lunes, 9 de diciembre de 2019

JOSE CARLOS BECERRA - SELECCIÓN 1

BASTA CERRAR LOS LABIOS

Basta morir como una lámpara desde la madrugada,
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana,
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado.

Deja que la mano sea como un guante
que usa el corazón para tocar el brazo
o el alba de una novia entristecida.
Deja que la mano sea como un campo
donde el aire trasciende como humedad de pelo.
El otoño se despierta en mi pecho y se sacude las plumas
como pájaro caído fuera de la redondez de su canto.
El otoño se desbanda por mi pecho
como un viento veteado de árboles.

¿Quién me pone en los labios
un color de palabras donde se siente el peso de la noche?

A veces hay algo en las palabras que se dicen,
en aquellas que llevan del labio ansiosa vida,
aquellas que sollozan el paisaje
y respiran la cal de otra garganta;
que es como ponerse de codos a pensar
sobre el pretil de una tristeza antigua.

Hay playas
donde la mar resuena como carne,
como el golpe de un cuerpo que de pronto ha llorado.
Hay lagunas y juncos, estuarios
donde amarran los peces su oceanía desmedida,
y hay ríos donde la tierra llega al mar
insepulta en sus sueños imposibles.

Sufro. Sufro de esa moneda
que redondea a la mano inútilmente.
Sufro como un sentir pequeña espina
en la mirada fija de las lágrimas.
Sufro la cañamiel de una canción muy tonta.
Sufro el esparcimiento de una muerte insepulta.
Sufro la profundidad de los ríos
donde la noche tienta a los ahogados.

Paso los ojos
por la luz poco oída de una estrella.
Paso los labios por las palabras de un día,
donde el silencio crece como yedra.

Para morir, para cesar los labios
para olvidar de pronto la forma de la tierra
y salir para siempre de la asunción del mar;
no es necesario el traje de los condenados
ni la ceniza de los aturdidos.
No es necesaria la cama de los enfermos
ni el campo de batalla ya después, en silencio.

Basta un anuncio de hojas de afeitar,
basta la prosperidad de un gerente,
basta un tranvía equivocado.

Es arrojada la noche a la costa de nuestro pecho
por un oleaje de luces.
Hay un poco de acero turbado en una mano.
Hay un niño sin ojos moviéndose en los ojos

Entonces ¿cómo tomar la luna?
¿Con qué mano o qué lágrima
tocar la luz donde los labios ceden a la noche?

La respiración suena como pisar hojas secas.
El bosque es tan profundo que las manos no se encuentran.
Puedo silbar para espantar mi miedo,
para que me oigas yacer en un claro del bosque
cuando en realidad sólo hay claro en tus ojos.

Palabras y miradas transbordando ataúdes.
De ataúdes de niños
a negros ataúdes con barbas de abuelo.

A veces la noche
crece como la barba de un dios desconocido.

Cerrar los labios es quedarse a solas.
Puedes mover el frío entre tus dientes.
Puedes ver en un cuello la pasión de la tarde.
La mano puede confiarse al frío sin darse cuenta.


BLUES

No era necesaria una nueva acometida de la soledad
para que lo supiera.
Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.
Donde goteaba luceros una noche
sobre unos hombros limpios como verdad mostrada,
sólo queda una brisa sin destino.
Donde una mujer fundara un beso,
sólo árboles postrados al invierno.

Y no era necesario decirlo.
El corazón sin que sea una lágrima
puede sombrear las mejillas.

La ventana da a la tristeza.
Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia
me penetra en el pecho para lamer mi corazón.

El aire es una mano que está hojeando mi frente.
Mi frente donde la luna es una inscripción,
una voz esculpiendo su olvido.

Como humo la luna se levanta
de entre las ruinas del atardecer.
Es muy temprano en ese azul sin rostro.
No era necesario enturbiar la soledad
con el polvo de un beso disuelto.
No era necesario
memorizar la noche en una lágrima.

Labios sobrecogidos de olvido,
pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose,
ruido de nobes que el otoño piensa.

Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua
donde el anochecer flota en silencio.
Hay una rama de árbol como un brazo esculpido
por algún abandono.

Hay miradas y cartas donde la noche
puso en marcha al vacío,
a las frentes que extinguen su remoto color
sobre letras que enlazan señaes de viaje.

Aquí está la tarde.
Puede enrolarse en ella quien esté enamorado.
Aquí está la tarde para designar una ausencia.

Suena en mi pecho el mundo
como un árbol ganado por el viento.

No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo
puede ser otra mano evaporándose.

Invernará la noche en mi pecho.
No era necesario saberlo.
No tiene importancia.
Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero


EJECUCIONES II

Alguien dice algo que sólo puede escuchar a través de sí mismo.
Alguien apaga la luz de esa habitación vacía 
pero antes de cerrar la puerta vuelve a encenderla 
al alejarse por el pasillo,
mirando en el umbral de los días que vienen cama revuelta, 
papeles y libros sobre la mesa.
Alguien camina a tu lado, como cuando el actor se vuelve al público, 
el actor que tiene que hacer la pregunta 
se vuelve para el entrelazamiento de lo oscuro avanzando paso a paso, 
de un modo común sin dar importancia, 
mientras el ruido del viento en las ramas 
y el zumbido de los autos pasando 
y el peso de la sobra entre las manos de la luz crean 
y reviven las antiguas señales, 
las máscaras para caminar por el escenario,
porque los actores tienden a manifestarse 
en aquello que no existe fuera de ellos, 
agujeros de lo monstruoso donde el viento mueve la cola,
agujeros donde lo invisible y el ruido del follaje 
intercambiando presencia o redes para cazar mariposas 
o discursos dirigidos a nadie, 
sumergidos en un nadie infinito o forma
en que el ruido expresa al silencio, 
o sea en la pregunta mientras vas caminando a mi lado 
y lo oscuro se anticipa 
a formularnos el vacío como ramas moviéndose.
Habitación silenciosa y oscura siguiéndole la corriente 
a esa voz que el aire de la noche mueve como una rueda o rama, 
mientras vas caminando a mi lado hablando 
y hablando para conquistar tu derecho a roerte las uñas a la deriva 
de objetos que son el haz de tu cuerpo 
cuando la luz de neón de los arbotantes 
apetece lo inmóvil de su propio fantasma, 
al borde de las hojas traslúcidas, 
mientras alguno de los dos llega a la cima de la última frase se detiene. 
¿Tardaron entonces en comprender lo que ya no se dirían?
¿hablaron asuntos tediosos, detalles triviales? 
¿Qué gesto, astilla nocturna, qué cama revuelta, oh sí, no mencionaron?
En la cima, última frase, alguno de os dos, nosotros dos, probó su escudo. 
El otro, lanzo el golpe a ciegas


EL AHOGADO

Un gancho de hierro
y se jala,
su expansión lo desmiente al subir
el agua que lo chorrea
lo mueve de los hilos
de su salida al escenario

en el muelle los curiosos
miraban ese bulto
donde los ojos de todos esperaban
el pasadizo extraviado del cuerpo

gota a gota el cuerpo caía
en el charco de Dios,
alguien pidió un gancho de hierro
para subirlo,
cuidado —dijo uno de los curiosos —
la marea lo está metiendo debajo
del muelle,
un gancho de hierro
había que sujetarlo con un gancho
había que decirle algo con un gancho
mientras el sucio bulto
flotante
caía gota por gota
desde la altura donde lo desaparecido
iba a despeñar una piedra sobre nosotros.


