martes, 9 de mayo de 2017

JORGE BOCCANERA VI



DEL LIBRO “PALMA REAL”


I



La selva está hecha a lápiz, punta fina
sobre papeles rotos, garabatos que se alzan en el
aire y cajitas de música y el oso perezoso.
Una lágrima verde rueda sobre la lengua del jaguar.
Tierra tatuada, selva
con la palma en el centro que en un aire de reina
despliega su penacho, su cabellera de hilos,
su serena ebriedad.
Abajo, el viento junta restos del universo.


II

Junco con el turbante desmañado y fruta
en el penacho.
La Palmera,
faro del bamboleo,
bengala de cabeza reflejada en el río.
Su cabeza de pólvora ¿en qué piensa?
Arde viajando en su quietud.
Cuenta un naufragio en catedrales de hojas.
Calla una historia entre un temblor y un sueño.

Hay un niño que piensa construirla,
amarrando una estrella al extremo de un palo.


III


Desde las grietas/ se arrastra/ el verde


EDWARD KAMAU BRATHWAITE



No habrá trago más fuerte que el corazón disuelto
de la selva. Hecho polvo lo guardo en los pulmones.
Va dormido, molido y en cenizas,
Hay un ángel expulsado del cielo: es el bosque,
Rueda con sus antorchas de silencio, sus pastizales altos,
sus martillos que trozan las verdes telarañas.
No hay más lugar que sus lugares.
Es un dios que no es nadie. Y es un dios.


IV


La rosa es una máscara,
oculta el rostro de la selva,
barro verde.
Furia que no envejece.
Como la respiración contenida de un dios.
Lo que no es selva es ruina.


V


Yo respiro la selva, no lo ves pero yo la respiro
y voy sujeto al humo de su cuerpo.
El vapor de sus nombres sube por las cañerías de
esta ciudad vieja.
Y respiro su sangre.
Aspiro la arboleda y es de un trago, con borbotones,
pelos de animal y cáscaras de fruta descompuesta.
Cosas que fueron otras se deshacen en el plateado de la
noche.
Son estrellas podridas que acunan con aullidos, con un
filo vidrioso y una piedra que duele a cualquier tacto.
Vivo en esa caverna sin paredes.
Entre sus inscripciones lo enmarañado tiene rostro
y los perfumes gozan su fugacidad eterna.
También en la noche de cemento te respiro.
Agua insolente cruza debajo de mi almohada.


VI

El pájaro trogón, capucha negra, cola de
presidiario, deja en el aire este mensaje:
“Y tú no me conoces,
nos amamos,
y yo no te conozco”.


VII


Encopetada la palmera, envanecida sobre un
fango de espuma.
Balbuceo en el agua de estrellas moribundas,
sargazo desteñido,
jactancia pura en cielo amotinado es esta selva,
un Narciso temblando,
duplicado en el río lustrado por la luz.
Ecos de un sueño líquido.


VIII


En la corteza de los árboles, grabo estos
pensamientos:
Cuando sonríes
se suavizan las piedras
que me aprisionan.


IX

(COPÉRNICO)

…una nebulosa que comprende millones de mundos
y la concha segregada por cualquier molusco marino,
desafían la más mínima tentativa de comparación.
A mis ojos, sin embargo, las dos están sometidas
a la misma ley de desarrollo en espiral.

ROGER CAILLOIS


“La selva va bordada en la imaginación” dice el
sacerdote polaco que observa una caligrafía de
palmeras en el firmamento.
Sabe que en cada sueño hay hebras de coraje.
1543. Anota: “Revolución de las esferas”.
Todo gira alrededor del corazón de la selva,
en su respiración, en la corteza de los árboles.

Nicolás palpa las estelas donde los mayas dejaron
saltos de animales y pelambre de escamas.
Tiene cuarenta y siete años el que ve tallas en
guijarros que viajan por el cielo y esqueletos de
fósforo y picos de garceta.
1543. Escribe: “Cada víscera abierta es un interrogante”.

Hay quienes escupen esas manos que describen volutas.
Hay antorchas que observan de reojo las espiras celestes
 y el tiempo allí, pudriéndose a sus anchas.

Teorías sospechadas, inquina contra el que sabe que la
imaginación come deseo.
Todo gira en las hojas que mastica la bestia
del anhelo sin fin.


