jueves, 7 de julio de 2016

ALESSANDRO BARICCO (FRASES)

ALESSANDRO BARICCO

La oscuridad suspende todo. No hay nada que pueda, en la oscuridad, convertirse en verdadero. 

Llevaba encima el terror, pero un terror blanco, quiero decir que no era como alguien que tiene miedo, sino como alguien que está a punto de desaparecer… 

Si tiene un nombre debe de ser ligerísimo, lo dices y ya ha desaparecido. 

En la soledad de este lugar apartado del mundo, me acompaña la certeza de que no queréis, en la lejanía, abandonar el recuerdo de quien os ama y siempre será vuestro

Era algo más que una mirada. Era una visita médica.

Eso es lo que tienen de bueno los hombres de ciencia: que están seguros de todo.

Podría escuchar cualquier cosa si proviene de un libro, es extraño, soy capaz hasta de llorar y es algo muy dulce, no anda por el medio ese hedor a muerte, lloro, eso es todo.

Pero esa vida no quiero perdérmela, yo la deseo, de verdad, aunque me hiciera un daño insoportable lo que deseo es vivir.

  

En el círculo imperfecto de su universo óptico, la perfección de aquel movimiento oscilatorio formulaba promesas que la irrepetible unicidad de cada ola en sí condenaba a no ser mantenidas. No había manera de detener aquella continua alternancia de creación y destrucción. 

La naturaleza posee una perfección propia sorprendente, que es el resultado de una suma de límites. La naturaleza es perfecta porque no es infinita. Si uno comprende los límites, comprende cómo funciona el mecanismo.

¿Dónde empieza el final del mar?

O más aún: ¿a qué nos referimos cuando decimos mar? ¿Nos referimos al inmenso monstruo capaz de devorar cualquier cosa o esa ola que espuma en tomo a nuestros pies? ¿Al agua que te cabe en el cuenco de la mano o al abismo que nadie puede ver? ¿Lo decimos todo con una sola palabra o con una sola palabra lo ocultamos todo? Estoy aquí, a un paso del mar, y ni siquiera soy capaz de comprender dónde está él El mar. El mar.

Ann Deverià la miró —pero con una mirada para la que mirar es ya una palabra demasiado fuerte —mirada maravillosa que en ver sin preguntarse nada, ver y basta —algo así como dos cosas que se tocan —los ojos y la imagen —una mirada que no toma sino que recibe, en el silencio más absoluto de la mente, la única mirada que de verdad podría salvamos —virgen de cualquier pregunta, aún no desfigurada por el vicio del saber —única inocencia que podría prevenir las heridas de las cosas cuando desde fuera penetran en el círculo de nuestro sentir —ver —sentir —porque no sería más que un maravilloso estar delante, nosotros y las cosas, y en los ojos recibir el mundo entero —recibir —sin preguntas, incluso sin asombro —recibir —sólo —recibir —en los ojos— el mundo.

No hay baile más preciso que ése para dar vueltas con el sueño, sobre el parqué de la noche.

La verdad es siempre inhumana.

Camino clemente, y hermoso. Un camino de aquí al mar.

El desconcertante descubrimiento de lo silencioso que es el destino cuando, de repente, estalla.

No se puede apagar el mar, cuando arde en la noche.

El mar borra por la noche. La marea esconde. Es como si no hubiera pasado nunca nadie. Es como si no hubiéramos existido nunca. Si hay un lugar en el mundo en el que puedes pensar que no eres nada, ese lugar está aquí. Ya no es tierra, todavía no es mar. No es vida falsa, no es vida verdadera. Es tiempo. Tiempo que pasa. Y basta


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