martes, 9 de mayo de 2017

JORGE BOCCANERA V


AGUA ESPESA


Tus poros navegaron en mi sed
y no hubo rincón donde la piel y la lengua
juntas no visitaran el delirio.
Fuiste liviana,
compás de ausencia,
desnudez que apretó toda amargura.
¿Y dónde esta lágrima de semen
te inunda y te reclama?
¿Y qué hacías, qué destrenzabas
cuando el vaho?

¿Qué soledad
trizaba el canto en media lluvia?
¿Y por qué hoy comienza en el grito mi caricia,
si desde el agua espesa del amor
tan solo mi dolor en ti dejé?


ESPERA


A Natalia,
desde cuando te esperábamos,
porque ya venías.
Es pasajero el desayuno
cuando tu vientre
va llenando todos los rincones.
Sin queja,
hemos dispuesto los manteles, el vaso,
el tenedor interrogante y la tibieza.
(Me diste las manos
detrás de cacerolas insondables
y bajo las sábanas
bebimos de nuevo el chorro feliz de nuestros besos).
Hablando incongruencias que la piel no desdeña.
Ya cercanos.

Montañas en oleaje
vienen a la ventana sobre el aire.
Y la espera se agrieta de mantillas,
de dulces buenos días para crecer
y ser amigos
y niños
casi dioses,
asustados,
alegres,
casi un pan necesario
mientras ha empezado a llover en las afueras.
Es cercana la dicha de la espera.
La cuna sin color no aguarda más;
la calle y su octubre de charquitos,
la vieja pulpería que se empobrece
más y más.
Y te has vuelto cercana,
tejedora del tiempo,
expectante sutil de la mañana.
Y ya conmigo
habremos de saltar los sitios solos,
habremos de crecer como los niños,
más abajo quizás.


FÁBULA VI


Cuando llegues a la última hoja
del húmedo bosque,
y estés sola cotigo
y el temblor del rocío,
y ante la tensa pulsación de estrellas
que el colibrí bate al libar
con su aguijón de sed;
y cuando extasíes los claroscuros
y mezcles tu palabra con pinceles y ensueños,
cuando tus pies mojados
hollen los verdes que ya sueñan,
los charcos del olvido, la garúa indolente;
cuando dejes tu boca por el aire,
tu pálpito en el viento,
tus ojos de cervatillo en el vuelo
de guacamayas,
o en el brinco de las ranas azules,
naranjas que perdimos.
Cuando los congos hoscos
hagan su desfile en las ramas
y pongas los oídos en su sangre que aúlla,
y las mariposas intenten regresar
a sus capullos
de tanto embelesar al mundo.
Cuando los pájaros paraguas
convoquen a sus hembras.
Cuando de tanto zaherir el alma
de verdores aún ciertos
te contraigas y ovilles,
semidesnuda,
azorada,
recuerda que en esta ciudad te espera
abatido por prisas,
poeta de cabecera, camarada,
quien quiere beber de tus pocitos hondos
todo el bosque que traigas del camino.


HISTORIA


Soltada golondrina,
¿dónde pretendes sujetarte?

No hay puñal más agudo
que la pura mirada,
deshecha en un cajón inoportuno
Veníamos así: con los más largos años
donde el viento era ajeno, ajena
la palabra,
enfrentándonos en formas incorrectas
a la niebla.
Cada árbol fingía en su lugar,
y solo a renacer nos oponíamos.
Ventanales de pronto abrimos en la herida.
No pudo caber sino, en primera instancia,
ese miedo terrible de encontrarnos,
de ovillarnos de nuevo en las raíces,
replegados y absurdos en los muros
pues tu pañuelo rojo ya no era guerrillero.
¡Allí donde corrimos bajo la lluvia
traspasando fronteras y gritando de júbilo,
con los besos más besos de tu boca!