EL DESEO CONCLUIDO

Las imágenes que emergen de tu cuerpo desembocan 
en esta noche que no eres tú ni soy yo 
quienes conversan en el cuarto de al lado 
y a quienes escucho completamente solo.
Concibiendo esta noche como algo inmóvil, 
bien podríamos ser tú y yo los que están al otro lado,
tu voz es un receptáculo indeterminado 
que no ha terminado nunca,
aunque en última instancia este espacio 
nos haya suprimido juntos y estemos allá hablando, 
esperándote yo rendido en la cama tibia
mientras tú regresas del baño quejándote del frío.

Porque el amor lleva consigo su propio espacio,
porque el muerto no sentirá nunca su desaparición;
la fosforescencia que se mueve sobre la superficie 
del deseo que ha concluido


ESTA NOCHE YO TE SIENTO APOYADA EN LA LUZ

Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.

Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes 
como no duermen los que se han perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda
sin buscar la estrella polar.
Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están abiertas conde no me conoces.

Y eso me pertenece ahora;
la visión de esa mano tendida 
como se deja el mundo que la noche no tuvo.
Tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.


MOVIMIENTOS PARA FIJAR EL ESCENARIO

I

Para que el Paraíso Perdido pueda salir del sombrero,
y la Historia se desprenda como una máscara de los rostros de los muertos,
es necesario tomar este escenario por asalto.

Consideremos, por principio, la trama que nos rodea.
Más allá de la lluvia, los árboles del parque se buscan el verano en los bolsillos,
y el viento es el plumaje de un pájaro que cada vez que existe se marea,
aún a pesar de las ramas de todos esos árboles, 
que parecen ponerle un “hasta aquí” al vacío, 
más allá o más acá de esta lluvia que sirve de telón al escenario,
donde el mago se quitará el sombrero de copa 
para inventar que tiene un sombrero de copa, 
para inventar que es el mago que toma por asalto el escenario,
donde los rostros de los muertos resbalan 
como una máscara de cera, que arrastra tras de sí 
el curso derretido de la Historia.

Pero aún entonces el Paraíso Perdido 
bien puede quedarse dentro del sombrero, 
entre una paloma y un reloj.
La paloma debe salir a investigar si la lluvia ha cesado,
el reloj debe quedarse para marcar el tiempo 
que la paloma empleará en no regresar nunca.
Y el Paraíso Perdido entre la paloma y el reloj, 
se transfigura en el pañuelo de colores con el mago, 
una vez terminado su número, se sonará las narices.

Delante de los árboles del parque 
el telón de la lluvia baja lentamente.
Entre el pasto las bestias cabecean embriagadas 
por la humedad desconocida que, junto con la ausencia de la paloma, 
vuelven al interior del sombrero de copa del mago.

La Historia sopla el cuerno de caza,
y el mago nos saluda desde el escenario.

III

Lo que endurece al árbol es el aire quedado en las ramas,
los restos del movimiento de las alas del pájaro 
y el calor que consienten las nubes al mediodía, 
la mano del verano metida entre las hojas 
como el cuerpo de un animal 
que habita sedosamente en la copa del árbol.

No importa si la lluvia propone, 
ablandar ese orden que la madurez de los frutos no intercepta, 
ya que caen al suelo a su rodado tiempo.
El árbol está inmóvil y sin embargo se mueve,
gira y es en su sombra donde encuentra su lecho, 
su estuche que la luz abre y cierra,
y el aire que se endurece entre sus ramas bien puede despertar 
al contacto sedoso del animal parecido a la mano del verano.

Porque se hace sólido, se vuelve rama ese aire, 
combinación de altura con curva de tierra,
 el fruto que es instado a madurar, 
debe mostrar el tiempo con su peso en el viento que está inmóvil 
dentro de la fragancia,
donde la muerte es breve rechazo ya absorbido.


V

Lo que no desordena, no bebe en sus riesgos.
Abierto está el silencio como una mano entre las hojas de los árboles
como una realidad perdida por el viento.
Quiebre o resurrección para esa rama 
donde el otoño ha hincado los dientes,
la luz inmóvil para ese Paraíso Perdido a destiempo 
donde la imaginación
o su imitador, el recuerdo, se llena de burbujas
como los pulmones de un ahogado que desciende.

Todo ha ganado allí sin embargo su obstinación de hueso,
su forma de mano que aun al negarse puede asir, 
dar molde de posesión a lo que toca.

Quien ya no ama está cuidando su ganado en silencio,
se está sirviendo en silencio su comida en el plato,
y en su recuerdo, al árbol ya no le crecen ramas,
y el aire hace que la transparencia salga a flote 
sin que la estatua pierda el equilibrio.

Hordas de transparencia pastan alrededor de ese silencio.
Así todo reposa sin que nadie atice la hoguera,
sin que nadie deje que en su interior el árbol 
tome la forma que el deseo hizo suya 
al convertirse en puente entre luz y ventana.

Así todo fondeado, sin que nadie solicite furia mayor 
por lo que no ha de venir, por lo que no pide ocultamiento.

VII

No es esa luz que sube lo que abajo extrema la sombra,
no es esa luz como un escarceo inmóvil, 
como una filtración que escurre hacia arriba,
no vaticina, no adelanta, no tiene un pie aquí y otro 
en el tiempo que le falta.

A través de esa luz que muy bien puede no estar encendida, 
la sombra da de sí hasta colmarlo todo,
a través de esa luz desconocida hay un rayo de sombra 
que sin tocar rechaza.

Romper la cerradura de ese tiempo donde luz y sombra 
no representan ni se excluyen,
es abrir una puerta que no es repetición ni espacio faltante.

Es sólo una mirada ante su espejo
un rostro que aparece porque puede empañar, 
borrar con vida todo aquello que no tiene raíz dentro del espejo.
Es sólo el sombrero de copa de un mago, que nos saluda desde el escenario.
Entonces esa sombra tiene su propia luz y como sombra tiene que iluminar,
entonces alguien enumera todo lo reunido, esperando soñarlo algún día.


RITMO DE VIAJE

Este cuerpo que yo acaricio lentamente extendiendo la noche,
este cuerpo donde yo he penetrado en mi propia distancia,
en mi sofocamiento de sombra.
Este vientre donde el amor abarca a la noche,
estos senos donde la luz altera los signos,
este cuerpo al que ahora me entrelazo, este cuerpo al que ahora me solicito.
Este cuerpo conmigo se traspone, se vence,
se lleva consigo a la noche y sus altares, 
sus caminos ardiendo por su propia señal,
su oleaje, sus costas encendidas...
Esta mujer donde la noche descifra sus juegos ocultos,
este amor al que no debemos llamar amor sino adentro de sus aguas.
Este amor, este amor,
este instante donde el infinito es la obra de los que se aman,
de aquellos que llegan al estanque de cada caricia como buzos sagrados.
Este ritmo, este ritmo de viaje,
esta navegación entre la bruma,
todo lleva consigo su bandera extraviada, su aurora boreal...

