viernes, 28 de enero de 2011

DYLAN THOMAS - Frases


Era una noche loca y me hizo olvidar hasta de mi propia locura
Estos cinco dedos le entregaron un rey a la muerte
No entres dócilmente en esa noche callada
Y tú, mi padre, allí estás, en tu triste apogeo. Maldice, bendice, mientras yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas
La oscuridad es un camino y la luz un lugar
Mis hombres radiantes no están solos y sus ojos son entonces más santo mientras yo navego hacia la muerte
Rezo, aunque en verdad no pertenezca a esa llorosa cofradía
Avanzo, como quien avanza para siempre.
El cielo que no existe ni existirá jamás es siempre cierto.
La mitad del mundo es del demonio, la otra mitad es mía.
Soñé mi génesis en sudores de muerte.
Dentro del pan hay un campo en llamas.
Esa noche del tiempo al abrigo del Cristo.
En errante palabra.
Es la mujer de herida interminable.
¿Quién eres tú que naces en el cuarto vecino que alcanzo a oír el vientre cuando se abre, la sombra que avanza sobre los fantasmas y el hijo que desciende tras la pared delgada como un hueso de jilguero?
Alguien me encuentra. Oh! Dejadlo que me abrase y me ahogue!
Ahora estoy perdido en Aquel que me enceguece.
Construyo mi barca que desciende hasta lo más alto de mi amor.
Levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros.
Todo surgió armado de la tumba.
Hay mundos que cuelgan de los árboles.
Un cambio en los climas del corazón.
La bala de oro sobre la tumba helada.
Antes que llamara y entrara hacia la carne.
Antes que me engendraran supe del día y de la noche.
Yo estoy mudo para decirle al ahorcado que el limo del verdugo está hecho con mi barro.
Resopla tu áspero fantasma y los muertos alzan la mirada.
¿Y qué es el roce? ¿Es tu boca, amor mío?
No puedo hacer surgir la medianoche de una risa ahogada.
Nocturnas roldanas vacían las tumbas.
- ¿Cuál es el mundo?
- Este es el mundo. Tened fe.
¿Cuál de nuestros dos modos de dormir despertará cuando el bálsamo y su sarna levanten esta tierra?
Gloria a nuestros errantes corazones.
Cuando el tiempo te alcance como una tumba veloz.
Cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos.
Me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver.
No, no tú, Calavera Amante.
El goce es el llamado del polvo.
El amor es una patria con luces de crepúsculo.
Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto.
Vinieron después las huellas sobre el agua.
El sello en el rostro, la sangre que tocaba el árbol, la cruz y el cáliz, tocó la primera nube y en ella dejó un signo.
La palabra quede las sólidas bases de la luz sustrajo todas sus letras del vacío.
Como un fantasma roto con velos de luciérnagas, las cosas de la luz desfilan por la carne.
Es el fantasma de mi padre que trepa por la lluvia.
Son sólo hombres que sueñan. Ellos aún duermen sin conocer a los fantasmas.
El que me busca lejos.
La tumba salvaje donde ríe el vampiro; donde nacen los cuervos.
Las sombras bifurcadas por el hueso del trueno.
¿Quién sopla la pluma de la muerte.
Tú, mi mortal, no temas al mundo laborioso.
El oleaje de aceite.
Y como una montaña surge el hombre.
Sufrid, sufrid mis humillados, que un ángel doble surge de las cárceles pétreas.
Que el polvo sea vuestro salvador bajo el suelo conjurado.
Negra como la bestia y más pálida que la cruz.
El infierno es un cuerno de azufre.
Una serpiente tocaba el violín cuando creaba al mundo.
Tomo del tiempo una mitad para empujar con ella la oración.
Mi amor por los locos es un amor sin fin.
Sé traspasado por tu propio espectro y anhelado por tu propio fantasma.
Sed partidos por los barcos marinos anclados en el cordón del hombre a la orilla de las catedrales.
Durante el día el hombre y por la noche el viento.
Esta carne que partes, esta sangre que dejas...
El vino que bebes, el pan que me arrebatas...
Este fue el dios del Comienzo en los remolinos intrincados del mar.
¿Puede un ala reprenderla y una alta esfera sostenerla?
Deja que hablen las piedras.
La casa del amor, la torre de la muerte.
Nada conoce la tumba que devora el pecado.
Lo más seguro de esta vida es lo que nunca se conoce.
Ahora di que no, para que el astro caiga, para que el globo falle, para que el sol místico se suelte.
¿Por qué la seda es suave y la piedra es hiriente?
Todas las cosas se conocen.
Y no hay respuesta alguna. Y yo no tengo respuesta para el llanto de los niños.
Y la noche está cerca.
Un capítulo más allá del jardín.
Ella, que es mi pena. Una crisálida abriéndose en el hierro.
Entonces ¿quién es ella, ella la que me abraza?
Los doce triángulos del viento cincelaban sus pasos.
La niebla tiene un hueso que a golpes de trompeta se investirá de carne.
¿Cuando podré, Señor, elevar una lámpara?
