La página contiene las frases y los poemas de mis autores más admirados, que hasta hoy me acompañan en el camino de la creación poética
martes, 7 de julio de 2015
ANTONIO GAMONEDA - POEMAS
INCANDESCENCIA Y RUINAS
I
Yo invoco la cabeza
más sagrada que exista
debajo de la nieve.
Mi corazón azul
canta purificado por el silencio.
II
Vándalo de pureza,
hostígame. Si hablas,
yo bajaré mis labios
hasta el agua salvaje.
De aquella gruta donde
abrasa la frescura,
ha de surgir un rey
sucio de profecías.
Oh corazón que ves
en toda oscuridad,
cuándo estaremos ciegos
en luz, cuándo hablarás,
habitante del fuego.
III
Un perro milagroso
come en mi corazón.
Ceremonia salvaje:
mi dolor se incorpora
al perro enamorado.
IV
En la cavidad que sabes,
suena una voz. Lengua fría,
tú, que silbas en la noche,
metal vivo de palabras,
dime, loco ruiseñor
del invierno, dime, tú,
que quizá participas
de una materia luminosa,
a quién anuncias ya
además de a la muerte.
V
Anticanto de amor,
quién te beberá, quién
pondrá la boca en esta
espuma prohibida.
Quién, qué dios, qué
enloquecidas alas
podrán venir, amar
aquí.
Donde no hay nada.
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CAIGO SOBRE UNAS MANOS
Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez, sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
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GEOLOGÍA
Algunas veces salgo hacia las montañas
a mirar a lo lejos.
Piso unas lomas donde tierra vieja
se pone hermosa con el sol y veo
subir la sombra por los cuestos.
Ando
mucho tiempo en silencio.
Pero hay días que ando por estas lomas,
y miro hacia las montañas,
y ni allí hay libertad.
Y me vuelvo. Yo sé bien que es inútil
buscarla como a una llave perdida,
y que también es inútil
mirar al fondo de mi corazón.
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AGRICULTURA
Qué valdría sin pisadas humanas
esta pobreza que hace crujir la luz.
Qué sería la belleza violenta
del secano sin el corazón cansado
que piensa en él: tierra comida
y mala soledad frente al acero
mural de las montañas.
Mirad, es bello y es verdad: arriba,
el cardo blanco y el centeno, ciegos,
vibran junto a los pájaros, y luego
baja la tierra sobre sombras rojas
hasta el poco de agua y los negrillos.
Baja roída por el sol, quemada
por el hielo como el rostro humano
quieto y tajado de dolor, que pasa,
mil veces pasa por la tierra, duro,
con la herramienta y el caballo viejo,
seco como su amor, mil veces pasa,
toda la vida mientras dura el día.
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INVIERNO
La nieve cruje como pan caliente
y la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,
y yo pienso en el pan y en las miradas
mientras camino sobre la nieve.
Hoy es domingo y me parece
que la mañana no está únicamente sobre la tierra
sino que ha entrado suavemente en mi vida.
Yo veo el río como acero oscuro
bajar entre la nieve.
Veo el espino: llamear el rojo,
agrio fruto de enero.
Y el robledal, sobre tierra quemada,
resistir en silencio.
Hoy, domingo, la tierra es semejante
a la belleza y la necesidad
de lo que yo más amo.
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EN EL MÁS RESISTENTE, MÁS VELADO LUGAR DEL CORAZÓN
En el más resistente, más velado
lugar del corazón, mete sus manos
el silencio del mundo, mas despierta
al pájaro mortal, al destinado.
Habla en dura quietud; habla en la nieve.
La geografía del final es blanca.
Pero desciende, corazón, repasa
yerba secreta y el hayedo oscuro
como la planta antigua del pastor.
Baja a escrutar la transparencia fría,
entra en el bosque de las venas, siente
los arroyos pacíficos, el ruido
denso y materno de la leche, escucha
el paso prodigioso de las bestias.
Cruza la sombra con tu cuerpo, pasa
sobre las huellas comunales, duerme
en el silencio como un dios cansado
y, luego, acude al sobresalto puro,
a la fresca, gloriosa desbandada
de las aguas en júbilo, discierne,
repartida en la luz, pálida espuma.
Pero vuelve a la paz por el camino
prieto y oscuro de Corona; vete
despacio por el Pando; te rodean
las floraciones de la soledad,
los árboles salvajes, los helechos,
los cautelosos manantiales. Piensa
dulcemente en el mundo, pero calla,
exprésate con sola tu existencia,
como el bosque secreto, que se dice
en la ciega madera con el liquen
y la profundidad y la quietud.
Lívida, verde, añil, precipitante
golpea el agua en la afilada estirpe
de la roca fluvial. Su entalladura
come la paz en ti; ya no recuerdas
ningún canto ni el manso y solitario
campanil del ganado. Sólo sientes
un único latido: el tormentoso
del Cares en su caz, y una corona
de piadosa humedad en tu cabeza.
Todo se pierde en el espacio puro,
en el combate de las aguas y
las láminas terribles. Se apodera
la física, orquestal naturaleza
del espacio interior; ya no recuerdas.
Ya no recuerdas en el quicio raudo,
en la inmóvil, hirviente cabellera,
en el abismo azul, en el espanto.
En el espanto y la hermosura como,
al fin de la batalla, un rey envuelto
en la sangre, o la invisible túnica
del huracán, o la feroz escala
del que canta en el rostro de la muerte.
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ESTÁ TEJIDA CON AZUL LA NOCHE
Está tejida con azul la noche
aún crepuscular. La lengua roja
enciende su perfil.
Salgo al silencio
y penetro la vida de las cosas
y no sé si el centeno es la hermosura
o es la sed la verdad.
En este ahora
de secreta extensión, cuando no ciega
mis sentidos la furia luminosa
del resol cereal, y están creciendo
el zureo nupcial de las palomas,
los pájaros ocultos, la paciencia
de los robles, aún, salgo a los huertos
y me busco en las aguas y las sombras.