TEMBLOROSA AVANZA SIEMPRE

Porque tú eres puente, porque tú eres el rumor de las aguas;
ansiada buscadora de aquello que el deseo avanza,
eres el refuerzo con que amanece,
eres la luz del mar entregada a su propia creación,
absorta en el eco de su belleza.

Abandonada a tu belleza, roída por el candor,
enternecida por el ocio de tus astros, 
llevada por la fuerza de tus apariencias,
eres el rumor de hojas
que el viento dice al oído del bosque.

En ti están todos los sitios del recuerdo, 
los túneles donde la memoria se debate atrapada,
el aleteo del crucificado y la otra cara del designio,
la verdad oblicua del alma y la jactancia y la vacilación,
y eres la playa donde el mar se hiere las manos
por asirse a la tierra.

En tu corazón un pájaro vuela hacia la noche.
Tú te miras en el espejo como en una adivinanza,
golpeas en tus muros, piensas que amas las flores,
escuchas el ladrido de tus perros en el jardín,
pero no es nadie aún.
Piensas en mí, alguien apresura el paso dentro de tu alma
y así en tu rostro el amor se confunde con la noche.


POR EL TIEMPO PASAS

Por el tiempo pasas, lo cruzas, sales de él,
rozas la superficie de la muerte
y distraída sigues hacia donde no sé si sigues.
Eres tú la que cruzas el tiempo,
la que aparta a la muerte como si se tratara de una cortina,
la que se destapa el espejo como si se tratara de una lata de cerveza que luego te bebes y la arrojas vacía sobre el asfalto.


OSCURA PALABRA (Fragmentos)

1

Hoy llueve, es tu primera lluvia, el abismo deshace su rostro. 
Cosas que caen por nada. 
Vacilaciones, pasos de prisa, atropellamientos, 
crujido de muebles que cambian de sitio, collares rotos de súbito; 
todo forma parte de este ruido terco de la lluvia.
Hoy llueve por nada, por no decir nada.
Hoy llueve, y la lluvia nos ha hecho entrar en casa a todos, menos a ti.
Algo se ha roto en alguna parte. 

En algún sitio hay una terrible descompostura 
y alguien ha mandado llamar a unos extraños artesanos para arreglarla. 
Así suena la lluvia en el tejado. 
Carpinteros desconocidos martillean implacables.
¿Qué están cubriendo? ¿A quién están guardando?
¡Qué bien cumple su tarea la lluvia, qué eficaz!
Algo se ha roto, algo se ha roto. 
Algo anda mal en el ruido de la lluvia. 
Por eso el viento husmea así; con su cara de muros con lama, 
con sus bigotes de agua. 
Y uno no quiere que el viento entre en la casa 
como si se tratara de un animal desconocido.
Y hay algo ciego en el modo como golpea la lluvia en el tejado. 
Hay pasos precipitados, confusas exclamaciones, 
puertas cerrándose de golpe, 
escaleras por donde seres extraños suben y bajan de prisa.
Esta lluvia quién sabe por qué. Tanta agua repitiendo lo mismo.
La mañana con su corazón de aluminio me rodea por todas partes; 
por la casa y el patio, por el norte y el alma, por el viento y las manos.
Telaraña de lluvia sobre la ciudad.
Hoy llueve por primera vez, ¡tan pronto!
Hoy todo tiene tus cincos días, y yo nada sé mirando la lluvia.
[11 de septiembre de 1964, Villahermosa]

2

Te oigo ir y venir por tus sitios vacíos,
por tu silencio que reconozco desde lejos, 
antes de abrir la puerta de la casa
cuando vuelvo de noche.
Te oigo en tu sueño y en las vetas nubladas del alcanfor.
Te oigo cuando escucho otros pasos por el corredor, 
otra voz que no es la tuya.
Todavía reconozco tus manos de amaranto y plumas gastadas,
aquí, a la orilla de tu oceáno baldío.
Me has dado una cita pero tú no has venido,
y me has mandado a decir con alguien que no conozco,
que te disculpe, que no puedes verme ya.
Y ahora, me digo yo abriendo tu ropero, mirando tus vestidos;
¿ahora qué les voy a decir a las rosas que te gustaban tanto,
qué le voy a decir a tu cuarto, mamá?
¿Qué les voy a decir a tus cosas, si no puedo
pasarles la mano suavemente y hablarles en voz baja?
Te oigo caminar por un corredor
y sé que no puedes voltear a verme porque la puerta,
sin querer, se cerró con este viento
que toda la tarde estuvo soplando.
[14 de septiembre de 1964. Villahermosa]

3

En el fondo de la tarde está mi madre muerta.
La lluvia canta en la ventana 
como una extranjera que piensa con tristeza
en su país lejano.
En el fondo de mi cuarto, en el sabor de mi comida,
en el ruido lejano de la calle, tengo a mi muerta.
Miro por la ventana;
unas cuantas palabras vacilan en el aire
como hojas de un árbol que se han movido
al olfatear el otoño.

Unos pájaros grises picotean los restos de la tarde,
y a hora la lluvia se acerca a mi pecho como si no conociera otro camino
para entrar en la noche.

Y allá, abajo, más abajo,
allá donde mi mirada se vuelve un niño oscuro,
abajo de mi nombre, está ella sin levantar la cara para verme.
Ella que se ha quedado como una ventana
que nadie se acordó de cerrar esta tarde;
una ventana por donde la noche, el viento y la lluvia
entran apagando sus luces
y golpeándolo todo.

 4

Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.
Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes como no duermen los que se han perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda
sin buscar la estrella polar.
Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están abiertas donde no me conoces.
Y eso me pertenece ahora;
la visión de esa mano tendida como se deja el mundo que la noche no tuvo.
Tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.

6

Yo sé que por alguna causa que no conozco estás de
viaje,
un océano más poderoso que la noche te lleva entre
sus manos
como una flor dispersa…
Tu retrato me mira desde donde no estás,
desde donde no te conozco ni te comprendo.
Allí donde todo es mentira dejas tus ojos para mirarme.
Deposita entonces en mí algunas de esas flores que te han
dado,
alguna de esas lágrimas que cierta noche guiaron mis ojos
al amanecer;
también en mí hay algo tuyo que no puede ver nadie.
Yo sé que por alguna causa que no conozco te has ido de viaje,
y es como si nunca hubieras estado aquí,
como si sólo fueras —tan pronto— uno de esos cuentos que
alguna vieja criada
me contó en la cocina de pequeño.
Mienten las cosas que hablan de ti
tu rostro último me mintió al inclinarme sobre él,
porque no eras tú y yo sólo abrazaba aquello que el
infinito retiraba
poco a poco, como cae a veces el telón en el teatro,
y algunos espectadores no comprendemos que la función ha terminado
y es necesario salir a la noche lluviosa.
Más acá de esas aguas oscuras que golpean las costas de los hombres,
estoy yo hablando de ti como de una historia que tampoco conozco.
(6 de febrero de 1965, México)

