Sangraba el frío
en tus labios.
Y te he visto
romperte y gozar de estar muerta.
Oh, más hermosa
que el relámpago cuando mancha los vidrios blancos de tu sangre.
Mejor la hiedra;
mejor ese viento.
Te veo nacer a
cada instante, a cada instante morir.
Reinabas por fin,
ausente de mi espíritu.
El viento te
penetra.
Estoy en un
agujero de la muerte.
Y tú pasabas ante
ese fuego con las manos agrietadas.
No queda más que
un fuego del Reino de la Muerte.
¿Qué palidez se
abate sobre ti?
¿Qué bruma
creciente me oculta tu mirada?
Presa en la sangre
de los rastros que se pierden.
Te ví polvorienta
al final de tu lucha vacilar en los confines del silencio y del agua.
Te he visto maculada
por las últimas estrellas romper con un grito el horror de velar en tu noche.
La música absurda
comienza en las manos.
Con el vestido
manchado por el veneno de las lámparas.
Te descubro
tendida tu boca más alta que un río rompiéndose a lo lejos sobre la tierra.
Oh centinela,
siempre te descubro difunta.
Presencia
recobrada en la antorcha del frío.
Oigo su murmullo
en lo más alto del espacio carnal.
Cubierta por el
humus silencioso del mundo, recorrida por los rayos de una araña viva, sometida
al futuro de la arena y toda hecha pedazos.
Manantial de mi
muerte, presente insostenible.
Allí donde
combaten las ramas, allí donde las raíces se abren camino por su cuerpo...
Ella irradia una
música horrible.
Veo a Douve
tendida en la ciudad escarlata del aire.
La puerta se
abre.Una orquesta avanza.
Oh dotada de un
perfil que hace rugir la tierra.
La hierba desnuda
en tus labios inventa tu última sonrisa.
Te veo
resplandecer bajo las bóvedas de una mansión de fuego sombrío., atrapada en la
red vertical de la muerte.
El abismo penetra
por la boca.
La garganta se
enmascara en disfraces de lobo y de nieve.
Sobre qué
pasajeros de la muerte.
Presencia exacta
que ninguna llama podría reducir.
Viva con esa
sangre que renace y se acrecienta.
Oh, más hermosa,
yo me atrevo a reencontrarte y sostengo el estallido de tus gestos.
Ciencia profunda
donde se calcina el antiguo bestiario cerebral.
Llamaré desierto
al castillo que fuiste y -cuando te derrumbes sobre la tierra estéril-al rayo
que te empuja lo llamaré la nada.
Amas el país de la
muerte.
Yo soy el enemigo
que no tendrá pidedad.
Tendré en mis
manos tu rostro traspasado y oscuro.
En mi alma esa
región que alumbra la tempestad.
Morir es un país
que amabas
Unos hombros se
alzarán para ella.
Y vendrá la sombra
a alzar los bordes de su grito.
¿Eres tú esta
piedra abierta, este hogar destrozado?
¿Cómo se puede
morir?
En todas partes
reinaba la sangre.
¿Qué morada deseas
levantar para mí?
Con caballos
sombríos yo me salvo de ti.
¿Quién en la
antigua sangre ha quebrado este acero?
Oh tierra más
desnuda que la hoja de una espada.
Yo deseaba el
verano, un verano furioso para secar con mis manos abriéndose a la impureza de
una lluvia eterna.
Hablo desde tu
sangre.
Yo soy Señor de tu
noche, velo en ti como la noche.
Pregúntale al
Señor de la noche qué noche es esta noche.
Náufrago de tu
noche, yo te busco en ella.
Llegó por la noche
y puso junto a ti la lámpara de piedra.
Yo abro y me
derrumbo apresada en su nieve.
Huye de mí esta
casa donde hice arder la hoguera.
Yacía el corazón
desnudo, a medianoche, bajo el denso follaje de los muertos.
Se convirtió en la
presa de una luna perdida.
Con un gesto me
alzó como templo del frío.
Oh Fénix cima
horrible de ramas agrietadas por el hielo.
Rodaba como
antorcha arrojada en medio de esa noche.
Así marchamos
sobre las ruinas de un cielo inmenso.
El país más
hermoso se abrirá ante nosotros.
Ella es la lámpara
secreta. A su luz caminamos.
Esta piedra trae
la presencia de la muerte.
Los árboles
llenaban el lugar de tu sangre.
Era día de
palabras. Fue noche de huracán.
Relámpago vacío,
recorre mis labios.
No quiero saber
qué dientes fríos me poseen.
Ya no hay entre
nosotros más que esta lámpara de piedra.
¿Con qué pájaro de
sangre circulabas por nuestras tinieblas?
Tomaré entre mis
manos tu rostro muerto. Lo reclinaré en medio de su frío. Y con mis manos
compondré sobre tu cuerpo inmóvil el atavío inútil de los muertos.
¿Qué hacer con una
luz?
Lámpara de la
noche.
Lo que tengo en
mis manos no es más que sombra. Aprende a ver en ella una cara inmortal.
Está llorando
sobre una fuente más profunda.
Quieres un mundo.
Por eso lo tienes todo y no tienes nada (HYPERION)
Escucho los
sollozos de la eterna presencia.
Si la noche renace
será en la noche y gracias a la noche
Amas sólo la noche
porque es noche.
Se angustia por el
hierro y por la oscuridad.
La muerte venía
con sus altas flores marchitas.
