Hasta que la luz
se arrodille en las campanas
Allá donde la voz
es un ciego leyendo de un manotazo al infinito
No estoy obligado
a comprender, sino a palpar el eco de un silencio
Como el silencio
de una estrella apagando la noche
La sabiduría es el
comienzo y el fin de la aventura
Una noche de amor
parecida a todas las noches, pero que no existe.
Aquí el milagro no
pertenece.
El hilo de fuego y
furia que une a los vivos y a los muertos.
Gusano de luz
donde la luz no existe.
Hay un porvenir de
flor brotando de su propio color arrepentido.
Porque es aquí
donde los ojos se hunden como un rostro en su máscara vacía.
Este durísimo
espejismo donde aún resuenan todos los anzuelos del silencio y la
desesperación.
El milagro es un
lugar de paso.
En los lechos
donde habita el lecho y el relámpago.
El vacío de todos
los besos al caer en la ley.
Cada dolor es una
rosa de nieve y fuego
Mujer con ojeras
de látigo perpetuo.
La sima donde la
altura es un relámpago negro.
La oscuridad es un
fantasma de la única visión.
Aquí o allá son
dos momentos, una campanada gris donde el recuerdo estalla.
La caída de la
sombra en la sombra, de la carne en el silencio, del silencio a la luz.
Es tu forma de
soltarte los cabellos como una música de arenas astilladas.
Porque yo he
conocido. Porque nadie ha escuchado.
Hablo de amor
sobre caminos de sangre y humo.
La muerte vaciada
por ofrendas y sonidos y victorias que sólo se parecen al corazón cuando se
desnuda.
La noche es para
siempre y siempre noche.
Asi, así es el
fin.
Repetir los
elementos hasta insaciar la palabra.
...donde para
siempre nacen y para siempre mueren los sueños y todas las cosas.
Abrir la vida al
otro lado donde aguarda el secreto.
Ojos de piedra
invitando a llanuras donde crece el color de ojos antiguos.
Rocío salvaje
arrasado por pétalos que tiemblan.
Como si la tierra
fuera un sueño traspasado por el hálito de la Última Muerte.
Esa hora de
látigos bendecidos por la bruma.
...embalsamando el
aire con un pájaro y sus alas abiertas.
Las voces, las
altas voces que tocan el sueño como un abrazo.
Las bellas, las
furtivas que hablan del pan y de la muerte.
Las que han nacido
para perderse, para no dejar más señales que un ala en el vacío.
Desbordad los
cielos y la tierra.
Algo incorpóreo,
muerto, triunfante...
Comienza el día y
la última noche y el tiempo se vuelve perpetuo y lejano como un beso, como una
palabra. Como un muro, o una flor desconocida.
El aire busca su
forma a través de la oscuridad donde el cielo canta.
Se confunden y
estallan como un pájaro en el árbol, como un muerto en su tumba.
Siempre hay un
temblor de agua y silencio que arde en la memoria.
Porque yo he visto
nacer todas las cosas.
Porque tuyo es el
instante: ese pájaro que no existe.
Garras de luto
desesperado.
Palabra de sangre
y catástrofe.
Busca esa llaga
oscura donde se confunden los sueños con la muerte.
La antigua
ceremonia va a comenzar alrededor de un templo muerto.
La súbita sucesión
de lo inútil.
Cuando el silencio
se da vuelta y canta hasta despertar.
El fondo de la
vida hecho de piedra y soledad.
De tanto “jamás”
nace un dolor que no se nombra.
Entre música y
muros errantes, así pasa la noche.
En ese sitio
último donde la mano yace envuelta en tinieblas, donde sólo existe un muerto, o
una lámpara.
Esa ausencia
gritará amor, gritará el fondo de las cosas, gritará Tierra.
Por esa oración
que se quiebra como un templo en el silencio
Un país donde
imaginar las cosas es tocarlas.
La vida es el
sueño de la muerte. Algo que nos huye y nos posee como un relámpago.
..hasta ser una
bandera de ceniza que nos grite “eso eres tú”.
El silencio de la
tierra cuando se une al viento.
Te amo y es una
sílaba lenta el asombro, y es la vida un diamante tallado por las cenizas y es
la muerte un tumulto ahogado.
Para la mujer que
goza y el hombre que canta hay un tiempo.
Como cerrar los
ojos en una palabra y despertar dentro de otra.
Ese estallido que
detiene a la muerte.
Callar es tocar la
noche
Hasta ser lo que
no existe.
Un muerto que
inventa la vida como la sed al desierto., como el deseo inventa su cuerpo y su
sombra.
Como un hombre,
simplemente como un hombre.
Yo amo las cosas
que se van para siempre.
Música de sangre
heroísmo de tinieblas.
La distancia entre
la cruz y la tierra.
El tiempo es el
mal (Ezra Pound)
Es necesario
recordar.
Somos el sueño de
algo terrible.
Alas que luchan
contra su propio ángel.
Un espejo para
extasiarse en el vacío.
La torre demente
que une la música y el caos.
Siete ángeles y
siete sonidos de luz y cenizas cantan para siempre.
Las trompetas
suenan dulcemente sostenidas por los oídos de los muertos.
Señor, eres la
palabra oscura que falta en nuestras palabras.
Hemos amado a los
muertos con una ofrenda oscura.
Cuando el ocaso
nos arroja a lo imposible y todo se vuelve azul y lejano.
Has de partir
hacia ese mástil que hace del mar una tumba inexpresable.
Porque no somos
nada más que un fantasma y una flor.
Con la túnica
errante de los amores sepultados.
Yo estuve alli, en
lo terrible.
