón? ·


UMBRÍO


A propósito de unos fotografías de Elena Sumiraj

I

Cuerpo que dese1nbarca en la oscuridad como en un
planeta lejano. Secuencias borradas, recortes de una
danza con era un negro pleno, saciado. Piedra arropada ,
en su mudez. Imposible saber quién es quién entre una,
opacidad que gana en espesor y un cuerpo que se
esfuma. El silencio es un campo donde la luz y la sombra
caminan tomados de la cintura. Ofrecer y negar,
alternancia de una extranjera.

II



El tiempo respira. Cicatriz de las horas. Noticias de la
superficie esponjosa de la piel con su porosidad vegetal.
Nunca la carne firme. Apenas un calco luminoso
desgajándose sobre un mapa de dunas. Huellas de lo que
late. Boca de sombra paseando en los pliegues del cuerpo.


III


La fotografía es (apenas) tiempo retratado.


IV



Flotan cientos de cebras en un parpadeo.
Constelaciones, destellos, la sombra da sentidos del cuerpo.
La piedra rueda hasta volverse piel, carne de los planetas.
Un sol se desbarata en el cuenco del ojo; queda la oscuridad
derramada en la arena.
El gesto narra un paisaje de arenisca y de grava.
El silencio gotea. La oscuridad transpira.

V

Haces de luz sobre campos sembrados de densas
humaredas. La sombra obsequia hebras de lo que late.
Se desmigaja un cuerpo a plena vista, se extravía.
En el bajofondo hay formas que preguntan por sí mismas
Cada parte del cuerpo habla por su cuenta y riesgo.
Hay dos gotas de lluvia en picada al vacío
¿Es eso el amor?
Un fósforo ilumina los labios del cuchillo
El ojo prestidigitador, cabalga sobre una corazonada.


VI

Ningún cuerpo es tierra firme.


DEL CUADERNO DEL IMPACIENTE


El árbol del Después crece en tu casa
no es un árbol cualquiera, no se conoce el fruto.
(Va a dar sombra, Después)
Sus raíces pueden levantar e1 piso de las
habitaciones donde duermes.
(Va a dar flores. Después)
Sus ramas entran ya por tu ventana.
(Va a perfumar. Después)
Hay que cortado. ¡Ahora!



FUEGO POR FUEGO



Golpe por golpe,
que haya trasiego.
fuego cruzado,
cielo por cielo
sismo por sismo,
llamo y espero,
golpe por golpe
y un ruido seco.
Con arañazos
sobre el silencio,
boca por boca,
muerdo por muerdo,
noche por noche
gemido y ruego,
a dentelladas
se muele el tiempo.
Menos no pidas,
no pido menos.
Todo por codo,
fuego por fuego.



CINTAS


Aros para bordar, un costurero, toda
la vida un hilo. Enhebra olores en la cocina, zurce
palabras desgarradas.
Su nostalgia es de lino.

Nunca se nace, siempre
vamos cosidos a una madre,.
Y calados, bocones, bastidores, vivos para
la orilla de la lengua y encajes en la risa
Junto a la rosa triste del alfilerero:
mi madre.
El camino lo alumbran las hebras de una estrella,
un viento de algodón, resplandor de abalorios.
Y en cada cosa que levantó el mundo:
la aguja y el dedal.


MONÓLOGO DEL NECIO

¿Quién escribe? El hambre, La voracidad escarba,
agita un esperpento con los ojos vacíos. No hay letra,
hay den reilada. Lo que repuja y muerde.
Feroz el escribir: cada tecla un muñón, clavo
que raya el muslo del silencio.
. ¿Quién responde? Una voz corroída. Punta
de un corazón mellado que va sobre su presa
respirando preguntas.
Eso se come. Gula del vacío.


RELOJ

inmóvil, inmutable,
sedentario,
fijo el cuadrante,
atónito
y estático.
También en él
la procesión va por dentro.


ESCALONES

a Esteban y Pablo Antonio,
hijos de estos versos.

También soy parte del olvido,
de los pequeños enredos cotidianos,
y me ofrezco en silencio con las noches
en el clamor sereno del abrazo.
La brisa yace, desnuda de sí,
y una lágrima basta:
es suficiente para sobrevivir en media ola,
una lágrima hollando transparencias,
alcanzando estrellas que llegan a tu pelo,
detrás de caracolas y arenas conmovidas.
Yo soy parte también
del adiós que dejamos en los ancianos,
de los ecos cuando ya acuden las primeras canas,
y nos hallan los hijos
la parte superior de la nostalgia.
Vienen ahora a tocarme el corazón para amansarlo
y sujetarlo un poco a los rincones.
Resucito en la sonda del enfermo
mientras la pobre anciana
fabrica su última lágrima,
su pequeña muerte de cobijas y clamores.
Y soy parte también de los que sueñan,
de los que en forma alguna
me olvidan y recuerdan,
me desconocen o aman.
De los que están presentes,
bajan o suben con nosotros los mismos escalones,
te rozan y no te determinan,
te abrazan, te liquidan y sonríen.
Mientras vienes de nuevo
y entre las gentes que pasan
aún estás conmigo.



DESTINO

Tu nombre es lo presente;
me rodea con su abrazo,
sustrae mis escombros.
La pequeña esperanza es suficiente.

He vuelto a tu caricia.
El abrazo persiste en la tormenta
y voy de mi desorden al camino.

Estoy donde la piel nos amanece,
pero mi soledad se aferra
a la garganta del suicida,
como viajero sin destino en este riel.

Y la noche naufraga,
yo lo sé,
mas te busco en la piel cuando despunta.