7

madre, madre,
nada nos une ahora, más que tu muerte,
tu inmensa fotografía como una noche en el pecho,
el único retrato tuyo que tengo ahora es esta oscuridad,
tu única voz es el silencio de tantas voces juntas,
es preciso que ahora tu blancura acompañe a las flores
cortadas,
ningún otro corazón de dormir hay en mí que tus ojos
ausentes,
tus labios deshabitados que no tienen que ver con el aire,
tu amor sentado en el sitio en que nada recuerda ni sabe,
ahora mis palabras se han enrojecido en su esfuerzo de alzar el vuelo,
pero nada puede moverse en este sitio donde yo te respondo
como si tú me estuvieras llamando,
nadie puede infringir las reglas de esta mesa de juego a la
que estamos sentados,
a solas como el mar que rodea al naufragio
hemos de contemplarnos tú y yo,
nada nos une ahora, sólo ese silencio,
único cordón umbilical tendido sobre la noche
como un alimento imposible,
y por allí me desatas para otro silencio,
en las afueras de estas palabras,
nada nos tiene ahora reunidos, nada nos separa ahora,
ni mi edad ni ninguna otra distancia,
y tampoco soy el niño que tú quisiste,
no pactamos ni convenimos nada,
nuestras melancolías gemelas no caminaban tomadas de la mano,
pero desde lejos algunas veces se volvían a mirarse
y entonces sonreían,
ahora un poco de flores para mí
de las que te llevan,
también en mí hay algo tuyo a lo que deberían llevarle flores
ese algo es el niño que fui,
ya nada nos une a los tres,
a ti, a mí, a ese niño

HEMOS ABIERTO LOS OJOS

Hemos abierto los ojos.
La palabra le da de comer al enigma.
El enigma le da de comer a nuestros ojos.
Nos hemos incorporado.
La frente ha perdido su temblor nocturno,
su palidez suscita sombras.
La frente, allí donde hubo ondas como en el agua
cuando cae un guijarro.
(Pero no hay arrugas ahora
que indiquen la caída de un cuerpo.)

Estamos despiertos.
Pertenecemos a la voz que no volverá a nombrarnos
al epitafio que no hicimos,
al pecho que la noche de otoño dardeó con su brillo.

Hemos abierto nuestra altura,
nuestra altura profunda como la muerte.
Y miramos la postergación,
la niebla inventada por la respiración frente al espejo
el empeñamiento inequívoco que el fondo del mar no necesita.

Sí, la seriedad de la luz nos hace sonreír.
Miramos la deserción y el periódico obligatorio,
las aguas que el abismo lanza en una caída de párpados,
la boca que intenta reverdecer en una palabra sagrada.
la tristeza donde el olor del infinito arrecia.

Lo sabemos de pronto.
Olvidamos el nombre del objeto preciso,
dejamos que la noche se descargue de sus sentencias desérticas.
Nos deslizamos por una sonrisa y esperamos algo en los ojos.
Desde una rama del árbol de la noche el invierno ha cantado
por tercera vez.
En la luz de la luna no quedan sino estatuas
y formas que la mano no vive ya en el gesto.

No basta volverse hacia los labios y verlos a lo lejos
en la espuma que el mar escribe aún como un nombre amado.
Labios como el esfuerzo tardío del poniente,
desenraizados del beso que sienten todavía.

Pasan nubes como fechas extrañas.
Habrá puertas, sermones y palabras de rigurosa etiqueta.
Ceremonias de inútil efervescencias,
lámparas donde el fuego no levanta sus árboles.

Entonces, de pie, o sentados en el trono bastardo,
desaparecidos de la sonrisa que sí podia tocarse,
con la conspiración como un guante gastado;
sujetos a la presencia de una ciudad
cuyos discípulos y depositarios coleccionan el vacío
con pompas e inclinaciones de cabeza.
Allí, con las frentes descritas por el poniente,
con las manos recorriendo muebles y objetos
como escrutando una ausencia;
de pie, inconsolables y serenos, hablando
tal vez con un filo de clamor en los dientes;
seremos enjuiciados por el azar de lo determinante,
en un país inventado por la caída de la nieve.


EL OTOÑO RECORRE LAS ISLAS

"A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,
mis manos contienen la lejanía de las tuyas
y el otoño es la única postura que mi frente 
puede tomar para pensar en ti.
A veces te descubro en el rostro que no tuviste 
y en la aparición que no merecías,
a veces es una calle al anochecer 
donde no habremos ya de volver a citarnos,
mientras el tiempo transcurre 
entre un movimiento de mi corazón 
y un movimiento de la noche.

A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa
igual que una mancha de aceite en el agua,
y es la hora de encender ciertas luces
y caminar por la casa
evitando el estallido de ciertos rincones.

En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas,
en tu pecho hubo tardes que al final del verano
todavía miré encenderse.

Y éstas son aún mis reuniones contigo,
el deshielo que en la noche
deshace tu máscara y la pierde.


DESDE ESTOS DÍAS

He regresado nuevamente.
Tu memoria es un rito que no escarnezco todavía.
Esta lámpara tiene fija la mirada en la noche.
Las posibilidades son piedras preciosas,
pero las minas están ocultas bajo las barbas de los años pasados.
Te buscaría en lo más entrañable.
En la profundidad que el mar reparte en las conchas,
en las fotografías remontadas a los roperos,
en la yerba que crece sobre los besos antiguos,
en el olor de la ciudad cuando ha sido vencida por la lluvia.
Te buscaría en el amanecer que hace niña a la ceniza
y en el quejido de tus labios cuando sostienes la noche antigua
con su penumbra de dioses vengativos.
Por muros, por puertas, por trasgresiones al orden,
por réplicas, por risas, en el desencanto de los vigías,
por la sal que la noche llena de ruido y contradicciones.
Buscándote, en el nacimiento de todos los ojos,
en el amor que cruzó por tu rostro como una tarde en altamar.
Buscándote en las palabras que tomaron la forma de tu boca,
de tu boca que de pronto saltaba de una sonrisa a una nube.
Buscándote en tu rostro que la niebla inventa con paciencia,
en tu rostro que la multitud dispersa en las calles.
Buscándote mientras el día se espesa en las frases obligatorias,
y en tu voz hay una sucesión de máscaras
que no transportan ninguna señal reconocible.
He aprendido más: te he perdido.
La primavera repite su danza
y el día repasa las piedras que una vez alzaron la noche.
Reinvéntame, escúchame.
No habrá marfil posible para enumerar tu mano,
para volver a cantar en tus senos.
Los días glaciales con su horror como un reno inmóvil,
como una tarascada inútil contra la nieve.
Caen cosas del sitio de tu rostro.
El silencio posado en el ruido como un compañero ciego.
Ensordezco.
Gesto en ruinas.
La lluvia cierra puertas antiguas.
El metal ignominioso donde la fantasía contrajo el óxido,
los esqueletos baldíos de ciertos árboles
' donde la luna es sólo extinguida caricia.
He aprendido nuevamente: he dolido,
he abastecido mi soledad con tus ojos.
Ya no me oirás.
El cielo de otoño se hundirá en tu frente.
Ya no me hablarás.
Ya no abordaré a la tarde en tus labios,
en tu corazón aguijoneado por el candor y el verano.
Zarpan nubes.
Nubes dolidas de su borde de infinito,
de sus labios que besan deshaciéndose,
de su azar donde el cielo gime reconociéndose.
Mi mano posada sobre tu nombre escrito,
mi mano como un grito gastado por el viento.
En mi mirada el sol quema tu urna.