Llenar un sudario con una forma viva.
¿Debo abrir o quedarme solo hasta el día en que muera?
Una mano rige la piedad como otra rige el cielo.
Estos cinco dedos dieron un rey a la muerte.
Grande es la mano que domina al hombre.
Las manos no tienen lágrimas para derramar.
Me han dicho que piense con el corazón pero el corazón, como el cerebro, conduce al desamparo.
He oído el contar de muchos años, y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.
La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo.
Cuando las damas se vuelvan frías cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos.
No turbes, hijo mío, las mortajas.
Una muchacha me tomó por un hombre, yo hice que se tendiera para contarle su pecado.
Porque hay un fantasma en el aire y en la página sonidos fantasmales.
El mar me habla con voz de rey.
No hay silbato de plata que pueda perseguir al mar/ al dolor.
Las burbujas robadas llevan consigo mordeduras de serpiente.
El caracol del hombre en su nave de fuegos.
Un mar poderoso rompió los huesos de mi corazón.
¿Quién, con proféticos ojos, podría arrancar esa huella sin forma de los pasos futuros de tu sombra?
¿Quién podría arrancarte el corazón, Oh tú que no has nacido y que no has muerto?
Este Señor de la heridas.
Deja al jardín que se hunde trepar con sus dos torres de cáscara hasta el Día en que el gusano construya con las pajas doradas del veneno mi nido de clemencia.
Ella crea para mí una inocencia de ortiga.
¡Mirad –repetían las viejas máscaras– como suben los muertos!
Hasta que la atmósfera dorada se rompa, oh sangre de mi corazón, como el corazón y la colina.
Es la campana de lengua polvorienta de los pecadores las que me ciñe a los templos.
El tiempo, con su antorcha y su clepsidra, como un cura de azufre, con su talón de bestia hundido en la sandalia, marca una nave negra que se enciende desde una tea de cenizas con desgreñadas manos de dolor rasga el espectro del altar y un viento de fuego asesina una vela.
El santo coral del tiempo y el salobre dolor se ahogan en un fétido sepulcro.
La caída de la luna y el emperador navegante, pálidos como sus huellas en la marea.
Oyen el reloj del campanario derribado que bate la hora del mar a través del bronce.
Hay una catedral serena, oscura y resonante.
El dolor, con un libro empapado y una vela bautiza al tiempo arcángel.
Hay un niño blanco que escala eternamente el muro azul de los espíritus.
Todos los pecadores del amor se arrodillan sobre una tela suave ante la imagen de un punto zodiacal.
Con su pecho salvaje, la gigante y bendita calavera.
Hasta que el pulmón del cuervo se contraiga y grite “amor”.
...Tras el espejo que arde a lo largo de mis ojos.
Tu, cuya forma embrujada yo dibujo en el cráneo cavernoso.
Soportaré el entierro bajo un muro de hechizos.
Ebrio como un pulpo azotado, rugiendo, arrastrándose con los climas de los cielos desnudos.
Oh, bestia luminosa te han echado a puntapiés de una caverna oscura....
La herradura del corazón, para trotar con una hembra ruidosa por los lechos del heno.
Oh Criatura inmensa, te has cavado la tumba en mi pecho!
Amar, trabajar y asesinar, en una luz ligera, dulce y cruel, hasta que brote la tierra aprisionada.
Oh mujer piadosa, cercada por los templos.
Y dibujo un tentáculo clavado con un ojo abierto, en un cuenco de heridas y maleza para abrochar mi furia contra el suelo y abatir la grandeza de su sangre.
Largo suspiro aturdido en las agallas de la piedra.
El amor labrado cae con el ave tallada, con el santo y el sol.
La boca de la doncella náufraga entre espinas, cuelga como un arbusto brotado de llamas.
Muere entre plumas rojas y rueda con la tierra golpeada.
Hasta llegar al cuarto de algún hijo secreto.
Elevarse, alejarse de la riqueza humana, es gustar a la muerte
Bosques antiguos de mi sangre, precipitáos a la cuenca de los mares.
Mirad como la calavera de la tierra se arma con una guerra de cabellos y cerebros ardientes.
Las dulces barcas que acarreaban su sangre.
Entonó himnos a sus rebaños que se marchitaban.
Una campana exhausta golpeó en el aire abandonado.
La silenciosa campana de esmeralda.
La tumba y mi pecho están cerrados como una piedra.
Todos los coros caben en tu anillo.
Ni por un sueño, amor mío, yo cambiaría mis lágrimas o tu cabeza de hierro.
La semilla que se asoma al borde de la tumba.
Eres la semilla destinada al polvo.
Enterrad a los muertos para que no marchen penosamente hacia la tumba.
Ese sonido a punto de decirse.
Los hombres hicieron de la bestia el pájaro y la flor.
Semejaba un castillo con sus cuernos a través de la niebla.
Todo se ha unido y disgregado en la oscuridad como el polvo de los muertos.
Una extraña ha venido.
Una muchacha loca como los pájaros.
Ha llegado poseída por los cielos.
Santas cincelada y sensual entre los muertos que escapan.