–TÚ eras la tempestad, dijo un amigo,
huracanada sangre conmoviendo,
y ese lecho eras tú
y tus manos cavando entre mi piel.
Éramos la furia, espantada de sí,
desbocada entre calles,
(los apenas caminos de Santa Ana),
hundida para siempre en agua turbulenta.
Fuiste la herida y la mejor estrella
para untar con tus luces nuestras llagas,
y yo sané a costa de tu herida
y ensanchó mi dolor tu regocijo.
¿Dónde pasión nos arrastró
y fuimos posesivos, absolutos
y después omitidos y lejanos?

Hemos venido ahora
con los años más largos,
el dolor estirado tornándose cansancio:
Lo primero aprendido fue a mirarnos,
con los ojos posibles del encuentro.
¡Ah, la amistad,
esta especie de estigma incontrolado!
Fue de nuevo aquel aire
leve, impreciso, con mi voz en tu sangre.
Y el Poema de Roque, de la facultad,
en donde en una sola habitación del tedio
quedaba despoblado el denso miedo
para que entraras con todos los espacios
en mis poros.
El poder del recuerdo–¿lo recuerdas?–
cuanto más niños, es mayor.

Ese miedo terrible
de mirarnos, proponernos,
temblar lanzando al aire tempestades,
pequeñas golondrinas

¿Dónde saltar sino a la libertad
del vuelo y del abrazo,
al fondo donde amamos, amistamos,
donde siempre tuvimos los meses más intensos ,
más locos e insalvables?
¿Dónde sino el transcurso de mi boca en tu cuerpo,
la posibilidad de enraizarnos
sin herirnos
con la simpleza de la noche al desplazar el día,
de la flor que al nacer tensó los pétalos?
Ahora,
en medio del lecho que alquilamos
está la lluvia
y entre la lluvia vaga una hilacha de niebla
que no muere.


HISTORIAS FEBRILES POSDATA AZUL DE LAS MENTIRAS


Ay! barco, no te tiemblen los costados,
que llevas una herida. G.Mistral


HISTORIAS FEBRILES


Febril aventura es mi palabra, lo sé,
trastocada en las lunas
ahora moribundas,
porque me niegas
el afán de soñar y soñar con tus milagros.
Febril aventura este beso,
quizá imaginado, nunca proscrito
desde la pantalla que nos hermanaba.
No sé quien se atreve a manchar mi corazón.
hecho de las altísimas espumas
para que tú también cantaras
bajo las lluvias
que apenas entrevés entre la niebla.
Yo me sobrepuse a tu lento desamor.
Yo ya no olvido;
no puedes arrebatarme esta terca
memoria de señales.
Los que saben de besos a escondidas
no pueden condenar mi poesía
que sólo sabe mentir con tu permiso.
Estas febriles historias yo las inventé
y por eso duelen como bandadas ciertas:
no he dicho más que estas orillas
tribales del poema;
tú cambiaste la almohada
por una piedra negra
que alguien te invitó a cargar en el camino.
Yo no la puse allí.
Yo para ti estaba cantando:
era ese otro amor a tus costados
no rendido, sí prudente, incapaz de manchar
tu rebozo de bermejos cristales
entre la noche.
Fui tu mal amigo, pero todas mis palabras
las encendí en el secreto de esta luz
mortecina de distancias.
Ahora vete, ya me hundiste tu tacón terrible.
Ya puedes vanagloriarte de haberme pisoteado.


INVOCACIÓN


Agregar un poema aquí,
cuando la llama azul se suspende
sobre la roja sensación cardial
que nos hermana.
Agregarlo aquí,
cuando el corazón puede ser la invocación
apasionada
de la forma,
cuando las caderas pueden resucitar
la nueva luz del abismo que nos hace,
cuando un día no es solo la jornada
para el amor
sino la esencia de todos los almanaques
que convocamos.
Aprender que es necesario el silabario
que puso beso en mitad de la flor,
el calendario que puso abrazo en la palabra,
la bitácora que inundó de caricia
esta parte del mundo que a sí misma
se llama POESÍA. 



REFLEXIÓN SOBRE MI PADRE


Mi padre a tono con las circunstancias, circunspecto,
defiende su recuerdo a capa y espada: quizá le quede
deambular sin Ella ante la noche lentísima,
y nosotros solo seamos el anuncio de neón
o la llave solidaria que la sangre asume.