ASTILLAS 2

Gira la cuerda ciega que hace volar el trompo,
el papalote,
algo que en la garúa
te oscurece los poros;
y está rota la barca de los sueños,
aquella nuestra casa y sus duras ventanas.

¡Ah!

¡Las ancladas paredes de los predios,
allí nacía el semen gritando a las estrellas,
se anidaba en tu piel!

¿Cómo decirte ahora, rasgando las cobijas
en un afán de deslizarnos sin ser vistos,
cómo en los mismos ladrillos
que pusimos en medio del abrazo?

¿Es que el césped no existe,
la misma luna no se ve desde el patio
como una madre dulce que espierta?

Y el mar, ¿acaso huyó de ti,
acaso no moldea ya tus caderas?
¿No duermen los maderos en la playa?

Los sueños quebrantados,
la sed del cielo que en tu boca amé,
tu pecho solidario con la niebla.
Y más aún,
aquel temblor de pasos que me vence.

Está rota la barca
y el viajero
en una astilla canta,
todavía.


ESA FOTOGRAFÍA QUE NOS SACAMOS UNA VEZ

Me molestaban
los ojos de los vagabundos desde árboles vecinos,
ese enorme sombrero
y los ruidos del tren carguero de las doce,
cada vez que hacíamos el amor debajo de los puentes.
Después,
yo me quitaba el barro de las botas
y regresaba alegre a mi fagot,
mientras tu voz tatuada por mis besos
volvía a los sustantivos de costumbre.

Y te olvidabas pronto del color de mis ojos
y pronto me curaba del filo de tu piel.
Y vuelta al juego de encontrarnos
quizá en un bar entre Perú y Defensa,
o en la vieja recova,
si era domingo en plaza San Martín.
Y otra vez tus labios despintados
alimentando pájaros ocultos
en los trapos más negros de mi barba.

Después,
pasó el otoño con el café barato tu pequeña canción,
vino acaso la guerra, volvió a los compañeros
la distancia de a poco lo fue cubriendo todo, como
un lento derrumbe de cartas amarillas que no llegaron
nunca.

Y un nuevo jet cruzó todo el espacio,
una ciudad pasó a llamarse Ho,
se agudizó la histeria del fascismo,
nadie habló del otoño durante doce meses,
y cada vez que pasa un tren carguero, suena esa melodía
"La gradisca si sposa e se ne va".
Y ya nadie se ama debajo de los puentes
donde los vagabundos crecen en número y silencio.

(De "Música de fagot y piernas de Victoria", 1979)


DIARIO DEL MOTOCICLISTA

(fragmento)

El motociclista
que ha tomado la carretera sur
salió en forma sorpresiva de la casa
olvidando zapatos mojados por la lluvia
el nombre en plena almohada
en boca
de no sé qué mujer bañada en fuego.

El sol
cayó en boca de un gato vagabundo
y no hubo forma de encontrarlo.

La noche llegó envuelta
en música de Mikis
y fue mujer corriendo desde un extremo de la calle
hasta el abismo de algún llanto,
porque el motociclista había tomado la carretera
aquella.

Luego tras el insomnio general amaneció,
las vecinas
hicieron de sus tristes rumores un polvo amarillento
arenilla como las maldiciones,
pero el motociclista había partido
y fue la humanidad dos ojos de ternero.
Así transcurrió el día
entre patas mugidos y meada y dura piel reseca
por el viento.

(De "Contra el bufón del rey", 1980)


ALLEGRO MA NON TROPPO


Simplemente una llamada telefónica diaria
justo al amanecer
cuando la voz de ella
todavía no era más que un gemido prisionero
por un terrible ejército de sábanas
Simplemente esa llamada por teléfono
y escuchar las primeras palabras
que esos labios resecos
por la espuma sagrada de la noche dejaban escapar
luego el itinerario de una voz insegura
que inauguraba el día con la saliva
aún no resuelta en saludo o más dulce
Simplemente esa llamada por teléfono
y la profanación de aquel que cree escuchar
el roce de unas piernas
o adivinar el norte o sur de ese cabello negro
e Investigar los pliegues almohadones
y recortes de diario
viejas fotografías sobre la pared descascarada
hasta que esa otra voz,
mañana, cualquier mañana,
dijo: ¿quién? ¿como? ella no vive más aquí


CONTRA EL BUFÓN DEL REY

Febrero es un tiempo difícil
este tiempo de decisión y de conciencia clara
un montón de dientes apretados escucha caer la lluvia atentamente
un pajarraco de cuatro plumas negras y ojos grises
lleva en el pico un trapo blanco
arriba sobre los puentes de suma la memoria pasa ese tren oscuro
abajo se balancea la sombra del ahorcado
Ya no está la muchacha que le lamió las plumas
y el niño que aprendió de su cuerpo
la mano que le abriera la jaula
Febrero es un tiempo de guerra
nuestro tiempo nos han dado migajas de ignorancia
el pajarraco permanece inmóvil
no se decidía nada
el Horizonte en tanto se adormece como línea de fuego
mordida por el viento
que él observa a lo lejos
las provincias negras de sus ojos
recorren lentamente el paisaje
goterones de odio
paredes ofrecidas a los dientes del humo
y ventanas golpeando sin cesar
en la deshabitada casa de la guerra
ahora vuela pesadamente hasta la rama del árbol más antigua
y es un saco de huesos sobre la mano sucia
de una orden absurdo y desdentado
Febrero el ángel de la cara tiznada anuncia los días rojos
y ese que está en la mira
bufón o pajarraco
ya es recuerdo