miércoles, 27 de septiembre de 2017

SEÑORA DE LOS ARCANOS

SEÑORA DE LOS ARCANOS - Enrique Molina

Yamila fue su nombre y protegió mi alma con una medalla embrujada. Anciana Vidente profetizó con la baraja de los besos, siempre un poco ebria, presagios súbitos en su boca como un roce de alas repique de bodas infidelidades oro y maldiciones. Semidesnuda, con una transparente sotana adornada con plumas, vio la ingle con el hierro del Verdugo, la casa lista para el último grito damas y caballeros con miel en el cuerpo contra las bendiciones conyugales. Aún conservo la carta que me envió un día antes de morir, mensaje imposible para un amor imposible -el hueso roto de la ortografía palabras sagradas y harapientas- para que humillara mi corazón y escuchara a Los hados. Una verdad despiadada para que supiera quién soy y que el tramposo botín de mi vida me habría de engañar hasta el último día. “ya nada puedes reclamar de los labios que antaño besaste” Yo que la recuerdo con profundo amor en su gabinete en la cama coronada por gárgolas, oro por ella. Alabada sea su voz y la bola de videncia en sus manos y que el Loco la siga con su perro está su Castillo transparente suspendido en el cielo con cuatro clavos de llamas. Amante y fantasmal desoí su último consejo porque ¿Quién sabe en el viento cuál es su casa y cuál es su verdadero amor…? Me pidió refugiarme en lo más profundo de mi alma todo perdido ante los hechizos insaciables del día. Todo es erróneo a la distancia en un oficio desolado. Yamila reposa entre sus cartas vendadas y yo que fui su creyente digo adiós a sus ojos mediúnicos y que su magia trace en torno a mí el círculo de fuego con la visión del paraíso y todo aquello que jamás se cumplió. He aquí la pisada de Eva con su huella incurable en pos del esplendor desolado del mundo


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