COSAS DISPUESTAS

Cada palabra es un sitio para mirarte,
cada palabra es una boca para acercarme a ti,
el otro modo de tomarte por la cintura o por el mundo
cuando tu mirada y el atardecer son la misma persona.
Cada palabra es una lámpara encendida
para verte cuando tú no estás.
Cada palabra te revelará la otra palabra,
el silencio que vas conociendo, el silencio transparente de los
[amantes,
el silencio que se parece al calor de mi mano posada en tu
[cuerpo
el silencio donde mis besos sacuden la estatura que vacila
[dentro de tu alma.
Pero cada silencio nos llevará a la palabra que nos refleja,
pero cada palabra es el otro reflejo,
el otro modo de tomarte por la cintura o por el sueño,
por la noche que velan tus fantasmas.
Así sostendré algo tuyo en el mundo,
así cada palabra quedará marcada para siempre.


TU ROSTRO SE BORRA

La luna es una forma de haber amado.
La noche descuella como un astro hundido,
como un cuerpo que ha perdido su desnudez para siempre.
Recuerda la habitación en penumbras,
recuerda la primera cita y atestigua esta puesta de sol,
porque tuya es la inclinación de mi frente.
Y en mí toma cuerpo tu soledad,
en tu mirada ausente se deshacen los astros y las encrucijadas del verano.
Porque tuyo es el panorama que contemplo: ciudad de la excoriación y la ceniza,
reunión de cuerpos donde la destrucción se yergue.
Te vas extinguiendo en mi pecho con la misma soltura con que amanece.
Vuela un ave al final de mis ojos,
tu ausencia se retira de mis actos como si nuevamente te marcharas.
Pero recuérdalo todo,
porque la luna es la boca silenciosa de la noche dormida,
la caricia intentada por los muertos.
Recuérdalo todo.
La luna es una forma de haber amado.


LA VENTA

I have heard Laughter in the noises of beasts that make strange noises. T.S. Eliot

I

Era de noche cuando el mar se borró de los rostros de los náufragos 
como una expresión sagrada.
Era de noche cuando la espuma se alejó de la tierra 
como una palabra todavía no dicha por nadie.
Era la noche
y la tierra era el náufrago mayor entre todos aquellos hombres,
todos aquéllos era la tierra
como un artificio de las aguas.

Y ahora, en los sitios no determinados ya por la razón,
en la plaza interior de la Plaza Pública,
la brisa parece procrear ese lejano olor
de animales y prisioneros flechados o ya dispuestos en las lanzas
o conducidos a la presencia de la mano que ordena y señala, 
sostenida por sus anillos y pulseras,
desde los sitios básicos del poder: necesidad y crimen.

¿En dónde están los hombres que dieron este grito de batalla y este grito de sueño?
¿Dónde están aquellos que condujeron la palabra
y fueron llevados por ella al sitio de la oración y a la materia del silencio?

Carencia fluctuando entre la piedra 
y la mano que va a producir en ella la sospecha de su alma;
habitante sombrío enmudecido bajo tus obras, 
condúceme al himno disperso que flota ceniciento 
entre la podredumbre de las hojas.
Unta cada palabra mía con cada silencio tuyo, 
mas no nos ciegue el chispazo de este mutuo lenguaje,
para que así los muertos asomen la mirada entre las brasas de lo dicho
y la frase se encorve por el peso del tiempo.

II

Jugó la selva con el mar como un cachorro con su madre,
bostezó el día entre los senos de la noche,
en su acción de posarse buscó alimento la palabra,
sonó el acto en su propio vacío
como una dolorosa constancia de fuerza que el sueño del hombre no pudo medir.

Ahora juega la tarde un momento con los islotes de jacintos antes de abandonarlos
y el aire es todavía un venado asustado.
El sol es una mirada que se va devorando a sí misma,
todo jadea de un sitio a otro
y la hojarasca cruje en el corazón de aquel que al caminar la va pisando.

Un pez está inmóvil bajo el peso de su respiración,
bajo la dura luz poniente fluyen las grandes aguas color chocolate,
sobre un tronco caído, una iguana
fluye succionada por otro tiempo, pero está inmóvil, 
no hay fuga en sus ojos más fijos que la profundidad del mar,
y el movimiento que la rodea es lo que petrifica sus señales.

La tempestad pesa como un dios que va haciéndose visible,
una bandada de truenos cruza el cielo,
la luz se está pudriendo; ya no quedan designios,
nadie escucha en la piedra los sonidos humanos donde la piedra ganó raíz de carne,
nadie se desgarra con esa soberbia del mineral que tiene a la memoria cogida por el cuello.
Todo parece dormir igual que un dios que se torna de nuevo visible
detrás de este tiempo, donde ahora se balancean y crujen
las ramas de los árboles.

Herid la verdad, buscad en vuestra saliva la causa de aquél y de este silencio,
pulid esta soberbia con vuestros propios dientes;
de nuevo la lanza en la mano del joven,
de nuevo la arcilla bajo la instrucción de la mano 
volviéndose al sueño y al uso del sueño,
de nuevo la escultura bebiéndose el alma,
de nuevo la doncella acariciada por la mano del anciano sacerdote,
de nuevo las frases de triunfo en los labios del vencedor
y en su voz el estremecimiento de su codicia 
y sobre sus hombros el manto de su raza.

Pero ya nada responde.
La selva transcurre vendada de lluvia,
todo yace enterrado en las grandes cabezas de piedra,
todo yace ubicado en el ciego peso de la piedra;

en ese rostro congestionado de feroz ironía, en el fondo de ese rostro
de donde parece surgir, igual que una burbuja de aire de otro que respira allá dentro,
esa sonrisa que sube a viajar quién sabe hacia dónde
entre el negror de los labios…
Todo está igual que el primer día sin embargo;
la selva lo acecha todo, su velocidad tiene forma de pozo,
hay muertes en espiral abasteciendo su mesa.
Todo está igual que el primer día sin embargo,
la flor del maculí como una boca violenta y roja suspendida en el aire caliente,
la ceiba enorme atrapada por la fijeza de su fuerza,
y por las noches, entre el zumbido de los insectos, 
el olor dulzón y tibio de los racimos de flores del jobo,
y entre las ramas de los polvorientos arbustos, el olor lejano del hueledenoche.

Pero todo está detenido,
todo está detenido entre el vaho poderoso del pantano
y las cabezas de piedra de los hombres y dioses abandonados.
Pero nada está detenido,
todo está deslizándose entre el vaho poderoso del pantano
y las cabezas de piedra de los hombres y dioses abandonados.
Ciudad desordenada por la selva;
la serpiente rodeando su ración de muerte nocturna,
el paso del jaguar sobre la hojarasca,
el crujido, el temblor, el animal manchado por la muerte,
la angustia del mono cuyo grito se petrifica en nuestro corazón
como una turbia estatua que ya no habrá de abandonarnos nunca.

¿Quién escucha ese sueño por las hendiduras de sus propios muertos?
La fuerza de la lluvia parece crecer de esas piedras, 
de allí parece la noche levantar el rostro salpicado de criaturas invisibles,
de ese sitio que ha retornado al tiempo vegetal, al ir y venir de la hierba.

