ÉPICA
Me duele esta ciudad,
me duele esta ciudad cuyo progreso se me viene encima
como un muerto invencible,
como un muerto invencible,
como las espaldas de la eternidad dormida
sobre cada una de mis preguntas.
sobre cada una de mis preguntas.
Me duelen todos ustedes
que tienen por hombro izquierdo una lágrima,
que tienen por hombro izquierdo una lágrima,
ese llanto es una aventura fatigada,
una mala razón para exhibir las mejillas.
En estas palabras hay un poco de polvo egipcio,
hay unas cuantas vendas, hay un olor de pirámides
adormecidas en el algodón del pasado,
adormecidas en el algodón del pasado,
y hay también esa nostalgia que nos invade en ciertas tardes,
cuando la lluvia se enreda en nuestro corazón
como los cabellos húmedos y largos de una mujer desconocida.
cuando la lluvia se enreda en nuestro corazón
como los cabellos húmedos y largos de una mujer desconocida.
Estuve atento a la edificación de los templos,
al trazo de las grandes avenidas,
al trazo de las grandes avenidas,
a la proclamación de los hospitales,
a la frase secreta de los enfermos,
vi morir los antiguos guerreros,
a la frase secreta de los enfermos,
vi morir los antiguos guerreros,
sentí cómo ardían los ángeles por el olor a vuelo quemado.
Me duele, pues, esta convocatoria inofensiva, esta novia de blanco,
esta mirada que cruzo con mi madre muerta,
esta mirada que cruzo con mi madre muerta,
esta espina que corre por la voz, estas ganas de reír y llorar a mansalva,
y el trabajo de ustedes, los constructores de la nueva ciudad,
los sacerdotes de las nuevas costumbres, los muertos del futuro.
Me duele la pulcritud inútil, la voluntad académica,
la cortesía de los ciegos,
la cortesía de los ciegos,
la caricia torva como una virgen insatisfecha.
Mirad las excavaciones de la noche,
escuchen a Lázaro conversando con sus sepultureros,
mostrándoles su anillo de compromiso con la Divinidad.
Vean a Lázaro en el restaurant y en el tranvía,
mostrándoles su anillo de compromiso con la Divinidad.
Vean a Lázaro en el restaurant y en el tranvía,
en el ataúd y en el puente, en el animal y en su plato de carne.
Sí, me duele este atardecer, esta boca de sol y de verano.
EL FUGITIVO
Sí, yo voy huyendo,
en mi corazón la noche se disfraza de corazón,
en mis cabellos el viento se disfraza de cabellos,
en mis cabellos el viento se disfraza de cabellos,
mi rostro está tan oscuro
que los astros han volado mis márgenes.
que los astros han volado mis márgenes.
En las esquinas están los avisos, se promete mi captura,
se promete mi iniquidad, le dan un apodo a mi degüello,
lo hacen risible;
lo hacen risible;
y yo trato de escaparme de esa forma de morir,
de ese cincel con que quieren modelar mis facciones.
Y no puedo responder porque mentiría, porque pediría perdón de
[ rodillas,
y mis lágrimas volverían a ser falsas y se dejarían visitar por la luna,
por el romanticismo de un jardín y una muchacha esperándome.
por el romanticismo de un jardín y una muchacha esperándome.
Una palabra, una historia arremansada en sus aguas como un barco
[ que va a ser carenado,
una historia de amor desgarrada y zurcida después convenientemente;
no, mil veces no, maldito sea yo y todos los que me rodean.
Los que me aplauden mienten, los que me niegan mienten;
soy el falso profeta que nadie esperaba,
Los que me aplauden mienten, los que me niegan mienten;
soy el falso profeta que nadie esperaba,
soy mi hermoso recuerdo, soy mi falso recuerdo,
soy el tigre de la oveja
soy el tigre de la oveja
y la oveja del tigre en un antro de espejos.
Por eso he huido, pero huir puede ser una forma literaria, un
[ regodeo ante mis perseguidores,
y el antifaz azul de la noche está sobre mis ojos como mi propia
[ carne;
por eso no dicto el amanecer, por eso no gozo el producto de una
[ supuesta gracia,
ni estoy enrolado a ninguna adivinación.
En mi palabra no almuerzan la advertencia ni el resguardo, la súplica
[ o la dádiva,
con mi palabra no alimento tampoco a los muertos,
a los que llevan una antorcha apagada en lugar de sonrisa,
una mueca nocturna en lugar de lágrimas,
una mueca nocturna en lugar de lágrimas,
un cabeza degollada —la propia— como feroz alimento.
Huir en las sombras, repetir la equitación del alma;
un alto disfrute para el amor, alcobas como viejas danzas de
[ imitación y dudoso deslumbre,
mujeres encantadas por un brillo y por una estirpe que memora en
[ los cuerpos la rosa de mar de la juventud.
Yo iba huyendo de otros como se huye de uno mismo,
de la propia palabra condenada al corazón de su propia impureza,
a la armadura de su propia memoria.
a la armadura de su propia memoria.