X


La selva es lo inminente, eso que está por
desencadenarse.
Es lluvia detenida. Espuma a punto de plumaje.
Urgencia.
Estar y devenir en una misma boca.
Lo que se viene. Pronta. Y se va a desatar.
Telegramas que ruedan por el aire.
Mi oficio es recibir eso que vive de anunciarse.
Ser la rama de aquello que no se posa nunca.


XVII

Alguien ha entrado al mar como a una casa,
humaredas de espuma le entorpecen el habla,
lo ciegan,
llenan su corazón de harina negra.
Si el pescador era propiedad de la tierra
el ahogado pertenece al mar,
y es inútil disputarle a las aguas esas verdad
pesada.
Como el rostro del que entró para siempre
al espejo del agua,
en un país que desconoce.
La memoria es a veces como una piedra enorme
en los brazos de un niño.


X


¿Será posible el sur?
¿Será posible
tanta bala perdida al corazón del pueblo,
tanta madre metida en la palabra loca y toda
la memoria en una cárcel?

¿Será posible el sur?
¿Será posible
tanto invierno caído sobre el último rostro de mi
hermano, tanto salario escaso riendo con descaro
en el plato vacío y el verdugo esperando?

Mi territorio de una vez
Gira en la oscuridad de esa pregunta.
¿Será posible el sur?
Si se viese al espejo
¿se reconocería?



EL NIÑO DE LA FOTOGRAFÍA


No hay mucho que hacer en la memoria,
caminar una casa derribada a balazos,
atravesar arañas con palabras,
buscar viejos olores quemados por el viento.
Poco que hacer allí.
Mear en los rincones para espantar las sombras
correr donde no hay nadie.

¿Qué hacer en la memoria?
¿Descansar en un ruido?
¿Ponerse de rodillas ante un gran agujero?


V


¿Y las palabras?
funeral, silencio.
El cielo es una esponja que devora los pájaros.
¿Y las palabras?
Como arrumbadas ellas,
como escombros,
como montón o nada que decir,
como basura humeando.
¿Y las palabras?
Unas: como un altar de clavos.
Otras: como luto en las mangas.
Como rotas de amor y para siempre.
Una bestia emplumada mete su hocico, escarba,
pero ellas arrumbadas como huesos pelados o
nada que decir.
¿Quién arriesgará un ala?
¿Quién meterá su lengua sin temor a una herida?


CORRÍA EL AÑO 1917


Magro, cetrino, casi hierático, me pareció
un árbol deshojado. Su traje era oscuro
como su piel oscura.
Ciro Alegría

Un Santiago de Chuco de labios apretados lo ve
pasar y dice: como si la victoria y la derrota
comieran de su plato y dice: como un hueso
escarbando en el habla de nadie, ¿y tanto así?

Pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán
un globo sin su niño un ala que saluda las tardes
son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el polvo
de las demoliciones.

Como si la victoria (se lo dije) como si la
derrota (¿no le digo?) comieran de su plato y
él escupiera el plato porque un dedo de sangre
va abriéndole los ojos porque hay un aguacero
que se lo lleva todo.

Pasa el maestro de escuela por las calles vacías.
Una mano cortada lo lleva de la mano.


PENA DE MUERTE


Rostros que yo extravié, ¡nunca reposen!
Ámense en la ceniza, enrólense en la ira,
ofrezcan recompensa, exijan mi cabeza,
maldigan a mis hijos a y a los hijos de ellos.
Subrepticiamente dejen una bala en mi plato,
debajo de mi almohada, entre fotografías.
Navaja y gran coraje en su oración de sangre,
pero nunca reposen.
Yo los rocé en un sueño sin querer
y les prometí asuntos, no hay perdón.
Hay que tener paciencia, yo sé que
alguna vez seré sombra de sus sombras,
seré miedo en sus miedos
y habrá látigos duros: la palabra Yasmín.


EL SON


Es tener una playa en los ojos,
es tener una selva en las manos,
es tener un brillo entre los poros
y una sonrisa igual a una tristeza
y músculos como negras raíces,
y dientes como soles heridos,
y Carmichael gritando venceremos,
y asombros como dioses de viento,
y pómulos como tambores,
porque la negra piel es toda aurora
bajo el cálido son que da su sangre,
a la vista del día,
con las manos subidas a las calles
con Ángela y Patrice a la cabeza.