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LA TARDE ENTRA DE PRONTO EN LA COCINA
La tarde entra de pronto en la cocina,
enloquece en el cobre, hace gloriosa
la herrumbre de las madres. Como un lienzo
se imparte en las estancias. Cruza, dora
el rostro del varón. Da en las tarimas,
atraviesa el laurel, tiembla en sus hojas.
Ahora volverán por los caminos
las mulas canas y las yuntas rojas
y, cansados, los hombres, sus cabellos
con tamo de trigal.
Cunden las sombras
al borde del tapial. Lenguas de acero
se sumergen en aguas silenciosas.
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EL VOLUMEN RESCATA DE LA TIERRA...
El volumen rescata de la tierra
las oleadas interiores, riza
áspera, dulce, cereal, corpórea
la masa solitaria, la pastura
de los alcores y las navas; pone
la majestad hendida, aterruñada
en compacta hermosura y deposita
agua y semillas en el corazón.
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UN BOSQUE INMÓVIL, SIN ESPACIO, PERO...
Un bosque inmóvil, sin espacio, pero
alimentado en la profundidad
envolvente del mundo. Su espesura,
de vientos y de pájaros no acoge
sobresalto ni sombra; se despliega
en llano vertical: azul pacífico,
oro pluvial, litúrgicos se traban
con púrpura feroz. Mas nada turba
aquella majestad.
Si das tus ojos
a la dominación, sientes cuajarse
un vértigo, un pueblo entreverado:
urdimbre de varones, instrumentos,
bestias, coronas, comunicaciones,
desperdicios de luz. Vértigo, pueblo
establecido donde nunca humana
respiración apagará el chasquido
de una hebra solar sobre la dura
conversión laminar, pueblo aplastado.
Callada tempestad. La vibratoria
existencia del sol, la que tortura
lívidas lomas, parameras turbias
en la tierra exterior, aquí sostiene
un lienzo musical: nervios de sombra,
como un árbol delante del crepúsculo,
no imponen pausa sino negro impulso
en la arbolada vidriería.
Es
un mundo. No músculos, cabellos;
no túnicas redondas, accidentes;
sólo estaturas, transparencias, fuegos.
No libros, atributos, gestos, lomos
hirvientes de corcel, águilas, cetros,
ballesteros y muerte; sólo una
cegadora, bruñida altanería.
En esta soledad, en esta altura
de la materia, la estructura adiestra
los gritos del color como, entre hombres,
una esbelta garganta dispondría
las cantidades de sonido. Canta
pero extiende silencio. No es el canto
que recorre la tierra penetrando
en corazones, multitudes, bóvedas
y sepulcros; no es sino palabra
que se adentra en los ojos: alta fiesta
que despliega los rojos, enardece
el espacio interior, filtra más oro
en densidad azul, hunde los verdes
en sí mismos, agosta el amarillo
hasta hacerlo crujir.
Oh pueblo frío,
oh bosque, oh vidrio, oh lienzo frío:
sólo tú puedes soportar, vivir
siempre en belleza, nunca en libertad.
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ESPACIO SIEMPRE FRENTE AL TIEMPO
Espacio siempre frente al tiempo. No
hay mayor lentitud que esta paciencia
que eterniza los labios, endurece
las túnicas, habita en la mirada
de la desolación.
Roja, la estepa,
afuera, lejos, en la mansa gleba,
come su viejo sol.
Gira la tierra
sobre sí misma, musical, y el agua
desciende azul, eternidad herida.
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LAS HORTENSIAS EXTENDIDAS EN OTRO TIEMPO...
Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más arriba de mi cuerpo.
He sentido el grito de los faisanes acorralados en las ramas de agosto.
Un animal invisible roe las maderas que también están más allá de mis ojos
y así se aumenta la serenidad y prevalece el olor de la mostaza que fue derramada por mi madre.
Yo convalezco en sábanas limpias que me preservan de los insectos y los cristales de mi infancia
permiten la imposición de una luz que les antecede en muchos días desde que existió la solemnidad
y la pureza.
En este espacio me he reunido con tu dulzura, la que traicionaste delante de mis ojos.
Ahora eres obsequioso y pacífico como el aceite que se reserva para los agonizantes;
ahora me contienes con tus manos y me descubres todos los gestos de tu rostro menos los que
deben ocultarse:
tantas veces pusiste la boca sobre las heridas, tantas te desdijiste como una liebre tenebrosa...
Asediado por un azufre que no podías soportar en los alimentos,
¡tantas me recibiste en tu mirada y me participaste una escritura de carmines abrasados, tantas te
desplomaste en mi existencia...! Fue una época damnificada.
Tú invocabas al chamariz y hacías que los árboles se inclinasen sobre nosotros en tardes inmóviles
mientras la policía escribía nuestros nombres.
Otros días cantabas poseído por el alcohol y lo que rebosaba era azul sobre las mesas desgastadas
por la lejía.
Una senda de aulagas conducía hasta tu casa donde siempre era invierno. ¡Ah cómo sentía tus
dientes y cuanto tiempo te escuchaba,
cómo esperaba tu desaparición amándote!
No me dejaste otra señal que tu rostro celebrado por el llanto de las mujeres.
A tu belleza se inclinaba la serenidad, viuda tuya desde hace mucho tiempo, viuda desposeída de tus
sábanas.
Esto fue cuando, atraído por el acónito, penetraste en sus cámaras;
esto fue cuando comenzó el silencio.
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TÚ DISTRIBUÍAS LA NOSTALGIA DE CUANTO ES HONORABLE...
Tú distribuías la nostalgia de cuanto es honorable y concertado con la pulsación de los pueblos.
No quisiste ser alabado por ello sino por el horror, tu ciudadanía en aquel tiempo.
La ceniza de tus uñas se refugiaba en las escrituras y en aquellos templos cuyas maderas están
señaladas a cuchillo y con la grasa de los animales torturados.
Tú, más veraz que yo porque me excedías en vigilancia,
me conducías a los lugares en que es posible saborear el cardenillo y el acero.
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DURANTE UN INSTANTE ME VISITÓ UN CREPÚSCULO...
