lunes, 6 de julio de 2015

COMO SI ALGUIEN REGRESARA - Alfonso Sola González

A Sofía Maffei
“…nightly she sings on yon
pomegranate-tree…”
SHAKESPEARE
Errante, más allá de las fronteras que los jardines ponen al olvido;
más allá de los mares que embellecenlas delicadas orlas de la muerte, el
soñador, el huésped del delirio bebe su lenta luna envenenada.
Coronados los ojos por la noche labrada como un himno; laceradas las
sienes por la música
que las piedras arrancan del amor, el soñador contempla la batalla,
el polvo azul de las espadas cubriendo la memoria y los palacios.
Su canto más antiguo que estas piedras pulidas por la muerte;
más bonito que estas pálidas cisternas donde el olvido entierra sus
estatuas; su canto circular como la noche,
como el cuervo lunar,
regresa a las terrazas donde brillan los pórfidos del viejo paraíso.
Retorna como un río largamente quejoso, de la dicha,
murmurando en la luz apasionada de una ribera portentosa
donde las ruinas del amor levantan
sus ónices cubiertos por la hiedra del sueño y las batallas.
Retorna como el paso
de un gran mendigo pródigo
viajero en la carreta morada del otoño que trae la melodía de otra fiesta.
Con los ojos quemados por el polvo nocturno, por la celeste sal de las
estrellas,
el soñador contempla el luminoso
ciervo del cielo y en sus párpados una herrumbre de plata se endurece.
El soñador descifra el bello rostro de la amada dormida
bajo el alucinado hierro azul de la luna y el ruiseñor del mundo
mueve una fuente oscura y un granado.
Más allá del desierto que devora
las lámparas y el rostro de los sueños; más allá de los muros que levantan
la cal y la saliva de la muerte;
más allá de las rocas donde embisten con sus hocicos de espumosa hiedra
los caballos del mar, donde se hunde el trono majestuoso de la noche,
alguien sueña
y la antigua nostalgia de un granado lleno de ruiseñor le quema el pecho,
para que el ruido oscuro de una rosa ate un río de pájaros al mundo
y una perdida música cruzando el paraíso
que el amor arrasó con luz pesada, descifre otro jardín, otro relámpago.
La corona desciende
como un imperio calcinado y bello sobre la cabellera del que duerme y la
quemada piedra de la noche vuelca sobre su río iluminado
una copa de brasas amarillas. («Tres poemas»)



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