viernes, 28 de enero de 2011

DINO CAMPANA - FRASES


.Yo marchaba errando y sin amor, dejando el corazón de puerta en puerta

Cruzaban las errantes nubes en el infinito

Son tus formas que atraídas del sueño a la vida confunden al mundo

La Cofradía de la Buena Muerte carga un ataúd bajo tus muros.

Esto me complace...son tus fuerzas que enfrentan a la muerte

La áspera sangre vuelve a herir bajo la tierra.

Tú que quieres la estela de la noche.

Tu sangre con perfume de almizcle.

Tu sangre, tapiz de realeza.

Gota de verdad eterna.

Clepsidra de los dioses y los héroes.

Yo caminaré sobre el tapiz rojo y moviente como un rey en exilio en un sueños de reinos sobre el cielo.

Mi boca es una serpiente en sueños, pero mi corazón me quema en un misterio.

Tú, magna con tus cabellos has quedado en el cielo respirando.

Vuélvete y escucha en la noche helada mi corazón.

Tú tan pura como el sonido y sin perfume.

¿Amas los perfumes? Y ¿por qué vas vestida de sangre?

¿Amas las iglesias? No , tú temes los perfumes.

El marfil del crucifijo vence al marfil de tu vientre.

¿Cuál será el sabor de tus lágrimas?¿un poco de fuego?

Yo querría hacer con tus lágrimas un diadema fantástico y llevarla en mi rostro a la hora de la muerte para escucharla hablarme en confidencia.

Pero, pobre muchacha ¡Cómo te calumnio! porque tienes los cabellos trágicos y te vistes de rojo y sin perfumes.

Entre relámpagos místicos y carnales desnudó en las almas el torbellino del presagio. (E I.)

El río monstruoso que turbio esplendía en la fúnebre e insaciable quimera.(E.I.)

La estatua de un arcángel con su espada en la mano.

Y se hundió lentamente abolida en la nada, en la infinita belleza.

Tú clamas sobre los mares infinitos.

Relámpago humeante como un sueño vivo y terrible entre las ruinas.

El río monstruoso brillaba como una serpiente llena de escamas.

Ella, oprimida y anhelante; yo, con los ojos extraviados por una fúnebre fiebre incendiaria.

Yo adoro la alegría que hace temblar.

El vértice de la tumba me asiste en silencio.

La áspera sangre vuelve a herir bajo la tierra.

En el jardín espectral.

¿Cuál de tus voces fue la última?

Entonces...ella se presenta entre las estatuas fantasmales del Crepúsculo.

Oh! Muerte! Oh Muerte antigua! Capitana esquelética: abre tus crecientes brazos y llévame con tu abrazo desesperado hacia las estrellas.

¿Qué pequeño es el mundo, qué leve entre tus manos!

Eran tres vírgenes y una sola gracia.

Ni un amor, ni un espasmo: un fantasma.

Me trajiste unas pocas algas marinas en tus cabellos y un olor a viento.

La plenitud del llamado de la muerte.

Alcé mis ojos a la torre bárbara.

Ella revivía su mito lejano y salvaje.

Las antiguas.

Se había encaminado hacia la torre bárbara.

Fui sacudido por una puerta que se abrió de golpe.

Una mujer paso ondulante y risa inconsciente se unía y clausuraba el cortejo.

Diría a la mujer una palabra caída del silencio.

Había descendido el crepúsculo y cubría con su oro el lugar conmovido por los recuerdos y parecía consagrarlo.

Reina bárbara bajo el peso de todos los sueños humanos.

En sus orillas renacía la pena eterna del amor.

Era bella de tormentos, inquieta, pálida, sedienta, errante detrás de los espectros del misterio.

La eterna quimera llevaba ente sus manos mi antiguo corazón.

Todo es vano, vano es el sueño: todo es vano, todo es sueño.

Amor mío: primavera del sueño.

¿A qué sueño alzamos la nostalgia de nuestra belleza?

La luna surgía con su viejo ropaje por detrás de la iglesia bizantina.

La noche ornada de cantos mudos, pálido amor de los errantes.

Y aún te llamo, te llamo Quimera.

Entre las inmortales estatuas del crepúsculo.

Principessa de los sueños secretos.

Oh tú ornada de cantos mudos.

La noche está abierta sobre el infinito.

Principessa de mis sueños secretos, vano en los remolinos de la Fortuna.

¿Quién es la que ha encendido una lámpara?

Deja en mi corazón un sello ardiente.

No hay dulzura que pueda igualar la muerte.

Agitados espíritus, sea dulce la tiniebla al corazón que ya no ama.

El corazón me dijo esta noche: ¿no sabes?

Y tú seguías por el aire.

Hay quien a tientas va bajando.

Me acuesto a calcinarme como un perro.

Una muchacha en sandalias pasa y exclama, como quien absuelve: “Un día la pena los llevará a todos”

Dulce pureza que los lirios separan.

