lunes, 6 de julio de 2015

"Y yo no podría decir..." - Alfonso Sola González


Y yo no podría decir que aquello fuera así o tal vez como un sueño,
como una vieja melodía junto al fuego apagado que alguien recuerda antes de
partir.
Pero vi que mi mano caía sobre el rostro de los hombres y ya no relucía su rubí
codicioso
ni era mi mano aquella, sino el miedo
de otros dedos manchados que no eran los míos y me acercaban otras manos que
tampoco conocían las gracias de la vida.
Y todo se movía o creía estar en un camino hacia los ángeles
y con temor amoroso de las jerarquías, ascendían todos, despacio.
Sí, ellos también. Todo, todo se movía dichosamente.
Todo quiso decir: el hermano
y el amigo con su viejo sombrero de tiempo y la casa con el pequeño llamador de
hierro, dulce para el perdido en la noche
entre las estrellas del jardín.
Y era saber cómo se enciende el fuego, cómo se abre la puerta para el que sólo trae 
lentas arcas de olvido.
Y era decir: Tú y yo, caminando por los viejos mercados,
junto a las bestias sacrificadas y los frutos que arden entre los pobres y los ricos
y la hermosa moneda de impiedad que los separa. Y todo quería decir ofrecerme a 
esta vida
que me has dado estos ojos con que muero y te miro, y herirte sin descanso
con la resplandeciente mordedura del hombre perdido, repartido bajo nubes
feroces.
Y sin embargo ascendía entre infiernos, cantando

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