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Océano horrible que sólo yo comprendo y ante el
cual caigo de rodillas. Dime si eres la morada del Príncipe de la Tinieblas. Me
alegraría saber que el infierno está tan cerca del hombre
· En medio de las estrellas que compadecían su dolor
y ante la mirada de Dios se abrazaban llorando el ángel de la Tierra y el ángel
del Mar.
· En mis sueños husmea interminable un hocico de
bestia.
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Mi venganza es un brusco relieve de las tinieblas
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Oh! Lámpara de la poesía, ¿por qué brillas de ese
modo que-confieso- me resulta extraordinario?
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Sé quién eres vieja hechicera. Allí te burlarás de
mí con una sonrisa inextinguible.
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Cada beso es una llama para el resplandor de los
muertos
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Mi ofensa es una espada tenebrosa
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Bello como el encuentro fortuito sobre una mesa de
disección de una máquina de coser y un paraguas.
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Tienes un rostro más que humano: triste como el
universo, bello como el suicidio.
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Bello como un recuerdo sobre la curva descrita por
un perro al correr detrás de su amo.
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Que me aparten este ángel consolador que me cubre
con sus alas azules.
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Es la hora silenciosa en que más de un ser humano
sueña con la aparición de mujeres encadenadas que arrastran sus mortajas
salpicadas de manchas de sangre como estrellas en un cielo negro.
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Tu vestimenta revela al habitante de un gran país
lejano.
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Sepulturero, es hermoso contemplar las ruinas de
las ciudades, pero más hermoso es contemplar las ruinas de los humanos
·
Retoma el sendero que va al lugar donde duermes.
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¿Quién es ese ser, allá lejos, en el horizonte, que
se atreve a acercarse a mí sin temor, a saltos oblicuos y exagerados, con una
majestad unida a una serena dulzura?
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¿Qué quieres de mí en este preciso momento en que
estoy cavando una tumba?
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¿Quién eres tú que estás allí, inclinado cavando
una tumba?
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¿Qué vienes a hacer a esta tierra donde están los malditos?
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Oh quédate todavía sobre esta tierra.
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Su boca lo dejó escapar a través de los reinos de
la Cólera.
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Verás a lo lejos, al levantar el rostro, a un ser
humano arrastrado hacia las cavernas del infierno por una guirnalda de camelias
vivas.
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Tendrás que desgarrarme sin detenerte nunca.
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Déjame partir para esconder en el mar mi infinita
tristeza.
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Muchas veces me he preguntado si será más fácil
conocer la profundidad del océano que la profundidad del corazón del hombre.
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Viejo océano, tus aguas son amargas.
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Si esperas a que te compare con la venganza de Dios
muévete impetuosamente, alarga tus garras lívidas y haz rodar tus olas
espantosas.
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Te agradezco por haberme despertado con el batir de
tus alas.
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Te aborrezco con todas mis fuerzas, y prefiero ver
una serpiente enlazada alrededor de mi cuello desde el comienzo de los tiempos
que contemplar tus ojos.
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Hete aquí, ahora desnudo de la cabeza a los pies,
en presencia de mi espada de diamante
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¿Qué clase de furor se apodera de ti?
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Obra como mejor te plazca, enciérrame toda la vida
en una prisión oscura con escorpiones como camaradas de cautiverio, o asiéndome
de un ojo, tira de él hasta hacerlo caer al suelo.
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Inmóvil como la estatua del silencio.
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“-¿En qué pensabas niño? “-Pensaba en el cielo”
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Esa cabellera es sagrada.
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El bosque se ha vuelto solemne como un sepulcro.
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Vigilante guardiana, te has reservado una insensata
misión.
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No es por medios naturales que una lámpara se
transforma en hombre.
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Ella hace palidecer mi rostro y brillar mis ojos
con la llama acerba de la fiebre.
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Yo buscaba un alma similar a la mía y no pude
encontrarla
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He llegado hasta ti, hasta ti que me buscas.
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Tú no conoces mi alma.
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He aquí alguien que me supera en maldad.
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El mismo ángel del sueño, mortalmente herido en la
frente por una piedra desconocida, abandona su tarea y se remonta a los cielos.
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Allí tenéis la loca que pasa bailando.
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Mientras la piel de mi pecho estaba inmóvil y
tranquila como la losa de una tumba.
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Con la cabeza en la mano cuyo cráneo yo roía.
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Los monstruos más feroces del abismo.
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Los ladrones de restos de naufragios.
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Era el genio de la tierra y el genio del mar.
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¿Qué se dicen, pues, dos corazones que se aman?
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Levanté la cabeza como la proa de un barco que levanta
una ola enorme
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Te he estado esperando mucho tiempo, hijo amado del
océano.
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Distingo en el fondo de tus ojos, un recipiente
lleno de sangre donde hierve la inocencia.
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Tu rostro calcinado como la lava de un volcán,
caerá hecho cenizas en el hueco de mi mano.
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Abría y cerraba lentamente sus párpados igual que
el flujo y el reflujo del mar.
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Su cuerpo comienza con un busto de tigre y culmina
en una larga cola de serpiente.
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¿Adónde vas, titubeando como un sonámbulo por sobre
los techos?
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¡Que tu destino perverso se cumpla!
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¡juzga tú mismo si sufro!
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Oh no, nunca sabrás lo difícil que resulta empuñar
constantemente las riendas del universo!
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Hay veces que la sangre se sube a la cabeza cuando
uno se dedica a sacar de la nada un último cometa con una nueva raza de espíritus.
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Poned atención en ese mendigo que pasa.
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Los hombres que han resuelto detestar a sus
semejantes ignoran que es preciso comenzar por detestarse a sí mismos.
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El genio garantiza las facultades del corazón.
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Pero ¿quién es el que aquí se atreve como un
conspirador a arrastrar los anillos de su cuerpo hasta mi negro pecho?
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¿Qué fuerza te arrastra fatalmente hacia la
perdición?
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Uno se vuelve malo y los ojos adquieren el tinte de
los condenados a muerte.
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