Cruzaban las errantes nubes en el
infinito
Son tus formas que atraídas del
sueño a la vida confunden al mundo
La Cofradía de la Buena Muerte
carga un ataúd bajo tus muros.
Esto me complace...son tus fuerzas
que enfrentan a la muerte
La áspera sangre vuelve a herir
bajo la tierra.
Tú que quieres la estela de la
noche.
Tu sangre con perfume de almizcle.
Tu sangre, tapiz de realeza.
Gota de verdad eterna.
Clepsidra de los dioses y los
héroes.
Yo caminaré sobre el tapiz rojo y
moviente como un rey en exilio en un sueños de reinos sobre el cielo.
Mi boca es una serpiente en sueños,
pero mi corazón me quema en un misterio.
Tú, magna con tus cabellos has
quedado en el cielo respirando.
Vuélvete y escucha en la noche
helada mi corazón.
Tú tan pura como el sonido y sin
perfume.
¿Amas los perfumes? Y ¿por qué vas
vestida de sangre?
¿Amas las iglesias? No , tú temes
los perfumes.
El marfil del crucifijo vence al
marfil de tu vientre.
¿Cuál será el sabor de tus
lágrimas?¿un poco de fuego?
Yo querría hacer con tus lágrimas
un diadema fantástico y llevarla en mi rostro a la hora de la muerte para
escucharla hablarme en confidencia.
Pero, pobre muchacha ¡Cómo te
calumnio! porque tienes los cabellos trágicos y te vistes de rojo y sin
perfumes.
Entre relámpagos místicos y
carnales desnudó en las almas el torbellino del presagio. (E I.)
El río monstruoso que turbio
esplendía en la fúnebre e insaciable quimera.(E.I.)
La estatua de un arcángel con su
espada en la mano.
Y se hundió lentamente abolida en
la nada, en la infinita belleza.
Tú clamas sobre los mares
infinitos.
Relámpago humeante como un sueño
vivo y terrible entre las ruinas.
El río monstruoso brillaba como una
serpiente llena de escamas.
Ella, oprimida y anhelante; yo, con
los ojos extraviados por una fúnebre fiebre incendiaria.
Yo adoro la alegría que hace
temblar.
El vértice de la tumba me asiste en
silencio.
La áspera sangre vuelve a herir
bajo la tierra.
En el jardín espectral.
¿Cuál de tus voces fue la última?
Entonces...ella se presenta entre
las estatuas fantasmales del Crepúsculo.
Oh! Muerte! Oh Muerte antigua!
Capitana esquelética: abre tus crecientes brazos y llévame con tu abrazo
desesperado hacia las estrellas.
¿Qué pequeño es el mundo, qué leve
entre tus manos!
Eran tres vírgenes y una sola
gracia.
Ni un amor, ni un espasmo: un
fantasma.
Me trajiste unas pocas algas
marinas en tus cabellos y un olor a viento.
La plenitud del llamado de la
muerte.
Alcé mis ojos a la torre bárbara.
Ella revivía su mito lejano y
salvaje.
Las antiguas.
Se había encaminado hacia la torre
bárbara.
Fui sacudido por una puerta que se
abrió de golpe.
Una mujer paso ondulante y risa
inconsciente se unía y clausuraba el cortejo.
Diría a la mujer una palabra caída
del silencio.
Había descendido el crepúsculo y
cubría con su oro el lugar conmovido por los recuerdos y parecía consagrarlo.
Reina bárbara bajo el peso de todos
los sueños humanos.
En sus orillas renacía la pena
eterna del amor.
Era bella de tormentos, inquieta,
pálida, sedienta, errante detrás de los espectros del misterio.
La eterna quimera llevaba ente sus
manos mi antiguo corazón.
Todo es vano, vano es el sueño:
todo es vano, todo es sueño.
Amor mío: primavera del sueño.
¿A qué sueño alzamos la nostalgia
de nuestra belleza?
La luna surgía con su viejo ropaje
por detrás de la iglesia bizantina.
La noche ornada de cantos mudos,
pálido amor de los errantes.
Y aún te llamo, te llamo Quimera.
Entre las inmortales estatuas del
crepúsculo.
Principessa de los sueños secretos.
Oh tú ornada de cantos mudos.
La noche está abierta sobre el
infinito.
Principessa de mis sueños secretos,
vano en los remolinos de la Fortuna.
¿Quién es la que ha encendido una
lámpara?
Deja en mi corazón un sello
ardiente.
No hay dulzura que pueda igualar la
muerte.
Agitados espíritus, sea dulce la
tiniebla al corazón que ya no ama.
El corazón me dijo esta noche: ¿no
sabes?
Y tú seguías por el aire.
Hay quien a tientas va bajando.
Me acuesto a calcinarme como un
perro.
Una muchacha en sandalias pasa y
exclama, como quien absuelve: “Un día la pena los llevará a todos”
Dulce pureza que los lirios
separan.
Un ánfora clásica que clausura la
tierra y los lirios y aparece en la misma decadencia que el sueño.