NACIMIENTO
a mi hijo, Roberto Nicolás


En la intimidad de otro cuerpo ha levantado su pequeña tienda.
Kilómetros de arena en su ceguera, pero ninguna estrella.
Aletas que se arrastran en un cielo sin dios,
osamentas de peces lo rodean,
algas que condecoran su cintura.
Y aquellos limosneros que llaman Reyes Magos
intentan confundirlo.
Ofrecen una almohada de piedra para él,
una mordaza,
leche de los mil diablos para él,
pesan su corazón anfibio.

En las redes del vientre posó sus manos inseguras.
Vio pudrirse la carne de su ángel anterior.
No tiene nombre aún y ha soñado su rostro
sumergido en el llanto.

Ha levantado su pequeña tienda en un cielo que ruge
con sus olas de polvo.
Y aquellos limosneros: cada escama una perla,
corales de oro ofrecen.
Pero él avanza, quita
los algodones de las bocas del miedo,
pregunta el paredero de Yazmín,
brinda por mí.
—Hoy no sé nada y viene mi pariente—
¿Cómo he de recibirte Señor de las Tormentas
si no es desnudo, armado hasta los dientes, loco
de vergüenza?

Ahora no pido nada,
cualquier dulce palabra puede ser un insulto,
una canción de cuna puede ser un harapo
porque él ha levantado ya su pequeña tienda.


NOTICIAS DE UNA MUJER

IV

No había un gran saludo
ni un abrazo de quién a no sé dónde
ni siquiera un racimo de palabras había
tan sólo su sonrisa
comitiva de sus labios
pidiendo credenciales a mis ojos
diciendo:
bienvenido señor
en representación de esta mi piel.


X

Los pájaros que construyen la noche,
sueñan con ella,
prolongan sus silencios hasta inventar países
y cuidan de ella como si fuese un ala o una rama.
Los pájaros que construyen la noche,
la brisa de la noche,
la lluvia de la noche,
sueñan con ella.
Porque los gestos de ella,
como pájaros, senos, muslos, bocas, se ponen a volar.
Ella se echa a volar.
En fin,
los pájaros que construyen la noche,
aúllan por ella.


XIV


¿Qué haré con este corazón?
¿Derribarlo a mentiras?
¿Ahogarlo con palabras?
¿Tirárselo a los perros?
¿Serrucharle un peldaño?
¿Olvidarlo en un taxi?
¿Reducirlo a ceniza?
¿Arrojarle las piedras más negras de la noche?
¿Qué haré con este corazón desordenado y triste,
que no responde a nada ni recuerda su nombre
desde aquella emboscada entre tus pechos?


ATTILA JÓZSEF


Attila József espera al tren carguero,
su barba de tres días lo delata,
lo delata un bracero entre sus manos
y un zapato callado lo delata.
Attila József espera al tren carguero
mientras guarda su sombra en la valija
y recuerda a su madre:
"frágil era mi madre. Murió pronto
porque las lavanderas mueren pronto."
Attila, el tren carguero y cuánta hambre
metida entre tus huesos, atada a tu cintura
y Flora lejos, casi inalcanzable
como el perfume a hierba de diciembre.
"En donde yo me acueste está tu cama."
En tu espalda, la tarde deshizo sus colores,
en tanto que el silencio le dibujaba un nudo
a tu sonrisa.
Un obrero, tu hermano, mira un repollo fresco
y tú esperas al simple tren carguero.
El día presiente que vas a construirle
un grito,
un salto,
un ¡Basta para mí!



EL ALTILLO


Casi a nueve peldaños de la muerte
bajo una luz difusa
te desvistes.
Esto no es la cubierta del Kavanos,
esto no se parece al paraíso,
es tan sólo un altillo.

Aquí tus pechos vuelan.
Tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas.

Esto no es
la suite especial del Plaza Hotel
ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto.
Es tan sólo un altillo.
Aquí una vieja cama
pide a gritos ¡socorro!
Aquí no hay vencedores ni vencidos.

Afuera
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo.

Aquí
casi a nueve peldaños de la muerte
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera a despertar.



CASI OTRA BALADA


Vuelvo tarde a la casa
y no te traigo flores,
solamente estas manos después de la rutina
astillas de mis ojos
y una voz oxidada por gritos y tabaco.