Nada descansa pero todo duerme; lo que se pudre, inventa.
Esta doncella aún no concedida al placer,
aquellos ojos seniles que ruedan en su propia fijeza, 

a semejanza de un desterrado de sus recuerdos;
los consejeros del rey, los vencedores del tiburón,
los que sujetando al vencido con una soga al cuello, 
posaron sentados bajo el friso de los altares de piedra,
asentando sus cuerpos rechonchos en el interior de una concha de poder.
Nube de tábanos y de grandes y gordas moscas de alas azules 
rezumbando sobre la cabeza del predicador, sobre la boca del poeta,
sobre el manto estriado por la sangre de los esclavos;
una corona de tábanos y moscas sobre el nombramiento del mundo.

Todo duerme, todo se nutre de su propio abandono,
en el centro de la inmovilidad reside el verdadero movimiento.
El poder de la selva y el poder de la lluvia,
la garra del inmenso verano posada sobre el pecho de la tierra,
el pantano como una bestia dormida en los alrededores del sol;
todo come aquí su tajo de destrucción y delirio,
la luz se hace negra al quemarse a sí misma,
el cielo responde roncamente, el rayo cae como todo ángel vencido.

Mirad las cabezas de piedra bajo la lluvia
o bajo el hacha deslumbrante del sol como un verdugo embozado en oro.
Mirad los rostros de piedra en el campamento de la noche,
en la descomposición de la gloria, 
en la soledad de la primera pregunta y en su retorno después de la segunda.
Mirad las cabezas de piedra,
máscaras que ocultan su clave divina, su organismo atajado por el silencio.
Mirad los rostros de piedra junto a la boca impía del pantano.

Aquí están,
aquí donde no representan ni señalan.
Aquí los triunfadores y los esclavos 
y el gemido del anciano y la primera sangre de la doncella
están ya confundidos en una sola masa, 
en un solo bocado que mastica la piedra indefinidamente.
Piedra caída en el agujero del sueño no por su propio peso
sino por el peso que la realidad obtuvo del sueño.
¿Cuándo hizo la vida ese gesto poderoso?
¿De quién fue esa boca a cuya sonrisa una araña se mezcla minuciosamente?
¿Ante quién hizo la vida esta mirada hoy muerta? 
¿Qué ojos humanos la llevaron a término?

Éste es el rostro, éste es el cuerpo,
la carne que se hizo piedra para que la piedra tuviera un espejo de carne.
Animada por un soplo de piedra, 
la imagen de la piedra le dio nuevo peso a la carne;
y ahí se oye el peso de otro silencio 
y el peso de otra imagen en la actitud inmóvil del caimán;
aquí está la piedra despuntando en la carne,
aquí está la muerte eructando la piedra mientras hace la digestión de la imagen.
La piedra, la piedra, la piedra,
la piedra siempre agazapada
al final de todos los gestos de la carne del hombre.

III

Rompe el porvenir sus diques de estatuas,
lama que se extiende como un hormiguero verdinegro 
sobre la sapiencia de los altares devastados,
en el salitre de los muros derruidos aparecen la sombra y el olor de la bestia,
entre el cieno de las inundaciones
los pejelagartos vuelven estúpidamente la cabeza hacia la eternidad
y comen bajo el brillo del sol en sus costados negros.

Nadie pasa, nadie sigue adelante en el reino de tanto movimiento, 
en la basura de tanta vida, e la creación de tanta muerte.
Dioses dispersos entre las altas yerbas,
restos divinos de un festín humano bajo las hojas enormes del quequeste.
Ya no quedan palabras ni flechas ni la percusión de la maderas,
ni llamados de caracol ni brillo de puntas de lanzas,
sólo estas cabezas como flores monstruosas, erupciones
oscuras y apagadas.

 Ahora la verdad aparece con el zopilote,
sus alas negras baten como una lengua negra sobre el silencio de las cabezas de piedra,
y en el ruido de ese aleteo
aparece el nuevo lenguaje,
las frases de la carroña al quitarse su máscara de esclava.



Llueve
y la lluvia es el mito sangrante y blanco de todos los dioses muertos.
El agua escurre sobre las negras cabezas 
como una palabra perdida de lo que dice,
y después de la lluvia
los pájaros caminan otra vez por el cielo como vigías olvidados,
mientras se abren las puertas del amanecer
con un rechinar de goznes enmohecidos.



IV

Se abre la noche como un gran libro sobre el mar.
Esta noche las olas frotan suavemente su lomo contra la playa
igual que una manada de bestias todavía puras.

Se abre la noche como un gran libro ilegible sobre la selva.
Los hombres muertos caminan esparcidos en los hombres vivos,
los hombres vivos sueñan apoyando las sienes en los hombres muertos
y el sueño contamina de piedra a sus imágenes.

Se abre la noche sobre ustedes, 
cabezas de piedra que duermen como una advertencia.

Se detiene la luna sobre el pantano,
gimen los monos.

Allá, a lo lejos, el mar merodea en su destierro, esperando la hora
de su invencible tarea.


EXPLORACIONES

No podemos retroceder, no podemos retroceder resbalando
por aquel aceite de nosotros mismos.
Donde existía el plano ampliado de la gracia,
el ruido de la puerta que duplica la imagen,
fracciones perceptibles al mínimo de un movimiento,
saturación de los minutos que definen al tiempo relativo,
[es que no podemos,
es que no podemos retroceder hasta damos de topes con el
tiempo relativo del drama, con el cuerpo de la mujer que amamos un día,
con la idea del calor en el registro de la realidad de ese cuerpo.
Como consecuencia capital de esta búsqueda no podemos, no
podemos retroceder surtiendo a Dios de fragancia,
surtiendo nuestro retrato de fragancia de Dios,
de pesada armonía desmontable.
Que se vea en el infinito cerrarse una puerta sin escucharse
el ruido que le corresponde es la imagen del tiempo relativo
y es también la consecuencia del deseo de retroceso;
la mano evitando la aldaba o verdad compleja de lo sólido, de
[lo tocable, de lo que estaba allí hasta hace un rato,
la mano taimada que no confía sin embargo en el recuerdo y
[quiere solamente volver a tocar, volver a ser ella misma.
Uno y otro procedimiento desembocan en el cuchicheo del
más acá, en el acto que recurre a las evaporaciones de la decadencia.
En su imponente papel de descubridor, el cuerpo del muerto
cae rugiendo en la eternidad,
cae en la jaula de la eternidad y el ininterrumpido juego de
lo imprevisto organiza el esfuerzo visual de guardar silencio
hacia la imagen desempeñada por el espacio de la
experiencia del orden: la mano que no debe tocar sino
[aquello que toma,
la mano que no debe cerrarse sino en la sucesión
de sus propias imágenes.