QUIZÁS ESTE ES EL NÚMERO REDONDO


Quizás este es el número redondo
que esperábamos,
tu nombre diciéndose a solas,
a mordiscos en la alcoba de la soledad.
Pero quizá se confirma una vea más
esta tristeza que exhibo entre la gente
y que entre todos logra risas,
parajes de elocuencia,
aplausos o reproches,
bofetadas de la niebla.
Tanta cercanía
y no hay una caricia siquiera
que borre tus ríos de mi piel.
Sólo queda esta ventana
donde después los sueños todavía atónitos
se rindieran profiriendo un adiós en la noche.
Anatema de sed y sal
es sentir que te abandono
y me abandonas,
luna aterida de mi amor.
¿Es este signo tu nombre o el número
para ser esta ciudad y su tristeza
y su luvia y las líneas amarillas
que se desbandan de las carreteras
y los lazos, los linces de tu piel,
los lagos de tus ojos de gacela,
la lujuria, luciérnaga distante,
la lenta lámpara
gastada de llamarte,
o ese número par,
o tu nombre que vuelve
en nombre de tu piel
o que se aleja?


POSTULADOS DEL SUEÑO


Aquí estoy, del etereo
bostezo.
Aquí donde puedes arraigarte a una silla,
a un cuaderno, a un estornudo.

Aquí estoy, deletreo,
soy la mirada, la aspiración del mar,
la coyunda atándome a un invierno,
al averno, a la pereza.

Lo que tú lees o dormitas
tiene un sentido solo con la soledad.
Cubres la entrepierna: queda tu enagua de jean,
el ying y el yang o la única esperanza,
el doblez de la noche que se aviene
esperando, el libro, el móvil,
la naranja solícita sobre la mesa extraña.

Aquí.

Mírenme latir de tan despacio,
desconectado de todo:
no sé si al dormir vuelvo a ser
este que se escribe,
el que se inscribe,
el que te lee leyéndome,
leyéndose a sí mismo en estas notas.
Aquí. click. 



II


Solo tengo el espacio de tu beso soñándome.
No me despiertes con las manos frías.

Pero sí,
hazme el amor
con tu cabalgancia de piel
sobre mi insomnio,
sobre este árbol erguido
hazme el amor y no la guerra,
o ambas quizá cuando te alcance, noche.
(Te pintaste los labios,
guardaste el bolso pleno
en tu hombro izquierdo
y te fuiste nadando en una bruma).

Ahora, ¿quién atará los cordones de mi soledad?
¿Quién?

¿Quién?
¿Vendrás tú o vos o ella o la que ya se fue?
¿Quién pondrá los botones
en el ojal
desmadejado del olvido?
¿Quién ha de venir sino tu gracia caminando?
Tan inefable,
tan insalvable de tu propia poesía,
como mi carne a destiempo deseándote,
preguntándote:
¿por qué no vienes y me vuelves pájaro,
herida, saltimbanqui, nocturnidad,
tránsfuga para tu sed de asombro o caminante?


EL SON


Es tener una playa en los ojos,
es tener una selva en las manos,
es tener un brillo entre los poros
y una sonrisa igual a una tristeza,
y músculos como negras raíces,
y dientes como soles heridos,
y manos como palmas golpeando,
y carmichael gritando venceremos,
y asombros como dioses de viento,
y pómulos como tambores,
porque la negra piel es toda aurora
bajo el cálido son que da su sangre,
a la vista del día,
con las manos subidas a las calles
con ángela y patrice a la cabeza.


EL MALECÓN


Claro que desde aquí
todo se ve más claro. Y
el panorama es amplio como mujer abierta.
Donde apuntan, los ojos un desierto de espuma, y
un malecón golpeado por temblores antiguos.
Ningún otro rastro sino el tuyo,
ninguna canción fuera del viento,
luego estamos en paz.

El mar comienza verde
pero termina rojo.
Esto suele ocurrir siempre a esta hora
en este mes de julio en Miraflores,
este es el mar donde arrojo tu nombre
con un terrón de azúcar al café,
una sola palabra contra tanta marea,
contra todo naufragio
sólo eso.