Durante un instante me visitó un crepúsculo cuya profundidad no me pertenece.
Regresé. Regresé hasta donde los padres son cautos y perseguidos en sus huesos,
pero no es éste el armisticio que yo compré sobreviviéndote.
Repito que ahora eres obsequioso y que me acompañas al espacio en que las hortensias son
persistentes.
Más allá, en los desvanes, siento un bramido de palomas: es un país nupcial. ¿Conoces tú la virtud
de las palomas en sus excrementos?
En aquél y en éste te recibo y sólo así, mirándome en tu rostro, el que se manifiesta a través de una
membrana incorruptible,
no en el furor que predicaban tus dientes aunque me amases dentro de mi madre.
En aquél y en éste te recibo y mi deseo es alimentarme con tu bondad, pero también con los aromas
que te sobreviven.
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SIÉNTATE EN MEDIO DE LAS RUINAS...
Siéntate en medio de las ruinas, siéntate con dulzura en el medio o al borde de las ruinas.
Son nuestra única propiedad y yo comienzo a distinguir algunas semillas y láudano y ciertos coágulos
obedientes al ejercicio de la luz.
De esta pasión, de los proverbios posteriores a tu vértigo, del animal que llora y su piedad está sobre
nosotros,
tú deducirías lacre y lo pondrías en mis ojos, o quizá limaduras de níquel y otras materias
aborrecibles.
Sin embargo tú amabas la suntuosidad de las banderas en el azul, encima de las bodegas.
¿Sabes qué es el olvido? ¿Qué has encontrado tú en la reserva del olvido?
Todas las enseñanzas se extinguieron como carburo en el fondo de galerías inacabadas;
todas las enseñanzas menos la palpitación del bosque y algunas huellas sobre mi carne.
El río desciende aún y yo no siento ahora sino el olor del agua.
Tus hijos y mis hijas se sumergen en el río y los que no olvidaron no se acercan nunca porque serían
recibidos y quizá entrasen en nuestros cuerpos y morirían.
¿Has pensado en la paciencia, has pensado en la paciencia semejante a ónice, en la paciencia
excavando tumbas en el sonido, abandonando telas inicuas a los vientos que llegarán, que llegarán
como cada vez después de las expulsiones?
La ciudad no está limpia, pero en los ejidos hay irritación y el cornezuelo y el centeno cohabitan y
crece un alimento que será comido por nuestros hijos.
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YO NO TENGO ESPERANZA SINO UNA PASIÓN...
Yo no tengo esperanza sino una pasión cuyo nombre tú no vas a decirme.
Yo no tengo esperanza sino una pasión cuyo nombre no va a tocar tus labios.
He cruzado mi infancia y países de morfina y largos bosques en los que descansé y grandes alas
pasaron sobre mis ojos.
En los lugares a los que yo acudo al atardecer hay frutos muy espesos de los que hago recolección y
mis dedos son abrasados por las luciérnagas, pero yo hago recolección y me demoro en acudir a
otros lugares, a las alcobas donde mi madre envejece más allá de mi vejez.
Y las palabras, fiebre bajo las tégulas, grumos retrocediendo, hieles que enloquecían bajo el disfraz
del sueño,
¿qué son, qué hacen en mí cuando se ha extinguido la verdad?
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DE LA VERDAD NO HA QUEDADO MÁS QUE UNA FETIDEZ DE NOTARIOS...
De la verdad no ha quedado más que una fetidez de notarios,
una liendre lasciva, lágrima, orinales
y la liturgia de la traición.
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TRAS ASISTIR A LA EJECUCIÓN DE LAS ALONDRAS...
Tras asistir a la ejecución de las alondras has
descendido aún hasta encontrar tu rostro dividido
entre el agua y la profundidad.
Te has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos
ágiles acaricias la piel de la mentira:
ah tempestad de oro en tus oídos, mástiles en tu alma,
profecías...
Mas las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí
procrean sin descanso
y hay azufre en las tazas donde debiera hervir la
misericordia.
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ES ESBELTA LA SOMBRA...
Es esbelta la sombra, es hermoso el abismo:
ten cuidado, hijo mío, con ciertas alas que rozan tu corazón.
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OIGO HERVIR EL ACERO...
Oigo hervir el acero. La exactitud es el vértigo. Ah libertad inmóvil, ejecución del día en la materia
nocturna.
Es tu madre el clamor, pero tus manos abren los párpados del abismo.
De resistencias invisibles surge un rumor de límites:
ah exactitud de mar, exactitud sin nombre.
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UN SILENCIO DE HORMIGAS, UN FRENESÍ DE ESPARTO
Un silencio de hormigas, un frenesí de esparto. Ah corazón clamando ante los almacenes. Ya no hay
sábados; bajas a las iglesias, a los departamentos de la muerte y ves la luz de la infelicidad; yaces y
las serpientes pasan sobre las murias derruidas.
Veo la juventud ciega en los atrios, la grasa negra de las negaciones. Fulge tu lengua entre
sarmientos, tu palabra sobre los mástiles. Mas la pureza no se extiende, no diluye en las aguas el
acero, no deshabita las comisarías. Ah corazón clamando por una tierra sin olvido, por un país donde
los pájaros se suicidan al amanecer (com o aquel camarada entre la pobreza y el relámpago), viejo
tenaz ante las rastrojeras, viejo que aún lloras sobre llagas fértiles: dame tu látigo y tus lágrimas, no
me abandones todavía.
Agonizabas sobre los espejos y no arrancaste de tu
rostro el rostro de tu madre. No te pierdas aún,
préstame algo, dame tu incendio, tu piedad estéril, tus
zapatos, tus hernias, tus alondras, el huracán de tu
melancolía y el gran aviso de tu dedo negro, para que
no muera más de mala muerte la criatura del dolor:
España.
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AQUEL AIRE ENTRE EL RESPLANDOR Y LA MUERTE...
Aquel aire entre el resplandor y la muerte se hace sustancia que no alcanzan a borrar los días y los
vientos. El contenido de la edad son estos lienzos transparentes.