EN EL REINO DE LAS TREPADORAS

A medida que se avanza hacia los trópicos,
sentimiento de continuidad donde la ceniza se moja,
es lo que va quedando depositado en las diversas aldabas del
sueño cuyas llamadas suenan en la misma dirección 
que el enfriamiento del cuerpo y que el topo irreprimible del
[río.
Sucede con todo lo armado de soldaduras arbóreas,
por ejemplo, la plática visible o la que se mueve nada más
[o los remolinos de pelos centrando al insomnio,
cacarean en nosotros sus niveles
de trepadoras implacables.
Después ya es muy difícil saber si los frutos que caen de la
siesta son los goznes de esa puerta que íbamos a abrir hacia
[la nieve, hacia el tiempo estañado del frío.
Suena un aldabonazo que nos abrillanta los dientes,
nos dejamos caer desde las ramas de la siesta, pero no todo
[lo que relumbra es el oro que necesitamos.
Se extiende un rumor de aldabas que en realidad es
[alejamiento,
la forma más común de la nostalgia trabaja en esa nieve que
no vemos, las puertas de los ríos siguen cerradas, tal vez
[durante la noche. . . 
mientras lo maliciado real aumenta su sospechoso chapoteo
junto al acecho del circo del mono por el cual se une el alma
a la escalera rota del caimán.

A medida que se avanza hacia los trópicos,
la Lucha con el Ángel se practica en familia bajo los
lengüetazos que la necesitan tibia, depositada en las
relaciones interminables con el moho y en otros estuches
[de pláticas extravagantes,
esa tibieza reproduce un dibujo de correas atadas en las
[aldabas.
Abastecida por la bestial infiltración de los muertos,
coreada por las aldabas que suenan sin aparecer,
la Lucha con el Ángel hunde su aguzado pico en la
[añoranza de las puertas ya mencionadas,
luego la plática se mece nada más.


ARMADURA DE LA EVIDENCIA

Mirar y al mismo tiempo no mirar, peregrinando por esa
doble operación de los objetos donde los ojos añaden el
[intento de restitución del sentimiento del juego.
Los ojos que imitan en la mirada a la posesión del mundo,
el violín o sentimiento de lo ya visto tocando en el fuego
[obtenido por la vivacidad de los fabulosos orígenes,
licores espirituosos del espectáculo visible, noche cálida y clara
[rotando sobre los ejes de la contemplación,
sueño apoyado en las dominaciones del incendio, en la
armonía voluminosa de la tierra por donde pisa el
[verano.
Mirando al mismo tiempo que se olvidan los ojos las
[coloraciones fugitivas de las escaleras,
los pasamanos gastados, ah, qué ruidos en todas las partes de
[las escaleras,
la mirada está en su casa cuando el objeto está fuera,
tendremos aproximadamente la cantidad de vacío para las
[cosas vistas subiendo o bajando,
ya se ha dicho que se tienen fundadas esperanzas en las escaleras,
qué ruidos en todas partes, las miradas ocultan al que llega primero.


CASABLANCA

Nos estaremos yendo misericordiosamente,
nos encontraremos en la esquina o cuando se acerque alguien
[muy pálido que descienda de un automóvil,
alguien con una vista panorámica de cada una de nuestras
[sensaciones.
¿Qué se puede esperar si no veo un cambio fundamental en
[tus ojos?
¿Qué se puede esperar si no encuentro la clase de nuestro
actual interés por el canto de guerra que canturreamos
[a solas?
Adornados con vistosa sinceridad, pensé mientras me alejaba
[en el automóvil
nos estaremos yendo, nos estaremos misericordiosamente
[apresurando para el debate de los muertos,
estos atavíos no son auténticos pero así es como nos visten,
nos estaremos yendo de esa manera, es una vergüenza, lo sé.
(El guión de rodaje habla de
una mujer muy vieja que entonará la canción más antigua 
con que se recordará a esta tribu: nos estaremos yendo,
[misericordiosamente,
nos encontraremos en la esquina o cuando se acerque alguien
[muy pálido que descienda de un automóvil...)


PAISAJE DESNUDO

Desnudo de mujer 
senos que no están ciegos y conocen las aves,
hombros y espalda donde la luz del sol parece estar
pensando,
vientre cruzado por una secuencia de fugaz infinito,

desnudo de mujer,
concentración de la tierra y lo humano,
estatua de la naturaleza,
más blanca que el sollozo de un ángel,
más morena que una mañana en la selva,
más viva que la sonrisa del sol en la vela de un bote de
pescadores,

desnudo de mujer,
vacilación del ámbar, probidez de la piedra,
vellón iluminado por un rayo de luna, por un rayo
de carne,
muslos separados como terminaciones del
anochecer,
cita con el origen, vida, potestad de la muerte,
humedad de universo, palabra final encontrada,

desnudo de mujer,
rodillas severas y más llenas de gracia que un
hoyuelo en la mejilla,
tobillos más dulces que la orilla de un estanque,
pies aposentados en su aire como delicias diurnas,

desnudo de mujer,
cuerpo que está volando sobre sí mismo,
piernas como un recorrido de cantos nupciales,
nalgas donde la redondez del mundo cobra sentido,

cuerpo que se desata de la noche,
cuerpo que se desata de sus astros como una batalla
naval,
cuerpo que se desata de las leyes que no son azules o
rojas,
cuerpo donde los marineros en tierra señalan el mar,
desnudo cuerpo, cuello, vientre, nalgas,
piernas concisas, vivas, entreabiertas,
desnudo de su desnudo, desnudo hasta el fondo de sí
propio
hasta tocar el fondo de sus aguas ocultas,
hasta tocar lo ilimitado de sus ríos,
desnudo de mujer,
arena, rosa, nave de verano,
viento…


Preparativos para pasar la noche en un espejo

I

Echa chispas el vino que produce el espejo, y es borrosa la sed. Imagen borrascosa que empaña la superficie dotada de máscara que su dueño volverá contra sí mismo. Fría caparazón de cristal que se resiste al ser pisada por esos pies que van avanzando por la playa. Fría caparazón de cristal que finalmente se vuelve espejo roto, hormiga muerta transportada por otra viva. Entre cortinas y susurros, despojos del cristal reflejante. Entre susurros y gemidos que sostienen la sedería de la carne, aparecen los momentos del río que demuestran el vértigo. La máscara, al reconocerse, ya se ha vuelto contra sí misma. El guerrero, que con la espada en alto sostenía a la mujer, ¿va a titubear? En la intimidación por esta imagen, se recurre a la potencia del círculo inmóvil, desde un mundo de ocelos amarillos, hasta las ruedas de una bicicleta, entre la maleza de un antiguo y abandonado jardín, mientras se escuchan risitas y cuchicheos de una niña. Echa chispas el vino que ocasiona mirarse en el espejo que una mujer representa.

II


Y he aquí el puro deseo sin el curso del cuerpo, por que en la contemplación del otro cuerpo la memoria levantó ese rumor o sitio donde posarse. Son los preparativos para pasar la noche en un espejo, subiendo por esas aguas del río del espejo que no alcanzan aún al mar del espejo, el limbo azul donde los ahogados decían que flotaban mejor. He aquí el puro sueño sin el curso espejeante de la memoria, el reflejo desgarrado por la descomposición inmovilizada por sus propias exigencias. He aquí el aleteo que no halla donde posarse, reducido a su vocación de aleteo. Navegación atroz, el tacto y el gusto están en esos ojos en que los labios se han convertido, gracias a la reducción de que se vale el reflejo, para que la memoria extravíe el sueño que la sostiene. Las aguas arriba no bastan para no poder tocar el mar y sin embargo perderse. El movimiento de las aguas arriba no suspenden, no succionan ni empapan, sino que pesan sin moverse, pesan más todavía al desaparecer, y están ahí, clavadas para enturbiar el reflejo. Sin el curso del cuerpo, el deseo escogerá la tela que la araña combina con el movimiento propio del propio deseo, que es la raíz de su saliva y de todo segregar para armar laberintos.
Boca que habla y traslada sin parar y sin pasar, frente a ese espejo que la transforma en tela de araña que la refleja en saliva de araña que la contiene. Sin el curso del cuerpo, el deseo realiza los preparativos para pasar la noche en un espejo, en cuyas aguas arriba el vacío tendrá en su poder a la creación, al mar que sin golpear existe, al mar que sin mojar abarca, el mar que aparece en los ojos que no ven el cuerpo que desesperadamente necesitan revelar.