A mi espalda
el mar desata un ruido de cuchillos.
Pequeños dedos de agua
se arrastran fatigosos hasta alcanzar la orilla,
una que otra pareja,
huellas de perro y botellas vacías de cerveza.

Esto es el mar a esta hora
en este mes de julio en Miraflores,
donde todo es más claro
el mar termina rojo y
una sola gaviota defiende al horizonte,
luego
estamos en paz.


EL HERMOSO CAZADOR FRENTE AL BEBEDERO CELESTE
PARA LOS PÁJAROS SIN CORAZÓN HUIDOBRO


Ha oscurecido en el poema,
se hace difícil avanzar,
llueve torrencialmente
sobre mi sombrero de paja,
la vieja máquina de escribir
rechina en cada curva,
amenaza volcar,
hay sirenas y gritos y ruidos de motores
que avanzan, retroceden,
acelero un lenguaje difícil de entender,
juro que no he tomado ni una gota.
Una mano apura los gestos de la muerte.
Una esfera de llanto rueda por la avenida principal
o directrices del poema,
la hoja es de cemento liso,
los faros que vienen en dirección contraria la atraviesan.
Son teorías opuestas,
discusiones antiguas,
¿Acaso la palabra piedra puede más que al apalabra
vidrio?
Unos infortunados intentan autostop
¡la lluvia quebrará esos rostros!
(Si uno pudiera subir al texto sus animales preferidos
otro cantar sería).

Ha oscurecido en este mes y acelero,
acelero,
es una pesadilla,
tengo miedo,
es de noche.
Donde espera tu nombre siempre habrá
una mancha de aceite en medio del poema.


EL EXTRANJERO DOS


Ojos de aullar,
mirada de mugido
y lengua errante en boca del ahogado.
¿A eso vine?
Mi reclamo es humilde:
encontrar sed de tigre en boca de la niña y hambre
de halcón en esa sed.
Pero calzo estos días que nunca dejan huella
y me visto de oscuros animales que se muerden la cola
y hablo con preguntas que hacen nido en la asfixia.
Me acercó este deseo:
que ella me regalara jardines para el dónde,
me entregara paciencia para el cuándo,
pero su simple cifra no se puede decir,
apenas atisbo de nombrarla me deja entre las manos
sombra de dos lugares.
Los espejos vomitan siempre un bocado más de lo que fui.
Regresé del exilio, volví a ninguna parte.
De: Bestias en un hotel de paso




EL CALLADO


A Juan Gelman

Le advirtieron que hablara. Lo intimaron. Dijo:
Lo que callo es de arena.
Lo que yo nunca digo es un aroma que ha podido tatuarme.
Sin mucho esfuerzo puedo callar una estación entera, un
modo de nevar.
Mi boca guarda el humo de un disparo en una noche de 1976.
Soy un hombre que vive de callar.
Espesuras de ciego que lamen los recuerdos
Me visita mi padre (una foto movida le cubre el esqueleto).
Callo un tren enredado en las líneas de una mano que estuvo
entre las mías. Bandadas callo.
La procesión de San Silverio reflejada en el agua, sus botes
de colores.

Afilaron cisaña, chamuscaron su sombra en las paredes.
Y él les dijo:
Callo algún bar, algún cielo de espuma, ojos de marineros en
bandejas plateadas para los muslos de la vitrolera, única tierra firme.
Lo que yo nunca digo es una noche, ese terrón despedazado a
besos, y un tigre de bengala alrededor d eun cofre y en el confre:
comparsa en Bahía Blanca, una carroza hundida en salitrales.
Es un aceite hirviendo que callo.
Es un hijo que recorre saltando las piedras de mi voz.
Muchas horas del día paso en eso.