Signos exactos e incomprensibles. Están en mí con el valor de una llaga; algunas cifras arden en mis
ojos.
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ERAN DÍAS ATRAVESADOS POR LOS SÍMBOLOS
Eran días atravesados por los símbolos. Tuve un cordero negro. He olvidado su mirada y su nombre.
Al confluir cerca de mi casa, las sebes definían sendas que, entrecruzándose sin conducir a ninguna
parte, cerraban minúsculos praderíos a los que yo acudía con mi cordero. Jugaba a extraviarme en el
pequeño laberinto, pero sólo hasta que el silencio hacía brotar el temor como una gusanera dentro de
mi vientre. Sucedía una y otra vez; yo sabía que el miedo iba a entrar en mí, pero yo iba a las
praderas.
Finalmente, el cordero fue enviado a la carnicería, y yo aprendí que quienes me amaban también
podían decidir sobre la administración de la muerte.
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EN LA CALLE QUE SUBE HACIA LA CATEDRAL...
En la calle que sube hacia la catedral, bajo rúbricas y veneras modernistas, bajo otras bóvedas
invisibles creadas cada mañana por la voz otoñal de Pedro el Ciego, acontecían maravillas frágiles y
encarnadas en las manos del vendedor de serpentinas y flautas de cañabrava: sobrevenían don
Nicanor y su sonido a infancia; cerca, sobre la opacidad del hambre civil, el olor de las almendras
calientes, y, más arriba, el abanico de peines, las estilográficas de las que fluye el líquido de los
sueños.
Pedro descansa en la profundidad del otoño y su rostro se enciende en ramos de sol. La luz baja a su
corazón y allí permanece desleída en aceites y sombras, en aguas purificadas por recuerdos.
Suavidad de los días, paz del mundo en el corazón de Pedro: pasan las portadoras de hortalizas,
pasan los sacerdotes en sus túnicas, y Pedro canta ronca y dulcemente la construcción de las obras
públicas, las profecías traicionadas, la graduación de los muertos. Canta bajo las ménsulas y en los
soportales. Son noticias de invierno.
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ÁLAMOS
Álamos. El fulgor excede y las distancias son traspasadas por gritos vecinales. Los rebaños
desprendidos de la mesta cardan ácidas hierbas bajo un friso de azufre. Oigo las campanas de
Villabalter como mastines electrizados por la inminencia.
La osamenta furiosa se abatió sobre los malecones y los huertos. El otoño se alhajaba fosforescente
y aquel rebaño tuvo miedo bajo las bóvedas de plomo.
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LA CIUDAD MIRA EL SÍLICE DE LAS MONTAÑAS...
La ciudad mira el sílice de las montañas como una gárgola inmóvil ante los círculos de la eternidad y
se rodea de colinas cárdenas en las que el tomillo es abrasado por el invierno.
Siento la espesura fluvial; se manifiesta en sílabas lentísimas. Aún las palomas se pronuncian
clamorosas y los ancianos descansan en la cercanía de las acacias coronadas de temblor. Hablan y
acrecientan la serenidad de la tarde. A veces, sonríen con un golpe de sol en el rostro y se encienden
bajo los encanecidos cabellos. Sus ojos se entrecierran y apenas es visible un filamento de acero y
lágrimas. La vejez es blanca.
Un anciano tiene el hombro abatido y dispar; el otro ofrece al sol unas manos grandes cuya piel
transparenta largas venas. Hablan con la imprecisión temblorosa de quien es más débil que sus
recuerdos; restablecen una paz y un espacio: las eras de la ciudad, los labradores de Renueva, el
espesor de los curtientes, la sombra roja de las herrerías.
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AQUELLOS CÁLICES
¿Quién habla aún al corazón abrasado cuando la cobardía
ha puesto nombre a todas las cosas?
Silba el adverbio del pasado. El cobre silba en huesos
juveniles, pero es el día del invierno. Alguien
prepara grandes sábanas
y restablece la oquedad. Sólo hay sustancia en ti,
sustancia azul de desaparecidos.
Aquellos gritos. Y las banderas sobre nosotros.
Ah las banderas. Y los balcones incesantes: hierros
entre la luz, hierros más altos que la melancolía,
nuestro alimento.
Cae
la máscara de Dios: no había rostro.
¿Quién habla aún al corazón amarillo?
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SOY EL QUE YA COMIENZA A NO EXISTIR
Soy el que ya comienza a no existir
y el que solloza todavía.
Es horrible ser dos inútilmente.
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EDAD, EDAD...
Edad, edad, tus venenosos líquidos.
Edad, edad, tus animales blancos.
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FRÍO DE LÍMITES
Huyen heridas por el amanecer, laten sobre las aguas y su blancura
se abre en ti: avefrías.
Viajan de lo visible a lo invisible. Ya
sólo hay invierno en las ramas inmóviles.
* * *
¿Es la luz esta sustancia que atraviesan los pájaros?
En el temblor del sílice se depositan cuarzo y espinas pulimentadas
por el vértigo. Sientes
el gemido del mar. Después,
frío de límites.
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AMÉ LAS DESAPARICIONES...
Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.
He atravesado las cortinas blancas:
ya sólo hay luz dentro de mis ojos.
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HIERVEN BAJO LAS TÚNICAS DE LA IRA...
Hierven bajo las túnicas de la ira;
hierven los números y los ácidos
depositados en su espíritu.
Veo el mercurio en las pupilas, líquidos
negros, la fertilidad
de los cuchillos y las sombras; veo
los agujeros y los párpados.
Siento la herida musical, el llanto
multiplicado por el viento, el sol
en la pared de los agonizantes.
Ésta es la soledad de mil cabezas,
la gárgola que aúlla, la gallina
desesperada.
Al fin, surten las fuentes
sangre, vértigo, luz, acero, lágrimas.
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EL MIEDO ENTRA EN LA BLANCURA...
El miedo entra en la blancura; aún
sus alas hienden la serenidad
y disciernen la sal y la ceniza.
Lívidas hélices y, en el espesor,
lentitud de los pájaros, augurios
en las venas azules de las aguas.