Como un templo
devastado por una plegaria inmensa.
Canta fantasma,
canta hasta que todas las palabras se unan en el abismo, hasta que sólo existan
el terror y la belleza.
Es preciso cantar.
Detrás de los
hechos están las cenizas.
Allí donde el
nacimiento y el agua se confunden con las tinieblas.
Has de partir
porque no podemos sino cantar.
Has de partir
porque es nuestro destino.
Has de partir
hacia lo que no existe.
Has de partir
porque no hay palabras: Has de partir.
Ese color de
tormentas que vive en la memoria semejante a una palabra que no cicatriza.
La pálida, la
errante, la que cubre el éxtasis y el sueño.
La muerte no es
otra cosa que la música donde se tocan los incendios perpetuos.
Hasta que el amor
de los amantes se a una bandera rasgada por el alba y bendecida por lo oscuro.
Enséñame el abrazo
después de la muerte.
...en esta tierra
quemada por el Fénix y la resurrección.
Oh! Muerte, tuya
es a palabra que da vida.
Como espadas que
se cruzan en la noche.
El fuego no viene
de la llama sino del incendio.
Ninguna sombra
regresa. Lo que regresa es la luz.
Un ave enloquecida
por las tinieblas.
Porque es tuya la
demencia que me hace abrir los ojos en lugar de cerrarlos para siempre.
No me busques
muchacha, no me busques en el tiempo.
Detrás de todos
los espejos, algo oscuro, algo terrible aguarda tres veces el rostro que
seremos.
Los dioses vuelven
siempre y siempre triunfan.
¿Dónde, cuándo, en
qué momento perdimos el camino y nos volvimos errantes?
Invocaremos la
Tierra, el Mar y las Tumbas, hasta que se vuelvan distancia, o palabra muda que
dance sobre el abismo.
Con todo el
resplandor de lo vivo cantaremos el resplandor de la muerte.
En la luz hay una
oscuridad que no se entrega.
La luz, una puerta
cerrada por los dioses. que sólo la inocencia y el fuego vuelven a cerrar, para
abrir el misterio, para que la vida, para que el canto no termine jamás.
Con manos simples
partimos. Con manos simples llegamos al nosotros.
Y te encuentro
otra vez sagrada, y otra vez lejana, como un cielo estéril donde el viento y el
deseo hacen de la tierra un sueño salvaje.
El hechizo de
cantar noches sin más palabras que la noche.
Lo sagrado es un
estallido, un abrazo donde los cuerpos se hunden o se salvan.
Es la noche donde
el polvo y la sabiduría son una misma cosa.
No hay palabras
para decir la muerte.
¿Qué silencio nos
ata aún a la tierra?
He construido un
hogar en una estrella oscura.
¿Alguien recuerda
el mar?
El corazón del
hombre es terror y el silencio es terror. El terror y no la luz nos salvará.
Sólo aquello que
devora aún persiste.
¿Cómo decir muerte
con palabras sino es muriendo...?
Es tan lejos
partir.
Hay que aprender
de los árboles el silencio y la caída.
La muerte no es
otra cosa que escribir paso a paso el silencio.
Todo ha sido
ejecutado por mandato de tinieblas.
Mira tus palabras
y rómpelas.
También los dioses
sufren cuando callan.
Mira ese rostro:
la piedad también ama.
Una virgen loca
como el fuego y el silencio.
Errante y mística
como el amor errante.
El oro del abismo
cae al cielo.
El oro de la carne
es un susurro blanco.
La oscuridad
despierta en la sonrisa infinita de un ángel.
La forma es el
destino que repite una forma que no existe.
Canto como un
trueno de oro salvaje.
La poesía es vivir
es vivir en un pañuelo donde se rompen todas las lágrimas.
Hasta ser una
blasfemia o un cuerpo que al fin se abandona alas tinieblas.
Ese delirio hace
de las palabras una tumba arrasada por la belleza.
Acosados por una
ceniza desesperada que inventa la cima aunque no exista.
Aquel que escribe
sabe una distancia más feroz que el olvido.
Cada latido es una
sombra que toca el abismo hasta convertirlo en el terror y la belleza del
Último reino.
¿Por qué amamos
tanto el lenguaje altivo de la ausencia?
¿y por qué hagamos
lo que hagamos, somos siempre, siempre los títeres feroces del más allá?
Encuentro tu boca
sellada por mi boca como un astro muerto que nada sabe salvo incendiarlo todo.
Hasta el próximo
poema, nada más que hasta el próximo poema, amor mío.
No alteréis el
curso de las tinieblas.
El vacío me mira
desde el polvo.
Somos una mirada
sostenida por el delirio.
Hay días que alzan
a la tierra.
Algo definitivo,,
como campanas, como si la tierra fuera no poder nombrarla.
Lo salvaje se alza
como un rito o un espasmo.
Como un paso en la
tumba, como una confesión de espuma en el vacío.
Y la vida continúa
como llevar una flor a los muertos, como cantar un himno, como decirnos adiós
en un templo abandonado.
Todo lo que existe
entre el día y la noche.
El tiempo que
separa el alba del primer sueño en la tumba.
Como un cuerpo que
sólo aprendió de las cenizas.
La noche nos
abandona y deja en el alma una noche hacia adentro.
La vida consiste
en destruir el templo para edificar un espacio vacío.
De un poema a otro
nacemos; de un poema a otro desaparecemos.
Una palabra para
que los hombres miren las tinieblas y después, canten.
Esas flores
desesperadas que sólo se abren cuando todos los colores mueren; hasta alcanzar
el perfume de la transparencia.
Diré “noches”,
hasta que el terror nos una en la noche como un grito
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