Dale que dale.
Es un color que si lo miro es otro.
Lo amenazaron fiero, lo maltrataron, dijo:
Yo no cierro la boca, yo callo cada brazo, cierro
el pelo, las uñas, disuelto estoy en la respiración de
alguna madre.
Al silencio hay que hacerlo, acunarlo, vestirlo.
En una soga gruesa cuelgo la ropa limpia, voces de una
una mujer nacida en Drinicí.
Para sobrevivirla callo una selva entera.
Busco aullidos de mono en caracoles, una perla enterrada
en un ají.
A ratos logro que me pierda el tiempo.
Cuando alguien calla, el mundo se divide: es éste y otro,
se hace dos para siempre.

En la radio hay un himno de orines y una noche de trapo.
Le dieron otra chance, la última. Él les dijo:
Fabrico lo que callo: huesos de algún perfume, una
almohada de polvo.
Con metales secretos elaboro una tela, fina, suave
(la voz de Brillie Hollliday en "Tenderly")
No es memoria. Tampoco es omisión. Yo no sabría explicarlo.
No es mutismo, no es eso. Es un cuento que empieza en el final.

Lo que yo nunca digo son cuatrocientos indios mirando
la cabeza del jefe Lloriqueo clavada en una estaca.
Lo que callo y olvido me habita de otro modo.
Escucho la caldera: la nostalgia trabaja, las mandíbulas,
las lágrimas trabajan, el turbión, los zapatos crepitan
y cada espejo dinamita un rostro.

Ahora lo que se dice, no vale una palabra de
todas la que él calla.
El suelo está en el suelo, el hombre está en el hombre.
Agujeros que se comen el aire recuerdan una cara que se tragó la cara.
Le advirtieron y dijo: "lo que callo es de sangre".




EL ALTILLO


Casi a nueva peldaños de la muerte
bajo una luz difusa
te desvestís
esta no es la cubierta del Kabanos
esto no se parece al paraíso
es tan solo un altillo.
aquí tus pechos vuelan
tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas
esto no es
la suitte especial del plaza hotel
ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto
es tan solo un altillo
aquí tu pelo emerge de la noche
y es bandera de mimbre
aquí una vieja cama pide a gritos
¡socorro!
aquí no hay vencedores ni vencidos
afuera
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo aquí
casi a nueve peldaños de la muerte
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera de despertar.


EJERCICIO


Dar en el blanco: bien.
Acertar, atinar, justo en el centro: bien.
Entre una ceja y otra.
Hacer centro: bien, bien.
Dar en el clavo, restallar,
pero con un muñón.



CUADERNO DEL SUICIDA


Mis pies parecen palas.
Y mi lengua y mis manos tienen forma de palas.
Si me viese al espejo vería solo
una pala.
Todo lo que yo haga
tendrá forma de fosa.
Polvo para morder
Amargord, Madrid, 2008



CON MI COSTUMBRE DE DEJAR LA NUCA EN CUALQUIER PARTE


Viene despacio
entra
tropieza con mi tos
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parteviene despacio
ordena mis silencios
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos
viene despacio
a tender sus manteles de ternura
viene despacio
apenas hecha humo para no despertarme
se abre paso entre vasos arrojados al día
retratos de mujeres
noches de bronca y noches de ginebra
viene despacio
con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles
viene despacio
entra
se arrodilla al borde de mi alma
y junta los fragmentos de mi risa
después se vuela azul como la tarde.


COMENTARIOS


Dos niños que se miran,
interrumpen el mundo.



COMENTARIO XII


por amor a mi fe y a la vida que viene
canto la poesía de mis compañeros.
Martín Micharvegas

Dejo constancia aquí sobre la mesa
de café generales y blasfemias
que he sido útil inútil justo injusto
valiente con mis miedos y he tenido
como cualquier mortal hambre y bacterias
deseos de una mujer de buenos muslos
que quede claro que yo he sido amigo
y hombre de furia-sobre todo eso-
y que gustaba de los días de marzo
de sus tardes de sol y viceversa
y que he bebido y festejado el canto
por la esperanza con mis compañeros.



COMENTARIO III


de: La comida pobre (Aguafuerte, 1904)
Sentados en un mismo lado de la mesa
Pedro tomaba a Nora por el hombro
escuchaban la lluvia lamiendo los rincones
pero no se miraban
mirarse era pensar tenemos hambre.


