viernes, 28 de enero de 2011

PABLO DE ROKHA - Frases

Mis actitudes quijotescas no las adquirí en el mercado.
No me parece pintoresca la situación de un ahorcado.
Anoche Dios lloraba entre mundos que van solos.
El hombre y la mujer tienen olor a tumba.
Dialoga, Satanás, con la ciencia tremenda de los muertos.
Un jardín con flores de hierro.
El amor es como un nido lleno de víboras de plata.
Látigo y flor: sangre en mi verbo y tragedia mi vida obscura.
Vierto un hechizo errante o una hediondez de sepultura.
Ay el tiempo se ha parado como un águila en tu memoria.
Siento que se ha trizado la curva de la tierra al peso colosal de tu tristeza.
Y tu actitud de pájaro haciendo puntería a tu corazón.
Tu ilusión se parece a una ciudad antigua a las piedras eternas, a las niñas heridas.
Táctica azul de la danza horrenda.
A tu gran flor herida la acuestas en mi angustia, debajo de mis sienes aradas de silencio.
Te veo mordida de aceites.
Tu corazón tiene las formas de una lágrima.
...arrastrando la cola inmensa y turbia de lo desconocido.
Soy el hombre de la danza oscura/ el tallador en piedra de catedral hundidas/el bailarín coronado de rosas de equilibrio.
Soy el vendedor de abismos.
Ay cómo aullan en la tierra mis leones muertos.
Mi rueda de espanto.
La campana negra del sexo.
Una mujer de muchos claveles.
Se desnuda multiplicando mis heridas.
Un ladrido de océano quemado.
Ceñido de fantasmas y cadenas
Soy religión podrida y rey tronchado.
Soy un castillo feudal cuyas almenas alzan tu nombre como un pan dorado.
Pueblo de trueno irreal atravesado de arañas.
Un dios roñoso y fiel está parado sobre la dimensión terrible.
Gran herida hecha de un tajo en medio de lo eterno.
Calla con un lenguaje de volcanes.
Un estruendo de batalla sale de adentro de una tumba.
Mil años hace que no duermo.
Mi actitud continúa encendiendo las lámparas.
Papiroteo en las tumbas usadas la canción obscura de aquel que tiene obligaciones con lo infinito.
Con frecuencia voy de compras al cementerio.
Soy como un fabricante de enfermedades que se hiciese vendedor de rosas.
A veces encuentro a la muerte meando sobre las tumbas y a una estrella virgen con los pechos desnudos.
Un pájaro de pólvora canta en mis manos lo mismo que el veneno.
Una gran palmera de volcanes.
Dominar la tiniebla endurecida.
Como perro loco aúllo a orillas de las noches peludas.
Ah! Querría todos los pecados del sol, la nave inmóvil anclada encima de los sepulcros y el timón de las estrellas oceánicas para tocar la campanas del genio.
Soy quién define las madreselvas.
Pero yo no comprendo, yo no comprendo.
El minuto del hueso inútil y abandonado.
Digo Canto, digo Tiempo, digo Mundo y la verdad colosal levanta la cabeza desde los sepulcros.
Mi tranco talla la estatua innominada.
No comprendo y sé todas las cosas.
Oscilo a una altura subterránea y muy difícil.
Mi corazón se parece a un antiguo Dios abandonado.
El umbral invisible e inminente en donde nos partiremos la cabeza.
El ciego que intuye las formas eternas.
El acordeón de la muerte sonando.
La bella niñita que pisa alfombras de ternura derrumbada y dolorosa.
Y uno lo encuentra todo bueno y nuevo como en los Evangelios.
Un Dios miserable la seguía desde lo infinito.
La lámpara negra de las intuiciones.
Ahora la niña, sola con los muertos, llena de mundos en desorden.
Es difícil ser indispensables como el alma.
Oh ultramarina! La bestia quemada.
Los cielos demuestran la permanencia del ahorcado.
El sol partido de locura, apareciendo de noche, en lo espantoso.
Soy un anunciador de túneles.
Aquí concluyen los caminos.
Cultivos de espadas en terrenos de piedra.
Yo iba adentro de la noche.
Yo encuentro su actitud de polluelo acurrucado en todas las cosas.
Un pájaro estrellándose, volaba contra la tiniebla.
Conozco la muerte y la muerte con los pelos crecidos e infinitos.
Golpeo las ventanas de la muerte con un ramo de la muerte.
La ceniza encantada.
Estrellas negras del murciélago. Arañando la luna.
La altura: voluntad del abismo.
Que nunca el canto se parezca a nada, ni aun hombre, ni a un alma, ni a un canto.