III

Estuche doble en metal dorado, con espejo interior y bordes rojos, donde pueda escucharse la melodía, la forma que la casualidad ennoblece con modos de inspiración variada: al salto de la gacela ensombreciendo la infancia, recuperada a base de no hurtarle el bulto a los muertos. En la duplicidad donde aparece un tercero, juego de clandestinas tiranías. Arcángeles arrancados con todo y raíz de su vuelo, estatuas obstaculizadas por el material de que están hechas, jamás podrán responder a la invitación de las alas. Viviendo la postura de la exhaustividad, manejando con precisión los elementos combinatorios del espejo; la infancia, si, el diálogo de persecuciones y prosecuciones impuras en la bandejas de las invitaciones al jardín abandonado. Aquella niña separando los muslos, para que Dédalo comience la obra que el espejo usará como reducto, entre las altas yerbas, junto a su bicicleta reclinada en un tronco, vendrá cuando el exilio deje la puerta abierta al jaguar que rondaba los alrededores.

IV

Para embalar la imagen, que tu abandono prosiga. Cuida que los escondrijos de tu espejo no delaten los ojos que, antes que tú, te miran. Déjate continuar por la resistencia de tu rostro empañarse, aguas abajo encontrarás otro espejo. Aguas arriba, Escila y Caribdis le pondrán comillas a tu navegación. Apurarás el agua sobra en el cristal, jugarás a que eres el océano y dejarás que la brújula se mueva en tus palabras como un pequeño y torpe insecto. Así la araña tejerá la imagen que le pondrá ajuar a tu espera, a la ausencia de un cuerpo cuyo peso hará lecho en tu imaginación. Así la telaraña que existe en el fondo de cada espejo atraerá a ese sueño convertido en mosca, vuela frente a tus ojos, revelándote. Te hilarás en los reflejos como quien tiene el hilo de Ariadna en las manos, se moverá el viento allí mismo como encajonado, y siempre será otro el que aparezca, otro el vidrioso, otro el que transparente te prosiga.

V

La imaginación no es siempre el más aconsejable espejo donde mirarse, donde cruzar a la otra orilla, y estar al mismo tiempo en el sitio que nos hemos fijado, en la cita puntual con nuestra propia mirada. Colocarnos allí como para aprender nuevo idioma, conversación galante con las aguas del río, vigilando, como sin querer, el momento del salto de la gacela ensombreciendo la infancia. O el salto para escapar, que nos coloca en la lancha que ya despegaba del muelle. El espejo no es siempre la imaginación, pero es un buen camino par salir al encuentro de lo desconocido, o sea es un camino gobernado por el salto intempestivo de la gacela, que vuelve a desaparecer en la maleza. Y no importa si entonces un nuevo personaje aparece en la terraza de lo que hemos dado en llamar la casa abandonada. Lo que llamamos el regreso, puede ser el rumor de la lancha alejándose, después de nuestro salto para colocarnos en ella. Permitir que entonces todo tome su forma antigua, significa terminar, dejando que en nuestra respiración esas puertas-vidrieras se cierren para siempre, y pegado al cristal, con el rostro empañado, el personaje que no habíamos tomado en cuenta, irá perdiendo espacio, pero ganado realidad, hasta convertirse en nuestro futuro cadáver.


Búho sobre el delirio

III

Oír que la materia deletrea su peso,
escuchar el ronroneo que hace contra sí mismo el silencio,
ver cómo cae el cuerpo atrapado por el impulso de sus límites, 
rompiendo de pronto ese dique que la oscuridad usó antes solamente para sí misma.


Ver de pronto ese peso, esa inmovilidad pasando velozmente,
oscureciendo con su sombra velocísima
esa parte de nosotros donde la contemplamos con armas más frágiles que el dolor,
y su caparazón apetecedora de peso muerto.


IV

De pronto se ensordece, cuando el silencio o la locura saca las castañas del fuego,
resegando lo que crecía sin trasplantarlo a su propia sombra,
a su boca construida con una mandíbula ajena.


Decaído o plegándose, embovedar las alas,
engaviar lo reunido, lo que va a levantarse y a girar 
bajo la bóveda construida con el peso irreal de las alas,
lo que tiene en su peso su habilidad de esguince,
si el vuelo es esa forma, ese jadeo mezclado a las castañas 
que están como siempre en el fuego,
reproduciendo la mano del silencio 
o esperando la mano de la locura que va a sacarlas.
Conquistar los despojos, hacer crujir las brasas,
aspirar ese olor quemado que suelta la sombra, 
la boca construida con mandíbula ajena.
El silencio que cuida su propia mano 
(lo que es su sombra, se alarga sin cesar).
Si la reunión está sorda, el silencio no miente,
pero en las castañas que están en el fuego,
el intruso aparece a la expectativa.


PARA LA VIDA

Mi destino te busca. Soy la fecha que el mar
Todavía no ha escrito.
Esa brisa es lo que sueñan los árboles.
En las sienes la mano recuerda el horizonte.
En los labios
La voz se agita como una bandera
Y en algún sitio del pecho aún responde el poniente.
Mi destino te busca.
En mis ojos el tiempo numera las miradas.
Se coleccionan los antes, no hasta decir mañana
Sin el pecho partido por la noche.
La ciudad se ciñe el anochecer como una corona.
Arderé como la invención de la tarde,
Como el bosque que se ha puesto a pensar en la lluvia,
Como la sonrisa que toma forma de anillo
Y rueda de una mano silenciosa.
Destino. Palabra que el fondo del río saca como un pez,
Como una mejilla donde la corriente puede llorar
Sin que lo noten las orillas.
Destino. En un pecho la luna boga desvelada
Por la razón más fría.
Destino. A ciegas la luz vela
Y unos ojos se abren para siempre.
Escucha esa mirada
Que al destino penetra hasta irradiarlo.


DIA POR VENIR

Por tocar nuestros ojos con unos ojos de viento.
Soplo de mar a bordo de la tierra;
Paisaje de unas velas y de un mástil
En una voz ligera como la espuma o la sonrisa.
Hablo del corazón, frente a la muerte.
Hablo diciendo sueño, sueño, altamar, fumarola.
Hablo diciendo todos;
En el árbol, como un labio de tierra y otro de noche,
Con un corazón de polvo y otro de carta.
Hablo para la vida que ha besado su muerte,
Hablo para la muerte
Que la vida contempla alejándose.
El tiempo. En el pecho su transcurso se ahonda como un río
Que ha oído hablar del mar.
Día por venir, por sentarse a nuestra mesa,
Día con cuello de nubes.
Sopla la brisa,
La tierra puede ser el barco que necesitamos.


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