Dadle mis huesos a vuestros perros y ustedes también terminarán
[ inoculados,
porque la rabia es un alimento pernicioso,
una mordida así en el alma equivale a un descrédito de los ojos con
[ que el amor os ha regalado.
Implacable ley aquella que ha sido plantada en el árbol de la
[ medianoche;
cenicientas y príncipes retornan a sus casas cubiertas por el polvo de
[ las falsas adivinaciones,
y la inocencia se disuelve en un puñado de arena que levantan las
[ pisadas de las cabalgaduras
diligentes y ridículas de los funcionarios de la Razón y la Ciencia.
Debo advertirles, sin embargo, que no puedo odiarlos como quería;
comí entre ustedes, compartí vuestro pan y vuestro vino, compartí
Debo advertirles, sin embargo, que no puedo odiarlos como quería;
comí entre ustedes, compartí vuestro pan y vuestro vino, compartí
[ vuestras mujeres,
y en la sobremesa también yo dije bromas amables, supe portarme
[ como hábil cortesano,
hice mías vuestras fórmulas de progreso, amé a vuestras hijas en
[ secreto
—la soledad de mi cuarto puede narrar esto mejor…
Ahora huyo, perro mojado, con el pelambre gris pegado a la carne,
huyo sin saber de quién ni por dónde,
huyo sin saber de quién ni por dónde,
yesos edictos en las esquinas no hablan de mí sino de aquel que fui,
piden la cabeza que ya no me pertenece ni tengo,
piden la cabeza que ya no me pertenece ni tengo,
piden la palabra que ya me abandonó y abandoné.
En suma, hablan de otro, y mi huida no tiene otra causa
que evitar el encuentro con ese otro
que evitar el encuentro con ese otro
y ver cuando lo traigan a la Plaza de las Ejecuciones,
maniatado, rodeado de soldados,
maniatado, rodeado de soldados,
bajo el sol radiante de la rechifla, la recriminación,
la burla y los sobrenombres groseros,
la burla y los sobrenombres groseros,
en la futura mañana de la que ahora trato de escaparme.
SEÑAL NOCTURNA
Un olor de criaturas que en la noche no conocen el sueño,
que sólo detentan su amor entre sus garras,
con los ojos abiertos a la medida de su hambre
y a la medida de su sueño.
con los ojos abiertos a la medida de su hambre
y a la medida de su sueño.
Un vaho de seres en cuyas húmedas fauces
tal vez se queja la Razón,
la reina anciana en su lecho silvestre.
tal vez se queja la Razón,
la reina anciana en su lecho silvestre.
Un sitio para la gran deuda de Dios,
para el sonido del alma en los huesos,
para el sonido del alma en los huesos,
un sitio para la invención de la Tierra,
un rincón donde el rumor de las propias palabras
es tal vez la sombra del viento en nuestras bocas.
es tal vez la sombra del viento en nuestras bocas.
Cosas abandonadas en algún sitio de lo que esperábamos decir,
el hueso de la Inteligencia roído una y mil veces
el hueso de la Inteligencia roído una y mil veces
entre declaraciones de triunfo y heridas de paz.
Un olor más desierto que el salvaje vapor de las salinas
se levanta de ese sitio y de esas palabras.
se levanta de ese sitio y de esas palabras.
Criaturas durmiendo en la encarnación de la noche,
en la base confusa del sueño,
en la base confusa del sueño,
sitios abandonados, sitios abandonados
donde el polvo y la yerba se acarician mutuamente,
burlándose entre susurros
donde el polvo y la yerba se acarician mutuamente,
burlándose entre susurros
de los grandes templos derruidos y de los grandes festines.
Allá, en los zarpazos de un sol que devora los ojos inmóviles,
los actos inmóviles, los amores inmóviles;
los actos inmóviles, los amores inmóviles;
en los acantilados donde el mar arroja sus orines
con un golpe de fusta,
con un golpe de fusta,
en la selva que se ha puesto tigre de tanto jugar con la carne del alba,
en la ciudad que fue botada a la noche como un gran trasatlántico
en la ciudad que fue botada a la noche como un gran trasatlántico
[ lleno de luces y de fiesta;
allá, allá donde las hojas secas son reunidas
por la mano de un otoño invisible.
por la mano de un otoño invisible.
Un olor de ciudades empañadas por el cansancio de la imaginación,
por el silencio de los muertos,
por el silencio de los muertos,
costas oscuras donde la lluvia
suena como un cuerpo arrojado a las playas,
suena como un cuerpo arrojado a las playas,
construcciones donde el Poder quiso ser la Belleza
y el Sofista vistió y lució las galas de su propia condena.
Un olor que rebasa la boca oscura del agua estancada,
las lujosas cocinas inundadas de desperdicio y platos sucios,
colillas de cigarros, vasos con residuos de vino, servilletas usadas;
un olor donde el brillo de las urnas envejece,
colillas de cigarros, vasos con residuos de vino, servilletas usadas;
un olor donde el brillo de las urnas envejece,
un olor donde las alcantarillas resumen el tedio con inmensa dulzura.