Una divina dulzura nocturna se me
revela en la mañana.
Las bárbaras reinas del infinito.
Reina bárbara bajo el peso de todo
el sueño humano.
El Santo surge como la sombra del
Cristo.
Grandes alas desconocidas.
Un fraile decrépito se arrastra en
la hora tardía por la penumbra del altar, silencioso y eleva su plegaria de
ochenta años de amor.
País nocturno: místico íncubo del
cáos.
Extraña hija de la montaña
barbárica.
Qué dulce es tu llanto: tan dulce
como cuando asistías a la escena dolorosa de la madre cuyo hijo había muerto.
Tú que en la ondulante marea de tus
cabellos subías con tu cortejo como en las fábulas de las antiguas poesías.
Entre las rocas crepusculares una
negra forma con cuernos, inmóvil, me observa con ojos de oro.
¿Es el caballero de la muerte, tu
otro rostro corazón profundo, corazón danzante, sátiro danzante rodeado de pantanos
sobre la sacra obscenidad del Silencio?
He aquí las rocas que consuelan al
corazón de los hombres.
¡Cuánto tiempo ha transcurrido
desde que deslumbramientos magnéticos de las estrellas me revelaron por primera
vez la infinitud de tu muerte!
Distante, ha caído la nieve...
Alcanza, contínua la noche ambigua
como en un velo de seda.
He aquí la noche.
Pájaros de oro atravesaron la noche
batiendo la tiniebla con nuestros náufragos corazones.
Batiendo la tiniebla las alas
celestes sobre el mar.
Allá sobre el mar del pirata en la
ciudad abandonada.
En la triste luz eléctrica yo
sentía mi infinita soledad.
En lo hondo se alzaba como un mar
de plata.
Historias sangrientas pronto
olvidadas que revivían imprevistamente en la noche.
Sobre las páginas resucitaba un
mundo difunto.
Silencio: el violeta de la noche en
arabescos en las rejas blancas el azul del sueño.
El malvado vapor de la niebla se
corrompe entre los palacios velando la cima de las torres.
Las largas sendas silenciosas y
desiertas como después del saqueo.
Y en la pesadilla de la niebla, en
aquel cementerio, ellas me parecen por momoentos pequeños animales, todos
semejantes, todos negros, que van a incubar en un letargo infinito su maléfico
sueño.
El amante en la penumbra se aferra
al rostro de su amada para descarnar su sueño.
Oh Satanás, tú que abandonas a las
prostitutas nocturnas en lo hondo de las encrucijadas, oh , tú que en la sombra
muestras el infame cadáver de Ofelia, Satanás, ten piedad de mi larga miseria.
En la sombra bajo un fanal se
aclara una sombra que tiene los labios manchados.
Ahora el Diablo nos ha reunido ¿y
por qué?
El largo día en fantasma de oro.
Sonaban las guitarras al paso de la
diosa.
Una mujer blanca surge de una
ventana abierta. Es la noche mediterránea.
Marina oculta entre lejanos velos.
Canta, río, desvaría férrea la
sinfonía fecunda urgente al mar.
Prístina y por callejones lúbricos
de fanales el canto atormentado de las prostitutas y en fondo el viento del mar
sin tregua.
Luce la noche ambigua: su latido en
la sombra.
Y la ciudad comprende y se enciende
y la llama titila y absorbe los magnificentes restos del sol.
Tú eras el pulpo de la noche.
El ha surgido por un sueño que no
cambia.
Un suspiro abre su boca mortuoria a
una risa blanca de dientes inmortales.
Los ojos tuyos túrbidos y verdes
que enciende el ángel que te adormece.
De un gran puerto pleno de ligeras
velas prontas a zarpar al horizonte.
Miras y callas y me aguardas y
después te aflijes y me cobijas y callas.
Y tú miras al sacrílego, al ángel
rubio que no te ama y no amas, que sufre por ti y que, vencido, te besa.
La inmensidad impreso su estupor
sobre tu dañado rostro de esfinge.
Oh poesía, bésala y ocúltala como
el sol y no en vano como a los sueños.
Te miro oh diosa,tú me flagelas y
me destruyes y me lanzas a tu colérico y túrbido mar
Oh poesía, dame tu faro y hacia
allá alzaré mi promesa.
Con el amado mar en el pecho, con
el amado mar en el alma.
Jovencita herida que corrompe
horriblemente la sangre de sus labios.
Ví sus labios y en su rostro macilento
resplandecía un carmín espectral.
Nave que sufres y velas como un ojo
exhumado.
Y ardo y me arde el corazón en la
noche serena que por vosotros se llena de temblores de tumba.
Oh poesía tú jamás retornarás.
Ardor catastrófico de los altos
palacios.
En el país de la quimera, eterno y
profundo donde se pierde el alma fantaseando.
Aquí surge asomado a la superficie
del mundo.
Y eres como un espectro que vigila
mi corazón.
Río maldito donde no canta la vida
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