Yo soñaba que en
medio de la noche aullaba un perro en aquel espacio de ningún perro, y veía un
perro horrible y blanco salir de entre las sombras.
El fango y la
sombra con que hacía imágenes de ausencia.
Toda la noche se ha
movido el animal en la sala.
¿Cuál es el camino
que no quiere acabar?
¿Quiénes son los
ausentes que no quieren regresar?
¿Cuál es la muerte
que nada ha de curar?
Nuestra piedad:
ese corazón que nos lleva hacia el fango.
Aguarda que cada
pliegue de un silencio eterno haga más grave su inmortalidad.
Se duerme aún más
hondo que el fuego.
Yo te conduzco al
jardín de la presencia.
Oh cisne: realidad
en el agua irreal.
Nuestro puerto era
de barro negro.
Cuando y hierro
encuentra el corazón de la noche.
Oh fuente en la
llegada profunda de la noche.
Bajo la luz parece
que haces surgir lo eterno.
Lápidas que el
tiempo hace esclavas y libres.
La rosa de las
sombras girará en las paredes.
Las lápidas
brillantes conducirán los pasos hechizados del día.
Aquí por siempre,
piedra tras piedra.
Soy el agua que te
acompañará en la región de los muertos.
A las ortigas y a
las piedras.
Una voz que dice:
yo soy la lámpara.
Entre el número y
la noche, donde la muerte es posible.
Los muros
estrechos que confieren medida a nuestras sombras.
Estatuas en medio
de la hierba que, quizá ,como yo, no tienen rostro.
Esa voz consumida
por una fiebre celestial.
Descubrí que es un
sueño distinto esta tierra de sendas que se hunden en la muerte.
Cada noche
apartabas mis pasos del abismo.
¡Cómo se va tu voz
abriendo entre sus sombras!
Pero tú te
contentas con mi voz temblorosa.
Tu divides lo
oscuro.
Su palabra
comienza en el temblor de nuestra voz.
Esos huéspedes del
atardecer acercan hasta nosotros sus barcas.
Extiende la leche
tenebrosa que exalta mi fuerza elemental.
Sé fiel a mí,
nodriza de la inmortalidad.
El lugar de los
muertos es quizá el pliegue del tejido encarnado.
En el canto de las
aves, sus manos de ahogada.
La diosa
permanente en la cima del árbol inclinado hacia los muertos la vasija de oro.
Contémplalo como
un montón de piedras negras.
Oh luna, mensajera
de lo eterno.
Hemos perdido la
luz del día
El negro y
luminoso corazón de las flores.
El árbol aquel
que se aleja de sí mismo.
El nombre casi
dicho de un dios casi hecho carne.
Un sonido de mar
cansado.
Oh presencia, bajo
tu bóveda furtiva acógenos para una fiesta oscura.
Nuestros pasos son
más hondos entre los muertos.
Dios, deja tu mano
en nuestros hombros.
Una sombra que
amaba una sombra.
Inmóvil sin
quejarse del peso de las sombras.
Dónde bebe el
astro inmóvil del amor.
La sangre
destemplada se encuentra con la sangre.
Desciende por
niveles de púrpura en los latidos de tu corazón.
La sal de la duda
y la muerte.
Y tu sangre
derramada bajo un mano de sueños.
La barca alcanza
la orilla y se derrumba.
El árbol envejece
en el árbol.
Traspasa el ave el
canto del ave y alza vuelo
Tú amas el
instante en que la luz de las lámparas empalidece y sueña bajo la luz del día.
Hemos crecido en
los mismos jardines oscuros.
El tiempo acaba
como un sueño que en se desborda en dioses ocultos.
Soy ese altar
vacío.
Su vestido tiene
el color de la espera de los muertos y es el azul más apagado que existe.
Atiendes los
trabajos del tiempo y de la muerte.
Sin embargo mira:
basta que tiemble una voz grave para que el alma se derrame en los cristales
del tiempo muerto.
Arrasad el rostro
desnudo que sube desde el mármol.
Tú amas el
instante en que la luz de las lámparas pierde su color y sueña con el día.
La habitada en
otro tiempo y perdida en la noche.
El pájaro de la
noche que aleja las orillas.
A través de las
puertas de la llave de plata.
Tu presencia es la
apertura del abismo.
Ella mancha los
vidrios con tu sangre.
Mejor la hiedra-me
decías-
Tiemblan grandes
perros del follaje.
¿Dónde resuena el
eco de tu caída?
Todo ángel es
terrible (Rilke)
Sucede que
confronto la noche.
Es mi corazón el
país que ilumina la tormenta.
Tú, sombra en la
sombra ¿dónde estás?¿quién eres?
EL negro jardín de
los muertos.
Todo comenzaba con
ese canto de alba cruel.
Inventa la muerte
en la tierra.
Es la pasión que
te salva y que te pierde.
Sabrás que un
pájaro ha cantado más alto que todo árbol real.
Con el vestido
manchado por el veneno de las lámparas.
Ahora la cabeza se
desliza a través de la muerte.
Vendrás las
sombras a alzar los bordes de su grito.
Eres tú, esta
piedra abierta.
Yo fui ciega como
ella.
Un paso cada tarde
que desciende hacia el mar.
Ella trae la
presencia de la muerte.
Los que vienen son
oscuros y se inclinan con lámparas sobre su cuerpo.
Aquí, siempre
aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario