Entre las formas que van desde la sierpe y las formas que buscan el cristal, dejaré crecer mis cabellos.
He visto que las
cosas cuando buscan su curso encuentran el vacío.
Y tu máscara pura
de otro signo.
Te he de buscar
pequeña y sin raíces.
Y queda el hueco
de la danza sobre las últimas cenizas.
Las rosas huían
por los filos de las últimas curvas del aire.
Celeste luna del
Cáncer.
Ellos son los que
beben junto a los volcanes.
La sangre no tiene
puertas.
No busquéis su
grieta para hallar la máscara infinita.
En las anémonas
del ofertorio te encontraré ¡corazón mío!
Los muertos son
más fuertes y saben devorar pedazos de cielo
Era la gran
reunión de los animales muertos.
La mitad del mundo
era de arena.
Son los muertos
que arañan con sus manos la tierra.
Es
inútil buscar el recodo cuando la noche olvida su viaje.
Hay muerto que se
queja en el cementerio más lejano.
Y el niño que
enterraron esta mañana lloraba tanto que hubo que llamar a los perros para que
se calmara.
El que teme a la
muerte la llevará sobre los hombres.
Si alguien cierra
los ojos ¡azotadlo, hijos míos! ¡ azotadlo !
El verdadero dolor
que mantiene despiertas las cosas es una pequeña quemadura infinita.
Un traje
abandonado pesa tanto en los hombros.
Todo rumor será
piedra y toda huella latido.
¡Estás aquí,
bebiendo mi sangre!
Yo no pregunto, yo
deseo.
¡Oh voz antigua,
quema con tu lengua esta voz de hojalata!
Yo amé mucho
tiempo a un niño que tenía una pumilla en la lengua y vivimos cien años dentro
de un cuchillo.
Prepara tu
esqueleto para el aire.
La luna era una
calavera de caballo y el aire una manzana oscura.
Para resistir este
nombre necesito contener el dolor de mis recuerdos.
Me puse a mirar el
mar y lo comprendí todo.
¿Y usted cree que
aquella pequeña dentadura y esa mano de niño que se han dejado olvidada dentro
de la ola, me pueden consolar de esta tristeza?
Se amaban por
encima de todos los museos.
La noche es
interminable cuando se apoya en los enfermos.
Hay barcos que
buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos.
Es la luna con un
guante de humo sentada en la puerta derribada.
La sangre bajaba
por el monte y los ángeles la buscaban.
Un sastre
especialista en púrpura había encerrado a las tres santas mujeres y les
enseñaba una calavera a través de los vidrios de la ventana.
Mundos enemigos y
amores cubiertos de gusanos caerán sobre ti.
Donde gritan las
oscuras ninfas de la cólera.
Debajo de las
estatuas no hay amor.
Ha de gritar loca
de fuego. Ha de gritar loca de nieve.
Ha de gritar
frente a las cúpulas.
Queremos que se
cumpla la voluntad de la tierra.
¿Qué ángel llevas
oculto en la mejilla?
Tu voz como una
columna de ceniza.
Ese pantano
oscurísimo donde sumergen a los niños.
Padre de tu
agonía, camelia de tu muerte.
Mañana los amores
serán rocas y el Tiempo una brisa que viene subiendo por las ramas.
La muerte mana de
vuestros ojos y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
Con las barbas al
polo y las manos abiertas.
Duerme: no queda
nada.
La llegada del
reino de la espiga.
En Viena bailaré
contigo con un disfraz que tenga cabeza de río.
¿Qué culpa tiene
mi corazón si la niebla se esfuma?
Yo pronuncio tu
nombre en esta noche oscura y tu nombre suena más lejano que nunca.
Abre en mis dedos
antiguos la rosa azul de tu vientre.
Tu vientre es una
lucha de raíces.
Tus labios son un
alba sin contorno.
Mil violines caben
en mi mano.
El llanto es un
perro inmenso, un ángel inmenso, un violín inmenso.
Bajo las rosas
tibias de tu lecho los muertos gimen esperando turno.
Yo no quiero más
que esa mano para tener un ala de mi muerte.
Es la aurora del
fruto la que nos unge de espíritu santo de los mares, la que derrama vida sobre
las sementeras.
Es la aurora la
que vuelca en el alma la inexorable tristeza de lo que no sabe.
EL fatal
sentimiento de haber nacido tarde.
La gran tumba de
la noche levanta su velo negro.
Y se abrió mi
corazón como una flor bajo el cielo, los pétalos de la lujuria y los estambres
de sueño.
No sé como sin tus
labios, tus manos ni tus cabellos.
En su cabeza se
enrosca una serpiente amarilla.
Andaba perdida
sobre las tinieblas.
Que brillen los
dientes de la calavera.
Ni la mano más
pequeña quiebra la puerta del agua.
Es un tulipán
enfermo la madrugada de invierno.
Un muro de malos
sueños me separa de los muertos.
Nadie sabe que
martirizabas un colibrí de amor entre los dientes.
Siete niñas de largas
manos me llevaron en sus espejos.
He cantado por el
mundo con mi boca de siete pétalos.
¡Qué gran
romántica eras! Bebías vinagre a escondidas de tu abuela.
En la punta de una
aguja está mi amor girando.
Naces para vivir
unos minutos en el frágil castillo.
Se secan los
lirios al contacto con mi voz.
El alma superior
es de las flores.
¡Qué dolor el
dolor antiguo de la poesía!
Todo lo vivo que
pasa por las puertas de la muerte con la cabeza gacha.
El río las trae,
pero nadie puede verlas.
Caballo negro ¿dónde
llevas tu jinete muerto?
No mires la
clepsidra con alas membranosas.
El niño estaba
solo con la ciudad girando en la garganta.
Las rosas buscan
en la frente un duro paisaje de hueso y las manos del hombre no tienen más
sentido que imitar a las raíces bajo la tierra.
El horizonte de
pañuelos heridos.
Un viejo dios
silvestre da frutos a los niños.
Ángeles y
serafines dicen: “Santo, Santo, Santo”
Por el suelo
brincan sus manos cortadas que aún pueden cruzarse en una oración decapitada.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras.
¿Quién te vio y no
te recuerda?
Remolino de
tijeras.
Un horizonte de
perros ladra muy lejos del río.
Ángeles de largas
trenzas y corazones de aceite.
Un corazón
diminuto me va brotando en los dedos.
Hay una niña con
una rosa encarnada dentro de la cabellera.
Amigo Mío:
Levántate para que oigas aullar al perro asirio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario