viernes, 28 de enero de 2011

MARIO MORALES - Frases


Hasta que la luz se arrodille en las campanas

Allá donde la voz es un ciego leyendo de un manotazo al infinito

No estoy obligado a comprender, sino a palpar el eco de un silencio

Como el silencio de una estrella apagando la noche

La sabiduría es el comienzo y el fin de la aventura

Una noche de amor parecida a todas las noches, pero que no existe.

Aquí el milagro no pertenece.

El hilo de fuego y furia que une a los vivos y a los muertos.

Gusano de luz donde la luz no existe.

Hay un porvenir de flor brotando de su propio color arrepentido.

Porque es aquí donde los ojos se hunden como un rostro en su máscara vacía.

Este durísimo espejismo donde aún resuenan todos los anzuelos del silencio y la desesperación.

El milagro es un lugar de paso.

En los lechos donde habita el lecho y el relámpago.

El vacío de todos los besos al caer en la ley.

Cada dolor es una rosa de nieve y fuego

Mujer con ojeras de látigo perpetuo.

La sima donde la altura es un relámpago negro.

La oscuridad es un fantasma de la única visión.

Aquí o allá son dos momentos, una campanada gris donde el recuerdo estalla.

La caída de la sombra en la sombra, de la carne en el silencio, del silencio a la luz.

Es tu forma de soltarte los cabellos como una música de arenas astilladas.

Porque yo he conocido. Porque nadie ha escuchado.

Hablo de amor sobre caminos de sangre y humo.

La muerte vaciada por ofrendas y sonidos y victorias que sólo se parecen al corazón cuando se desnuda.

La noche es para siempre y siempre noche.

Asi, así es el fin.

Repetir los elementos hasta insaciar la palabra.
...donde para siempre nacen y para siempre mueren los sueños y todas las cosas.

Abrir la vida al otro lado donde aguarda el secreto.

Ojos de piedra invitando a llanuras donde crece el color de ojos antiguos.

Rocío salvaje arrasado por pétalos que tiemblan.
Como si la tierra fuera un sueño traspasado por el hálito de la Última Muerte.

Esa hora de látigos bendecidos por la bruma.

...embalsamando el aire con un pájaro y sus alas abiertas.

Las voces, las altas voces que tocan el sueño como un abrazo.

Las bellas, las furtivas que hablan del pan y de la muerte.

Las que han nacido para perderse, para no dejar más señales que un ala en el vacío.

Desbordad los cielos y la tierra.

Algo incorpóreo, muerto, triunfante...

Comienza el día y la última noche y el tiempo se vuelve perpetuo y lejano como un beso, como una palabra. Como un muro, o una flor desconocida.

El aire busca su forma a través de la oscuridad donde el cielo canta.

Se confunden y estallan como un pájaro en el árbol, como un muerto en su tumba.

Siempre hay un temblor de agua y silencio que arde en la memoria.

Porque yo he visto nacer todas las cosas.

Porque tuyo es el instante: ese pájaro que no existe.

Garras de luto desesperado.

Palabra de sangre y catástrofe.

Busca esa llaga oscura donde se confunden los sueños con la muerte.

La antigua ceremonia va a comenzar alrededor de un templo muerto.

La súbita sucesión de lo inútil.

Cuando el silencio se da vuelta y canta hasta despertar.

El fondo de la vida hecho de piedra y soledad.

De tanto “jamás” nace un dolor que no se nombra.

Entre música y muros errantes, así pasa la noche.

En ese sitio último donde la mano yace envuelta en tinieblas, donde sólo existe un muerto, o una lámpara.

Esa ausencia gritará amor, gritará el fondo de las cosas, gritará Tierra.

Por esa oración que se quiebra como un templo en el silencio

Un país donde imaginar las cosas es tocarlas.

La vida es el sueño de la muerte. Algo que nos huye y nos posee como un relámpago.

..hasta ser una bandera de ceniza que nos grite “eso eres tú”.

El silencio de la tierra cuando se une al viento.

Te amo y es una sílaba lenta el asombro, y es la vida un diamante tallado por las cenizas y es la muerte un tumulto ahogado.

Para la mujer que goza y el hombre que canta hay un tiempo.

Como cerrar los ojos en una palabra y despertar dentro de otra.

Ese estallido que detiene a la muerte.

Callar es tocar la noche

Hasta ser lo que no existe.

Un muerto que inventa la vida como la sed al desierto., como el deseo inventa su cuerpo y su sombra.

Como un hombre, simplemente como un hombre.

Yo amo las cosas que se van para siempre.

Música de sangre heroísmo de tinieblas.

La distancia entre la cruz y la tierra.

El tiempo es el mal (Ezra Pound)

Es necesario recordar.

Somos el sueño de algo terrible.

Alas que luchan contra su propio ángel.

Un espejo para extasiarse en el vacío.

La torre demente que une la música y el caos.

Siete ángeles y siete sonidos de luz y cenizas cantan para siempre.

Las trompetas suenan dulcemente sostenidas por los oídos de los muertos.

Señor, eres la palabra oscura que falta en nuestras palabras.

Hemos amado a los muertos con una ofrenda oscura.

Cuando el ocaso nos arroja a lo imposible y todo se vuelve azul y lejano.

Has de partir hacia ese mástil que hace del mar una tumba inexpresable.

Porque no somos nada más que un fantasma y una flor.

Con la túnica errante de los amores sepultados.

Yo estuve alli, en lo terrible.