Largas calles desiertas,
Largas calles desiertas,
paisajes urbanos sostenidos por la luz de los últimos astros,
extraños rumores de seres cavando, alimentándose de frases
extraños rumores de seres cavando, alimentándose de frases
[ apagadas, de sangre apagada.
Nos espera ese sitio, esa habitación,
esa melancólica infamia con que un día nos miraremos en los espejos,
esa sagacidad con que un día probaremos nuestros retratos.
esa sagacidad con que un día probaremos nuestros retratos.
Nos espera ese largo entendimiento del verano con los insectos,
esa mirada velada que cruzan entre sí el otoño y los muertos.
Entonces la sapiencia culmina en el sapo,
entonces el mar llega besando a sus bellísimos monstruos,
a sus ruinas de barcos como recién nacidos siniestros.
a sus ruinas de barcos como recién nacidos siniestros.
¿Dónde están los dormidos?
¿Dónde están los amantes, los constructores de esta ciudad?
(Nadie responde, y aquellos que trabajan de noche
establecen oscuras conexiones con la antigua destrucción de los dioses).
EL PEQUEÑO CÉSAR
Te detuviste a desear aquello que mirabas,
te detuviste a inventar aquello que mirabas,
te detuviste a inventar aquello que mirabas,
pero no estabas detenido, lo que mirabas agitaba tu propio pañuelo,
hacía tus señas desde su lejanía.
hacía tus señas desde su lejanía.
Algo de eso comprendiste;
los muelles, los sitios donde la sal es una ciega sentada en el alma,
los sitios donde la espuma roe la base de todo
los sitios donde la espuma roe la base de todo
con sus pequeños dientes parecidos a la arena de lo que se olvida,
los sitios donde las viejas anclas y los motores de barcazas vencidas
se oxidan cagados por las gaviotas y los pelícanos,
los sitios donde las viejas anclas y los motores de barcazas vencidas
se oxidan cagados por las gaviotas y los pelícanos,
los pequeños tumultos blancos donde la paz
y el movimiento entrelazan sus redes a la usanza del mar,
y el movimiento entrelazan sus redes a la usanza del mar,
los sitios menos frecuentados de las playas,
los paisajes que te rodeaban sin que supieras exactamente a qué
[ distancia de tu imaginación,
a qué distancia de tus argumentos más íntimos.
Hay un cielo de navíos que los ojos contemplan
desde abajo de las lágrimas,
desde abajo de las lágrimas,
desde donde la mirada se queda sin respiración,
sin oxígeno para saber qué mira todavía y qué ha dejado de mirar.
Una eternidad que cualquiera diría gastada por el uso,
manoseada por los muertos, ablandada por la queja de los enfermos,
tocada por las lágrimas,
tocada por las lágrimas,
una tarde que se va hundiendo como un barco
en cierto paisaje tuyo.
Algo de eso comprendiste,
desconfiabas de tu deseo,
pero era tu saliva la que brillaba en los dientes de tu deseo,
pero era tu saliva la que brillaba en los dientes de tu deseo,
eras tú esa masa pastosa que alguien masticaba
pero que iba siempre a parar a tu estómago,
pero que iba siempre a parar a tu estómago,
era tuya la mano con que te decían adiós y era tuyo el pañuelo.
Por eso en mitad de la noche has vacilado,
has oído a los árboles perderse en sus ramas,
has oído a los árboles perderse en sus ramas,
has sentido al viento quedarse quieto de pronto,
como en acecho de
como en acecho de
[ algo, entre los pliegues de la cortina,
has oído a los muertos reírse en sus agujeros imitando a los topos,
has descubierto que un día vestido de mayordomo,
el olvido vendrá a anunciarte
has descubierto que un día vestido de mayordomo,
el olvido vendrá a anunciarte
que ya está servida la mesa,
y sin quererlo tú, esa noche cenarás con apetito y al final,
dejando la servilleta sobre la mesa, elogiarás complacido el menú…
dejando la servilleta sobre la mesa, elogiarás complacido el menú…
Todas las luchas libradas en el océano brillan
en esa lámpara que acabas de encender,
en esa lámpara que acabas de encender,
en esas aguas donde el horizonte desarrolla su instinto de montaña,
allá donde el cielo parece dormitar entre sus mandíbulas de abismo.
allá donde el cielo parece dormitar entre sus mandíbulas de abismo.
Puedes romper las cartas de aquella que amaste,
puedes hacer que el olvido, tu extraño servidor,
entre al pasado, los sorprenda juntos a ti y a ella y allí los atrape,
entre al pasado, los sorprenda juntos a ti y a ella y allí los atrape,
puedes fingir que eres la ropa que te quitaste, la frase que escribiste,
el número telefónico que te buscas en el bolsillo,
la dirección que no aciertas a dar.
la dirección que no aciertas a dar.
Puedes fingir que estás fingiendo, puedes simular que eres tú,
que es tu deseo y no tu olvido tu verdadero cómplice,
que tu olvido es el invitado que envenenaste la noche que cenaron juntos.
que tu olvido es el invitado que envenenaste la noche que cenaron juntos.
Puedes decir lo que quieras, eso será la verdad aunque no puedas ni puedan tocada.