Ah pétalos temibles, semejantes
a las escamas puras de la cólera.
Ah pena corporal, amor herido,
animal de la luz, pueblo abrasado.
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SALEN LOS CUERPOS DEL ABISMO...
Salen los cuerpos del abismo, ascienden
como azufre solar; su resplandor
atraviesa las aguas.
Hay profecías incesantes. Ved
la transparencia de los signos
y las palomas torturadas.
Éste es el día en que los caballos aprendieron a llorar,
el día horrible y natural de España.
El animal de sombra
enloquece en las pértigas del alba.
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HE TIRADO AL ABISMO...
He tirado al abismo el hueso de la misericordia; no es necesario
cuando el dolor es parte de la serenidad, pero la lucidez trabaja
en mí como un alcohol enloquecido.
Sé que las uñas crecen en la muerte. No
baja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al expulsar
la falsedad, nos desollamos y
no viene nadie. No
hay sombras ni agonía. Bien:
no haya más que luz. Así es
la última ebriedad: partes iguales
de vértigo y olvido.
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PALOMAS
Palomas. Atraviesan la inexistencia.
Hay huellas de pastor frente al abismo. Cóncavas.
Todo se explica en la imposibilidad.
Hay úlceras en la pureza, vamos
de lo visible a lo invisible.
En este error descansa nuestro corazón.
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HE ATRAVESADO LAS CREENCIAS...
He atravesado las creencias. Durante mucho tiempo
nevó sin esperanza.
Había madres que enloquecían al amanecer: oigo sus gritos amarillos.
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AÚN NIEVA...
Aún nieva. Creo en la desaparición.
Creo en la ira.
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IRA
¿Quién viene
dando gritos, anuncia
aquel verano, enciende
lámparas negras, silba
en la pureza azul de los cuchillos?
Gritan ante los muros calcinados.
Ven el perfil de los cuchillos, ven
el círculo del sol, la cirugía
del animal lleno de sombra.
Silban
en las fístulas blancas.
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VI
Vi
cuerpos al borde de
las acequias frías.
Amortajados
en la luz.
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MÁS ALLÁ DE LA SOMBRA...
Veo la sombra en la sustancia roja del crepúsculo.
Cierro los ojos y
arden los límites.
Puse agua y cinabrio en mi corazón y en mis venas
y vi la muerte más allá de la púrpura.
Ahora mis ojos ven en el pasado: grandes flores inmóviles, madres
atormentadas en sus hijos, líquenes fertilizados por la tristeza.
Quizá el silencio dura más allá de sí mismo y la existencia es sólo
un grito negro, un alarido ante la eternidad.
El error pesa en nuestros párpados.
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CLARIDAD SIN DESCANSO
Quizá me sucedo en mí mismo. No sé quién pero alguien ha muerto en mí.
También ayer olía la desaparición y estaba amenazado por la luz, pero hoy es otro el cuchillo delante
de mis ojos.
No quiero ser mi propio extraño, estoy entorpecido por las visiones.
Es difícil
poner luz todos los días en las venas y trabajar en la retracción
de rostros desconocidos hasta que se convierten en rostros amados
y después llorar porque voy a abandonarlos o porque ellos van a
abandonarme.
Qué
estupidez tener miedo al borde de la falsedad, qué cansancio
abandonar la inexistencia y
morir después todos los días.
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SOBRE LA CALCIFICACIÓN DE LAS SEMILLAS
Sobre la calcificación de las semillas, ante las flores abrasadas,
en la desaparición del pensamiento,
tejen la yerba manos invisibles. Temo su pureza. Veo
lana sangrienta y, en los alimentos, grasa mortal, cánulas negras y,
bajo ramas inmóviles, cuerdas y sombras y preservativos.
¿Soy yo quien mira con mis ojos?
Arden los huesos, oigo la fermentación del rocío: alguien llora bajo
los árboles torturados. Veo las llagas de la luz, altos patíbulos
y serpientes y aceites industriales bajo los lóbulos de las amapolas.
¿Estoy yo en mí y peso sobre la tierra? Es extraño.
En cualquier caso, tengo miedo: los insectos vienen a mi corazón.
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BREVE INVESTIGACIÓN APLICADA AL VALOR DE LOS DATOS VISUALES EN LA QUE SE
SUPONE ÚLTIMA FOTOGRAFÍA DE ANTONIO MACHADO
La blancura es más grande que la tristeza; lame los parietales torturados, entra en los dormitorios del
sudor y el láudano y luego hierve como nieve impura sobre el hueso frontal. Es la humedad de los
agonizantes.
Viene despacio la paloma horrible, viene a los vasos llenos de sombra y la ceniza capilar se extiende
sobre vestigios de mercurio y llanto.
Ciega, la lente circular induce mendicidad bajo los párpados.
Pero la luz procede del abismo. Ante las córneas abrasadas, un filamento de dolor indica los
contenidos del silencio.
Ciertas llagas quizá son miserables en la sutura de los labios.
Sólo las desapariciones alimentan el corazón. Hay sábanas sobre los signos de la inexistencia.
Grasa y metales entran en la luz; se encienden y ésta es la única misericordia.
La muerte es blanca ante los ojos de Antonio Machado.
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EN HERIDAS Y SOMBRAS
En heridas y sombras
puse mi vida
y, cualquier día, de mi corazón,
van a ir saliendo los insectos y
van a ser ciegos. Lástima de luz.
Lástima de luz.
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EL GÁLBANO
El gálbano es goma blanca de una planta olorosa que, echada en el fuego, ahuyenta a las serpientes;
por lo demás, atrae hacia fuera la materia infecciosa; ablanda los flemones y saca del útero las
criaturas muertas y la pesadumbre de la madre. Las tortugas terrestres nacen en los desiertos por
generación del rocío; adultas, enloquecen en la lujuria. Las marinas o galápagos roncan al dormir
sobre las aguas y empollan sus huevos mirándolos.