COMENTARIO II


Y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego
Juan Gelman
El mecánico está en los planes del ingeniero
que figura en los planes del mago
quien a su vez está en los planes del sacerdote
que está en los planes del fabricante de caramelos ácidos
que figura en los planes del mago
que está en los planes del martillero público 

pero los poetas no figuran en los planes de nadie. 


BESTIAS


Como un aullido el corazón,
como un grito que piensa y que se aturde de su propia
ignorancia.
Todas las palabras caben en ese gesto.
(El aullido de un mono, por ejemplo).
Cada día, cada hora, se descuelga del sueño
y se arroja al vacío.
Se muere y resucita,
en un juego que nunca me tocó decidir.
Condenado a ser apenas una sombra en medio de su afán,
escucho su respiración bajo mi ropa.
Ronca como la selva a medianoche.

Un extraño, un aullido enterrado en mi cuerpo.
Lo he visto dibujado en las hojas de un libro.
Se llama corazón.
Nos vamos pareciendo poco a poco:
yo no tengo diez dedos en las manos,
él a veces camina como yo.


AVENTURAS


Sordomuda,
vivimos maniatados espalda con espalda
y alguien rasga la tienda donde estás prisionera:
lengüita azul no vayas a llorar,
afuera los caballos resoplan intranquilos
y hay varios centinelas para una sola piedra.

Remo de mi canoa, mensajera, tu lengua brilla
junto al fuego cuando estamos espalda con espalda.
No vayas a hacer ruido,
hay jirones de tedio en los arbustos,
cantimploras vacías.

Loca de amordazada, emperrada, cautiva,
hay clavos oxidados en tu lengua, hay soldados de plomo.
Los he visto acampar y procurarse leña,
he visto sus cabezas rapadas, sus uniformes sucios.

Cada noche soñamos que un caballo de vidrio muerde las ataduras,
pero amanece y vamos espalda con espalda.


ARTE POÉTICA


He tratado de dibujar un niño en la corteza de los árboles,
y de ocultar las ramas entre las páginas de un sueño.
Y he mezclado los cielos a la sombra de un hijo, 

a la sombra de un árbol, a la sombra de un libro.

He tratado de barajar los pocos cielos míos.
De plantar una lengua en la tierra del sueño
y escribir con la mano del deseo ese libro
que mañana hablará como un hijo.

Sin dejar de girar con un vino en el aire.
Por el hijo de oro, por el libro de espadas,
por el árbol de sangre.


ABAJO EL VIENTO JUNTA RESTOS DEL UNIVERSO


XXIV
Ni crece, ni se expande la selva.
Nunca se multiplica.
Nunca asciende la selva,
vive de imaginar al tiempo.
Todo el tiempo.

XLIV



El colibrí garganta brillante, dice:
«El color blanco es una selva que nadie sueña».
La ranita dorada dice: «Siempre estamos despiertos».
Las aves del pantano dicen:
«Los opuestos se envían cartas rotas,
se dedican linternas herrumbradas,
se buscan para decirse adiós».
El pájaro sombra dice: «Para juntarse los amantes,
uno de los dos muere».
Los cuervos de voz áspera, dicen:
«El árbol del aullido da corazones rojos».
El zopilote rey –blanco y mudo-
piensa mientras planea sobre los hormigueros gigantes:
«Lo que no es selva es pobre mundo».
Luego, todos se callan.
Nieva.