Vuelvo tarde a la casa
y no te traigo flores,
solamente este aliento y una mala memoria
que ha olvidado los nombres de las calles
la edad de tu cintura
pagar el alquiler.

Vuelvo tarde a la casa
y no te traigo flores,
sólo un gato nocturno con pasos de borracho,
lo que queda de un hombre
que hasta tu cuerpo llega por un poco de amor,
por una cucharada de silencio.


CANTATA BREVE


Yo no quiero una lágrima como un alud de olvido,
ni un abrazo que diga me voy pero me quedo,
ni una carta extendida para leer en la noche
cuando esté terminada la bufanda celeste.
Pero sí, que regreses a la casa, me esperes en los ojos,
porque sé que están frescas las señales,
huellas de mi cansancio en la camisa,
pedacitos de mi hambre pegados a tus ollas,
y esa costumbre: el sur.
Yo subiré a los hilos del teléfono,
con mi fagot iré bajo el verano,
y en el cabello desordenado de algún niño

y en mi ración de música, estarás.
Me habrán de sorprender:
el viejo puente colgante de Chosica,
el Cerro de la Muerte y San José,
ese pequeño puerto de Tuxpan-Veracruz
y la plaza que llaman Melibea.
Mi cuerpo estará solo en la esterilla

cuando el amanecer en Aguadulce.
Y esta bocina de latón anunciando la cólera, de ese
dios justiciero montado en sus incendios, que en
ráfagas de trigo partió en dos nuestra casa, y que
regresa siempre con su caballo verde, su gorro de
papel, su venda sucia, su tos a cataratas.
Habrá que estar atento,
andar por los andamios de la palabra juntos.
Por eso es que no quiero que la lluvia se mezcle con tus
brazos, doblegue tu cintura en lucha desigual,
invada tu garganta sin el menor respeto,
cuando escribo esta carta donde digo te extraño,
si digo que amanece junto a esas referencias,
donde digo te extraño.
Y un último mensaje en la boca entreabierta del papel.
Esperame en los ojos, pero siempre en las uñas.



ORACIÓN

XIV


El vino es un ángel rojo
caído para siempre en nuestra copa.
Saúl Ibargoyen


En la ciudad del vino,
los arrabales que levantó el odio.
Por lugares así deambula el extranjero.
A ratos mira su pedazo de hembra en una foto
y una memoria roja
se le deshace a gritos en la boca.

Es el vino que hierve sobre los mostradores del olvido,
son callecitas breves de mordaza y navaja,
cicatrices del día que es mejor no tocar.

Todo conduce a un patio donde la luz —disculpen— es escasa.
Bandoneones pintados por Gaeta (1930)

sangran desentonadas palabras de alquitrán.
Y aquella vez el extranjero desconoció al escriba —un servidor—.
Sobre los basurales de la noche, bailó su tango con la muerte.


XIX


En el bar hay quien duela y hasta un vino esperando,
como un hombre rodeado de mesas sin respuestas,
hay un gato que nadie olvidó en una silla,
acaso un empleado que barre, que no canta, que limpia los espejos
donde quizá hubo rostros exagerando historias.
Y las manos que arrojan sus dados de neblina saben
que esto es doler, ¡perderse lejos!
Donde los pescadores buscan una cerveza
entre un rumor que nombra marea roja

y contaminación y trabajo perdido.
Donde siempre es verano
y los turistas piensan en qué gastar dinero y con quién retratarse,
mejor se es un trofeo de este subdesarrollo.
La mujer duerme en la pequeña casa.
Algunos parroquianos cuentan que el mar la está buscando.
El guante del cansancio les tapará la boca.
Las palmeras trabajan para el viento.


UNIVERSO


El poeta, como el cazador pobre, a lo que salga.
Baldomero Fernández Moreno


El domador que mete su cabeza dentro de la boca del león,
¿qué busca?
¿La lástima del público?
¿Qué tenga lástima el león?
¿Busca su propia lástima?
El poeta que arroja su anzuelo en la garganta de la Sordomuda, ¿qué busca?
¿La lástima del público?
¿Qué tenga lástima la Sordomuda?
¿Busca su propia lástima?
Y el público, ¿está loco? ¿por qué aplaude?