Alzas tu lámpara y lo que fuiste parpadea en aquello que estás siendo,
también tu libertad te tiene entre sus manos.
también tu libertad te tiene entre sus manos.
Quisieras llorar porque la eternidad navega como una muerta,
masticas despacio tu bocado de alma, tu rebanada de ideología, tus
masticas despacio tu bocado de alma, tu rebanada de ideología, tus
[ órganos para conmoverte, tomas la servilleta y te limpias la boca,
distraídamente miras la antigua mancha de vino en el mantel…
Quisieras llorar porque la noche es un árbol
que no podemos sacudir con las manos
que no podemos sacudir con las manos
para que caigan los frutos deseados;
todo pasa mientras terminas de comer,
mientras doblas la servilleta de nuevo,
mientras doblas la servilleta de nuevo,
y tu lámpara ilumina para ti la espuma que el tiempo
deja en lo alto de las ruinas,
deja en lo alto de las ruinas,
en todos los sitios que no han resistido el oleaje del hierro,
la embestida de los discursos triunfales.
la embestida de los discursos triunfales.
En mitad de la noche algo tiembla,
en mitad de la noche te oyes hacia arriba
en mitad de la noche te oyes hacia arriba
como quien se despierta por el ruido de la lluvia,
en mitad de la noche te oyes hacia abajo
como quien se despierta por el ruido de la muerte.
como quien se despierta por el ruido de la muerte.
Y no quieres ser cómplice de los dormidos, no quieres ser cómplice
[ de los muertos,
no quieres ser traspasado por tus lágrimas,
como un trapo sucio, entonces, ¿quién eres tú?
como un trapo sucio, entonces, ¿quién eres tú?
Tal vez te gustaría ser el custodio de los reinos que la carroña acecha,
tal vez te gustaría tomar tu deseo, levantarlo
convertido en el deseo del mundo, en la base del mundo.
Algo de eso comprendiste y vacilas,
tal vez te gustaría tomar tu deseo, levantarlo
convertido en el deseo del mundo, en la base del mundo.
Algo de eso comprendiste y vacilas,
y tu vacilación te afianza en el mundo,
te da vientos para navegar,
uñas para clavarlas,
te da vientos para navegar,
uñas para clavarlas,
te invita a subir al puente de mando.
Pero aún vacilas, tal vez ese traje de marinero no es el tuyo,
pero ya es tarde, pero aún vacilas, pero ya es tarde,
pero ya es tarde, pero aún vacilas, pero ya es tarde,
intentas despedirte de alguien,
pero la mano con que deseas decir adiós
también se va quedando atrás, y ya no puedes alcanzada
aunque te inclines hacia ella
aunque te inclines hacia ella
con todo tu cuerpo, con toda tu duda de no inclinarte lo suficiente.
¿Qué cosa es tu cuerpo? ¿Qué cosa es tu lámpara?
¿Qué cosa es no inclinarse lo suficiente?
¿Significa todo esto decir adiós?
Hablabas de un deseo y también de un olvido,
hablabas de las cartas de una mujer, no se sabe si las rompiste,
no se sabe si te olvidaste de ella,
si alguna tarde caminaste pensándolo,
no se sabe si te olvidaste de ella,
si alguna tarde caminaste pensándolo,
también hablabas de una lámpara, y de un pañuelo
o de un barco …
Hablabas de algo así, no recuerdas cómo.
CIERTO PASEO
Bajo los puentes donde las aguas y el tiempo esperan algo,
bajo mis soluciones, bajo mis cruces más remotas,
bajo mis soluciones, bajo mis cruces más remotas,
en las caminatas que recomienda el delirio, en el paso por una calle,
en el paso por una palabra,
en el paso por una palabra,
estoy mirándome, atendiéndome, oyéndome partir.
Estoy probando estas armas antiguas,
esos mecanismos cubiertos de polvo,
esos mecanismos cubiertos de polvo,
estoy trastabillando en mi imagen sagrada,
midiéndome el traje, de una resurrección que no me facilita vivir,
que no cumple mi alma.
que no cumple mi alma.
Cuando el caído de la estrella mira su espejo roto,
cuando la mujer se sienta en sus lágrimas
como en un medio de transporte,
como en un medio de transporte,
cuando alguien se detiene ante un antiguo dolor
y lo oprime contra su pecho
y lo oprime contra su pecho
como si se tratara de un retrato de infancia,
de una antigua camisa que ya no le viene,
de una antigua camisa que ya no le viene,
cuando decimos cuando
y nos ponemos a buscar por el suelo de lo que sentimos,
bajo la mesa de lo que adivinamos,
y nos ponemos a buscar por el suelo de lo que sentimos,
bajo la mesa de lo que adivinamos,
y tropezamos con nuestro propio animal,
con nuestra propia sombra al borde de una estatua,
con nuestra propia sombra al borde de una estatua,
criatura de infatigable tristeza, de riesgo amoroso.