Un ánfora clásica que clausura la tierra y los lirios y aparece en la misma decadencia que el sueño.

Una divina dulzura nocturna se me revela en la mañana.

Las bárbaras reinas del infinito.

Reina bárbara bajo el peso de todo el sueño humano.

El Santo surge como la sombra del Cristo.

Grandes alas desconocidas.

Un fraile decrépito se arrastra en la hora tardía por la penumbra del altar, silencioso y eleva su plegaria de ochenta años de amor.

País nocturno: místico íncubo del cáos.

Extraña hija de la montaña barbárica.

Qué dulce es tu llanto: tan dulce como cuando asistías a la escena dolorosa de la madre cuyo hijo había muerto.

Tú que en la ondulante marea de tus cabellos subías con tu cortejo como en las fábulas de las antiguas poesías.

Entre las rocas crepusculares una negra forma con cuernos, inmóvil, me observa con ojos de oro.

¿Es el caballero de la muerte, tu otro rostro corazón profundo, corazón danzante, sátiro danzante rodeado de pantanos sobre la sacra obscenidad del Silencio?

He aquí las rocas que consuelan al corazón de los hombres.

¡Cuánto tiempo ha transcurrido desde que deslumbramientos magnéticos de las estrellas me revelaron por primera vez la infinitud de tu muerte!

Distante, ha caído la nieve...

Alcanza, contínua la noche ambigua como en un velo de seda.

He aquí la noche.

Pájaros de oro atravesaron la noche batiendo la tiniebla con nuestros náufragos corazones.

Batiendo la tiniebla las alas celestes sobre el mar.

Allá sobre el mar del pirata en la ciudad abandonada.

En la triste luz eléctrica yo sentía mi infinita soledad.

En lo hondo se alzaba como un mar de plata.

Historias sangrientas pronto olvidadas que revivían imprevistamente en la noche.

Sobre las páginas resucitaba un mundo difunto.

Silencio: el violeta de la noche en arabescos en las rejas blancas el azul del sueño.

El malvado vapor de la niebla se corrompe entre los palacios velando la cima de las torres.

Las largas sendas silenciosas y desiertas como después del saqueo.

Y en la pesadilla de la niebla, en aquel cementerio, ellas me parecen por momoentos pequeños animales, todos semejantes, todos negros, que van a incubar en un letargo infinito su maléfico sueño.

El amante en la penumbra se aferra al rostro de su amada para descarnar su sueño.

Oh Satanás, tú que abandonas a las prostitutas nocturnas en lo hondo de las encrucijadas, oh , tú que en la sombra muestras el infame cadáver de Ofelia, Satanás, ten piedad de mi larga miseria.

En la sombra bajo un fanal se aclara una sombra que tiene los labios manchados.

Ahora el Diablo nos ha reunido ¿y por qué?

El largo día en fantasma de oro.

Sonaban las guitarras al paso de la diosa.

Una mujer blanca surge de una ventana abierta. Es la noche mediterránea.

Marina oculta entre lejanos velos.

Canta, río, desvaría férrea la sinfonía fecunda urgente al mar.

Prístina y por callejones lúbricos de fanales el canto atormentado de las prostitutas y en fondo el viento del mar sin tregua.

Luce la noche ambigua: su latido en la sombra.

Y la ciudad comprende y se enciende y la llama titila y absorbe los magnificentes restos del sol.

Tú eras el pulpo de la noche.

El ha surgido por un sueño que no cambia.

Un suspiro abre su boca mortuoria a una risa blanca de dientes inmortales.

Los ojos tuyos túrbidos y verdes que enciende el ángel que te adormece.

De un gran puerto pleno de ligeras velas prontas a zarpar al horizonte.

Miras y callas y me aguardas y después te aflijes y me cobijas y callas.

Y tú miras al sacrílego, al ángel rubio que no te ama y no amas, que sufre por ti y que, vencido, te besa.

La inmensidad impreso su estupor sobre tu dañado rostro de esfinge.

Oh poesía, bésala y ocúltala como el sol y no en vano como a los sueños.

Te miro oh diosa,tú me flagelas y me destruyes y me lanzas a tu colérico y túrbido mar

Oh poesía, dame tu faro y hacia allá alzaré mi promesa.

Con el amado mar en el pecho, con el amado mar en el alma.

Jovencita herida que corrompe horriblemente la sangre de sus labios.

Ví sus labios y en su rostro macilento resplandecía un carmín espectral.

Nave que sufres y velas como un ojo exhumado.

Y ardo y me arde el corazón en la noche serena que por vosotros se llena de temblores de tumba.

Oh poesía tú jamás retornarás.

Ardor catastrófico de los altos palacios.

En el país de la quimera, eterno y profundo donde se pierde el alma fantaseando.

Aquí surge asomado a la superficie del mundo.

Y eres como un espectro que vigila mi corazón.

Río maldito donde no canta la vida

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