DESAPARECIDO I


Hablan y hablan
de aquellos
todo el tiempo.
Sigue de boca en boca la palabra
deshecha.
Hablan y hablan
de aquellos
porque saben
si callan
que ese silencio
sangra.


DESAPARECIDO II


Yo no soy y soy ninguna parte.
Yo no puedo y lo que puedo es nada.
Yo no estoy.
Apenas una sílaba pero en verdad más nada,
un tiempo ayer, ceniza,
viento por todas partes, no entro ni salgo, yo
no digo buenasnoches, no beso, no utilizo sombrero.
Porque jamás y soy ninguna parte.

Se terminó —dijo la vida de un portazo— y yo
no vuelvo y cuando vuelvo quedo a mitad de camino.
No puedo y si pudiera, es casi o menos que eso.
Apenas una fecha en el papel ajado de tus labios.

Allá van las barajas de mano en mano y estos
dados de sangre rodando a la deriva.
Yo sueño, si me sueñan.
Pero a veces, escucho. Hay una voz,
me sabe de memoria.


MECANISMOS


Para entreabrir el árbol
hay que cerrar el viento.
Para entreabrir al sueño
hay que cerrar el día.
Para entreabrir al mundo
hay que cerrar la bomba.
Para entreabrir las manos
hay que cerrar pañuelos.
Para entreabrir el niño
hay que cerrar al hombre.
Para entreabrir al mar
hay que cerrar ciudades.
Para entreabrir la boca
hay que cerrar los ojos.



ELLA


Viene despacio,
entra
tropieza con mi tos,
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parte.
Viene despacio,
ordena mis silencios,
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos.
Viene despacio,
a tender sus manteles de ternura.
Viene despacio,
apenas echa humo para no despertarme.
Se abre paso entre vasos arrojados al día,
retratos de mujeres,
noches de bronca y noches de ginebra.
Viene despacio,
entra,
se arrodilla al borde de mi alma
a juntar los fragmentos de mi risa.
Después se vuela azul como la tarde


CATRINA


Las escobas que barren el reloj son dos locas.
En la esfera que trina suena el temblor tembleque
del tic tac.
Sobre ese camposanto interminable van a sembrar
azúcar y a recoger veneno

Tan vestidas de gala las escobas,
tan flores de trapito aquellas capelinas,
plumas de zopilote, soga de cascabel le enfiesta
el cuello
y por la madriguera de sus ojos escapa el humo
de pájaros quemados .

La pista circular es ese disco
que dura lo que dura una canción.
De catrina en catrina el minutero
me va diciendo:
hola y adiós.

Locas del camposanto las escobas,
no dejan de barrerla testa del ahorcado.
Pulen la luna helada cada noche
y luego se columpian en un árbol de huesos,
graznan, chillan, se embriagan, sus labios de ceniza.

Con aliento a difunto y a cantina
van aquellas escobas, arrastran pies marchitos
al ritmo de un danzón
¡Ay la fregada y su perfume rancio!
¡Ay la esfera pulida y platinada
colgando en el extremo de un rosario de cruces!
Sobre ese camposanto llueve baba de perro.

La pista circular es ese disco
que dura lo que dura una canción.
De catrina en catrina el minutero
me va diciendo:
hola y adiós.


MORIBUNDAJE


“El dolor no se puede matar”
CRISTIAN ALIAGA

La bestia del dolor al centro del lago artificial,
la montaña nevada tras los barrotes blancos de la cama,
sábanas y almidón.
Bajo la piel los dados de marfil se juegan un estar,

moribundeando vamos, tanteos en la oscuridad de un cuerpo propio,

el extranjero de uno mismo.
Se escucha trabajar cerca del lago al pulidor de huesos.
Una radio lejana da noticias

de una guerra que termina y empieza cada día.

Al que agoniza le dan de comer en la frente,
le dan de vivir en la boca,
le dan de soñar en el pecho,
le dan de pensar en la sombra.

El lago artificial va sin arrugas,
ignorante de los colores, sin el latido de una sola hoja,
sin el chasquido de una garza.
Sólo el afligido va de aquí para aquí
con su pregunta incrustada
en los ojos.
Pero el dolor no hace tratos con nadie.
Y aunque no duela siempre, siempre duele.
Las palabras, las ganas están hechas de aire,
ese polvo de oro
fugado de los bolsillos rotos del cuerpo,

Y le dan de comer en la frente,
de vivir en la boca,
de soñar en el pecho,
de pensar en la sombra.