Entonces sacamos las manos de la aguas de esa contemplación,
sacamos nuestros residuos de ventaja y adivinanza,
sacamos nuestros residuos de ventaja y adivinanza,
hemos resucitado al tercer día de ciertas ausencias,
los párpados se abren por el esfuerzo de una mirada
o de una lágrima que sale del fondo de los ojos como un desenterrado,
o de una lágrima que sale del fondo de los ojos como un desenterrado,
como un minero que trae cosas rojas en las manos…
Y es la noche, es la mujer de senos acariciados
por el oro la que nos sonríe,
por el oro la que nos sonríe,
y nuestros brazos ciñen en ella esa ausencia que no comprendemos,
nuestros brazos ciñen en ella ese cuerpo
que atisbamos en el fondo del mar,
nuestros brazos ciñen en ella ese cuerpo
que atisbamos en el fondo del mar,
esa antigua cabeza de mujer cuyos largos cabellos
van tomando el movimiento y el color de las algas,
van tomando el movimiento y el color de las algas,
cierta forma de vida aún no definida,
todavía esparcida en lo ajeno de su vegetación.
todavía esparcida en lo ajeno de su vegetación.
Y arriba, junto a nosotros,
flotando en la caricia como en otro movimiento,
flotando en la caricia como en otro movimiento,
atravesando nuestras puertas y acechando nuestros ademanes,
nuestras palabras de escasa y visible victoria,
nuestras palabras de escasa y visible victoria,
la sombra de ese cuerpo sin ascensión y sin viaje en nosotros.
Y en la ciudad el invierno se deja crecer el cabello,
las tardes nubladas se convierten en depósitos de una vagancia
por debajo de mis paseos,
por debajo de mis paseos,
mis palabras bordean su propia intemperie,
el silencio desliza su mano por el cuerpo de mi posible victoria,
hay un artificio allí donde me palpo.
hay un artificio allí donde me palpo.
Y cada noche reanudo el paseo,
extraigo los objetos que flotan en la superficie,
me mojo las manos por alcanzarlos,
me mojo las manos por alcanzarlos,
y los observo y observo esas aguas,
apoyado en el pretil de los puentes que más tarde tal vez tenga que cruzar.
LICANTROPÍA
Ya no será necesario que huyan,
he estado mordiendo pacientemente vuestros corazones,
esperando el soñado contagio,
esperando el soñado contagio,
pero ha sido inútil, ustedes le temen a su propia divinidad,
y de sus corazones huyó el hombre que un día quisieron ser.
Todos quisimos serlo, arrebatamos para nosotros,
ponernos en nuestras propias manos;
ponernos en nuestras propias manos;
pero esta vez tuvimos miedo,
pero esta vez tuvimos gestos que no propiciaron el alba,
carecimos de la demencia necesaria,
nuestra locura no fue de orden divino,
nuestra locura no fue de orden divino,
y tampoco lo fueron nuestro amor y nuestro odio.
Inoculados de una guerra y de un poder extraño a nosotros,
vacíos hasta la indigestión del vacío,
vacíos hasta la indigestión del vacío,
sentados a una mesa ganada a nuestra vida,
sentados a una cultura ganada a nuestro amor,
sentados a una cultura ganada a nuestro amor,
ordenados hasta el desorden, prudentes hasta perder el juicio,
sonriendo hasta que la sonrisa nos cubre los ojos,
sonriendo hasta que la sonrisa nos cubre los ojos,
hemos razonado acerca de todo esto, hemos hecho
Ciencia de todo esto, Arte de todo esto,
Ciencia de todo esto, Arte de todo esto,
y en nuestra boca un reino de insectos
ha construido un reino de frases
ha construido un reino de frases
complicadas y dulces, inteligentes y veloces,
y por los pasillos de este lenguaje
y por los pasillos de este lenguaje
se oyen las pisadas de los dioses muertos.
¿Muertos de quién?
¿A causa de qué enfermedad vergonzosa o de qué triunfante senectud?
¿A causa de qué enfermedad vergonzosa o de qué triunfante senectud?
Ah, he caído en la trampa, me proponía escudriñar mi lengua
y estoy diciendo el manoseado discurso, la quebradura de cabeza,
el dolor atrapado por un lance de la eternidad que tal vez olfateamos.
¿Quién conoció la antigua desnudez de las danzas humanas?
¿Quién conoció las ricas vestiduras con que los hombres,
armados con el silencio de sus dioses,
armados con el silencio de sus dioses,
se volvieron hacia el mundo sedientos de sí mismos?
La gracia de los labios, las cabezas inclinadas
como donaires de una
como donaires de una
[ luz poniente,
la cacería al alba, bajo el sonido de los cuernos,
de nuestros más acreditados apetitos,
de nuestros más acreditados apetitos,
¿quién podrá repetirlos ahora?
Una ración de ley, un paisaje donde la noche
es una costumbre de raza,
es una costumbre de raza,
un equilibrio, un juego de dados,
el golpe del vaso de cuero sobre la mesa;
el golpe del vaso de cuero sobre la mesa;
viejas ordenanzas, sepulturas dinámicas
de una Razón no prevista
y colmada de sangre.
de una Razón no prevista
y colmada de sangre.