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VIVO SIN PADRE Y SIN ESPECIE
Vivo sin padre y sin especie; callo
porque no encuentro en el osario ciego
del sonido aquéllas como frutos
antiguos, las adánicas, redondas
palabras oferentes. Van perdidas
las prietas de salud; quedan vestigios:
astillas, soledad, tierras, estatuas.
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CANTIDADES DE TIEMPO
Cantidades de tiempo
sitúan cantidades
de sonidos. Escucho
más allá de la muerte.
La música se alza
de un pozo de silencio;
es labranza del aire
en tímpanos de fuego
y ha entrado en mí. Ahora es
música mi pensamiento.
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MI CABEZA ATORMENTADA...
Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba. Yo quería
despedir un sonido de alegría;
quizá sueno a materia desollada.
Me justifico en el dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis huesos cobardía.
En mi canto se invierte la agonía;
es un caso de luz incorporada.
Propongo mi cabeza por si hubiera
necesidad de soportar un rayo.
No hablo por mí solo. Digo, juro
que la belleza es necesaria. Muera
lo que deba morir; lo que me callo.
No toques, Dios, mi corazón impuro.
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LA MEMORIA ES MORTAL...
La memoria es mortal. Algunas tardes, Billie Holliday pone su rosa enferma en mis oídos.
Algunas tardes me sorprendo
lejos de mí, llorando.
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BLUES DEL CEMENTERIO
Conozco un pueblo ¿no lo olvidaré?
que tiene un cementerio demasiado grande.
Hay en mi tierra un pueblo sin ventura
porque el cementerio es demasiado grande.
Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.
No sé para qué tanto cementerio.
Cierto año la gente empezó a irse
y en muchas casas no quedaba nadie.
El año que la gente empezó a irse
en muchas casas no quedaba nadie.
Se llevaban los hijos y las camas.
Tenían que matar los animales.
El cementerio ya no tiene puertas
y allí entran y salen las gallinas.
El cementerio ya no tiene puertas
y salen al camino las ortigas.
Parece que saliera el cementerio
a los huertos y a las calles vacías.
Conozco un pueblo. No lo olvidaré.
Ay, en mi tierra sin ventura,
no olvidaré a mi pueblo.
¡Qué mala cosa es haber hecho
un cementerio demasiado grande!
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UNFORGIVEN
Cuando tamaño significa
lo grande
y lo pequeño
Tamaño insistente, impune
de la saciedad
Tamaño de la tierra firme
Tamaño de los asesinos
tamaño de los clientes
tamaño de los alguaciles
El tamaño grita
fanfarronea
o chilla
Tamaño de las Armas de los cazadores de recompensas
Tamaño de los Miembros Viriles de los clientes del burdel
Tamaño del Orden Establecido
Pantano
aquella humana hilaridad
de la putita.
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UN ÁNGEL GÓTICO
Inmóvil, claramente
inhumano en la
pura catedral
vive un ángel.
Un ángel no tiene ojos.
Un ángel no tiene sangre.
Él no vive en la vida, él no vive
en la muerte, él está
vivo en la belleza.
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DIVÁN EN NUEVA YORK
Tú en la tristeza de los urinarios, ante las cánulas de bronce
(amor, amor en las iglesias húmedas);
ah, sollozabas en las barberías (en los espejos, los agonizantes
estaban dentro de tus ojos):
así es el llanto.
Y aquellas madres amarillas en el hedor de la misericordia:
así es el llanto.
Ah de la obscenidad, ah del acero.
Vi las aguas coléricas, y sábanas, y, en los museos, junto a la dulzura, vi los imanes de la muerte.
Te desnudaron en marfil (ancianas, en los prostíbulos profundos) y te midieron en dolor, oscuro:
así es el llanto, así es el llanto.
Ten piedad de tus labios y de mi espíritu en los almacenes;
ten piedad del alcohol en los dormitorios iluminados.
Veo las delaciones, veo indicios: llagas azules en tu lengua,
números negros en tu corazón:
ah de los besos, ah de las penínsulas.
Así es el llanto;
así es el llanto y las serpientes están llorando enNueva York.
Así es el llanto.
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AMOR
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
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FRÍO DE LÍMITES:
A la penumbra auricular no viene nunca el sonido del
amanecer. Muge el silencio en las ocultas bóvedas y se desliza en tus
membranas. Silban los pájaros y tu pasión es sorda.
Tú no estás ya en tus oídos.
* * *
Va a amanecer. Hay noche aún sobre tus llagas.
Ya vienen los cuchillos del día. No
te desnudes en la luz, cierra los ojos.
Quédate en tu cama sangrienta.
* * *
Ardes bajo las túnicas carnales.
Ha sido inútil la sutura negra:
no hay agua en ti. todas las fuentes manan en otra edad
y se enloquece la pureza de la copa vacía.
* * *
Entra en tu cuerpo y tu cansancio se llena de pétalos. Laten en
ti bestias felices: música al borde del abismo.
Es la agonía y la serenidad. Aún sientes como un perfume la
existencia.
Este placer sin esperanza, ¿qué significa finalmente en ti?
¿Es que va a cesar también la música?
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EL VIGILANTE DE LA NIEVE:
1. El vigilante fue herido por su madre;
Describió con sus manos la forma de la tristeza y acarició
cabellos que ya no amaba.
Todas las causas se aniquilaban en sus ojos.
* * *
2. En la ebriedad le rodeaban mujeres, sombra, policía, viento.
Ponía venas en las urces cárdenas, vértigo en la pureza; la flor
furiosa de la escarcha era azul en su oído.
Rosas, serpientes y cucharas eran bellas mientras permanecían
en sus manos.
* * *
3. Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza
y sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto
entre las sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía
entrar las sombras en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda.
* * *
4. Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se
depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.
Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin
nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas.
Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a los
pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija
dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la que
olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas blancas,
fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor.
Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza y
sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre las
sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombras
en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda
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PAVANA IMPURA:
1. Tu cabello en sus manos; arde en las manos del vigilante
de la nieve.
Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el
pasado.
Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza
en las manos del vigilante de la nieve.
* * *
2. Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu
al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel,
tus pétalos vivientes.
Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias.
Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del
campo.
