lunes, 6 de julio de 2015

PARA UNA TUMBA DE FRANCISCO DE QUEVEDO - Alfonso Sola González


Este tambor, oh muerte, esta esmeralda oscura
quemándose en el polvo terrenal
insignias son de un reino
Y si no es el gran resplandor del ángel
y si la codiciada arena
el espejo que brilla
sobre el pecho de un hombre
devastado por las rosas, por la memoria
de la tierra
alguien sabra decir el honor de este día,
la palidez de sus venas en la última sombra
Amor, tú que quemaste el palacio y la hiedra,
que derramaste su médula de plata en el olvido;
tú que elegiste delicadamente
la niebla matinal de los amantes
los abanicos de la tarde, el tiempo
amor, amor que tú dormiste
en sus sagradas sienes
como un pájaro duerme sobre la gran ceniza del mar;
amor, amor,
escucha el tambor y el arpa del día
cayendo
sobre el polvo.

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