Sí, ya no serán necesarios estos colmillos,
estos lances de cacería en el poema,
estos lances de cacería en el poema,
estas alusiones emplumadas de amor y desamor,
de cansancio y fastidio,
de cansancio y fastidio,
estas aguas donde la palabra se extiende sobre su propio ritmo
y de allí salta al poema
y de allí salta al poema
como una codiciable mujer negada a nuestro sueño.
Compréndanme o no me comprendan si quieren,
estoy cansado de que me quieran comprender,
estoy cansado de que me quieran comprender,
estoy cansado de que piensen que todo puede ser explicado,
el aire de perdonavidas de vuestros laboratorios me exalta;
el aire de perdonavidas de vuestros laboratorios me exalta;
yo no quise comprenderlos a ustedes, quise ser como ustedes
porque les he tenido miedo,
porque les he tenido miedo,
porque les daba la razón, la ponía en vuestras manos
como si ella fuera de ustedes y yo debiera pedirla.
como si ella fuera de ustedes y yo debiera pedirla.
Entonces, como comprenderán, como debieron comprender,
mis colmillos ya no sirven, han pasado de moda,
mis colmillos ya no sirven, han pasado de moda,
soy el sepulturero de mis propias palabras, aquel que amenizaba
[ vuestro tedio y vuestra arrogancia
con un tedio y una arrogancia mayores, los míos.
Y mis colmillos o capacidad de reírme,
Y mis colmillos o capacidad de reírme,
mis colmillos o manera de sollozar, de increpar,
estaban en ustedes se mordían a sí mismos
y los mordían a ustedes,
pero una extracción mundial,
practicada por los sepultureros de lo divino,
y los mordían a ustedes,
pero una extracción mundial,
practicada por los sepultureros de lo divino,
los ha arrancado de ustedes y de mí, nos ha vuelto vegetarianos
en el peor de los prostíbulos.
en el peor de los prostíbulos.
Ahora véanme sonreír con mi boca desdentada,
con mis sangrantes y dulces encías, que ya no quiero ocultar.
Pero no olviden esto, vendrán otros colmillos,
y de la Metafísica de esas mandíbulas, del opio de esa Razón,
de la lucidez de esa mordida, no podrán escaparse.
de la lucidez de esa mordida, no podrán escaparse.
Pero ahora, para ustedes y para mí, ha pasado el peligro;
éste, el que nos despertaba en mitad de la noche, el que nos
[ esperaba en mitad del amor,
aquél que nos hacía temblar y sonreír, hablar en voz baja
y pedir excusas con marchita y delicada cortesía.
y pedir excusas con marchita y delicada cortesía.
SENTADO EN UNA PIEDRA
No estaba preparado para llorar,
no estaba preparado para creer en mí,
para herrarme con el sello candente de la libertad,
no estaba preparado para creer en mí,
para herrarme con el sello candente de la libertad,
para errar mi corazón en la Ciencia,
para tocarlo todo y dejarlo todo bajo la misma llovizna insistente,
yo también empapado por esa llovizna que cae sobre la ciudad.
yo también empapado por esa llovizna que cae sobre la ciudad.
Y por lo tanto
no estaba listo para los hombres, para tocarlos con mi palabra,
para que mi corazón los oliera sin náuseas, adivinando los
para que mi corazón los oliera sin náuseas, adivinando los
[ estornudos
de su propio fantasma.
Debí sospecharlo al cruzar el espejo, debí sorprenderme,
al salir de mi imagen me vi ileso,
no sentí vidrios rotos por ninguna parte;
no sentí vidrios rotos por ninguna parte;
eso fue lo que entonces creí,
y estaba equivocado, lo confieso, porque había vidrios rotos,
algunas astillas estaban hincadas en mí delicadamente,
algunas astillas estaban hincadas en mí delicadamente,
pero no lo sentí porque en esos momentos yo era esas astillas,
esa frágil constancia de mí mismo,
esa leve tortura de atravesar el espejo sin reconocemos,
esa leve tortura de atravesar el espejo sin reconocemos,
sin hacernos guiños, sin palabra sagrada.
Pero ahora, sin arrepentimiento, sin hablar de perdón,
sin mueca obsesiva, sin sangre obsesiva,
sin mueca obsesiva, sin sangre obsesiva,
yo señalo esta distancia, este desgarrón donde el sol de la tarde deja
[ crecer pequeños gusanos de luz,
pequeñas colonias de un poniente en descomposición,
de un alma pintada de cal por el ocio de su incertidumbre.
de un alma pintada de cal por el ocio de su incertidumbre.
Y acepto la evidencia de esta ciudad, de este reclamo
de un amor todavía no concedido a los hombres,
de un amor todavía no concedido a los hombres,
y veo en mi piel las razas nocturnas,
flotan en mi mirada sus primeros esfuerzos,
flotan en mi mirada sus primeros esfuerzos,
me buscan en el temblor que alguna vez he sentido,
temblor de aproximaciones…
temblor de aproximaciones…
No, no estaba preparado para convocar el asalto,
el mundo ha envejecido de súbito,
el mundo ha envejecido de súbito,
la noche ha sido preñada por el sol nuevamente,
las bestezuelas de mis mejores días han roto sus jaulas
y se han escapado,
y se han escapado,
tal vez han ido a morir al desierto,
las aguas donde estuvo escrito mi nombre se apartan lentamente,
ondulando como si un tren
ondulando como si un tren
hubiera trepidado sobre los puentes.