Hacer de tripa, corazón; de hueso corazón;
de almita, corazón.

Pero ¿y de corazón?, ¿una coraza?, ¿un pájaro de
sangre?
Alguien se vuelve anónimo envuelto en su sí mismo.
La bestia del dolor al centro del lago artificial,

la montaña nevada tras los barrotes blancos de la cama,
el almidón, las sábanas, los dados de marfil, moribundaje.
Aspirar, exhalar, armar con pedacitos de nada una enorme
paciencia de dientes apretados.
Y el deseo con mordaza en el paisaje de los frascos,
el lago artificial, el náufrago aferrado a una astilla de luz,
de puntillas de pie sobre las fauces del vacío.

Y le vuelven a dar de comer en la frente,
y de nuevo le dan de vivir la boca,
y otra vez de soñar en el pecho,
y de nuevo le dan de pensar en la sombra.
No hay quien le ponga el cascabel al gato.



REGRESO


No en balde la mariposa se posa
ociosa en tu mano,
no en vano tu mano, ahora sí,
vuelta rosa,
se torna instante,
se torna eternidad,
y el tiempo que inventamos
engañando al viento
se deshace en las alas,
se deshace en las líneas
y en los montes.
No en vano, no en balde,
no en las ancas del aire,
el poema se esfuma
para la otra orilla, atávica,
de nuestra unión con el Cosmos.



LA NIÑA DE LA MALLA ROJA


El cuerpo de la niña de la malla roja gira en la rueda de madera.
Va maniatado en ese disco, como si formase parte de su ser
y el movimiento se hiciese uno con su respiración.
Ningunos de los espectadores boquiabiertos
y con el corazón detenido por el riesgo del acto, sospecha que la niña,
en lugar de girar al ritmo que le impone la rueda, está volando.
Tampoco les ha dado a pensar
si detrás del antifaz de lentejuelas sus ojos lagrimean,
sonríen o van envueltos en un sueño.
Menos se les ocurriría que en este mismo instante
está abriendo los ojos
para ver lo que da vueltas a su alrededor:
un elefante de cabeza,
la carpa multicolor borracha, los globos que desciende
y el payaso a los tumbos. El mundo tal cual es,
patas arriba.
La niña de la malla roja gira en la rueda de madera
a gran velocidad; el cuerpo atado, las manos
y los pies sujetos con correas de cuero. El cuello igual.
El hombre de la capa negra elige sus cuchillos
ordenadamente dispuestos sobre un paño azul,
en la pequeña mesa de madera.
Acaricia el filo para cerciorarse de su poder devastador,
toca la punta con su índice enguantado.
Su ayudante le acerca un abanico de puñales,
él cierra un ojo y toma puntería; los arroja sin pausa,
vertiginosamente, pero ninguno da en el blanco.
La gente aúlla, aplaude,
ovaciona de pie al hombre que ha errado cada tiro.
Tras saludar mintiendo una sonrisa,
el hombre de la capa negra
que mastica una rabia profunda y macerada,
abandona la pista.
El elefante deja la alfombra de aserrín.
El payaso borra su gran boca pintada.
El público deja lentamente la carpa.
Nadie aplaude a la niña de la malla roja
que en su volar en círculos eludió una vez más
los lances de la muerte.



ENGARCE


a Silvio Rodríguez


La mano que lleva a un niño de la mano,
lleva una llave
enciende el fuego al tacto, un sueño
y una noche que niega la hondonada,
una en la otra se aprende a caminar,
a respirar.
Y va enlazada a un ramo.
La mano que ha plantado una mano
en la suya siente hundirse
un aliento en el agua del día,
da confianza de
manos abrazadas,
como el lugar donde se abre lo por decir,
lo por llegar.
Y el que conduce es conducido.
La mano que lleva a un niño de la mano
da un cuenco un viento en ese cuenco
y un viaje en ese viento
Donde estallan banderas de colores y
bestias fabulosas comparten un camino
que comienza en un sitio de manos abrazadas.
La mano que lleva un niño de la mano
fue a la cita en un lugar
de robustas memorias
donde la mano que traga saliva era
recuperada de la soledad.
Una en la otra.
La mano que lleva a un niño de la mano
no retrocede nunca.