Como un templo devastado por una plegaria inmensa.

Canta fantasma, canta hasta que todas las palabras se unan en el abismo, hasta que sólo existan el terror y la belleza.

Es preciso cantar.

Detrás de los hechos están las cenizas.

Allí donde el nacimiento y el agua se confunden con las tinieblas.

Has de partir porque no podemos sino cantar.
Has de partir porque es nuestro destino.
Has de partir hacia lo que no existe.
Has de partir porque no hay palabras: Has de partir.

Ese color de tormentas que vive en la memoria semejante a una palabra que no cicatriza.

La pálida, la errante, la que cubre el éxtasis y el sueño.

La muerte no es otra cosa que la música donde se tocan los incendios perpetuos.

Hasta que el amor de los amantes se a una bandera rasgada por el alba y bendecida por lo oscuro.

Enséñame el abrazo después de la muerte.

...en esta tierra quemada por el Fénix y la resurrección.

Oh! Muerte, tuya es a palabra que da vida.

Como espadas que se cruzan en la noche.

El fuego no viene de la llama sino del incendio.

Ninguna sombra regresa. Lo que regresa es la luz.

Un ave enloquecida por las tinieblas.

Porque es tuya la demencia que me hace abrir los ojos en lugar de cerrarlos para siempre.

No me busques muchacha, no me busques en el tiempo.

Detrás de todos los espejos, algo oscuro, algo terrible aguarda tres veces el rostro que seremos.

Los dioses vuelven siempre y siempre triunfan.

¿Dónde, cuándo, en qué momento perdimos el camino y nos volvimos errantes?

Invocaremos la Tierra, el Mar y las Tumbas, hasta que se vuelvan distancia, o palabra muda que dance sobre el abismo.

Con todo el resplandor de lo vivo cantaremos el resplandor de la muerte.

En la luz hay una oscuridad que no se entrega.

La luz, una puerta cerrada por los dioses. que sólo la inocencia y el fuego vuelven a cerrar, para abrir el misterio, para que la vida, para que el canto no termine jamás.

Con manos simples partimos. Con manos simples llegamos al nosotros.

Y te encuentro otra vez sagrada, y otra vez lejana, como un cielo estéril donde el viento y el deseo hacen de la tierra un sueño salvaje.

El hechizo de cantar noches sin más palabras que la noche.

Lo sagrado es un estallido, un abrazo donde los cuerpos se hunden o se salvan.

Es la noche donde el polvo y la sabiduría son una misma cosa.

No hay palabras para decir la muerte.

¿Qué silencio nos ata aún a la tierra?

He construido un hogar en una estrella oscura.

¿Alguien recuerda el mar?

El corazón del hombre es terror y el silencio es terror. El terror y no la luz nos salvará.

Sólo aquello que devora aún persiste.

¿Cómo decir muerte con palabras sino es muriendo...?

Es tan lejos partir.

Hay que aprender de los árboles el silencio y la caída.

La muerte no es otra cosa que escribir paso a paso el silencio.

Todo ha sido ejecutado por mandato de tinieblas.

Mira tus palabras y rómpelas.

También los dioses sufren cuando callan.

Mira ese rostro: la piedad también ama.

Una virgen loca como el fuego y el silencio.

Errante y mística como el amor errante.
El oro del abismo cae al cielo.

El oro de la carne es un susurro blanco.

La oscuridad despierta en la sonrisa infinita de un ángel.

La forma es el destino que repite una forma que no existe.

Canto como un trueno de oro salvaje.

La poesía es vivir es vivir en un pañuelo donde se rompen todas las lágrimas.

Hasta ser una blasfemia o un cuerpo que al fin se abandona alas tinieblas.

Ese delirio hace de las palabras una tumba arrasada por la belleza.

Acosados por una ceniza desesperada que inventa la cima aunque no exista.

Aquel que escribe sabe una distancia más feroz que el olvido.

Cada latido es una sombra que toca el abismo hasta convertirlo en el terror y la belleza del Último reino.

¿Por qué amamos tanto el lenguaje altivo de la ausencia?

¿y por qué hagamos lo que hagamos, somos siempre, siempre los títeres feroces del más allá?

Encuentro tu boca sellada por mi boca como un astro muerto que nada sabe salvo incendiarlo todo.

Hasta el próximo poema, nada más que hasta el próximo poema, amor mío.

No alteréis el curso de las tinieblas.

El vacío me mira desde el polvo.
Somos una mirada sostenida por el delirio.

Hay días que alzan a la tierra.

Algo definitivo,, como campanas, como si la tierra fuera no poder nombrarla.

Lo salvaje se alza como un rito o un espasmo.

Como un paso en la tumba, como una confesión de espuma en el vacío.

Y la vida continúa como llevar una flor a los muertos, como cantar un himno, como decirnos adiós en un templo abandonado.

Todo lo que existe entre el día y la noche.

El tiempo que separa el alba del primer sueño en la tumba.

Como un cuerpo que sólo aprendió de las cenizas.
La noche nos abandona y deja en el alma una noche hacia adentro.

La vida consiste en destruir el templo para edificar un espacio vacío.

De un poema a otro nacemos; de un poema a otro desaparecemos.

Una palabra para que los hombres miren las tinieblas y después, canten.

Esas flores desesperadas que sólo se abren cuando todos los colores mueren; hasta alcanzar el perfume de la transparencia.

Diré “noches”, hasta que el terror nos una en la noche como un grito


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