He desaparecido de mi propia creación
y volveré a surgir el día en que rompa los vidrios de mi muerte,
pero esta vez no será posible el accidente, la inocencia del gesto;
no, no será posible romper esos vidrios sin querer, como un niño
pero esta vez no será posible el accidente, la inocencia del gesto;
no, no será posible romper esos vidrios sin querer, como un niño
[ jugando con una pelota,
sino de frente y con el puño.
EL AZAR DE LAS PERFORACIONES
Puse las manos donde mis guantes querían,
puse el rostro donde mi antifaz podía revelármelo;
mi única hazaña ha sido no ser verdadero, mentir con la conciencia
[ de que digo la verdad,
mirar sin aspavientos mi existencia,
desfigurada por lo que la hace vivir,
desfigurada por lo que la hace vivir,
rodeada por lo que tiene de centro, de membrana interior.
He utilizado la palabra amor como un bisturí,
y después he contemplado esa cicatriz verdosa que queda en lo
[ amado y en el amante,
y esa cicatriz verdosa brilla también en estas palabras,
y en mi mirada también pueden sentirse
los bordes carnosos y finos de esa cicatriz,
de esa estrella sin fuego.
los bordes carnosos y finos de esa cicatriz,
de esa estrella sin fuego.
La noche ha pasado hacia el mar,
ha pasado llevándose mis antiguas estatuas,
y yo vi cómo borraba también
el burbujeante silencio de los conspiradores,
el burbujeante silencio de los conspiradores,
de los héroes que extraviaron su heroísmo al nacer,
al ser héroes por primera o por última vez.
al ser héroes por primera o por última vez.
La noche se desliza entre los barcos anclados,
y el gran velo del trópico, como un cuerpo a la deriva,
cae sobre nosotros;
cae sobre nosotros;
cae con lentas oleadas de insectos,
y el calor es una lengua obscena que lame por igual
los cuerpos de los vivos y de los muertos.
y el calor es una lengua obscena que lame por igual
los cuerpos de los vivos y de los muertos.
Vuela la noche sobre el mar y del mar regresan los últimos pájaros,
la luz de los faros se unta a la dureza de esas aguas oscuras,
se extiende sobre ese ritmo arrebatado a otra vida,
y con un movimiento impreciso,
el sueño de la tierra levanta los remos.
la luz de los faros se unta a la dureza de esas aguas oscuras,
se extiende sobre ese ritmo arrebatado a otra vida,
y con un movimiento impreciso,
el sueño de la tierra levanta los remos.
¿Dónde podría yo estar diciendo la verdad?
¿De qué antifaz arrancaría yo mi rostro
para probar el dolor de mi mentira?
para probar el dolor de mi mentira?
¿De qué rostro arrancaría yo mi antifaz
para probar la tela de mi vida,
la gran envoltura de lo que me rodea?
para probar la tela de mi vida,
la gran envoltura de lo que me rodea?
Pero la vida es la gran respiración de la muerte,
el ruido de las pisadas de nuestras propias hormigas.
Se hunde la noche en los rostros y en las palabras,
el trópico extiende sus calientes y húmedas mantas sobre mi corazón,
y una respiración pausada de agua podrida,
una fresca dulzura de sapos, envuelve a las cosas.
y una respiración pausada de agua podrida,
una fresca dulzura de sapos, envuelve a las cosas.
Y es el vaho de la piedad,
la gran religión del desacuerdo con el amor
y con las macizas exploraciones del odio,
la gran religión del desacuerdo con el amor
y con las macizas exploraciones del odio,
lo que enciende sus lámparas veladas, sus frases veladas,
sus caricias veladas.
sus caricias veladas.
Y yo toco aquello que tal vez me corresponde,
que tal vez me alimenta, que tal vez me devora;
que tal vez me alimenta, que tal vez me devora;
yo palpo la dureza y la blandura de mi alma,
no con mis manos sino con mis guantes;
mis falanges de cuero, mis uñas de gamuza
no con mis manos sino con mis guantes;
mis falanges de cuero, mis uñas de gamuza
[ exploran la verdad
como una apariencia temporal de la mentira,
y exploran la mentira como un túnel
y exploran la mentira como un túnel
por donde hacemos pasar la verdad.
Todo yo me sorprendo, todo yo me designo;
este descubrimiento es ventajoso, mis manos no existen,
existen mis guantes,
existen mis guantes,
las aguas de la Historia me llegan a los labios,
me suben a los ojos, son el caldo de cultivo apropiado
para interrogar dentro de él a Dios, la bañera
donde los enfermos cabecean confundidos con su enfermedad,
me suben a los ojos, son el caldo de cultivo apropiado
para interrogar dentro de él a Dios, la bañera
donde los enfermos cabecean confundidos con su enfermedad,
donde los héroes respiran dolorosamente
confundidos con sus estatuas.
confundidos con sus estatuas.