CANCIÓN PARA EL SOMBRERO DE SAM

El sombrero de Sam, muchacho de carbón,
el sombrero de paja de Sam vuela al sur
con catorce agujeros,
para que alguien lo llene de algodón,
y lo laman dos perros y el verano.
El sombrero de Sam
vuela al barrio de Harlem,
para caer en medio del asfalto
donde los niños bailan
al compás de sus palmas.
El sombrero de Sam
caerá en los hilos del teléfono,
rodará entre los árboles.
Vuela al sur el sombrero
con catorce agujeros.



MUJER


De no sólo tu piel vive el hombre, mujer,
de no sólo rus manos vive el hombre.
De no sólo rus piernas vive el hombre, mujer.
Pero de codo eso más el hijo
salgo a vivir
armado hasta los dientes con tu luz
De no sólo tu sombra vive el hombre, mujer,
de no sólo tu aliento vive el hombre.
Pero de codo eso más la noche
mi corazón transpira sueños
y hablo en voz alca de las cosas simples.
De no sólo tus ojos vive el hombre, mujer,
de no sólo tu boca o de tu cuello.
Pero con codo eso más tu risa,
salgo con mi guitarra a hacer señales
para avivar el fuego de tus nombres.
De no sólo tu llanto vive el hombre, mujer,
de siquiera de la moneda tibia de tu abrazo.
Pero por codo eso más el viento
sueño que vas descalza por mi sangre.
De no sólo tus brazos, de no sólo rus hombros.
Pero con todo eso más el vino
construyo la canción que llevo bajo el brazo
de sur a vos, de otoño a cada día.
De no sólo su vientre vive el hombre, mujer,
de no sólo su cintura desnuda.
Pero eso más el sol a veces basta.
Pero eso sin el sol me sobra a veces



SUCESO IV

No había un gran saludo
Ni un abrazo de quién a no sé dónde
Ni siquiera un racimo de palabras había
Tan sólo una sonrisa
La comitiva de sus labios
Pidiendo credenciales a mis ojos
Diciendo:
Bienvenido señor,
En representación de ésta, mi piel



SUCESO VII

Los grandes titulares de los diarios
no hablan de ella.
J.B. Mc Millan, en sus discursos tan extensos
no se refiere a ella.
Mi río, el mago, el zapatero, el que conoce
a fondo las estrellas,
nunca la mencionó.
Sin embargo, ella sale a la calle
y desordena el mundo con sus pechos



CANCION

Ese corazón cabía en un zapato
y era abierto como un cuaderno abierto,
con garabatos restas y sustantivos propios.
Por ese corazón es que yo canto.
Ese corazón subía los techos a besar goteras,
después creció y aunque pasó de grado
no tuvo bicicleta ni entradas para el circo.
Por ese corazón es que yo canto.

Ese corazón golpeaba fiero en las camisas
tendidas en las sogas de los patios
y apuntó con canciones de esperanza.
Por ese corazón es que yo canto.

Ese corazón subía los techos.
Ese corazón cabía en un zapato.
Ese corazón estaba abierto, incluso,
sábados y domingos y feriados.



COMENTARIO XI


Si te contara de mis ruidos
descubrirías el mundo o un pañuelo.
Pero fuese uno u otro,
sería una canción para doler
como un olvido.
Si te contara de mis ojos,
alertarías sobre mis intenciones
a pájaros extraños.
les dirías que busco
una mancha de paz para este día.
Si te contara de mis manos,
te asombrarías con el pan y entonces
los dos aprenderíamos
escuchando la lluvia.
Y si te hablara de tu pena
quizá me ayudarías.


PREGUNTA



Dentro de una lágrima suya

¿puede caber mi nombre, todavía?


ESPEJITO DE MANO

Mírate bien, hoy eres
una cara de trapo al fondo del aljibe,
un perfil oxidado que ondea bajo el agua.
Te advertí, te lo dije,
el espejo, ese imbécil, compra muebles usados
y trabaja en el rostro con cuchillos sin filo.

Mírate bien, hoy somos
el ladrido del viento, te advertí, te lo dije,
es un sepulturero que cobra como artista.
Seguro ya te olió.
Su corazón helado
vende casas de polvo en los despeñaderos.
Mírate bien, hoy eres
un hospicio, un extraño,
reverso de una imagen que se repite y dice :
uno de los dos está muerto.





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