XXVI SAN JOSÉ


Pero si quieres ven a mi ciudad,
repitamos el camino de la tarde
que nos vio usufructuando los minutos,
devolvamos febrero a los febreros,
fundemos tu apartamentito
bajo lluvias de mayo y cafetal;
ríete conmigo en el andén soleado
donde ya no hay trenes,
en los mercados pobres
de sandías abiertas,
o en los parcos espacios del CENAC.
En las calles sinuosas del concreto sumido,
subamos a la periférica,
vamos a correr en La Sabana
dejando olvidados los tobillos viejos,
vamos a besarnos bajo el tolde de un árbol
guanacaste.
En mi aldea de Teatro Nacional
huyamos de las gentes
buscando en los contornos montañeros
refugios de riachuelo,
poemas del adiós vencido,
frondas para que el beso sea en presente,
cielos para el abrazo azul
que nos debemos.
Y si después de probar las lunas en menguante,
la desnudez de la llena sobre los tejados,
y el orgasmo de Selene soñando
en su quimera siempre,
resulta que te vas
por callejones sin salida
y no regresas,
ni requieres ya más
a este poeta a domicilio,
entonces condéname a ser
solamente estas cartas;
también la distancia tiene goznes
y delirios que se abren
como las azucenas
que te llevaste fecunda de mis besos.


XXIII NO SE VAN AL MAR


No se van al mar,
anochecen con uno.
No se zurcen como calcetines,
son como gatos enquistados
en el rincón del enfermo,
son heridas a medio cicatrizar
que de pronto se reabren,
y nos hablan purulentas.
Nunca terminan de restañar
el espacio para el beso,
se quedan y no cesan su perdón de olvido.
Quisiera decirte de nuevo que lo intentes.
Decirte lo feliz
que intentes tanto cielo
aún sin mí.
Soy este mal amigo,
avivo tu dolor con mi osadía:
envío estos poemas
para que surquen tu mirada,
repito las palabras, pequeñas que me diste.
Te digo que el dolor no se desecha.
Pero compréndeme:
sólo tuve quince días para que me amases,
y más lejanía,
y más inconcluso el ayer,
y el beso que te envío
está al otro costado de la arena,
y no te llega.
Más allá de la sal
que el mar empuja,
mis navíos se queman,
mi soledad te aclama.
Mas ya lo advierto:
estoy hecho de un sueño
que no fue el mismo entre tu piel.
No se van al mar
nuestros dolores,
sólo anochecen con la almohada,
lúbricos.


XXI NO ES CIERTO LA TARDE MURIÓ


No es cierto.
La tarde murió,
yo la vi latir bajo el olvido,
llevarse tus aromas
y dejarlos prendidos a los sauces.
Escucho nuestra estación,
bajo el farol de mi calle;
la tarde ya murió
y mi soledad aún sigue vigente.
No es cierto que la vieron
jugando a la rayuela en las esquinas.
La tarde es un camino
que gastamos
de tanto pisar con sus distancias,
con el pie izquierdo.
Y el corazón arrinconado.
Sólo es cierta su muerte irrepetible;
la noche no es su secuencial demencia;
es sólo otra puerta para la memoria,
otra carretera para transigir
en pos de la tristeza.
No es cierto.

Esta ya no es la tarde
ni la noche
ni la primera luz de la aurora.
Es solo un hilo de soledad
que sangra en la ventana.


XX ASPIRO TU OLOR DE MUJER


Soy el junco azorado que llega a tus orillas
Carlos Fco.

Monge
Aspiro tu olor de mujer
recién bañada;
traes todas las flores invisibles
saltando de los poros,
rosa, sándalo,
violetas maceradas, azucenas,
tulipanes, y reinas en la noche.
Todo está en equilibrio
bajo tu bata encendida.
Sacudes el agua de tus cabellos rojizos,
friccionas tu cuello
con la mano que sueña;
yo estoy hurgando
tus rincones suavísimos,
después de estos versos a ciegas
hacemos el amor una vez más,
luego tomamos este café chorreado;
y partirás después,
dos días después serás sólo el perfume,
bienaventurada de lágrimas
y espumas y caricias invisibles,
que aún nos han de servir
para proteger nuestra fe
contra el olvido.


REVERSO


El reflector barre el agua con una luna falsa
Deja su baba entre los peces quietos
Hay lanchas asesinas, hay luces de aturdir
Hay sirenas que rugen
Reflectores que arrastran su boca enharinada
El poeta es apenas una sombra que corre por el fondo
Raspa el hueso del habla,
busca una orilla en otro cuerpo,
Un pasadizo
Nadie puede dormir, la vigilia es de piedra
La vigilia de piedra
La vigilia que piedra, piedra, piedra

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