lunes, 6 de julio de 2015

POEMA DE SALAMANCA - Alfonso Sola González


(A un ciego desconocido)
Vi las piedras. Vi el oro silencioso
Que en las piedras te erige, ¡oh Salamanca, corona de los días!
En el sol del verano cantan los cielos, cantan.
¡Oh pájaro, oh negro fuego ardiendo sobre Salamanca
Que resplandece junto al Tormes, día
Que no ha empezado nunca!
Vi a los hombres. Miré los dientes blancos
Vi aquellos campesinos
Sonriendo en la madrugada del mercado,
Brillando junto al día que cavaba mi pecho.
Sentados en las piedras esperaban
El don de la mañana, la pródiga pobreza.
Las más hermosas frutas estaban a su lado
Y la oscura belleza de la vida;
Y sus grandes sombreros de paja reposaban
Bajo el ángel azul que el alba nos devuelve.
Y vi sus obras y sus efímeras dichas
Resplandeciendo sobre mulos grises.
Y su tibio aguardiente. Y el grave buey del año
Que arrastran lentamente entre los trigos.
Y vi también la mano de aquel desconocido
Que me decía adiós demorando la tarde
Que huía de las frutas y de las grandes piedras.
Un día volveré, ciego, para no verte,
Para extender también una mano perdida
Y tocar esa piedra y decir que es dorada
Y tocar ese rostro y decir que no ha muerto
Y tocar una antigua pared, una aldaba, una puerta cerrada, 
en Salamanca.

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