Mis guantes exploran mis manos,
en la humedad del trópico exploran
la sequía deslumbrante del desierto,
la sequía deslumbrante del desierto,
palpan los grandes glaciares entrando
en el océano con la serenidad de las grandes catástrofes.
en el océano con la serenidad de las grandes catástrofes.
Las hojas podridas se enternecen con esta exploración,
los mosquitos escoltan el anochecer,
los mosquitos escoltan el anochecer,
la realidad se desviste en sus lámparas.
La noche baja al mar, en los manglares se detiene la luna,
¿quién oye ese rumor de insectos en la caliente y húmeda noche?
¿Quién oye ese rumor de cuerpos
encontrados en la memoria en el sudor del alma,
en el chasquido de la nada?
encontrados en la memoria en el sudor del alma,
en el chasquido de la nada?
Esta indagación sólo podrá ser realizada por el artificio,
el antifaz irá trasplantando el rostro,
los guantes tendrán a su cargo
los guantes tendrán a su cargo
[ la creación de las manos,
la mentira abrirá un túnel bajo lo que llamamos real,
pondrá en entredicho la dureza de ese piso.
pondrá en entredicho la dureza de ese piso.
Sólo así mi tacto será más vivo,
y mi respiración dará menos vueltas
para encontrarse con mi alma,
o con aquello que pregunta por mí,
si es que algo pregunta por mí.
para encontrarse con mi alma,
o con aquello que pregunta por mí,
si es que algo pregunta por mí.
¿Quién escucha este zumbido de insectos
en la caliente y húmeda noche?
en la caliente y húmeda noche?
También la luz de los faros ha sido contagiada
por el rumor inarticulado de esas aguas,
por el rumor inarticulado de esas aguas,
por lo corrosivo de ese movimiento.
Pero hay un rumor de remos, hay un rumor de remos;
debemos escucharlo con atención.
ULISES REGRESA
La frase que no hemos dicho,
cierta respiración de la boca en el apetito del sueño,
el silencio que comienza como una bandada de pájaros;
yo he depositado esa frase en el plato
donde nos sirven la cabeza del Bautista.
donde nos sirven la cabeza del Bautista.
Estoy aquí después de extraviar mi mejor ofrecimiento,
aquí la escondida aptitud del metal con que los dioses antiguos
[ desnudaban la desgarradura del mundo,
el crimen como un acto fallido de amor,
el crimen como un acto fallido de amor,
la cicatriz invencible de la muerte,
la vieja destreza de los labios colectivos,
la vieja destreza de los labios colectivos,
el llamado del mar, las señales del pájaro sepultado en su vuelo.
Orden diurno no puedo darles de mí;
en mi esqueleto, en mi atrocidad lunar,
lo que brilla es la escasa sangría
lo que brilla es la escasa sangría
que aún queda de mis astros;
el punto más pequeño y débil de mi frase
es un vago movimiento del agua después del naufragio,
es un vago movimiento del agua después del naufragio,
cuando todo ha desaparecido de la superficie
y el propio ritmo del mar
adquiere la soltura de ciertas ausencias.
Y este desafío verbal, este arranque del alma,
adquiere la soltura de ciertas ausencias.
Y este desafío verbal, este arranque del alma,
este cuerpo a cuerpo de la noche con la leyenda
mientras la oscuridad toma la forma de los árboles,
de los rostros entregados a la apariencia del beso;
de los rostros entregados a la apariencia del beso;
aún este tiempo nos deja oír el mar,
el antiguo quejido de las playas como una humanidad tolerada por
el sueño de sus dioses
y por el golpe de puñal de sus mejores asesinos.
El sabio desconfía del sabor a selva del alma,
del cuerpo que se baña en la súplica de su propia carne
espumando congoja,
espumando congoja,
de la mujer arrodillada ante lo abstracto del falo;
pero ¿qué significado pedían ustedes a la noche?
¿Qué oscura razón de vivir aterraba vuestros labios
mientras la yerba nocturna crecía en vuestros ojos?
mientras la yerba nocturna crecía en vuestros ojos?
Y ese atardecer que alguien lleva en los brazos
como un cachorro que gime débilmente,
como un cachorro que gime débilmente,
crecerá cuando el sol se tope con su propia sombra
y un cultivo de llagas sedientas establezca en los pechos
la curva de la Historia.
la curva de la Historia.
Todos sabemos de alguna manera
que el terror es una pasión sagrada,
una puesta en escena de nuestra propia inocencia
que el terror es una pasión sagrada,
una puesta en escena de nuestra propia inocencia
y de nuestra propia revelación.
Todos sabemos de esta boca alucinante
que también está en nuestros labios silenciosos,
que también está en nuestros labios silenciosos,
todos sabemos de esa mejilla pálida
con que a menudo designamos la actitud de la tarde.
con que a menudo designamos la actitud de la tarde.
Una música antigua se oye a lo lejos
y el silencio enciende el fuego de la vejez
en el brasero de nuestras casas.
en el brasero de nuestras casas.
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