Sobre la frente sellada por el fuego.
Bendita, en cada palmo de ti y en cada mirada hay una especie de dios y se celebra allí la ceremonia de almas.
Veo a mi criatura llorando en la oscuridad.
Orlada de crines marcha hacia el holocausto.
Todo amor es monstruosos e inmortal.
Camino en el frío de tu jardín mortal con la inmortalidad a mi costado como un Cristo en el cielo.
Oh es ella la que yace solitaria e inmóvil.
No entres dócilmente en esa noche callada.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo, maldice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
Penetró en el hogar de los rezos y el fuego.
El tiempo canta a través de los muertos.
Un pájaro hembra se alzó radiante como una novia en llamas.
Bajo los árboles de una sola hoja corría un espantapájaros de nieve.
Oh tú, que no pudiste llorar!
Ahora estamos tú y yo en la oscuridad.
En la tierra lejana la puerta de su muerte se abrió de par en par.
El pájaro hembra se acostaba en un coro de asas.
Un hombre duerme donde cayó el fuego.
Penad entre calles quemadas por la muerte.
Comencemos cantando hasta que brote la sangre y el polvo cante como un pájaro.
Cantemos al mar que huye.
Las misas del mar que engendra niños.
La elegida virgen tendida en la nieve.
Ahora, mientras me muestro casi desnudo me tendería a vivir callado como un hueso.
Cuando desperté, la ciudad habló.
Su lengua deshollada en la piel de una hoja.
El fósil que vacila en la muerte y dispersa su aliento.
Ninguno de mis proféticos linajes me anunció a gritos que mi ciudad marina se quebraba.
Tú que sufres la herida que arde y se agita en tu garganta.
Hemos temblado al escuchar el sonido del mar flotando como la sangre.
Las voces de todos los ahogados nadaron sobre el viento.
Cabalgaré contigo por entre los ahogados.
Yo me perdí en el espumosos ciclón de sus alas.
Yo estoy aquí llorando junto al trono del hombre.
Y ha de trepar la nube por el vaho de la tumba y el polvo sometido izará con sus llamas los velámenes de todas las semillas.
Bajo el fúnebre canto de pájaros vencidos.
Deja descansar a los muertos aunque giman.
El jardín de la gota de sangre.
Baja la noche que va cayendo para siempre.
La noche que va cayendo para siempre es una estrella.
El país de la muerte es la medida del corazón.
Nunca te despiertes y te eches a andar,oh Lázaro de las plegarias que trazan los durmientes.
La estrella de los perdidos es la forma de los ojos, es el nombre de los huérfanos.
En nombre de los que no han nacido, en nombre de los que rechazan, oh en nombre de nadie, ahora ruego al sol que hile una tumba gris en la oscuridad de la tierra de Adán.
La ciudad transitada agitó sus guijarros para desearle suerte.
Como un pájaro que hurga sobre el mar.
Ve a navegar por mí y nunca mires hacia atrás.
El pecador estaba ciego para los ojos de los cirios.
Ella suspira entre caballos y ángeles.
Hasta que cada bestia se aparte rugiendo, hasta que cada tortuga se quiebre en su coraza, hasta que se levante cada hueso en la tumba violenta.
Es vieja como el agua.
Cantad como la loca que ha besado a la muerte.
Los pobres deseos de un fantasma.
Uno por uno en el manto y el polvo.
Esa mano muerta me conduce al pasado.
Los siglos arrojan hacia atrás sus cabelleras.
Encadenadas por la luna y heridas por el agua.
Un jardín de pájaros y bestias.
Nada queda del mar.
El mar ruidoso marcha bajo la tierra.
Tierra, tierra, nada queda del andariego mar, y entre sus siete tumbas se hunde el ancla en los suelos de una iglesia.
Me descubro tan solitario como un hacedor de milagros.
Con su temblor lleno de niños.
El tiempo me dejaba jugar.
No me importaba que el tiempo me llevara tomándome por la sombra de mi mano.
Ese país sin niños.
Veía caballos como relámpagos en la oscuridad.
Mi muchacha andariega, te amparan los hechizos.
De la espuma que levanta la bruja te amparan los hechizos.
Ampárate en el canto y en la flor.
Duerme hechizada, abrigada y bendita.
Llora en una jaula ciega, que el terror derribará con furia.
Con tal quietud podría el cielo cruzar por sus planetas, la campana llorar, la noche recoger sus ojos , el ladrón caer sobre los muertos como el rocío, sólo por el grito de la tierra en su bendito corazón.
Antes que las cadenas rompan en martillos de fuego y el amor libere/ de paso a las tinieblas.
La oscuridad es un largo camino.
Y sus ojos son entonces más santos mientras yo navego hacia la muerte.
Las almas se vuelven salvajes como caballos en la espuma.
Oh dejadme este luto.
Una bestia negra con un cuerno arrugado.
Aunque fuera inocente, él temía morir.
Que no encuentre otro descanso que ser hallado y protegido.
El eterno oficio curvo de la noche.
Bajo la luna fecundada sobre la alta colina de yeso.

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