* * *
3. El mirlo en la incandescencia de tus labios se extingue.
Yo siento en ti grandes heridas y te desnudas en mis fuentes.
Se extingue el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego,
donde, algunas veces, suenan en ti grandes campanas.
* * *
4. Busco tu piel inconfesable, tu piel ungida por la tristeza de las
serpientes; distingo tus asuntos invisibles, el rastro frío del
corazón.
Hubiera visto tu cinta ensangrentada, tu llanto entre cristales
y no tu llaga amarilla,
pero mi sueño vive debajo de tus párpados.
* * *
5. La inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es
lívida, pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias
los ojos que vieron la inexistencia.
* * *
6. Nuestros cuerpos se comprenden cada vez más tristemente,
pero yo amo esta púrpura desolada.
Ah la flor negra de los dormitorios, ah las pastillas del amanecer.
* * *
7. Entra otra vez en las alcobas blancas.
Grandes son las jarras de la tristeza en las manos mortales.
Entra otra vez en las alcobas blancas.
* * *
8. Amor que duras en mis labios:
Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las
grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio
hasta la llaga azul del corazón.
Amor que duras: llora entre mis piernas,
come la miel sin esperanza.
* * *
9. Ha venido tu lengua; está en mi boca
como una fruta en la melancolía.
Ten piedad en mi boca: liba, lame,
amor mío, la sombra.
* * *
10.Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la
amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados
por el viento y el llanto.
Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos
abandonados por la esperanza.
* * *
11. He envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio
y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.
Tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro,
pero tú pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te
siento en mis labios al ir hacia la muerte.
* * *
12. Eres como la flor de los agonizantes
que es invisible mas su aroma entra
en la sombra nasal y es la delicia,
todo en la vida, durante algún tiempo.
* * *
13. En la humedad me amas
y eres azul en tus pezones. hablas
suavemente en mis labios y regresas
a tu prisión en la melancolía.
* * *
14. Tu cabello encanece entre mis manos y, como aguas silenciosas,
nos abandonan los recuerdos. siento la frialdad de la existencia
pero tu olor se extiende en las habitaciones y tu lascivia vive en
mi corazón y entra mi pensamiento en tus heridas.
* * *
15. Existe el mar en las ciudades blancas,
coágulos en el aire dulcemente sangriento,
sábanas en la serenidad.
Existen los perfumes inguinales, lenguas en las heridas femeninas
y el corazón está cansado.
Entra con tus campanas en mi casa, pastora ciega, sin embargo,
como si no tuviera la dulzura su fin aún en las ciudades blancas.
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SÁBADO:
1. El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser amarillo;
el animal que lame las heridas blancas,
ése está ciego en la misericordia;
el que duerme en la luz y es miserable,
ése agoniza en el relámpago.
La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin descanso,
ésa es tu madre dentro de la ira;
la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,
ésa fue música en tus ojos.
Vértigo en la quietud: en los espejos entran sustancias
corporales y arden palomas. Tú dibujas juicios y tempestades
y lamentos.
Así es la luz de la vejez, así
la aparición de las heridas blancas.
* * *
2. Estoy desnudo ante el agua inmóvil. He dejado mi ropa en el
silencio de las últimas ramas.
Esto era el destino:
llegar al borde y tener miedo de la quietud del agua.
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AÚN
Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza
y la lluvia.
Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría
si dijese su nombre.
* * *
Alguien ha entrado en la memoria blanca, en la inmovilidad
del corazón.
Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura del error me hace
cerrar los ojos.
Es la ebriedad de la melancolía; como acercar el rostro a una
rosa enferma, indecisa entre el perfume y la muerte.
* * *
Hablan los manantiales en la noche, hablan en los imanes
del silencio.
Siento la suavidad de las palabras olvidadas.
* * *
La obscenidad entró en mis huesos y, más tarde, aquel aceite
sigiloso, el que prepara el corazón.
Ahora vendrán los días de las grandes milongas.
* * *
Sábana negra en la misericordia:
Tu lengua en un idioma ensangrentado.
Sábana aún en la sustancia enferma,
la que llora en tu boca y en la mía
y, atravesando dulcemente llagas,
ata mis huesos a tus huesos humanos.
No mueras más en mí, sal de mi lengua.
Dame la mano para entrar en la nieve.
* * *
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
Roza los líquenes y las osamentas abandonadas al rocío,
después alcanza las habitaciones y entra en las hebras de la sosa caústica.
Luego viene a tus manos como una lengua luminosa y se desliza
en las grasientas células. Hierve como suavísimas hormigas y tus manos
se inmovilizan en la felicidad.
Cuando el sol vuelve a su cuenco de tristeza
mira tus manos abandonadas por la luz.
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LIBERTAD EN LA CAMA
Todos los días salgo de la cama
y digo adiós a mi compañera.
Vena: cuando me pongo
los pantalones,
me quito
la
libertad.
Cuando llega la noche, otra vez
vuelvo a la cama y duermo.
A veces sueño que me llevan con las manos atadas,
pero entonces me despierto y siento la oscuridad,
y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío.
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TÚ
Caer en un rostro, existir
con su respiración y con su boca...
Cuando tú estabas en peligro;
tú gritaste, mas fue
en la garganta de otro ser humano;
se levantó tu cuerpo
y fue en los brazos de otro ser humano.
Entonces comprendías.
Y tu necesidad y tu dolor
no fueron nunca como antes. Tú
ya no ves signos. Ahora, tú desprecias
todas las dudas. Y tu pensamiento
no es espejo que calla; ya es amor
y destino y conducta y existencia.
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DESPUÉS DE VEINTE AÑOS
Cuando yo tenía catorce años
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa,
me cogía la cabeza mi madre entre sus manos.
Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.
A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.
Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.
Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.
Entraba en el trabajo.
La oficina olía mal y daba pena.
Luego, llegaban las mujeres.
Se ponían a fregar en silencio.
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MÚSICA DE CÁMARA
I
Si pudiera tener su nacimiento
en los ojos la música, sería
en los tuyos. El tiempo sonaría
a tensa oscuridad, a mundo lento.