Es menester fundar la ciudad imperial.
Ahora la ronca noche, galopando entre laureles de fuego.
Entra pisando niebla, golpeando tambores de piel de fantasma.
El dios podrido le envuelve en humaredas de difuntos.
La muñeca muerta de los manicomios.
Viejos gansos rojos echan a volar desde la cruz.
Oh niebla inmensa que aumentas las sementeras del crepúsculos.
Quiero que reviente el hueco negro de la noche.
Gran cabeza de tribu restallada de imperios.
Desde los charcos podridos avanzan la ranas heladas y macabras dando terribles saltos de cadáver.
El santo fue a platicar con Dios en las tinieblas.
Brillaba cuando bajaba con las escrituras de Dios como un diamante rojo.
El animal colosal echando espada y sangre.
Señor, líbrame de mí mismo y de la sociedad acumulada en mis instintos.
Gritando y corriendo hacia las tumbas: así partimos.
Botella azul, ladrando hacia los álamos abandonados.
Un sol helado asoma su aureola de esqueleto.
Aullamos por el sol que se derrumba.
Llueve y cantan las muchachas en los cementerios.
Chiquilla de las cosechas ultramarinas.
Carcajadas de amapola ya dormida entre sus pájaros.
Canasto de sombras a la lámpara.
Así moriremos al bramar contra la montaña.
En lo hondo del hombre se deshojan las violetas.
Se apagaron todas las lámparas.
Nos invaden las poderosas arenas.
Escorpión sobre muchachas en violeta.
Inicia la agonía su invasión de naufragio.
La espantosa necesidad de aferrarse a los propios suspiros
Yo doy la forma épica al pantano de sangre.
Como una sepultura viuda, o un antiguo difunto herido que se pusiera a llorar a gritos.
Oscuramente aceitada de flor.
Ruge la muerte con la cabeza ensangrentada.
Ahora no caemos porque no podemos y como no caemos a la misma altura, morimos.
El hombre es el eslabón perdido de una gran cadena de miserias.
Todo lo mío ya es irreparable.
Una gran lámina enfurecida derrama sueño y águilas tristes.
No hicimos lo que pudimos cuando hicimos lo que quisimos con nuestro pellejo.
El aventurero de los océanos deshabitados.
Escucho la muerte roncando por debajo del mundo.
A la manera de las culebras, a la manera de Dios.
Hueso de estatua gritando en antiguos pantanos.
Oh! naufragado corazón.
Este montón de terror en el que nos morimos..
Brama el vino de los antepasados.
En canción nos definimos, desnudos de huesos y de actos.
Todas las cosas van siguiendo mis pisadas, ladrando desesperadamente como un acompañamiento fúnebre mordiendo el siniestro funeral del mundo.
País de soledad adentro del cual golpea y revienta el océano.
Retornan las viejas lámparas.
Un ataúd de fuego grita desde el Oriente.
Todas las máscaras de Dios se despluman.
Qué corazón! Qué buitre enorme vestido de piedra.
Gran cuchilla de laureles: milenaria tiniebla!
El dedo inmóvil del caballo de Atila.
Todo lo eterno me rodea gritándome y amenazándome desde la otra orilla.
Busco, únicamente aquello que se está cayendo.
Ha llegado la hora vestida de pánico.
Sentado a la sombra de un sepulcro.
Te buscaré inútilmente en aquella noche inmensa de la flor oceánica, como quien busca a Dios entre los hombres
Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente como la eternidad encima de los muertos
No parezco, soy un campo de batalla
Señor, aquí está Judas, el huésped de la noche
La soledad oceánica y sus siete columnas
El sollozo de las templos y los tronos que quedan vacíos
Aúlla la lluvia como una bestia preñada a la cual le partieron el vientre
El asno en celo del ventarrón le responde con rebuznos tenebrosos.....
Dios le ardía traspasándolo.
Es menester hacer océanos.
El canto canta, no como el pájaro sino como el canto del pájaro
La voz de Dios es un ataúd degollado
Pellejo de fantasma, campana de oro, catafalco, te culpo de existir como un ataúd a su madre
El sol es un joven idiota guiado por un anciano
La atracción del trascendental precipicio que comienza en lo infinito y termina en
los ojos de los muertos
En tí se levanta el clamor de los muertos
El tiempo está parado frente a nosotros leyendo un libro cerrado
En tí se levanta el clamor de los muertos

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