Mezclas la luz en el cristal sediento
a intensidad y amor y sombra fría.
Todavía silencio, todavía
el sonido no tiene movimiento.
Pero llega un relámpago; se anudan
en los ojos lo bello y lo potente.
La fría sombra se convierte en fuego.
La belleza y el ansia se desnudan.
La música se eleva transparente.
Oh, sonido de amor, déjame ciego.
II
Yo, sin ojos, te miro transparente.
En la música estás, de ella has nacido;
de este grito de luz, de este sonido
a mundo amado luminosamente.
Y yo escucho después ?agua creciente?
a la música en ti: todo el latido,
todo el pulso del aire convertido
a tu belleza, a tu perfil viviente.
Tumba y madre recíproca, del canto
orientas a tus venas la agonía,
y tus ojos asumen su potencia.
Oh prisión de la luz, después de tanto,
ya veo en el silencio: la armonía
es tu cuerpo, tu amada consistencia
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LA LUZ HIERVE...
La luz hierve debajo de mis párpados.
De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas musicales, surge una tempestad.
Desciende el llanto a las antiguas celdas, advierto látigos vivientes
y la mirada inmóvil de las bestias, su aguja fría en mi corazón.
Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir los insectos en las bijías del amanecer.
Así
arden en mí los significados.
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VIENEN CON LÁMPARAS...
Vienen con lámparas, conducen
serpientes ciegas a
las arenas albarizas.
Hay un incendio de campanas. Se
oye gemir el acero
en la ciudad rodeada de llanto.
=============================================
PROFUNDIDAD DE LA MENTIRA
Profundidad de la mentira: todos mis actos en el espejo
de la muerte. Y los carbones resplandecen sobre la piel de héroes aún despiertos en el umbral de la
imbecilidad.
Y ese alarido entre cristales, esas heridas que no son visibles más que en el instante del amor...
¡Qué hora es ésta, qué yerba crece en nuestra juventud?
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EN TUS LABIOS
En tus labios se forman palabras desconocidas
y lo invisible gira en torno a ti suavemente.
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YO ME CALLO, YO ESPERO
Yo me callo, yo espero
hasta que mi pasión
y mi poesía y mi esperanza
sea como la que anda por la calle;
hasta que pueda ver con los ojos cerrados
el dolor que ya veo con los ojos abiertos.
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VÍ LAVANDAS SUMERGIDAS
Ví lavandas sumergidas en un cuenco de llanto y la visión ardió en mí.
Más allá de la lluvia ví serpientes enfermas -bellas en sus úlceras transparentes-, frutos amenazados
por espinas y sombras, hierbas excitadas por el rocío. Ví un ruiseñor agonizante y su garganta llena
de luz.
Estoy soñando la existencia y es un jardín torturado. Ante mí pasan madres encanecidas en el
vértigo.
Mi pensamiento es anterior a la eternidad pero no hay eternidad. He gastado mi juventud ante una
tumba vacía, me he extenuado en preguntas que aún percuten en mí como un caballo que galopase
tristemente en la memoria.
Aún giro dentro de mí mismo aunque sé que voy a caer en el frío de mi propio corazón.
Así es la vejez: claridad sin descanso.
============================================
NIEVE
Retrocede, combate
hacia atrás, corazón mío.
Cíñete al amor, queda
activo en cuerpos, en
materiales amantes.
Olvida la nieve, vive
con los tuyos, desciende
a la ternura. Este
es tu país.
¡Oh la sed, oh la sed!
¿Por qué este mismo fuego
me empuja hacia la nieve?
Subir, subir al agua
eterna donde viven
la claridad y el frío.
Un sueño: Cumbre inmóvil.
Nada y luz. Nadie, nadie.
Oh Dios, si sólo un pájaro
me visitase en esta
región de libertad.
Atrás, puros espacios,
belleza inhabitable.
vuelva la sed a su
origen en el fuego.
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GEÓRGICAS:
1. Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar
mi corazón.
Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,
pero, ¿qué hago yo delante del abismo?
Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.
=================================================
MIS LÁGRIMAS ENTRAN EN LA LUZ.
Mis lágrimas entran en la luz.
Miro a mi amor: es una
avecilla desnuda, negra, fría.
===============================================
ESTAR EN TI
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.
======================================================
VERANO 1966
Cuando me extiendo junto al mar,
existe el agua y su palpitación
y un cielo azul cuya profundidad
es demasiado grande para mí.
Sentir el mar, su lentitud viviente,
es la magnificencia y el olvido,
pero sentir la vida de los camaradas
en ser el camarada de uno mismo.
El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,
pero la razón que hay en nosotros
existirá aún cuando este cielo
hay sido borrado por el viento y el frío.
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DETRÁS DE LA OSCURIDAD...
Detrás de la oscuridad están los rostros que me han abandonado.
Yo ví su piel trabajada por relámpagos. Ahora
ya sólo veo, en el instante amarillo,
el resplandor de sus lejanos párpados.
==================================================
MIRO MI DESNUDEZ...
Miro mi desnudez. Contemplo
la aparición de las heridas blancas.
Envuelto en sábanas mortales,
bebo en las aguas femeninas
la dulzura y la sombra.
=================================================
PAISAJE
Vi
montes sin una flor, lápidas rojas,
pueblos
vacíos
y la sombra que baja. Pero hierve
la luz en los espinos. No comprendo. Sólo
veo belleza.
Desconfío.
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TANGO DE LA MISERICORDIA
Es la última lana de mi vida;
hay azúcar, amor, hay vigilantes
en las arrugas de mi corazón
y aún eres pobre dulcemente en mí.
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VI LA SERENIDAD EN LOS OJOS
Vi la serenidad en los ojos de las reses destinadas a los cuchillos industriales y los caballos inmóviles
en la tristeza;
después, la cal, su luz en los ancianos, y grandes grietas habitadas por lamentos.
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BAJO LA ACTIVIDAD DE LAS HORMIGAS
Bajo la actividad de las hormigas
había párpados y había
agua mortal en las cunetas.
Aún en mi corazón
hay hormiga
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